vendredi 31 mai 2013

Estado de guerra

El que no quiera verlo pagará las consecuencias de su error antes o después, pero la cuestión es que estamos en guerra, nos guste o no.

Esta guerra empezó en el año 632, a la muerte de Mahoma, y dura hasta nuestros días. En una primera ofensiva, los mahometanos conquistaron e islamizaron, a sangre y fuego, todo el Medio Oriente, Persia, el norte de África, y partes de la India, creando un terrible imperio que se extendía desde el Océano Atlántico en el oeste hasta Asia Central en el este.

En el año 711 conquistaron la península ibérica, y su expansión al norte de Europa fue detenida por los francos en la batalla de Poitiers en el año 732. En el extremo este de Europa Constantinopla sirvió de barrera al avance islámico durante varios siglos.

En el curso de los siguientes siglos el mundo cristiano reaccionó. Los españoles iniciamos la Reconquista, un proceso que duró 800 años y culminó en 1492 con la conquista de Granada, el último reino musulmán que quedaba en la península.

Durante dos siglos, desde la Primera Cruzada del año 1095 hasta la caída del enclave cristiano en Acre en 1291, los europeos cristianos trataron de recuperar Jerusalén y la Tierra Santa, y detener el avance de los turcos musulmanes que amenazaban a Constantinopla. Inicialmente tuvieron éxito y lograron crear estados cristianos en el Medio Oriente, pero finalmente fueron derrotados, y los sobrevivientes masacrados o esclavizados.

En el año 1453 los otomanos conquistaron Constantinopla, dando fin al milenario imperio bizantino, y continuaron su expansión hacia el oeste de Europa, pero fueron detenidos al fracasar su sitio de Viena en el año 1529. En 1683 volvieron a sitiar Viena, nuevamente sin éxito, y tuvieron que replegarse.

Durante los siguientes siglos la Cristiandad tomó cierta iniciativa. Los europeos convirtieron a los territorios árabes y a otras partes del mundo de población islámica, (desde el norte de África hasta la frontera con China, incluyendo lo que hoy es Afganistán, Pakistán, India, Bangladesh, Sri Lanka, Indonesia, Singapur y Malasia), en colonias. El imperio otomano se debilitó y, a consecuencia de su derrota en la Primera Guerra Mundial, fue desmembrado. Gran parte de los territorios del difunto imperio quedaron bajo el control de Francia y Gran Bretaña, hasta que, décadas más parte, se crearon en ellos estados independientes que nunca habían existido en la historia, tales como Jordania, Irak y el Líbano.

Pero desde hace algunas décadas la situación ha empeorado considerablemente. La iniciativa hoy está en manos de los musulmanes, como lo demuestra la actual invasión islámica de Europa, (esta vez, no con ejércitos, sino basada en la inmigración descontrolada y en el índice de fertilidad de las mujeres musulmanas, mucho más alta que el de las cristianas), y la ambición, por ejemplo, de la República Islámica de Irán de convertirse en potencia mundial.

A esta ofensiva invasora e islamizante se unen los ataques terroristas que en estas últimas semanas han tomado un cariz nuevo y desconocido, con los ataques a soldados occidentales en nuestro propio territorio, de un modo salvaje y despiadado.

Nuestros gobiernos débiles y entregados a oscuros intereses no van a reaccionar, eso está claro. Pero no todos estamos dispuestos a morir degollados sin defendernos, no señor.

Que cada cual saque sus deducciones y actúe en consecuencia. Yo recomiendo afianzarnos en nuestra identidad, que no es otra que nuestra fe en Nuestro Señor Jesucristo, estar alerta y no conceder al enemigo ni un palmo de terreno.

Y si alguno se enfrenta directamente a la amenaza que nos acecha detrás de cada musulmán que se pasea impunemente por el solar patrio, que pida ayuda en nombre de Dios Nuestro Señor y que todo buen cristiano que le escuche acuda a la llamada.


mardi 28 mai 2013

Exhortaciones

... Os lo he dicho antes y ahora de nuevo os lo digo: Si alguno os predica otro evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema ...


La caridad suple a la Ley

Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; pero cuidado con tomar la libertad por pretexto para servir a la carne, antes servíos unos a otros por la caridad. Porque toda la Ley se resume en este solo precepto:

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

Pero si mutuamente os mordéis y os devoráis, mirad que acabaréis por consumiros unos a otros.

Las obras de caridad

Os digo, pues: Andad en espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne. Porque la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu, y el espíritu tendencias contrarias a las de la carne, pues uno y otro se oponen de manera que no hagáis lo que queréis.

Pero si os guiáis por el espíritu, no estáis bajo la Ley. Ahora bien: las obras de la carne son manifiestas, a saber: fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, disensiones, divisiones, envidias, homicidios, embriagueces, orgías y otras como éstas, de las cuales os prevengo, como antes lo hice, que quienes tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios. Los frutos del espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra éstos no hay Ley. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias. Si vivimos del espíritu, andemos también según el espíritu. No seamos codiciosos de la gloria vana provocándonos y envidiándonos unos a otros.

Consejos varios

Hermanos, si alguno fuere hallado en falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, cuidando de ti mismo, no seas también tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo. Porque si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Que cada uno examine sus obras, y entonces tendrá de qué gloriarse en sí y no en otro. Pues cada uno tiene que llevar su propia carga. El catecúmeno comunique todos sus bienes con el que le catequiza.

No os engañéis; de Dios nadie se burla. Lo que el hombre sembrare, eso cosechará. Quien sembrare en su carne, de la carne cosechará la corrupción; pero quien siembre en el espíritu, del espíritu cosechará la vida eterna.

No nos cansemos de hacer el bien, que a su tiempo cosecharemos, si no desfallecemos. Por consiguiente, mientras hay tiempo, hagamos bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe.


San Pablo

De la Epístola a los Gálatas

lundi 27 mai 2013

Conocimiento y Sabiduría

La existencia de Dios puede ser probada de cinco maneras distintas:

1) La primera y más clara es la que se deduce del movimiento. Pues es cierto, y lo perciben los sentidos, que en este mundo hay movimiento. Y todo lo que se mueve es movido por otro. De hecho nada se mueve a no ser que en cuanto potencia esté orientado a aquello para lo que se mueve. Por su parte, quien mueve está en acto. Pues mover no es más que pasar de la potencia al acto. La potencia no puede pasar a acto más que por quien está en acto. Ejemplo: el fuego, en acto caliente, hace que la madera, en potencia caliente, pase a caliente en acto. De este modo la mueve y cambia. Pero no es posible que una cosa sea lo mismo simultáneamente en potencia y en acto; sólo lo puede ser respecto a algo distinto. Ejemplo: Lo que es caliente en acto, no puede ser al mismo tiempo caliente en potencia, pero sí puede ser en potencia frío. Igualmente, es imposible que algo mueva y sea movido al mismo tiempo, o que se mueva a sí mismo. Todo lo que se mueve necesita ser movido por otro. Pero si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y éste por otro. Este proceder no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor alguno pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor. Ejemplo: Un bastón no mueve nada si no es movido por la mano. Por lo tanto, es necesario llegar a aquel primer motor al que nadie mueve. En éste, todos reconocen a Dios.

2) La segunda es la que se deduce de la causa eficiente. Pues nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que, si se quita la causa, desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. Si en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente; en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman Dios.

3) La tercera es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios.

4) La cuarta se deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Pues nos encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas. En unas más y en otras menos. Pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es muy veraz, muy bueno, muy noble; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son sumamente verdaderas, son seres máximos, como se dice en II Metaphys. Como quiera que en cualquier género algo sea lo máximo, se convierte en causa de lo que pertenece a tal género -así el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su existir, de su bondad, de cualquier otra perfección. Le llamamos Dios.

5) La quinta se deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Pues vemos que hay cosas que no tienen conocimiento, como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin. Esto se puede comprobar observando cómo siempre o a menudo obran igual para conseguir lo mejor. De donde se deduce que, para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero. Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin. Le llamamos Dios.



 
Santo Tomás de Aquino

Suma Teológica

jeudi 16 mai 2013

El «Secreto» de Fátima

PRIMERA Y SEGUNDA PARTE DEL «SECRETO»
EN LA REDACCIÓN HECHA POR SOR LUCÍA
EN LA «TERCERA MEMORIA» DEL 31 DE AGOSTO DE 1941
DESTINADA AL OBISPO DE LEIRIA-FÁTIMA

Tendré que hablar algo del secreto, y responder al primer punto interrogativo.

¿Qué es el secreto? Me parece que lo puedo decir, pues ya tengo licencia del Cielo. Los representantes de Dios en la tierra me han autorizado a ello varias veces y en varias cartas; juzgo que V. Excia. Rvma. conserva una de ellas, del R. P. José Bernardo Gonçalves, aquella en que me manda escribir al Santo Padre. Uno de los puntos que me indica es la revelación del secreto. Sí, ya dije algo; pero, para no alargar más ese escrito que debía ser breve, me limité a lo indispensable, dejando a Dios la oportunidad de un momento más favorable.

Pues bien; ya expuse en el segundo escrito, la duda que, desde el 13 de junio al 13 de julio, me atormentó; y cómo en esta aparición todo se desvaneció.

Ahora bien, el secreto consta de tres partes distintas, de las cuales voy a revelar dos.

La primera fue, pues, la visión del infierno.

Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia todos los lados, parecidas al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros.

Esta visión fue durante un momento, y ¡gracias a nuestra Buena Madre del Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo! (en la primera aparición). De no haber sido así, creo que hubiésemos muerto de susto y pavor.

Inmediatamente levantamos los ojos hacia Nuestra Señora que nos dijo con bondad y tristeza:

— Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra pronto terminará. Pero si no dejaren de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.


TERCERA PARTE DEL « SECRETO »

Tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria-Fátima.

Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.

Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: «algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él» a un Obispo vestido de Blanco «hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios.

vendredi 10 mai 2013

Reflexiones en torno a la Primera Comunión

En realidad debería haber añadido en el título “y a la Confirmación y el resto de sacramentos”, pero quedaba muy largo.

Lo cierto es que este año, en los próximos quince días, mi hijo pequeño recibirá su Primera Comunión, y los dos mayores se confirmarán. Nuestros continuos cambios de residencia, y los cambios introducidos por los obispos en cuanto a la edad de recepción de los sacramentos, han provocado esta circunstancia.

Por eso éste ha sido un año familiar especialmente marcado por los sacramentos, en concreto la Eucaristía, la Penitencia y la Confirmación. Catequesis, reuniones, celebraciones litúrgicas orientadas a la preparación para recibir los sacramentos, grupos de pastoral, etc. Nos han dado muchos temas de conversación y reflexión en nuestras comidas y cenas familiares.

Muy interesante ha sido también comprobar el modo en que otras familias viven estos acontecimientos centrales de la vida cristiana.

Daré algún ejemplo curioso. Cada domingo, uno de los grupos de catequesis se encarga de proclamar las lecturas de la misa. Durante la semana se le asigna a cada cual la primera o segunda lectura, o bien el salmo, y el domingo acuden los niños a la iglesia con antelación para leerlas previamente. No es por mi orgullo de padre, que también, pero los míos suelen destacar por leer correctamente cada palabra, por complicada o poco habitual que sea, y leen respetando los signos de puntuación y entonando de modo comprensible. Cuando alguna catequista me lo comenta, le descubro el secreto. En nuestra casa no faltan misales, de modo que los niños me piden que les busque la lectura que corresponde a la misa dominical de la semana, se la leen, me la leen en voz alta, me preguntan lo que no entienden y cuando llega el domingo, más que leer, la proclaman, sabiendo lo que están diciendo.

En otro orden de cosas, hace unos días, en una reunión de padres de confirmandos con el párroco, surgió casualmente el tema de la muerte, debido al fallecimiento de un conocido común, y personalmente, tanto las reflexiones del párroco como los tópicos esgrimidos por los padres, me iban subiendo poco la temperatura de la sangre, esperando que alguien pusiera de una vez el dedo en la llaga, hasta que no pude más y, contra mi costumbre habitual, tome la palabra para declarar lo que, en mi opinión, hubiese debido declarar el sacerdote, que para un católico la muerte no es una sorpresa, no nos coge desprevenidos, no supone una tragedia, más allá de la lógica preocupación por los posibles huérfanos o viudos. Si hacemos "oídos sordos" por miedo o por lo que sea, es una cosa, pero nadie podrá decir que "no estaba preparado o advertido".

Salió también el asunto de la Extremaunción, tema que merecerá una reflexión más pausada, ya que ha sido siempre una de mis obsesiones cuando he asistido a los últimos días de mis familiares o amigos.

Tuvimos algo de polémica, muy moderada eso sí, sobre cómo debe un católico acompañar, o consolar ante la muerte, por ejemplo, de un familiar, a alguien que no tiene fe. El párroco me venía a decir que debemos evitar “resultar molestos”, mientras que yo defendía que el anuncio del Evangelio debe hacerse, como le decía San Pablo a Timoteo, “a tiempo y a destiempo” (“…Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas…”).

Evito, por vergüenza ajena, mencionar las discusiones finales de la reunión al respecto de la indumentaria correcta para confirmarse.

Fue también digno de mención lo relativo a la primera confesión de los niños que se preparan para recibir la Primera Comunión. Algunos padres no tenían rubor ninguno en “confesar”, valga la redundancia, que jamás se había vuelto a acercar a un confesionario desde el día de su boda, y algunos ni siquiera en aquella ocasión. Cuando mencioné lo de “una vez al año, en peligro de muerte o si se ha de comulgar” (sí, ya sé que eso es para los pecados mortales), igual se pensaron que estaba de broma.

Saldrían de dudas cuando en la ceremonia organizada para que los pequeños se confesasen por primera vez, mis otros hijos, mi esposa y yo, aprovechamos para confesarnos también.

Terminaré estas líneas comentando algo que propuso el párroco y me pareció muy adecuado y bien traído. Se trata del eterno asunto de toda la parafernalia artificial en torno a la celebración de la Primera Comunión, y su efecto terrible de distracción y tergiversación del profundo significado de tan trascendente paso en la vida de un católico.

Aparte de aconsejar encarecidamente la moderación en todo lo relativo a vestimenta, banquetes, fotos y demás cuestiones ajenas al Sacramento de la Eucaristía, se refirió a los regalos con que literalmente se suele apabullar a los pobres críos, y que suelen convertir una ceremonia de cristiandad en una especie de orgía de egoísmo provocado.

¿Por qué no proponer y alentar al niño a acordarse precisamente en este día de aquellos que sufren necesidad, destinando una parte de los regalos en metálico a la caridad?

Cuando se lo propuse a mi hijo le entusiasmó la idea. Supongo que entre otras cosas porque así se quitaba de encima la pesada carga de tener que contestar a abuelos, tíos y padrinos, eso de ¿qué quieres que te regale? De hecho mi esposa está preocupada porque como no lo controlemos es capaz de agarrar todo lo que le traigan y echarlo en la bandeja de la colecta ese día. Cada vez que su madre le propone una cantidad razonable para “dárselo a los pobres” al él le parece poco.

mardi 7 mai 2013

Marcel Lefebvre, breve semblanza (y IV)

Lo esencial en la controversia entre Mons. Lefebvre y el Vaticano son esencialmente cuatro novedades teológicas introducidas por el Concilio Vaticano II y el magisterio posterior: La “protestantización” del nuevo ritual de la Santa Misa (de hecho se pidió a pastores protestantes que participaran en su elaboración), el ecumenismo y la libertad religiosa (que pudieran desdecir en opinión de algunos la afirmación de la fe católica como única verdadera) y la colegialidad (que parece opuesta al Primado Petrino definido en el Concilio Vaticano I).

Con todo, las excomuniones a los cuatro obispos ordenados por Mons. Marcel Lefebvre siguieron en píe, así como las persecuciones a Monseñor Lefebvre y a sus seguidores (llamados lefebvristas, nombre que, en adelante, identificaría al movimiento tradicionalista en la Iglesia).

Esta situación cambiaría el 24 de enero de 2009, 18 años después de la muerte del Arzobispo, cuando el Papa Benedicto XVI levanta las excomuniones, además de haber declarado un par de años antes que la Misa Tradicional nunca había abolida y que prohibir su celebración (práctica habitual en todas partes) era ilícito.

Con todo, Monseñor Lefebvre muy posiblemente acertó con las consagraciones, pues asegurarse un sucesor era vital para la permanencia de la Tradición en la Santa Madre Iglesia, pues al Arzobispo misionero le quedaban pocos años de vida.

Tras una larga vida, llena de fecundidad apostólica y persecuciones por el anuncio de la verdad, Monseñor Marcel Lefebvre dejó este mundo, el día en que se celebraba la Encarnación del Verbo y el inicio de la Buena Nueva de Salvación, y además en plena Semana Santa, el 25 de marzo de 1991, ambas fechas son significativas de lo que fue la vida de Monseñor, configurado con el ministerio de Cristo en la predicación de la verdad y en la aceptación de la Cruz.

Su muerte fue en la ciudad de Martigny, Suiza. Sus restos se encuentran en el Seminario de Écône, con un significativo epitafio tomado de san Pablo, que él mismo pidió se escribiese en su tumba:

Tradidi quod et accepi
(He transmitido lo que recibí).

lundi 6 mai 2013

Marcel Lefebvre, breve semblanza (III)

... Los diversos episcopados y congregaciones en el mundo, seguían de tumbo en tumbo, con innovaciones litúrgicas y teológicas, pérdida de fieles y secularización de sus instituciones y disciplinas ...

En Roma se llamó aún más al error y escándalo de los fieles; en 1986, se celebró una reunión ecuménica, en Asís, en donde el Papa se reunió a hacer oración por la paz con líderes de otras religiones (algunos ni siquiera monoteístas).

Con esto muchos fieles cayeron (hasta hoy) en el error que todas las religiones tienen el mismo dios y el mismo valor salvífico; error que incluye además una afrenta a la Santísima Trinidad, único Dios verdadero, pues se le pone al mismo nivel de dioses tan falsos como inexistentes; lo mismo se aplica a la fe católica, la verdadera fe, puesta al mismo nivel que el error de cismáticos y herejes, e incluso de religiones falsas y otras ni siquiera monoteístas o con una idea trascendente de la divinidad. Este Encuentro de Asís provocó una molestia en los fieles tradicionalistas y muchos de ellos presentaron sus reparos; monseñor Lefebvre, de 80 años ya, se opuso a este encuentro, denunciando la confusión y escándalo que despertaría en los fieles sencillos, lo que le alejó más de los obispos en el mundo y le granjeó una mayor antipatía desde Roma.

No obstante su espíritu siempre se mantuvo fuerte, Monseñor ve como sus fuerzas físicas decaen y su tiempo en este mundo se acababa, por lo que se le acaba el tiempo para nombrar un sucesor en el episcopado que garantice la continuación de su obra de sostén de la Tradición Católica. Tras una serie de reuniones con autoridades romanas, durante cuyo transcurso se le aseguró que el Papa Juan Pablo II no se oponía, en principio, a darle un sucesor, se bosquejó un proyecto de acuerdo. Pero tan pronto como estampó su firma en el documento, el entonces cardenal Ratzinger le envió un subalterno para solicitar de él una carta pidiendo perdón al Papa por lo que había hecho. Ante esta petición, que desconocía el acuerdo y llamaba a Monseñor Lefebvre a "renegar" de su obra a favor de la Tradición, se negó a hacerlo, en el entendimiento que no se puede ni debe pedir perdón por «hacer lo que debe hacerse.» Lefebvre se desdice del acuerdo y poco después, remitiéndose a aquella seguridad que se le había dado de que el Papa no se oponía a darle un sucesor, decide consagrar 4 obispos escogidos de entre miembros de su congregación: los padres Bernard Fellay (suizo), Alfonso de Galarreta (hispano-argentino) , Richard Williamson (inglés, converso del anglicanismo) y Bernard Tissier de Mallerais (francés).

El Vaticano le negó el permiso que ya antes había dado para la ordenación, pero monseñor Lefebvre viéndose anciano, con la muerte cercana y ante el estado de necesidad en la Iglesia, decide realizar la consagración episcopal a estos cuatro sacerdotes.

Amparados en un punto del nuevo código que prohíbe las consagraciones episcopales sin mandato pontificio (CIC 1382), el papa Juan Pablo II excomulga a Monseñor Lefebvre, al obispo coconsagrante y a los ordenados y presentando el acto como cismático.

Desde ahí el progresismo y el neoconservadurismo de la Iglesia acusaban a Monseñor Lefebvre y a sus seguidores de cismáticos, afirmando que estaban fuera de la Iglesia. No obstante esto, no existía ningún fundamento teológico para hablar de cisma (lo que requiere una intención formal) y el mismo Vaticano aclaró en varias ocasiones que en este caso no se podía hablar de cisma, si no sólo de situación canónica irregular, y que la Fraternidad está dentro de la Iglesia.

No se podía hablar de cisma, pues no existía la intención formal de separarse de Roma, antes bien, la posición de Monseñor Lefebvre y de la Fraternidad San Pío X ha sido siempre de obediencia y sujeción al Romano Pontífice en todo lo que es magisterio infalible, aunque resisten las orientaciones pastorales que se han realizado después del Concilio Pastoral Vaticano II, cosa que por sí misma no constituye negación de ningún dogma de fe. El problema entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X es, por tanto, de materia disciplinar, no dogmática…

vendredi 3 mai 2013

¿Qué es un Papa?

La pregunta la formula Firmus y Rústicus, y recogiendo el guante, empecemos por recurrir a la primera fuente de derecho específico al respecto, el Código de Derecho Canónico, no sin antes entrar en materia, como es de ley, a la luz del Evangelio.

Del santo Evangelio según san Juan 21, 15-19

Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas».

CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO
Promulgado por la Autoridad de Juan Pablo II, Papa.
Dado en Roma, el día 25 de Enero de 1983

SECCIÓN I

DE LA SUPREMA AUTORIDAD DE LA IGLESIA (Cann. 330 – 367)

CAPÍTULO I

DEL ROMANO PONTÍFICE Y DEL COLEGIO EPISCOPAL

330 Así como, por determinación divina, San Pedro y los demás Apóstoles constituyen un Colegio, de igual modo están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles.

Art. 1

DEL ROMANO PONTÍFICE

331 El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente.

332 § 1.    El Romano Pontífice obtiene la potestad plena y suprema en la Iglesia mediante la elección legítima por él aceptada juntamente con la consagración episcopal. Por lo tanto, el elegido para el pontificado supremo que ya ostenta el carácter episcopal, obtiene esa potestad desde el momento mismo de su aceptación. Pero si el elegido carece del carácter episcopal, ha de ser ordenado Obispo inmediatamente.

 § 2.    Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie.

333 § 1.    En virtud de su oficio, el Romano Pontífice no sólo tiene potestad sobre toda la Iglesia, sino que ostenta también la primacía de potestad ordinaria sobre todas las Iglesias particulares y sobre sus agrupaciones, con lo cual se fortalece y defiende al mismo tiempo la potestad propia, ordinaria e inmediata que compete a los Obispos en las Iglesias particulares encomendadas a su cuidado.

 § 2.    Al ejercer su oficio de Pastor supremo de la Iglesia, el Romano Pontífice se halla siempre unido por la comunión con los demás Obispos e incluso con toda la Iglesia; a él compete, sin embargo, el derecho de determinar el modo, personal o colegial, de ejercer ese oficio, según las necesidades de la Iglesia.

 § 3.    No cabe apelación ni recurso contra una sentencia o un decreto del Romano Pontífice.

334 En el ejercicio de su oficio están a disposición del Romano Pontífice los Obispos, que pueden prestarle su cooperación de distintas maneras, entre las que se encuentra el sínodo de los Obispos. Le ayudan también los Padres Cardenales, así como otras personas y, según las necesidades de los tiempos, diversas instituciones. Todas estas personas e instituciones cumplen en nombre del Romano Pontífice y con su autoridad la función que se les encomienda, para el bien de todas las Iglesias, de acuerdo con las normas determinadas por el derecho.

335 Al quedar vacante o totalmente impedida la sede romana, nada se ha de innovar en el régimen de la Iglesia universal: han de observarse, sin embargo, las leyes especiales dadas para esos casos.

Marcel Lefebvre, breve semblanza (II)

En calidad de Superior General de los Padres Espiritanos, fue llamado por Juan XXIII para formar parte de la Comisión Central Preparatoria del Concilio Vaticano II. Durante el Concilio, fundó junto a Monseñor Dom Antonio de Castro-Mayer, obispo de Campos (Brasil), Monseñor Geraldo Proença Sigaud, obispo de Diamantina (Brasil) y Monseñor Carli, obispo de Segni (Italia) el Cœtus Internationalis Patrum, al que adhirieron 450 obispos, con el objeto de defender en el aula conciliar la doctrina y disciplina tradicional de la Iglesia. Esto le valió la oposición y enemistad con los obispos franceses y germanos.

Después de renunciar a su cargo de Superior General de su congregación en 1968 y a iniciativa de un grupo de seminaristas descontentos con la orientación que habían tomado los seminarios a los que concurrían, en particular, el Seminario Francés de Roma, a cargo de los Padres Espiritanos, fundó en 1971 en Friburgo (Suiza), con la autorización del obispo del lugar, Mons. François Charrière, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. La casa de formación que primero funcionó en la Rue de la Vignettaz fue posteriormente trasladada a Écône (cantón del Vales, Suiza), donde la congregación hasta hoy tiene su principal instituto de formación sacerdotal. Debido a la creciente concurrencia de jóvenes deseosos de recibir una formación tradicional en el sacerdocio, rápidamente se granjeó la enemistad del episcopado francés, que llamaba al Seminario de Écône «seminario salvaje».

La loable labor de formar sacerdotes según la fe tradicional, le traería persecuciones de diversos sectores del episcopado mundial y desde Roma misma. Vencido el término de 5 años, durante el cual la existencia de la congregación es puesta a prueba de acuerdo con las normas canónicas, el sucesor de Mons. Charrière en la sede de Friburgo, Mons. Pierre Mamie, tras recibir una solicitud de Roma, no renovó el permiso para que la misma subsistiera, acto que posteriormente fue refrendado por una comisión de 3 cardenales nombrada por Pablo VI.

En ese estado, Mons. Lefebvre interpuso un recurso suspensivo ante el Tribunal de la Signatura Apostólica, pero su presidente, el cardenal Dino Staffa, se negó a darle trámite respondiendo -según parece- a un pedido del Cardenal Jean Marie Villot, entonces Secretario de Estado de Pablo VI. Dado que el recurso suspensivo de supresión estaba pendiente, Mons. Lefebvre consideró que, a falta de pronunciamiento sobre un recurso suspensivo, la medida de suprimir su congregación quedaba pendiente de resolución, y por lo tanto, su congregación continuaría existiendo hasta tanto la Santa Sede no se expidiese sobre el fondo del asunto. Con ese razonamiento, no secundó el pedido que se le hiciera de cerrar el seminario y dispersar a los seminaristas, a los cuales prosiguió formando hasta las puertas del sacerdocio.

En 1976 recibió una monición canónica para que no procediera a la ordenación de la primera tanda de jóvenes formados en Écône, ante lo cual, debido al estado de necesidad reinante en la Iglesia, decidió desoír; esto sirvió a sus perseguidores de excusa para hacer recaer sobre él la suspensión a divinis el 22 de julio de 1976. No obstante Monseñor Lefebvre continuó su labor apostólica y de formación, difundiendo y defendiendo la fe y la liturgia tradicional de la Iglesia.

Eran tiempos en que muchos sacerdotes se extraviaban en doctrinas heréticas e intentaban conciliar el cristianismo con ideologías intrínsecamente opuestas a él; así nació la teología de la liberación y movimientos como Cristianos por el Socialismo.

Monseñor Lefebvre siguió predicando la fe católica de siempre; así, el 29 de agosto de 1976, en la celebración de la Misa, advertía: "no se puede dialogar con los masones o con los comunistas, no se dialoga con el diablo".

En esta misma época el clero y los religiosos en general, se secularizaban y relajaban sus costumbres, lo que daría a píe a una gran pérdida de vocaciones en el mundo y escándalos en el clero, algunos de los cuales se han ido sabiendo en estos años. En el mundo los seminarios se vaciaban o simplemente se cerraban; por esto, los obispos progresistas veían con malos ojos que el Seminario de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, no obstante las persecuciones y calumnias, tuviera cada vez más vocaciones y mantuviera su ritmo de evangelización. Por esto mismo se redoblarían las persecuciones y las calumnias, acusándolos de integristas, infieles al Papa y de oponerse a los cambios necesarios para el mundo de hoy...

jeudi 2 mai 2013

Marcel Lefebvre, breve semblanza (I)

Monseñor Lefebvre es el gran defensor de la fe tradicional en el siglo XX, pero como todo fiel seguidor de Jesucristo, le tocó acompañar a su maestro en medio de las persecuciones y la cruz, pero, aunque le tocó como misionero y delegado apostólico sembrar la fe en tierras extrañas, no es allá donde experimentará las persecuciones, si no en el mismo seno de la Iglesia y de parte de muchos quienes debían acompañarlo en el ministerio de la verdad.

Monseñor Marcel-François Lefebvre nace el 29 de noviembre de 1905, en Tourcoing, poblado ubicado en el norte de Francia, cerca de la frontera con Bélgica. Es el tercero de ocho hermanos, del matrimonio de René, fabricante textil, y Gabrielle, ambos muy piadosos. Los cinco primeros hijos entraron en religión, René y Marcel, con los padres espiritanos, Jeanne, en las religiosas reparadoras, Bernadette, futura fundadora de la hermanas de la Hermandad San Pío X y Christiane con el Carmelo reformado. Además en la familia se cuenta su primo Joseph-Charles Lefèbvre, cardenal obispo de Bourges.

Marcel cursó estudios en el Colegio del Sagrado Corazón de Tourcoing. Ya desde pequeño lo visitó la cruz pues junto a su familia les tocó padecer la invasión alemana de su ciudad durante la Primera Guerra Mundial. Su padre debió huir en 1915 por ayudar a los prisioneros ingleses y franceses a pasar las líneas, por lo que la familia sufrió mucho su ausencia agravada con la escasez de bienes básicos.

Cuando se despertó su vocación, realizó sus estudios de filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma; ahí destacó entre sus compañeros por sus cualidades como estudiante destacado y por su talante enérgico y decidido, junto a su profunda piedad, espíritu misionero y amor a la Iglesia. Fue ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1929 por Monseñor Liénart, arzobispo de Lille. Habiendo madurado en él la idea misionera y siguiendo el paso de su hermano, se unió a la Congregación del Espíritu Santo. Tras su noviciado hizo su profesión religiosa el 8 de septiembre de 1932 fue enviado a África, más concretamente a Gabón, donde se desempeñó como misionero en diversos lugares, con una labor impresionante y con gran entrega por la difusión de la fe. En 1939 regresó a Burdeos desde Gabón. Durante el trayecto se declaró la Segunda Guerra Mundial. Al poco de desembarcar fue movilizado y enviado como soldado a África. Apenas pudo despedirse de su padre, a quien no volvería a ver. René Lefebvre moriría heroicamente, tras ser arrestado en abril de 1942 por los nazis, por entregar información a Londres, ayudando así a muchos prisioneros de guerra, sería martirizado por el régimen nazi en el campo de concentración de Sonnenburg.

Fue elevado a la dignidad episcopal por el Papa Pío XII y ordenado por el mismo obispo que lo ordenó sacerdote, Monseñor Achille Liènart, el 18 de setiembre de 1947. Su lema episcopal es un resumen de cómo han entendido el cristianismo los santos y a la vez como lo han transmitido: “Et nos credidimus Caritati” (Y nosotros hemos creído en el Amor). El Papa Pío XII lo nombró obispo de Dakar (1948-1962), elevándolo posteriormente al rango de Arzobispo, y designándolo también Legado Apostólico (Representante del Santo Padre para toda el África francófona). En este cargo desempeñó una hermosa labor misionera en África, entregando el don de la fe a los más necesitados, labor que le valió el sincero cariño de la gente y el reconocimiento de muchos de hermanos en el episcopado mundial.

A la muerte de Pío XII, le destinaron sólo como Arzobispo de Dakar dejando el puesto de Legado apostólico. Siguiendo el santo deseo que impulsara Pío XII de la promoción del clero nativo, Monseñor Lefebvre dejó la cátedra de Dakar a su discípulo Hyacinthe Thiandoum y decide volver a su patria, pero este paso le traería incomprensión y sufrimiento, pues los obispos franceses, de fuerte corte progresista, que querían reformas en la Iglesia y estaban imbuidos del espíritu del modernismo, estaban un tanto recelosos de la llegada del Arzobispo misionero, fuerte defensor de la fe tradicional, por lo que exigieron a Juan XXIII que Monseñor Lefebvre no podía pertenecer a la Asamblea de los cardenales y arzobispos franceses (germen de la futura Conferencia de obispos de Francia); Juan XXIII, quiso darle una diócesis en Francia, pero las presiones de los obispos y cardenales franceses lo obligaron a darle una pequeña diócesis, Tulle, en vez de un arzobispado aunque reconociéndole su dignidad de Arzobispo...

mercredi 1 mai 2013

Marcel Lefebvre (1)



El resto de este interesantísimo reportaje lo dejo en mi página del "Facebook", Alphonse Marquis de Montauran.

El DVD completo, con versión en castellano, se puede adquirir por 10 euros en la página de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X