El Duque de Wharton fundador de la primera logia masónica en suelo español, ¡en 1728! |
Como ya sabemos, el amigo Barandán, en su estupendo blog “Libro de Horas y Hora de Libros”, se ha propuesto la muy honorable misión de arrojar luz sobre las famosas Cortes de Cádiz y la tan traída y llevada “Constitución de 1812”, “la Pepa”, malnacida abuela de “la Nicolasa” que hoy padece nuestra Patria.
Empezó contándonos, entre otras cosas, quién fue el primer damnificado con las Cortes de Cádiz, el propietario del teatro de la Isla de León, al que las Cortes de Cádiz dejaron a deber la nada despreciable suma de 30.000 reales.
Y como cabía esperar, sigue ahora nuestro amigo la pista del diabólico olorcillo a azufre, con el que las logias masónicas impregnaron el panfleto.
Al mencionar a Antonio Alcalá Galiano, deja Barandán abierta la necesidad de “investigar” a Mejía Lequerica y a Francisco Javier de Istúriz.
Que José Mejía Lequerica era un destacado masón, no lo niegan ni los liberales más recalcitrantes, amigos de alimentar la absurda versión de que existían entonces pocas logias y con pocos miembros, y que su influencia fue mínima.
Sin espacio para una semblanza en toda regla, que por otra parte puede hacerla cualquiera sin mucha dificultad, leamos un párrafo de José María García León, poco sospechoso de antiliberal precisamente, sobre las Cortes de Cádiz:
…Finalmente, se habló también de que, una vez acabada la guerra, se levantase un altar dedicado a la Virgen María como muestra de adoración y agradecimiento por su protección a la causa de España. Entonces, el diputado José Mejía Lequerica, hombre mundano y, además, masón, con cierta sorna añadió que le parecía muy bien ese fervor religioso, sólo propio de los españoles que miran a la religión como el consuelo y término de nuestros males. Pero, ateniéndose a cuestiones más prosaicas, preguntó si los dueños del teatro estaban realmente dispuestos a vender el edificio y si había dinero para efectuar la compra del mismo…
Respecto a Francisco Javier de Istúriz, exaltado liberal que acabaría sucediendo al mismísimo Mendizábal como Presidente del Consejo de Ministros en 1836, tampoco es difícil hacerse una idea del personaje. Pero no me resisto, al hilo de la manía de algunos historiadorcillos de negar las tropelías de la masonería, a traer aquí otro fragmento de autores liberales, como fueron Juan Varela y Modesto Lafuente, que en su Historia General de España, cuentan lo siguiente hablando de los preparativos del levantamiento de Riego:
…no se alcanzaba otro medio para sacudir el yugo de la opresión que el restablecimiento de las libertades y de la Constitución de Cádiz, y se trabajaba y minaba en este sentido al ejército, en el cual se había hecho cundir la idea liberal. Favorecía a este propósito la circunstancia de hallarse hacía tanto tiempo reunido en los alrededores de Cádiz el ejercito expedicionario destinado al tenaz y temerario intento de someter por la fuerza de las armas las provincias sublevadas de Ultramar: expedición mayor que todas las otras, o por lo menos tan grande como la que había ido con Morillo a Venezuela Los soldados que de allá venían enfermos o heridos, contando los trabajos y privaciones que en aquellas regiones se sufrían y el ningún fruto que de tales sacrificios se sacaba, encendían la aversión con que ya aquella expedición era mirada. Los agentes americanos no se descuidaban en fomentar la repugnancia y el descontento de los militares, y el pensamiento de insurrección en favor de la libertad se promovía y agitaba en reuniones clandestinas que se celebraban en las casas de españoles acaudalados de las ciudades marítimas de Andalucía.
Era una de ellas la tertulia que se reunía en casa de don Francisco Javier Istúriz, hermano de don Tomás, diputado en las cortes de Cádiz, y uno de los condenados a presidio, y fugitivo a la sazón. Congregábanse allí varios personajes de cuenta, atraídos por la amistad, la ilustración y las dotes e ideas del don Javier, hombre hábil y de ánimo firme. Y aunque en aquella sociedad no se trabajase tanto como se creía, ejercía grande influjo en otras logias inferiores, así de paisanos como de militares. Dábasele el nombre de Soberano Capítulo, así como el de Taller Sublime a la central que se formó para los trabajos preparatorios del alzamiento. En una junta nocturna, compuesta de individuos de varias logias, y presidida por los del Taller Sublime, presentóse don Antonio Alcalá Galiano, nombrado entonces secretario de la legación de España en el Brasil, y con el ardor y la elocuencia en que tanto sobresalió después, fomentó la repugnancia que ya los militares sentían a ir a América, y los excitó a que buscaran gloria y medros por otros caminos. La arenga hizo su efecto en los concurrentes, y tanto que colocando una espada en la mesa hicieron sobre ella, con fogosas demostraciones, juramentos de derrocar la tiranía…
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CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
DECLARACIÓN SOBRE LA MASONERÍA
Se ha presentado la pregunta de si ha cambiado el juicio de la Iglesia respecto de la masonería, ya que en el nuevo Código de Derecho Canónico no está mencionada expresamente como lo estaba en el Código anterior.
Esta Sagrada Congregación puede responder que dicha circunstancia es debida a un criterio de redacción, seguido también en el caso de otras asociaciones que tampoco han sido mencionadas por estar comprendidas en categorías más amplias.
Por tanto, no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa comunión.
No entra en la competencia de las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas con un juicio que implique derogación de cuanto se ha establecido más arriba, según el sentido de la Declaración de esta Sagrada Congregación del 17 de febrero de 1981 (cf. AAS 73, 1981, págs. 230-241; L’Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 8 de marzo de 1981, pág. 4).
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al cardenal Prefecto abajo firmante, ha aprobado esta Declaración, decidida en la reunión ordinaria de esta Sagrada Congregación, y ha mandado que se publique.
Roma, en la sede de la Sagrada Congregación para la Dotrina de la Fe, 26 de noviembre de 1983.
Cardenal Joseph RATZINGER
Prefecto
+ Fr. Jean Jerôme HAMER, O.P.
Arzobispo titular de Lorium
Secretario.
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