No suelo hacer comentarios sobre política, en el sentido vulgar y actual del término, porque creo que no hay nada que merezca la pena decir al respecto. Pero hoy me pide el cuerpo hacer una excepción.
Don Mariano Raroy Brey, que al parecer está convencido de que a la tercera va la vencida y que esta vez al “genio tenebroso”, a Rubalcaba, perdón, al Señor Don Alfredo Pérez Rubalcaba quiero decir (ja, ja, ja), no le quedan ases en la manga (si se hubiese leído el “Fouché” de Stephan Zweig, igual no estaría tan seguro), ya lo tiene todo aparentemente planeado para su entrada triunfal en loor de multitudes en el Palacio de la Moncloa como salvador de la Patria.
Si no saben a quién me refiero, que es muy probable en el caso de los que, para protegerse de enfermedades cardíacas o gastrointestinales, ya han renunciado a ver la televisión, oír la radio o leer la prensa, el Señor Rajoy Brey es ese político de centro, orgulloso de ser de derechas sin menospreciar a la izquierda, a los separatistas o a quién sea necesario, de derechas de toda la vida vamos, que muy indignado con la ley del derecho fundamental al aborto libre y gratuito del Señor Rodríguez Zapatero, actual Presidente en funciones del Gobierno de España, defiende la reimplantación de la ley de despenalización del aborto del Señor González Márquez, ex-presidente del Gobierno de España, porque al parecer no es lo mismo descuartizar a un niño en el vientre de su propia madre como derecho reconocido de la madre infanticida o sencillamente por que, sin dejar de ser un delito, no esté penalizado.
Que se lo explique a su conciencia, si la tiene, y a Nuestro Señor Jesucristo cuando venga a juzgar a vivos y muertos.
Pero hoy sólo quería fijarme en un detalle de sus “medidas para los primeros días de gobierno”, que en resumidas cuentas se tratan de recortes de gasto, pura y simplemente, y de más liberalismo, por si el estrepitoso fracaso del capitalismo salvaje no hubiese sido suficientemente catastrófico.
El detalle, a mi entender, tiene que ver con aquello tan conocido de que “las palabras quieren decir lo que yo quiera que quieran decir”. Veamos el literal del punto en cuestión: “un pacto territorial por la austeridad y la eficiencia que establezca una estrategia que ponga fin a las duplicidades y solapamientos entre administraciones.”
Si se hubiesen molestado en abrir el diccionario, o si lo han hecho, si hubiesen querido emplear con propiedad la lengua que dicen defender en los territorios de las Españas donde por ley se prohíbe su empleo, sabrían que el término “duplicidad” significa literalmente doblez o falsedad (del latín duplicĭtas, -ātis), y en su segunda acepción la cualidad de dúplice, es decir doble. La “duplicación” por otro lado no es sino la acción y el efecto de duplicar, a saber, hacer doble algo, multiplicar por dos o repetir algo con exactitud, hacer una copia en resumidas cuentas, que en principio no tiene porque ser algo negativo. Más vale hacer las cosas dos veces que no hacerlas cuando es menester.
Respecto al “solapamiento”, su única acepción corresponde al mundo de la veterinaria, significando “cavidad de algunas llagas que presentan un orificio pequeño”. Solapar, por su parte, además de poner solapas a los vestidos, significa ocultar maliciosa y cautelosamente la verdad o la intención, o bien traslapar (del latín trans, más allá, y lapis, losa) que es cubrir total o parcialmente algo con otra cosa.
Así pues, en vez de hablar de lo que parece que quiere hablar, es decir de las cuestiones de competencia, que el diccionario define como los conflictos entre dos o más poderes u órganos públicos acerca de la titularidad respectiva sobre una determinada atribución, siendo las atribuciones cada una de las facultades o poderes que corresponden a cada parte de una organización pública o privada según las normas que las ordenen (quién sabe si habrá que recurrir de nuevo a los apoyos separatistas, así que mejor no hablar mucho del tema), el candidato de derechas de toda la vida a la Presidencia del Gobierno de España, nos habla sobre la doblez o falsedad de los políticos, su afición a ocultar maliciosa y cautelosamente la verdad y sus intenciones, o su costumbre de cubrirlas total o parcialmente. Transparente.
Finalmente errando, consciente o inconscientemente, nos descubre la raíz del problema, que no es otro que el fundamento perverso del sistema, intrínsecamente depravado y corrupto, basado en la avaricia sin límites que, como nos enseña Santo Tomás, “condena las cosas eternas por las temporales”, la envidia flaca y amarilla, porque muerde y no come, que describía Quevedo, la soberbia vana y orgullosa, la ira desordenada y cargada de resentimiento y venganza continua, la pereza que hace olvidar las verdaderas obligaciones y sin duda también la gula, la lujuria y todos los excesos.
Generosidad, caridad, humildad, paciencia, diligencia, templanza y castidad, las virtudes en las que debería basarse cualquier manual de buen gobierno, brillan también por su ausencia en la declaración de intenciones de Don Mariano Rajoy Brey.
Por si alguien tiene interés, las medidas de marras son estas, y que cada cual saque sus conclusiones:
1- Reforzar los controles y endurecer las responsabilidades para que los gestores no asuman compromisos de gastos sin respaldo presupuestario.
2- Un Pacto Territorial por la Austeridad y la Eficiencia que establezca una estrategia que ponga fin a las duplicidades y solapamientos entre Administraciones.
3- Establecer por Ley una cartera de servicios públicos básicos comunes para todos los ciudadanos, que incluirá la educación, la sanidad y los servicios sociales.
4- Una Ley de Unidad de Mercado que, en colaboración con las Autonomías, ponga fin a los obstáculos que dificultan la libre circulación de bienes y servicios dentro del territorio nacional.
5- Un sistema de reconocimiento mutuo de autorizaciones y de licencias, en colaboración con las Autonomías, para que los emprendedores tengan todas las facilidades y aprovechen todas sus oportunidades.
6- Cada vez que se apruebe una Ley tiene que quedar claro cuáles se derogan y a cuáles afecta. Cada Ley llevará una completa memoria de impacto regulatorio.
7- Simplificación de los procedimientos administrativos para que sea posible constituir una empresa en 24 horas, con la eliminación de trámites y plazos.
8- Reforma de la Ley de Subvenciones para hacerla más exigente y objetiva. Las ayudas con cargo al dinero de los contribuyentes estarán tasadas por Ley, no padecerán discrecionalidad y estarán sometidas al principio de libre concurrencia.
9- Ley de Transparencia, Buen Gobierno y Acceso a la Información Pública. Es necesario que se sepa cómo se ejecutan las políticas públicas.
10- Reducir la proliferación de organismos reguladores y cambiar el sistema de nombramientos de sus miembros, a través del reforzamiento de las mayorías en su elección por parte del Congreso.
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