jeudi 21 avril 2011

Jueves Santo: “recorrer las estaciones”

Es esta una tradición que recuerdo con especial cariño desde mi niñez, salir la mañana del Jueves Santo con mis padres a visitar o recorrer las estaciones, empezando siempre con un Padre Nuestro ante el “monumento” de la parroquia.
Realizar la visita a los siete templos, siete “monumentos”, donde está expuesto el Cuerpo de Cristo, es acompañar a Jesús en sus momentos de Pasión, Juicio y Sentencia de muerte.
El verdadero sentido de éstas visitas de la mañana del Jueves Santo se encuentra en el Evangelio, cuando se nos narra como todos los discípulos lo abandonaron (Marcos 14, 50). Por eso nosotros, los que sentimos especial devoción por Jesús Sacramentado, tratamos de acompañarlo en éstos momentos de vergüenza e infamia que vivió Nuestro Salvador.
Acompañémoslo hoy con piedad y devoción, dando testimonio ante los demás de nuestro amor y devoción por Jesús Eucaristía.
Primera visita: Jesús en el Huerto de Getsemaní
«Salió como de costumbre, fue al Huerto de los Olivos, y los discípulos le siguieron. Llegando al lugar les dijo: “Pidan que no caigan en tentación.” Y se apartó de ellos, y puesto de rodillas oraba diciendo: “Padre si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Entonces se le apareció un ángel que lo confortaba. Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos, vencidos por la tristeza; y les dijo: “Levántense y oren para que no caigan en tentación”.» (Lc 22, 39-46)
Meditación
Jesús sentía miedo, angustia y tristeza hasta el punto de morir. Eligió a tres compañeros, pero que muy pronto se durmieron, y comenzó a rezar él solo: «Pase de mí esta hora; aparta de mí este cáliz… Pero, Padre, que se haga tu voluntad».
Había venido al mundo para hacer la voluntad del Padre, pero nunca como en aquel momento comprobó lo profundo de la amargura del pecado, y se sintió perdido.
Padre Nuestro que estás en el Cielo…
Segunda visita: Jesús es atado y llevado a la casa de Anás
«El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: “He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que les he dicho.” Apenas dijo esto uno de los guardias que ahí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: “¿Así contestas al Sumo Sacerdote?» (Jn 18 19-22)
Meditación
Jesús, la inocencia personificada, escoltado como un malhechor por los esbirros del Sanedrín, capturado y llevado ante el tribunal de Anás y Caifás. Siguen las largas horas de la noche a la espera del juicio ante el tribunal romano de Pilato. El juicio tiene lugar la mañana del Viernes Santo en el pretorio: Jesús está de pie ante el procurador romano, que lo interroga. Sobre su cabeza pende la demanda de condena a muerte mediante el suplicio de la cruz. Lo vemos luego atado a un palo para la flagelación. Sucesivamente es coronado de espinas… “Ecce homo”, “He aquí al hombre”. Pilato pronunció esas palabras, tal vez esperando que se produjera una reacción de humanidad en los presentes. La respuesta fue: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” (Lc 23, 21). Y cuando, por fin, le quitaron las cuerdas de las manos, fue para clavarlas en la cruz.
Tercer visita: Jesús llevado ante Caifás
«Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: “Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tu eres el Cristo el Hijo de Dios”. Le dijo Jesús: “Sí, tu lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del padre y venir sobre las nubes del cielo.” Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y dijo: “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. » (Mt 26, 63-65)
Meditación
El hecho que en definitiva precipitó la situación y llevó a la decisión de dar muerte a Jesús fue la resurrección de Lázaro en Betania. El Evangelio de Juan nos hace saber que en la siguiente reunión del sanedrín se constató: “Este hombre realiza muchos signos. Si le dejamos que siga así todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”. Ante estas previsiones y temores Caifás, Sumo Sacerdote, se pronunció con esta sentencia: “Conviene que muera uno sólo por el pueblo y no perezca toda la nación.” (Jn 1, 47-50). El Evangelista añade: “Esto no lo dijo de su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación sino para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos”. Y concluye: “Desde este día, decidieron darle muerte” (Jn 11, 51-53).
Cuarta visita: Jesús llevado ante Poncio Pilato
«Pilato respondió: “¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” Respondió Jesús: “Mi Reino no es de éste mundo. Si mi reino fuese de éste mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.” Entonces Pilato le dijo: “¿Luego tu eres rey?” Respondió Jesús:” Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”» (Jn 18,35-37)
Meditación
El Evangelista Marcos, describiendo el proceso de Jesús ante Poncio Pilato, anota que fue “entregado por envidia” y que Pilato era consciente de este hecho. “Se daba cuenta… de que los Sumos Sacerdotes se lo habían entregado por envidia” (Mc 15, 10). Preguntémonos: ¿por qué esta envidia? Podemos encontrar sus raíces en el resentimiento, no sólo hacia lo que Jesús enseñaba, sino por el modo en que lo hacía. Sí, según dice Marcos, enseñaba “como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mc 1, 22), esta circunstancia era, a los ojos de estos últimos, como una “amenaza” para su prestigio.
Quinta visita: Jesús llevado ante Herodes
«Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de Él, y esperaba presenciar alguna señal que Él hiciera. Le preguntó con mucha palabrería, pero Él no respondió nada. Entonces Herodes con su guardia después de despedirla y burlarse de Él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato.» (Lc 23, 8-9; 11)
Meditación
En las palabras de la pasión de Cristo hay un encuentro particularmente intenso de lo humano con lo divino. Lo demuestran ya las palabras de Getsemaní. Después Cristo más bien callará. Dirá una frase a Judas. Después a los que Judas condujo al Huerto de Getsemaní para prenderlo. Después todavía a Pedro. Ante el Sanedrín no se defiende, pero da testimonio. Así también ante Pilato. En cambio, ante Herodes “no contestó nada” (Lc 23, 9). Durante el suplicio se realizarán las palabras de Isaías: “No abrió la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores” (Is 53, 7).
Sexta visita: Jesús es llevado de nuevo ante Pilato
«Les dijo Pilato: “¿Y qué voy a hacer con Jesús el llamado Cristo?” Y todos a una voz: “¡Sea crucificado!”. “¿Pero qué mal ha hecho?”, preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: “sea crucificado”. Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomo agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: “Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.” Y todo el pueblo respondió “¡su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Entonces les soltó a Barrabás…”» (Mt 27,22-26)
Meditación
Un hombre sin culpa alguna está ante Pilatos. La ley y el derecho lo dejan al arbitrio de un poder totalitario que busca el consenso de la muchedumbre. En un mundo injusto, el justo acaba siendo rechazado y condenado. Viva el homicida, muera el que da la vida. Si liberas a Barrabás, el bandolero llamado “hijo del Padre”, se crucifique al que ha revelado al Padre y es el verdadero Hijo del Padre.
Otros, no Jesús, son los hostigadores del pueblo. Otros, no Jesús, han hecho lo que está mal a los ojos de Dios. Pero el poder teme por su propia autoridad, renuncia a la autoridad que le viene de hacer lo que es justo, y abdica. Pilatos, la autoridad que tiene poder de vida y muerte, Pilatos, que no titubeó en ahogar en la sangre los focos de la revuelta (Lc 13, 1)Pilatos, que gobernaba con puño de hierro aquella oscura provincia del imperio, soñando poderes más vastos, abdica, entrega a un inocente, y con ello la propia autoridad, a una muchedumbre vociferante. El que en el silencio se entregó a la voluntad del Padre es de este modo abandonado a la voluntad de quien grita más fuerte.
Séptima visita: Jesús llevado a su Pasión
«Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de Él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas se la pusieron sobre su cabeza y en su mano derecha una caña, y doblando la rodilla delante de Él le hacían burla diciendo “¡Salve, rey de los judíos!”; y después de escupirle cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron el manto, y le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarlo.» (Mt 27, 27-31)
Meditación
En el Viernes Santo, la Iglesia hace memoria de la pasión y muerte del Señor. La asamblea cristiana es invitada a meditar sobre el mal y el pecado que oprimen a la humanidad y sobre la salvación llevada a cabo por el sacrificio redentor de Cristo. La palabra de Dios y algunos ritos litúrgicos sugestivos, como la adoración de la cruz, ayudan a recorrer las diversas etapas de la Pasión. Además, la tradición cristiana ha dado vida, en este día, a varias manifestaciones de piedad popular. Entre ellas destacan las procesiones penitenciales del Viernes Santo y el ejercicio piadoso del Vía Crucis, que ayudan a interiorizar mejor el misterio de la cruz.

Oración
Jesús crucificado, más que en el Tabor, en el Calvario nos has revelado tu verdadero rostro, el rostro de un amor que ha llegado hasta el extremo.
Hay quien por respeto quiere representarte cubierto por un manto real también sobre la cruz. Pero nosotros no tememos mostrarte tal y como colgabas del patíbulo aquel viernes, desde la hora sexta hasta la hora nona.
Contemplarte crucificado nos lleva a avergonzarnos de nuestras infidelidades y nos llena de gratitud por tu misericordia infinita. ¡Oh Señor, cuánto te costó el habernos amado!
Confiando en la fuerza que viene de tu pasión, prometemos no ofenderte nunca más. Deseamos tener un día el honor de ser crucificados como Pedro y Andrés. Nos estimula la serenidad y el gozo que hemos tenido la gracia de contemplar en los rostros de tus siervos fieles, los mártires de nuestro siglo.

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