vendredi 14 mai 2010

Harto de mendacidad

Leer el periódico en España, y en el resto del mundo, se ha convertido en una tarea de alto riesgo de accidente cardiaco.

Jueces que, no contentos con el desastroso funcionamiento de los juzgados, que no de la justicia, que es algo cuya búsqueda en este mundo está fuera de lugar, deciden juzgar la historia, osadía muy extendida en nuestros días. Además solamente la parte de la historia que conviene al gobernante de turno.

Gobernantes que, tras años de despilfarrar el dinero del que debieran ser celosos gestores, organizando vergonzosas cadenas de favores y servilismos, mercadeando miserablemente con unos y otros, y dedicándose a combatir, como Herodes a San Juan Bautista, todo aquello que pudiese ponerles en evidencia con su dedo acusador, familias, Iglesia, colegios católicos... ahora se presentan sin ningún pudor ante el pueblo, una quinta parte sin trabajo y otra gran mayoría esclavizada en trabajos de sol a sol que no les reportan lo suficiente para mantener con dignidad una familia o simplemente tener un techo donde cobijarse, y les exigen sacrificios para solucionar los problemas que son consecuencia directa de su incompetencia, maldad y falta de juicio.

Y mientras tanto, esta sociedad degenerada, continua rasgándose las vestiduras ante las consecuencias de aquello que promueve con fervor.

Se han destruido y vilipendiado hasta la saciedad los valores que sustentaban la familia tradicional, y ahora nos sorprende la violencia doméstica.

Se ha abandonado la educación de la juventud, aplaudiendo la permisividad absoluta y atacando cualquier principio de autoridad paterno o de los maestros de escuela, y ahora nos escandaliza la falta de interés de las nuevas generaciones por absolutamente nada y su grado de desculturización, si se me permite el vocablo.

Que no nos tomen más el pelo. La crisis del sistema capitalista no es el problema, tal vez sea el principio de la solución.
No necesitamos reformar los mercados, necesitamos regenerar los principios, los morales en primer lugar.

Si baja el consumo y no se venden mas automóbiles, televisores, teléfonos portátiles, ordenadores u otros ingenios electrónicos, si se hunden los mercados financieros especulativos o la crisis económica pone al descubierto las mil falsedades de la política internacional, a mi personalmente me importa un pito.

Si las relaciones humanas se basan en la avaricia y la acumulación de beneficios, el fracaso a largo plazo esta asegurado.
La actividad humana no puede consistir en la creación artificiosa de necesidades para después ofrecer su satisfacción a cualquier precio.

Las relaciones entre hombres libres que saben de donde vienen, conocen su historia, y están seguros de la finalidad trascendente de su existencia, no se parecen en nada a este invento modernista llamado sociedad de consumo.

Hay ejemplos muy fáciles de entender. Si todos sabemos que es mucho mejor un producto hecho a mano, artesanalmente y no en cadena industrial, ya sea un traje, unos zapatos o una tortilla de patatas (nunca le agradeceremos lo suficiente a Zumalacárregui su invención, por cierto), que tiene infinitamente mas calidad, ¿qué sentido tiene la “revolucion industrial”?. ¿Para qué producir más, más deprisa, más barato...? Aplíquese lo mismo a la agricultura.

Y si alguien piensa que unas elecciones anticipadas traerán un cambio de gobierno y eso será la solución a nuestros males, que trate de recordar una sola medida, ley o norma de cualquier tipo, introducida por el partido que ostenta ahora el poder, que haya sido derogada por el otro cuando tuvo su oportunidad. A la inversa si que hay numerosos ejemplos, es el sino estúpido de los “conservadores”.

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