Para que no olvidemos el motivo de las
celebraciones de este fin de semana (¿calabazas, zombis, brujas?), traigo hoy
un artículo extraído de Apologética Católica.
Hay tres estados en la Iglesia:
Hay tres estados en la Iglesia:
1- La iglesia peregrina en la tierra, estos somos
nosotros hasta el día de nuestra muerte.
2- La iglesia purgante (en el purgatorio), son los
difuntos que aún no han ido al cielo. Por estos oramos el día de los difuntos,
el 2 de noviembre.
3- la iglesia triunfante, ya glorificada en el
cielo, estos son los santos que celebramos el 1 de noviembre.
"Así pues, hasta que el Señor venga en su
esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo,
sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros ya difuntos, se purifican;
mientras otros están glorificados, contemplando claramente a Dios mismo, uno y
trino, tal cual es." (LG #49)
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, citando
L.G. #49: "Como todos los creyentes formamos un solo cuerpo, es decir,
(los del cielo y los de la tierra), el bien de los unos se comunica a los
otros... es, pues, necesario creer que existe una comunión de bienes en la
Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza...
Así, el bien de Cristo es comunicado a todos los miembros, y esta comunicación
se hace por los sacramentos de la Iglesia".
"La unión de los miembros de la Iglesia
peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera
se interrumpe. Más, aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con
la comunicación de los bienes espirituales".
¿Qué significa esta cita de Lumen Gentium?
¿Qué significa esta cita de Lumen Gentium?
1. Los santos interceden por nosotros:
"Como ellos están más íntimamente unidos a Cristo,
consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de
interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio de Jesucristo, los
méritos que adquirieron en la tierra a través de sus vidas de santidad, de
virtud, de buenas obras y de sufrimiento. Su solicitud fraterna ayuda, pues
nuestra debilidad". (LG #49)
2. La comunión de los santos:
No sólo veneramos el recuerdo de los del cielo como
modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en el
Espíritu se vea forzada por la práctica del amor fraterno.
Dice San Bernardo Abad, en uno de sus sermones
(oficio del día de todos los santos):
¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas,
nuestra glorificación, esta misma solemnidad que celebramos?
¿De qué les sirven los honores terrenos o nuestros
elogios, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido
verazmente el Hijo?
Los santos no necesitan de nuestros honores, mas
sin embargo, la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro.
Despierta
en nosotros dos deseos:
1. El de gozar de su compañía, tan deseable, y de
llegar a ser conciudadanos con los bienaventurados, santos, patriarcas,
mártires, apóstoles, confesores, las vírgenes, para resumir, asociarnos y
alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos.
2. Que como a ellos, también a nosotros se nos
manifieste Cristo, que es nuestra vida, y que nos manifestemos también nosotros
con él, revestidos de gloria.
3. La comunión con los difuntos:
"La Iglesia peregrina, perfectamente
consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los
primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los
difuntos y también ofreció por ellos oraciones - pues es una idea santa y
provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" - (2 Ma
12:45)" (LG 50).
Nuestra oración por ellos puede no solamente
ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.
CONCLUSIÓN:
"Creemos en la comunión de todos los que
peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los
que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola
Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el
amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos
a nuestras oraciones" (SPF 30).
***
LA COMUNION DE LOS SANTOS
ÁNGELUS Meditación del Papa en la solemnidad de
Todos los Santos, 1 de noviembre 97.
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Los primeros dos días del mes de noviembre
constituyen para el pueblo cristiano un momento intenso de fe y oración, que
pone de relieve de modo singular la orientación "escatológica"
recordada con fuerza por el concilio Vaticano II (cf. Lumen gentium, cap. VII).
En efecto, al celebrar a todos los santos y al conmemorar a todos los fieles
difuntos, la Iglesia peregrina en la tierra vive y expresa en la liturgia el
vínculo espiritual que la une a la Iglesia celestial.
Hoy rendimos honor a los santos de todos los
tiempos, mientras ya dirigimos oraciones en sufragio de nuestros queridos
difuntos, visitando los cementerios. ¡Cómo nos consuela pensar que nuestros
seres queridos, ya fallecidos, están en compañía de María, de los Apóstoles, de
los mártires, de los confesores de la fe, de las vírgenes y de todos los santos
y santas del paraíso!
2. La solemnidad de hoy nos ayuda así a profundizar
una verdad fundamental de la fe cristiana, que profesamos en el
"Credo": la "comunión de los santos". A este propósito, el
concilio Vaticano II afirma: "Todos los de Cristo, que tienen su Espíritu,
forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en él (cf. Ef 4, 16). Por
tanto, la unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que
durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según
la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes
espirituales (...). Su preocupación de hermanos ayuda, pues, mucho a nuestra
debilidad" (Lumen gentium, 49).
Esta admirable comunión se realiza del modo más
alto e intenso en la divina liturgia y, sobre todo, en la celebración del
sacrificio eucarístico: en él "nos unimos de la manera más perfecta al
culto de la Iglesia del cielo: reunidos en comunión, veneramos la memoria, ante
todo, de la gloriosa siempre Virgen María, madre de Jesucristo nuestro Dios y
Señor; la de su esposo san José; la de todos los santos Apóstoles y mártires y
la de todos los santos" (ib., 50).
3. En la gloriosa asamblea de los santos, Dios
quiso reservar el primer lugar a la Madre del Verbo encarnado. A lo largo de
los siglos y en la eternidad María sigue estando en la cumbre de la comunión de
los santos, como protectora singular del vínculo de la Iglesia universal con
Cristo, su Señor. Para quien quiere seguir a Jesús por el camino del Evangelio,
la Virgen es la guía segura y experta, la Madre solícita y atenta a la que
puede confiar todos sus deseos y dificultades.
Pidamos juntos a la Reina de todos los santos que
nos ayude a responder con generosa fidelidad a Dios, que nos llama a ser santos
como él es santo (cf. Lv 19, 2; Mt 5, 48).
(©L'Osservatore Romano - 7 de noviembre de 1997)
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