Fomentar el hábito y el gusto por la lectura en los jóvenes es un asunto de trascendental importancia.
Como he dicho en otras ocasiones, leer no es de por sí una actividad positiva, ya que existen muchísimos libros cuya lectura no produce más que perjuicios. Por eso no se trata únicamente de leer, sino más bien de saber escoger las lecturas, los autores, los temas y los estilos adecuados, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de seleccionar, incluso entre los libros “buenos”, aquello que podremos leer a lo largo de nuestra reducida existencia en este mundo.
Cuando pensamos en literatura juvenil, en recomendar libros a nuestros hijos, sobrinos o conocidos adolescentes, hay ciertos autores imprescindibles por los que empezar siempre, como Emilio Salgari o Julio Verne. Pero el abanico de posibilidades no se reduce a estos dos autores, quiero decir entre los que podríamos considerar “clásicos”, ya que, sinceramente, los modernos autores de literatura “juvenil” producen en general bodrios de aún peor calidad, si eso es posible, que sus colegas de literatura para “adultos”.
Hoy rescato de la memoria a un autor, Alphonse Daudet, que los niños de mediados del siglo XX recordamos sobre todo por los buenos ratos pasados con su personaje mítico, Tartarin de Tarascon.
Alphonse Daudet nació en Nimes en 1840, por lo que la Francia que le tocó en suerte fue fundamentalmente la de Napoleon III. Sin duda una época interesante, la misma que vivió Victor Hugo por ejemplo.
Daudet vivió la política desde primera línea en su época como secretario de Charles Auguste Louis Joseph Demorny, más conocido como el Duque de Morny, que era hijo natural de la madre de Napoleon III.
Fue tras la muerte del Duque cuando Alphonse Daudet comenzó su carrera literaria, empezando como periodista en Le Figaro o l'Événement, y participando tambien en el Parnassiculet contemporain en 1866.
Ya como escritor, Daudet se relacionó con Flaubert o Zola, decantándose por un estilo fundamentalmente realista, aunque no es un autor que se deje encasillar con facilidad en un único estilo.
De entre sus muchas obras, puesto que hoy quería hablar de literatura para jóvenes y adolescentes, destacaré únicamente, aparte de la ya mencionada Tartarin de Tarascon (1872), sus "Cartas desde mi molino", Lettres de mon moulin (1866), colección de relatos de temática diversa, en general evocando la vida en la Provenza, dirigidas al público urbano de Paris.
Las cartas incluidas en la primera edición de la obra se publicaron originalmente en una serie que llevaba por título Crónicas Provenzales, y las cinco primeras “crónicas”, publicadas entre agosto y septiembre de 1868 en Le Figaro, las firmó Daudet con el seudónimo de Marie-Gaston, un personaje de La Comedia Humana de Honoré de Balzac.
Lejos de mí la inmensa osadía de compararme con este gran literato galo, pero casualmente mi apodo en esta bitácora, Alphonse de Montauran, es también un personaje de La Comedia Humana, obra que da título al propio blog.
Algunas de las “cartas” están consideradas paradigmas de la literatura francesa de todos los tiempos, estudiándose en Francia desde la escuela primaria y secundaria.
2 commentaires:
Cuando tenga tiempo empezaré con la literatura francesa. Yo, aunque ya he pasado la edad, me parece bastante apropiado para esas edades Baroja, Luca de Tena(La edad de la inocencia), Casariego(Con la vida hicieron fuego), Blasco Ibáñez(algunas novelas) Foxá y también Poncela. De todos modos nunca viene mal lo clásicos; en vez de contar el cuento de Caperucita habría que leerles las Las vidas de los doce Césares de Suetonio. Un saludo
¡Tantos libros por leer y tan poco tiempo!
Sin duda leer malos libros es un crimen que debiera estar penado con la muerte. El que desaprovecha su tiempo no merece vivir...
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