lundi 31 mai 2010

La triple donación del Reino

Esta mañana, al leer en el periódico que la ministra de defensa del infame gobierno de lo que otrora fue el Católico Reino de España, ha tenido la desfachatez de prohibir los honores militares a Jesucristo durante la celebración del Corpus Christi en Toledo, me he acordado de este episodio fundamental de la historia de Francia.

Fue Santa Juana de Arco la que, dirigiéndose a Carlos VII, le dijo: «Gentil Rey, antes de descender al ataúd, quisiera tener vuestro palacio y vuestro Reino».

«Oh, Juana», respondió el monarca, «mi palacio y mi Reino son tuyos».

En ese momento, Santa Juana de Arco se dirigió al notario del Reino: «Notario, anotad, el 21 de junio a las 4 horas de la tarde, en el año de Jesucristo de 1429, el rey Carlos VII dona su reino a Juana». (Primera donación).

«Escribid también», continuó, «Juana dona a su vez Francia a Jesucristo» (Segunda donación).

«Señores nuestros», dijo a continuación con voz potente, «ahora es el mismo Jesucristo quien habla, YO, SEÑOR ETERNO, SE LA DOY AL REY CARLOS» (Tercera donación).

De este modo, por un acto oficial, solemne, público, auténtico y revestido de todas las formalidades legales de un contrato, se renovó el pacto de Clovis antes de la batalla de Tolbiac y el de su bautismo en Reims, la alianza de Jesucristo y la monarquía.

De aquí la mejor definición jamás hecha de la institución monárquica, que en francés reza:

VIVE LE CHRIST, QUI EST ROI DE FRANCE!
VIVE LE ROI DE FRANCE, QUI EST LIEUTENANT DU CHRIST!

El 21 de junio se celebra la Fiesta Nacional de la Francia Católica, en conmemoración de estos hechos.

El Reino será victorioso y próspero mientras sea fiel a la fe romana, pero será duramente castigado todas las veces que sea infiel a su vocación” Saint Remi, Navidad de 496.

PS: Creo que voy a retomar el tema de la misión divina de la monarquía. Puesto que los enemigos del hombre y la Cristiandad no cejan en sus ataques, es necesario que no olvidemos nuestra misión y quién nos guía.

jeudi 27 mai 2010

Édith Piaf, fe y esperanza frente a la adversidad

No suelo estar muy de acuerdo con el criterio del jurado de los Oscar, pero cuando en 2007, el año de «No Country for Old Men» que personalmente me parece un bodrio infumable, le dieron el oscar a la mejor actriz a Marion Cotillard por «La Môme», que en español se llamó «La vida en rosa», coincidí plenamente con la decisión.

La interpretación de Édith Piaf que hace Marion Cotillard, que tenía 32 años en aquel entonces, es verdaderamente sublime. Después de haberla visto en 2006 en la película «A good year», «Un buen año» en español, basada en la novela homónima de Peter Mayle, con Russell Crowe y sobre todo con los magníficos paisajes de viñedos de la Provenza francesa, se aprecia fácilmente el impresionante esfuerzo de caracterización e interpretación.

La vida de Édith Piaf es un verdadero ejemplo de resistencia contra la adversidad. “La Môme”, algo así como “la chavala”, vivió una existencia de sufrimiento, miseria y dolor desde su nacimiento en Paris en 1915.

Por no extenderme diré que mientras su padre, artista de circo, combatía en la primera guerra mundial, su madre, artista ambulante, la abandonó al cuidado de su abuela, que no se ocupó de ella en absoluto, teniéndola año y medio sin ningún tipo de cuidados ni higiene.

Cuando su padre la sacó de allí, la confió a su propia madre, que regentaba un burdel, donde la niña recibió al menos el cariño de las prostitutas y, en lo material, no pasó necesidad. (Por algo dijo Jesucristo que las prostitutas precederán a muchos en el Reino de los Cielos).

En aquella situación, a los siete años, Édith sufrió una queratitis que la dejó ciega.

Las prostitutas, con la abuela de la niña al frente, viajaron a Lisieux con Édith para rezar por su curación en la tumba de Santa Teresita del Niño Jesús. Antes de regresar, tomaron un puñado de tierra de alrededor de la tumba, lo introdujeron en una banda de tela y se lo colocaron a Édith en los ojos. Tras ocho días con la aquella banda colocada, Édith recobró la vista. (De nuevo las prostitutas dieron ejemplo de una fe que uno no espera encontrar en ese entorno).

La devoción de Édith Piaf por la “pequeña” Teresa le acompañaría toda su vida a pesar de las múltiples adversidades que aún le aguardaban, y llevó siempre al cuello la medalla de la santa.

Después viajaría con su padre de nuevo en el circo y como artista ambulante, cuando empezaron a descubrirse sus dotes como cantante.

Malvivió posteriormente, de cabaret en cabaret, durante los años 30, y a los 17 tuvo una hija que murió de meningitis a los dos años.

Una vez oficialmente “descubierta” adoptó el nombre artístico de “La Môme Piaf” (piaf es un localismo para decir gorrión).

Incluso en sus años dorados de éxitos internacionales, la desgracia siguió cebándose en Édith Piaf, que vería como el boxeador Marcel Cerdan, el campeón del mundo de pesos medios, que fue el gran amor de su vida, moría en accidente de avión en 1949, cuando volaba de Paris a Nueva York para ir a verla.

El sentimiento de culpabilidad por este hecho, unido a la artritis que sufría, derivó finalmente en una adicción a la morfina.

Hasta su muerte en 1963, su vida estuvo salpicada de dolor, desamor, grandes éxitos musicales y cada vez mayores dosis de morfina para sostenerse de pie en los escenarios. En 1959 llegó a desmayarse durante una actuación en Nueva York, y en el 61 aún daría sus famosos conciertos para evitar la ruina y el cierre del Olympia de Paris.

De sus decenas de éxitos mundiales, como “La vie en rose”, “Milord”, “Hymne à l’amour” o “Padam, padam”, sin duda la canción que mejor define su fortaleza interior contra viento y marea, manteniendo siempre una fe inquebrantable en el Amor con mayúsculas, es “Non, je ne regrette rien”:

Non! Rien de rien (No, nada de nada)
Non! Je ne regrette rien (No, yo no lamento nada)
Ni le bien qu'on m'a fait (Ni el bien que me han hecho)
Ni le mal tout ça m'est bien égal! (Ni el mal, todo me da igual)

Non! Rien de rien
Non! Je ne regrette rien
C'est payé, balayé, oublié (Esta pagado, barrido, olvidado)
Je me fous du passé! (Me importa un bledo el pasado)

Avec mes souvenirs (Con mis recuerdos)
J'ai allumé le feu (He encendido el fuego)
Mes chagrins, mes plaisirs (Mis dolores, mis placeres)
Je n'ai plus besoin d'eux! (Ya no me hacen falta)

Balayées les amours (Barridos los amores)
Et tous leurs trémolos (Y todos sus temblores)
Balayés pour toujours (Barridos para siempre)
Je repars à zéro (Yo comienzo de cero)

Non! Rien de rien
Non! Je ne regrette rien
Ni le bien, qu'on m'a fait
Ni le mal, tout ça m'est bien égal!

Non! Rien de rien
Non! Je ne regrette rien
Car ma vie, car mes joies (Ya que mi vida, ya que mis alegrías)
Aujourd'hui, ça commence avec toi! (Hoy empieza contigo)

mercredi 26 mai 2010

No hace al monje, pero ayuda.

No hace mucho me crucé por la calle con un sacerdote que conozco. Era sábado por la tarde y yo estaba paseando con mi mujer y mis hijos después de «hacer unos recados», buscando un lugar agradable para tomar un refresco.

Por su indumentaria nadie hubiese sabido que se trataba de un sacerdote, y de hecho, sin que hiciéramos comentario alguno al respecto, nos contó que venia de oficiar una misa y se dirigía a su residencia, ya que es franciscano, y que se había quitado el alzacuellos para no llamar la atención.

De que se hubo marchado, volvimos a comentar lo triste que resulta que un sacerdote, en cierto modo, «se avergüence» de ser reconocido como tal por todo el mundo «por la calle».

Otros sacerdotes que conocemos, que tampoco utilizan sotana, no tienen sin embargo reparo alguno en vestir de un modo bastante estrafalario, camisas multicolores y cosas por el estilo, que eso si que llama la atención, pero de otro modo.

¡Qué bonito sería que al menos los curas y los militares siguieran vistiendo sus «uniformes» habitualmente!

En el caso de los presbíteros se evitarían muchos peligros para la vida sacerdotal, se daría un magnifico testimonio, y su ofrecimiento al servicio de la comunidad sería mucho mas completo.

La conciencia de los radicales cambios sociales de las últimas décadas debe mover las mejores energías eclesiales a cuidar la formación de los candidatos al ministerio. En particular, debe estimular la constante solicitud de los pastores hacia sus primeros colaboradores, sea cultivando relaciones humanas verdaderamente paternas, sea preocupándose por su formación permanente, sobre todo en el perfil doctrinal. La misión tiene sus raíces de modo especial en una buena formación, llevada a cabo en comunión con la Tradición eclesial ininterrumpida, sin rupturas ni tentaciones de discontinuidad. En este sentido, es importante favorecer en los sacerdotes, sobre todo en las jóvenes generaciones, una correcta recepción de los textos del Concilio Ecuménico Vaticano II, interpretados a la luz de todo el bagaje doctrinal de la Iglesia. También parece urgente la recuperación de esta conciencia que empuja a los sacerdotes a estar presentes, identificables y reconocibles tanto por el juicio de la fe, sea por las virtudes personales, sea también por el vestido, en los ámbitos de la cultura y de la caridad, desde siempre en el corazón de la misión de la Iglesia.”

Benedicto XVI: “El sacerdocio ministerial es indispensable para la Iglesia”, 16 de marzo de 2009.

Siendo una cuestión importante, me preocupa mucho más el uso de las vestiduras adecuadas durante la Santa Misa.

Actualmente es común ver a sacerdotes oficiando «a medio vestir», dejando bastante al descubierto la «ropa de paisano», que como digo, no siempre es muy adecuada.

Por ello traigo este fragmento de la instrucción REDEMPTIONIS SACRAMENTUM, de 2004.

LAS VESTIDURAS LITÚRGICAS

«La diversidad de los colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aun exteriormente, tanto las características de los misterios de la fe que se celebran como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico». También la diversidad «de ministerios se manifiesta exteriormente, al celebrar la Eucaristía, en la diversidad de las vestiduras sagradas». Pero estas «vestiduras deben contribuir al decoro de la misma acción sagrada».

«El alba», está «ceñida a la cintura con el cíngulo, a no ser que esté confeccionada de tal modo que se adhiera al cuerpo sin cíngulo. Antes de ponerse el alba, si no cubre totalmente el vestido común alrededor del cuello, empléese el amito».

«La vestidura propia del sacerdote celebrante, en la Misa y en otras acciones sagradas que directamente se relacionan con ella, es la casulla o planeta, si no se indica otra cosa, revestida sobre el alba y la estola». Igualmente, el sacerdote que se reviste con la casulla, conforme a las rúbricas, no deje de ponerse la estola. Todos los Ordinarios vigilen para que sea extirpada cualquier costumbre contraria.

En el Misal Romano se da la facultad de que los sacerdotes que concelebran en la Misa, excepto el celebrante principal, que siempre debe llevar la casulla del color prescrito, puedan omitir «la casulla o planeta y usar la estola sobre el alba», cuando haya una justa causa, por ejemplo el gran número de concelebrantes y la falta de ornamentos. Sin embargo, en el caso de que esta necesidad se pueda prever, en cuanto sea posible, provéase. Los concelebrantes, a excepción del celebrante principal, pueden también llevar la casulla de color blanco, en caso de necesidad. Obsérvense, en lo demás, las normas de los libros litúrgicos.

La vestidura propia del diácono es la dalmática, puesta sobre el alba y la estola. Para conservar la insigne tradición de la Iglesia, es recomendable no usar la facultad de omitir la dalmática.

Sea reprobado el abuso de que los sagrados ministros realicen la santa Misa, incluso con la participación de sólo un asistente, sin llevar las vestiduras sagradas, o con sólo la estola sobre la cogulla monástica, o el hábito común de los religiosos, o la vestidura ordinaria, contra lo prescrito en los libros litúrgicos. Los Ordinarios cuiden de que este tipo de abusos sean corregidos rápidamente y haya, en todas las iglesias y oratorios de su jurisdicción, un número adecuado de ornamentos litúrgicos, confeccionados según las normas.

En los libros litúrgicos se concede la facultad especial, para los días más solemnes, de usar vestiduras sagradas festivas o de mayor dignidad, aunque no sean del color del día. Esta facultad, que también se aplica adecuadamente a los ornamentos fabricados hace muchos años, a fin de conservar el patrimonio de la Iglesia, es impropio extenderla a las innovaciones, para que así no se pierdan las costumbres transmitidas y el sentido de estas normas de la tradición no sufra menoscabo, por el uso de formas y colores según la inclinación de cada uno. Cuando sea un día festivo, los ornamentos sagrados de color dorado o plateado pueden sustituir a los de otros colores, pero no a los de color morado o negro.

La santa Misa y las otras celebraciones litúrgicas, que son acción de Cristo y del pueblo de Dios jerárquicamente constituido, sean organizadas de tal manera que los sagrados ministros y los fieles laicos, cada uno según su condición, participen claramente. Por eso es preferible que «los presbíteros presentes en la celebración eucarística, si no están excusados por una justa causa, ejerzan la función propia de su Orden, como habitualmente, y participen por lo tanto como concelebrantes, revestidos con las vestiduras sagradas. De otro modo, lleven el hábito coral propio o la sobrepelliz sobre la vestidura talar». No es apropiado, salvo los casos en que exista una causa razonable, que participen en la Misa, en cuanto al aspecto externo, como si fueran fieles laicos.

vendredi 21 mai 2010

Los bárbaros ya están aquí

Siempre me ha apasionado la buena literatura. La filosofía también ha sido otra de mis pasiones. La física y las matemáticas me encantan. Pero si una materia de estudio me ha resultado fundamental, ha sido sin duda la historia.
Concretamente, durante muchos años, la historia de la republica romana llego a obsesionarme. Y no es para menos. Si se enlaza correctamente con sus antecedentes, la Grecia clásica, y se estudia su prolongación en el tiempo, el Imperio, sobre todo Augusto y, tras los tristemente famosos Calígula o Nerón, esos tres nombres inmortales nacidos en nuestra tierra, Trajano, Adriano y Marco Aurelio, la Roma republicana aparece ante nosotros como el centro histórico de la civilización, nuestra civilización, la única civilización que merece ese nombre.
Los Graco, Mario, Sila, Catón, Pompeyo, Cicerón, Cesar... uno no puede evitar la nostalgia histórica al compararlos con nuestros mezquinos y mediocres gobernantes actuales.

Pero lo que me impulsa hoy a escribir no es el modelo republicano romano, tan diferente de lo que hoy entendemos por republica, si no la aterradora semejanza del mundo actual con eso que hemos dado en llamar la caída del Imperio Romano.
Sé que no es una idea original, no puede serlo, los parecidos son tan evidentes que a nadie se le escapan. Quiero decir a nadie con criterio, claro está. El común de los mortales no puede ver más allá de sus narices, el mundial de fútbol o cosas así.
No pretendo presentar un profundo y sesudo estudio histórico, con aspectos económicos, políticos, militares, sociales o morales. Pretendo únicamente exponer ciertas pistas y posibles conclusiones.

Los romanos del Bajo Imperio ya no se sentían orgullosos de ser romanos, ya no se sentían moralmente superiores y guardianes de la civilización. Habían olvidado la gloria de su historia. Habían renunciado a su misión.

Los bárbaros se paseaban a sus anchas por el Imperio. Sus costumbres repugnaban a los verdaderos romanos, pero eran ya un mal “necesario”, mano de obra, soldados, cotizantes, votos... ¿Empieza a sonarnos? Los bárbaros de hoy también nos repugnan, es natural, son bárbaros, humillan a sus mujeres con crueldad, las cubren de la cabeza a los pies, su religión exalta el terrorismo...
Pero los bárbaros no son el problema. La civilización se destruye a si misma.

Los gobernantes se dedicaban a lo mismo que los de ahora, pan y circo, subvenciones y fútbol. Su falta de visión, sus mezquinos intereses, preocupados únicamente por mantener el apoyo popular a base de un insostenible “estado de bienestar” en el que no trabajar resulta rentable, hundieron la floreciente economía romana.

Los pueblos vacios y el campo abandonado, ¿quién quiere trabajar la tierra con el hundimiento de los precios pagados a los productores? Las ciudades abarrotadas de masas de “parados” reclamando dinero al estado. Crisis económicas cada vez más graves, provocadas por las cada vez más erróneas medidas de los gobiernos, que se centran en las consecuencias sin atacar las causas.

El estado, en su afán por controlarlo todo, ahoga a la sociedad y, como explica con claridad Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”, la herramienta de control y gobierno de la que se había dotado la sociedad, se convierte en su mayor enemigo.

Se juega imprudentemente con el valor de la moneda, sin respaldo en la economía real. Se marcan por ley precios máximos, tipos de interés, según las necesidades de los políticos, destruyendo el mercado natural.

Finalmente, igual los últimos emperadores romanos que nuestros gobiernos actuales, aumentan la presión fiscal sobre las clases medias, el núcleo de la sociedad, para mantenerse en el poder a toda costa, sin ninguna visión de futuro ni preocupación por el pueblo.

Muchas otras circunstancias son análogas hoy en día al final de Roma. De las más evidentes, en mi opinión, es la renuncia de los ciudadanos romanos al honor de servir en los ejércitos de Roma, fin del servicio militar, nutriendo sus filas con mercenarios, ejército profesional.

¿Cómo pudo llegar el Imperio Romano a la situación en que se encontraba en el 476 DC? ¿Cómo hemos llegado nosotros a ésto? Todas las respuestas están en los libros de historia.

Lo cierto es que una nueva Edad Media se cierne sobre nuestro mundo.

En la que sobrevino a la caída de Roma, una institución, la Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, fue capaz de conservar la civilización romana entre los muros de sus monasterios, protegida, integrada y sublimada por el Cristianismo, y finalmente logró civilizar a aquellos bárbaros que se repartieron los restos de aquel imperio autodestruido.

¿Qué pasará esta vez?

mercredi 19 mai 2010

Sexo

Vaya por delante que a mi me gusta llamar a las cosas por su nombre y que creo que la sexualidad humana debe formar parte de la educación integral de los jóvenes y por tanto estar incluida en los planes de estudios correspondientes. Aunque las explicaciones teóricas que yo obtuve de fuentes no académicas en mi juventud, resultaron ser finalmente bastante precisas.
Eso significa que hay que tomárselo en serio, y no basta con inventarse una “asignatura”, rellenarla de contenidos de cualquier manera y declararla obligatoria.

La primera cuestión práctica es saber precisamente en qué materia debe incluirse el estudio de la sexualidad humana.
La tendencia actual es que se trate dentro de “ciencias naturales”, en sus diferentes denominaciones, del mismo modo que se tratan el sistema digestivo, las amebas, la reproducción de las aves o el ciclo del agua. Es decir, el hombre es un animal más, mamífero por más señas, y su proceso reproductivo tiene tales o cuales características.

A mi modo de ver las cosas, eso se llama “deshumanizar”.

La diferencia entre la explicación que se hace de la reproducción del oso o la vaca lechera y la del ser humano, consiste en incluir en la segunda los múltiples modos en que el ser humano actual, disocia el acto sexual del proceso reproductivo, enumerando minuciosamente desde el preservativo hasta el aborto, pasando por todo tipo de artilugios, sistemas, pastillas, etc.

Todo ello sin una sola referencia al amor, la fidelidad, el compromiso, la responsabilidad, la familia, la paternidad, la educación de los hijos...

No se trata de dar información sobre sexo a los jóvenes, para eso basta con distribuir folletos, se trata de educar. Y el hombre no es un animal más.

Tampoco parece lógico que una adecuada educación sexual se incluya en “educación para la ciudadanía”, asignatura que, de acuerdo a su nombre, debería consistir fundamentalmente en estudiar el código de la circulación, no defraudar en la declaración de impuestos, pagar el IVA, no tirar papeles al suelo, no gritar por la calle o en los restaurantes, recoger los excrementos del perro, ayudar a los ancianos a cruzar la calle o subir las bolsas de la compra, y cosas por el estilo.

El sexo en el ser humano, debidamente tratado en todas sus dimensiones humanas, insisto, podría formar parte de las ciencias “sociales”, con la historia y la geografía, tratándose tal vez en coordinación con la “formación moral” o la religión, ¿no les parece?

A veces parezco tonto. Se me ha vuelto a olvidar en qué mundo vivo. Como si no se tratara de eso precisamente, de deshumanizar al hombre para someterlo con más facilidad, igual que se somete a las bestias.

No, claro que no, confiar en un utópico plan de estudios serio no es la solución. La única posibilidad es sentarte tranquilamente con tu hijo después de cenar y explicarle con claridad en qué consiste la sexualidad humana, como hice yo ayer después de repasar su lección de “ciencias”.

mardi 18 mai 2010

La Santa Misa

Poco valor pueden tener mis reflexiones en asuntos de tantísimo calado teológico, como son la interpretación de los decretos del Concilio Vaticano II, sus consecuencias o los trabajos de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei.
Sin embargo, desde mi pobre «fe de carbonero», que suelo tratar de iluminar en lo posible, se me pasan por la cabeza algunas ideas que me gustaría compartir.

A mi humilde entender, uno de los más graves problemas del «hombre moderno» es la gestión del tiempo. Ya me he quejado amargamente en esta bitácora de la esclavitud de los horarios. Aquello que los monjes benedictinos practicaban a modo de necesaria disciplina, se ha convertido hoy en un calvario generalizado. Somos esclavos del reloj y el calendario.
En las grandes ciudades al menos, hasta los jubilados van corriendo de un lado a otro todo el día.
Esta existencia desgraciada en la que cada día es igual al anterior y no hay sitio para la reflexión, la contemplación, la improvisación ni en definitiva para la libertad del hombre, unida a la presión diabólica para encerrar la religión en los templos, ha originado una relación pobre y triste del creyente con su religión.
En definitiva, religión, para aquellos pocos que aun guardan para ella un espacio en sus vidas, se traduce en bastante menos de una hora a la semana, cuando es posible.
Y ahí, en la misa dominical, en tres tristes cuartos de hora semanales, tiene que entrar todo, y eso no es posible.
Queremos que en la misa se nos ofrezca catequesis, exégesis, teología... que se nos explique el significado de todos los términos específicos que no pertenecen al vocabulario corriente... exigimos que se nos rindan cuentas de resultados, que se interpreten los acontecimientos, se aclaren las posturas oficiales del Vaticano... y sobre todo, que no se alargue mucho la «ceremonia» que es domingo y tenemos compromisos que atender. («Tal como está todo, deberían estar agradecidos los curas de que sigamos viniendo»).

Qué triste.

En estas circunstancias, hablar de misa tradicional tridentina en latín, es como explicarle los colores a un ciego de nacimiento.
La Santa Misa, la renovación sacramental del sacrificio de la cruz, tiene sus finalidades propias, adorar a Dios como Señor y Creador, darle gracias a Dios por todos los favores recibidos, pedir a Dios que derrame sus bendiciones sobre todos los hombres y satisfacer la Justicia de Dios por los pecados que se cometen.
Por supuesto que la relación de un católico con Dios no acaba aquí. Dios está presente en cada instante de su existencia.
Las lecturas apropiadas, la catequesis permanente durante toda la vida, la dirección espiritual, las conversaciones frecuentes sobre religión en todos los ambientes de la vida, y tantas otras cosas, sobre todo la oración, van enriqueciendo nuestra existencia y fortaleciendo nuestra fe, sin pausa posible.

La misa es sobre todo un tiempo de adoración, y la adoración debe ser lo más completa y perfecta posible.
Desde mi humilde interpretación, no creo que sea el lugar adecuado para la música ligera, las guitarras y tambores, la danza, el ruido, animadas conversaciones o aplausos.
Se me ofrece que son más adecuados el silencio, los ritos calmados, la liturgia cuidada en los detalles, la formulas tradicionales inmutables, y si, por supuesto, el latín.
Sobre la imposibilidad de comprender el latín, de entrada bastante sorprendente viniendo de un español, portugués, italiano o francés, no estamos hablando de traducir la «Guerra de las Galias», si no de seguir con facilidad un misal con la traducción en el lateral. Se me ocurre que la iniciativa política que, en contra de cualquier criterio educativo, eliminó el latín de la enseñanza, no era ajena a estos asuntos litúrgicos.
Y si creemos de verdad, como es el caso, en la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, una adoración perfecta, por lógica, impone la colocación del sagrario presidiendo el centro de la misa, y la orientación de todos, sobre todo el sacerdote, dando frente a aquel a quien adoramos.
También me parece que comulgar de rodillas, recibiendo la Sagrada Forma de manos del sacerdote mientras el acólito sostiene la bandeja de oro, es más apropiado que tomarla de pie en las propias manos, a veces recibiéndola de otro feligrés.

Muchas otras cosas podrían decirse y se dirán sobre estos asuntos de trascendental importancia. Estas son solo algunas que se me pasan por la cabeza. En fin, Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder.

samedi 15 mai 2010

Tradición

(Hoy no necesito escribir nada en defensa de la Tradición. El Santo Padre lo ha hecho ya por todos.)

VIAJE APOSTÓLICO A PORTUGAL
EN EL 10° ANIVERSARIO DE LA BEATIFICACIÓN
DE JACINTA Y FRANCISCO, PASTORCILLOS DE FÁTIMA
(11-14 DE MAYO DE 2010)

ENCUENTRO CON EL MUNDO DE LA CULTURA
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

... En efecto, en la cultura de hoy se refleja una “tensión” entre el presente y la tradición, que a veces adquiere forma de “conflicto”. La dinámica de la sociedad absolutiza el presente, aislándolo del patrimonio cultural del pasado y sin la intención de proyectar un futuro. Pero, una valorización del “presente” como fuente de inspiración del sentido de la vida, tanto individual como social, se enfrenta con la fuerte tradición cultural del pueblo portugués, profundamente marcada por el influjo milenario del cristianismo, y con un sentido de responsabilidad global, confirmada en la aventura de los descubrimientos y en el celo misionero, compartiendo la fe con otros pueblos. Los ideales cristianos de universalidad y fraternidad inspiraron esta aventura común, aunque también se sintió la influencia del iluminismo y del laicismo. Esta tradición dio origen a lo que podíamos llamar una “sabiduría”, es decir, un sentido de la vida y de la historia, del que formaban parte un universo ético y un “ideal” que cumplir por parte de Portugal, que siempre ha procurado relacionarse con el resto del mundo.
La Iglesia aparece como la gran defensora de una sana y elevada tradición, cuya rica aportación está al servicio de la sociedad; ésta sigue respetando y apreciando su servicio al bien común, pero se aleja de la mencionada “sabiduría” que forma parte de su patrimonio. Este “conflicto” entre la tradición y el presente se expresa en la crisis de la verdad, pero sólo ésta puede orientar y trazar el rumbo de una existencia lograda, como individuo o como pueblo. De hecho, un pueblo que deja de saber cuál es su propia verdad, acaba perdiéndose en el laberinto del tiempo y de la historia, sin valores bien definidos, sin grandes objetivos claramente enunciados. Queridos amigos, queda por hacer un gran esfuerzo para aprender la forma en que la Iglesia se sitúa en el mundo, ayudando a la sociedad a entender que el anuncio de la verdad es un servicio que ella le ofrece, abriendo horizontes nuevos de futuro, grandeza y dignidad. En efecto, la Iglesia tiene «una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia a favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación. […] La fidelidad al hombre exige la fidelidad a la verdad, que es la única garantía de libertad (cf. Jn 8,32) y de la posibilidad de un desarrollo humano integral. Por eso, la Iglesia la busca, la anuncia incansablemente y la reconoce allí donde se manifieste. Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable» (Enc. Caritas in veritate, 9). Para una sociedad formada mayoritariamente por católicos, y cuya cultura ha sido profundamente marcada por el cristianismo, resulta dramático intentar encontrar la verdad fuera de Jesucristo. Para nosotros, cristianos, la Verdad es divina; es el “Logos” eterno, que tomó expresión humana en Jesucristo, que pudo afirmar con objetividad: «Yo soy la verdad» (Jn 14,6). La convivencia de la Iglesia, con su firme adhesión al carácter perenne de la verdad, con el respeto por otras “verdades”, o con la verdad de otros, es algo que la misma Iglesia está aprendiendo. En este respeto dialogante se pueden abrir puertas nuevas para la transmisión de la verdad.
«La Iglesia —escribía el Papa Pablo VI— debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio» (Enc. Ecclesiam suam, 34). En efecto, el diálogo sin ambages, y respetuoso de las partes implicadas en él, es una prioridad hoy en el mundo, y en la que la Iglesia se siente comprometida. Una prueba de ello es la presencia de la Santa Sede en los diversos organismos internacionales, como por ejemplo en el Centro Norte-Sur del Consejo de Europa, instituido aquí en Lisboa hace 20 años, y que tiene como piedra angular el diálogo intercultural, con el fin de promover la cooperación entre Europa, el Sur del Mediterráneo y África, y construir una ciudadanía mundial fundada sobre los derechos humanos y la responsabilidad de los ciudadanos, con independencia de su origen étnico o pertenencia política, y respetuoso de las creencias religiosas. Teniendo en cuenta la diversidad cultural, es preciso lograr que las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que aspiren también a enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que se tiene de bueno, de verdadero y de bello.
Éste es un momento que exige lo mejor de nuestras fuerzas, audacia profética y, como diría vuestro Poeta nacional, «mostrar al mundo nuevos mundos» (Luís de Camões, Os Lusíadas, II, 45). Vosotros, trabajadores de la cultura en cualquiera de sus formas, creadores de pensamiento y de opinión, «gracias a vuestro talento, tenéis la posibilidad de hablar al corazón de la humanidad, de tocar la sensibilidad individual y colectiva, de suscitar sueños y esperanzas, de ensanchar los horizontes del conocimiento y del compromiso humano. […] Y no tengáis miedo de confrontaros con la fuente primera y última de la belleza, de dialogar con los creyentes, con quienes como vosotros se sienten peregrinos en el mundo y en la historia hacia la Belleza infinita» (Discurso a los artistas, 21-11-2009).
Precisamente, con el fin de «infundir en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio» (Juan XXIII, Const. ap. Humanae salutis, 3), se celebró el Concilio Vaticano II, en el que la Iglesia, a partir de una renovada conciencia de la tradición católica, toma en serio y discierne, transfigura y transciende las críticas que están en la base de las fuerzas que caracterizaron la modernidad, o sea la Reforma y el Iluminismo. Así, la Iglesia, por sí misma, acogía y recreaba lo mejor de las instancias de la modernidad, pero por un lado superándolas y, por otro, evitando sus errores y veredas que no tienen salida. El evento conciliar puso las premisas de una auténtica renovación católica y de una nueva civilización, la “civilización del amor”, como servicio evangélico al hombre y a la sociedad.
Queridos amigos, la Iglesia considera su misión prioritaria en la cultura actual mantener despierta la búsqueda de la verdad y, consecuentemente, de Dios; llevar a las personas a mirar más allá de las cosas penúltimas y ponerse a la búsqueda de las últimas. Os invito a profundizar en el conocimiento de Dios, del mismo modo que él se ha revelado en Jesucristo para nuestra plena realización. Haced cosas bellas, pero, sobre todo, convertir vuestras vidas en lugares de belleza. Que interceda por vosotros Santa María de Belén, venerada desde siglos por los navegantes del océano y hoy por los navegantes del Bien, la Verdad y la Belleza.

vendredi 14 mai 2010

Harto de mendacidad

Leer el periódico en España, y en el resto del mundo, se ha convertido en una tarea de alto riesgo de accidente cardiaco.

Jueces que, no contentos con el desastroso funcionamiento de los juzgados, que no de la justicia, que es algo cuya búsqueda en este mundo está fuera de lugar, deciden juzgar la historia, osadía muy extendida en nuestros días. Además solamente la parte de la historia que conviene al gobernante de turno.

Gobernantes que, tras años de despilfarrar el dinero del que debieran ser celosos gestores, organizando vergonzosas cadenas de favores y servilismos, mercadeando miserablemente con unos y otros, y dedicándose a combatir, como Herodes a San Juan Bautista, todo aquello que pudiese ponerles en evidencia con su dedo acusador, familias, Iglesia, colegios católicos... ahora se presentan sin ningún pudor ante el pueblo, una quinta parte sin trabajo y otra gran mayoría esclavizada en trabajos de sol a sol que no les reportan lo suficiente para mantener con dignidad una familia o simplemente tener un techo donde cobijarse, y les exigen sacrificios para solucionar los problemas que son consecuencia directa de su incompetencia, maldad y falta de juicio.

Y mientras tanto, esta sociedad degenerada, continua rasgándose las vestiduras ante las consecuencias de aquello que promueve con fervor.

Se han destruido y vilipendiado hasta la saciedad los valores que sustentaban la familia tradicional, y ahora nos sorprende la violencia doméstica.

Se ha abandonado la educación de la juventud, aplaudiendo la permisividad absoluta y atacando cualquier principio de autoridad paterno o de los maestros de escuela, y ahora nos escandaliza la falta de interés de las nuevas generaciones por absolutamente nada y su grado de desculturización, si se me permite el vocablo.

Que no nos tomen más el pelo. La crisis del sistema capitalista no es el problema, tal vez sea el principio de la solución.
No necesitamos reformar los mercados, necesitamos regenerar los principios, los morales en primer lugar.

Si baja el consumo y no se venden mas automóbiles, televisores, teléfonos portátiles, ordenadores u otros ingenios electrónicos, si se hunden los mercados financieros especulativos o la crisis económica pone al descubierto las mil falsedades de la política internacional, a mi personalmente me importa un pito.

Si las relaciones humanas se basan en la avaricia y la acumulación de beneficios, el fracaso a largo plazo esta asegurado.
La actividad humana no puede consistir en la creación artificiosa de necesidades para después ofrecer su satisfacción a cualquier precio.

Las relaciones entre hombres libres que saben de donde vienen, conocen su historia, y están seguros de la finalidad trascendente de su existencia, no se parecen en nada a este invento modernista llamado sociedad de consumo.

Hay ejemplos muy fáciles de entender. Si todos sabemos que es mucho mejor un producto hecho a mano, artesanalmente y no en cadena industrial, ya sea un traje, unos zapatos o una tortilla de patatas (nunca le agradeceremos lo suficiente a Zumalacárregui su invención, por cierto), que tiene infinitamente mas calidad, ¿qué sentido tiene la “revolucion industrial”?. ¿Para qué producir más, más deprisa, más barato...? Aplíquese lo mismo a la agricultura.

Y si alguien piensa que unas elecciones anticipadas traerán un cambio de gobierno y eso será la solución a nuestros males, que trate de recordar una sola medida, ley o norma de cualquier tipo, introducida por el partido que ostenta ahora el poder, que haya sido derogada por el otro cuando tuvo su oportunidad. A la inversa si que hay numerosos ejemplos, es el sino estúpido de los “conservadores”.

Lecturas Santas: Confesiones, San Agustín, Obispo de Hipona.

"Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti"

(Quia fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te)

Catequesis de SS Benedicto XVI sobre San Agustín:

Por su singular relevancia, San Agustín tuvo una influencia enorme y podría afirmarse, por una parte, que todos los caminos de la literatura cristiana latina llevan a Hipona (hoy Anaba, en la costa de Argelia), localidad en la que era obispo y, por otra, que de esta ciudad del África romana, en la que Agustín fue obispo desde el año 395 hasta 430, parten muchas otras sendas del cristianismo sucesivo y de la misma cultura occidental.

Pocas veces una civilización ha encontrado un espíritu tan grande, capaz de acoger los valores y de exaltar su intrínseca riqueza, inventando ideas y formas de las que se alimentarían las generaciones posteriores, tal y como subrayó también Pablo VI: «Se puede decir que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y de esa se derivan corrientes de pensamiento que penetran toda la tradición doctrinal de los siglos sucesivos».

Agustín es, además, el padre de la Iglesia que ha dejado el mayor número de obras. Su biógrafo, Posidio, dice: parecía imposible que un hombre pudiera escribir tanto en vida. Su vida puede reconstruirse con sus escritos, y en particular con las «Confesiones», su extraordinaria biografía espiritual escrita para alabanza de Dios, su obra más famosa.

Las «Confesiones» constituyen precisamente por su atención a la interioridad y a la psicología un modelo único en la literatura occidental, y no sólo occidental, incluida la no religiosa, hasta la modernidad.

Esta atención por la vida espiritual, por el misterio del yo, por el misterio de Dios que se esconde en el yo, es algo extraordinario, sin precedentes, y permanece para siempre como una «cumbre» espiritual.

“...Pero, ¿cómo invocaré yo a mi Dios, a mi Dios y mi Señor?, puesto que, en efecto, cuando lo invoco, lo llamo [que venga] dentro de mí mismo (quoniam utique in me ipsum eum vocabo, cum invocabo eum) ¿Y qué lugar hay en mí adonde venga mi Dios a mí?, ¿a donde podría venir Dios en mí, el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es verdad, Señor, que hay algo en mí que pueda abarcarte? ¿Acaso te abarca el cielo y la tierra, que tú has creado, y dentro de los cuales me creaste también a mí? ¿O es tal vez que, porque nada de cuanto es puede ser sin ti, te abarca todo lo que es? Pues si yo existo efectivamente, ¿por qué pido que vengas a mí , cuando yo no existiría si tú no estuvieses en mí? No he estado aún en el infierno, mas también allí estás tú. Pues si descendiere a los infiernos, allí estás tú...”

“...Angosta es la casa de mi alma para que vengas a ella: sea ensanchada por ti. Ruinosa está: repárala. Hay en ella cosas que ofenden tus ojos: lo confieso y lo sé; pero ¿quién la limpiará o a quién otro clamaré fuera de ti: De los pecados ocultos líbrame, Señor, y de los ajenos perdona a tu siervo? Creo, por eso hablo. Tú lo sabes, Señor. ¿Acaso no he confesado ante ti mis delitos contra mí, ¡oh Dios mío!, y tú has remitido la impiedad de mi corazón? No quiero contender en juicio contigo, que eres la Verdad, y no quiero engañarme a mí mismo, para que no se engañe a sí misma mi iniquidad. No quiero contender en juicio contigo, porque si miras a las iniquidades, Señor, ¿quién, Señor, subsistirá?...”

Confesiones, San Agustín, Obispo de Hipona.

PS: No perdamos el tiempo, y otras muchas cosas, leyendo libros al uso de estos terribles tiempos. Sin duda las Confesiones de San Agustín nos harán mucho bien. Aparte de regalarnos buenos y agradables ratos de lectura, serán luz para nuestros espíritus y paz para nuestras almas.

mercredi 12 mai 2010

Rey legítimo

Conflictos dinásticos y sucesorios ha habido muchos en la historia. Los historiadores suelen centrar sus estudios en las leyes de sucesión, los lazos de sangre y los apoyos externos a los diferentes pretendientes, ya sean de tipo social o estamental, o vengan del extranjero.
Pero en un conflicto sobre la legitimidad de un pretendiente al trono, los asuntos mundanos son secundarios. La monarquía, como no me canso de decirlo, es la representación temporal del Reinado de Cristo, del mismo modo que el Papa es el Vicario de Cristo en la Tierra.
Se es Rey por la Gracia de Dios, o no se es rey.
Por ello nada más fácil que reconocer al rey legitimo en cualquier ocasión, identificando a aquel que defiende la verdadera religión y se muestra hijo fiel de la Santa Madre Iglesia.
Y en la monarquía, como en la religión, tienen una importancia capital los ritos, la liturgia, los sacramentos, la tradición... Muy mal augurio es que un rey renuncie a ser coronado.

Hemos hablado ya, y lo seguiremos haciendo, del bautizo de Clovis, de Saint Remi, de la Santa Ampolla, de Martin de Gallardon, etc. Una referencia fundamental nos falta por mencionar, la más conocida, Santa Juana de Arco. A pesar de la complejidad del caso, trataré de presentarlo con sencillez, apuntando únicamente los detalles que nos podrían llevar a profundizar en otros aspectos.
Fue sin duda el conflicto mas grave en la historia del Reino de Francia, la guerra de los cien años. Por no extenderme diré que se trata en principio de un conflicto de tipo feudal, que enfrenta a Inglaterra y Francia, por la lealtad de los territorios bajo dominio inglés en el norte de Francia y la primacía entre ambos reinos.
La cuestión es que en 1429 Francia tenía, de facto, dos monarcas. La maldición templaria parecía haberse cumplido y los Capetos, al parecer, se habían extinguido. La intervención divina no se hizo esperar.
Muchos libros cuentan la historia de Jeanne d’Arc, Santa Juana de Arco, “la Pucelle”, por eso voy a detallar únicamente los aspectos más destacados.

La Doncella de Orléans, habiendo recibido la misión de dirigirse al legítimo rey, de labios de San Miguel, protector del Reino de Francia, Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita de Antioquía, lo encontró finalmente en el castillo de Chinon.
Juana, que providencialmente se alojó en las mismas dependencias del castillo en las que había estado cautivo el último Gran Maestre de la Orden del Temple, Jacques de Molay, que en la hoguera pronunciase la famosa maldición a los Capetos, reconoció al instante a Carlos VII, que estaba disimulado entre los presentes, y le entregó la corona sobre cuyo origen divino tanto se ha discutido.
A instancias de Santa Juana de Arco, Carlos VII fue consagrado Rey de Francia en Reims, con el sagrado aceite de nuestra conocida “Sainte Ampoule”, ante lo que la coronación del inglés Enrique en París, perdió todo posible significado. La verdadera monarquía habia regresado.
Juana de Arco, al recibir la armadura preparada para ella, a fin de situarse al frente de los ejércitos reales, rechazó la espada que le ofrecían, y ordenó recuperar otra que debía encontrarse enterrada tras el altar de la iglesia de Sainte-Catherine-de-Fierbois. Efectivamente la espada fue milagrosamente hallada, y el óxido que la cubría, desapareció instantáneamente y por completo al primer intento. Se trataba de la espada de Carlos Martel, aquel que derrotando en Poitiers a los sarracenos, evitó a Francia los siete siglos de Cruzada contra la dominación musulmana que nuestra Patria se vio obligada a librar.
Del mismo modo que todo lo relativo a Martin de Gallardon, cuanto se refiere a Santa Juana de Arco se halla perfectamente documentado, tanto en los archivos de su proceso de condenación como en los del proceso de rehabilitación. No son leyendas o ensoñaciones, es la Historia con mayúsculas. (La legendaria burocracia gala, ya se sabe).

Como se ve claramente, la historia de la monarquía está plagada de intervenciones divinas, y se halla unida inseparablemente a la historia de la Única Religión Verdadera, el Catolicismo.

"Le roi de France étant le représentant de Dieu, nous souhaitons son retour á la tête de la France. Nous ne reconnaissons la République que comme un régime transitoire né dans un bain de sang."
VIVE DIEU, VIVE LE ROI ET VIVE LA FRANCE

lundi 10 mai 2010

¡No, Luis XVII no murió en el Temple!

Este grito viene repitiéndose desde 1795 hasta nuestros días. Otros asuntos de los que he tratado en esta bitácora, son sencillamente tratados con indiferencia o desprecio, y simplemente caen en el olvido, siendo excluidos de todos los libros de historia políticamente correctos. Pero éste no. La historia oficial se empeña desde hace más de dos siglos en negarlo, en tratar de refutar la afirmación con toda suerte de pruebas supuestamente científicas e inapelables. Por algo será.

Recientemente, el 8 de junio de 2004, el supuesto corazón de Louis XVII fue oficialmente transferido al Memorial de Francia de Saint-Denis y depositado en la cripta donde reposan los reyes franceses.

El periplo de esta famosa víscera real es complicadísimo. La parte que más nos puede interesar es que, tras haber sido rechazada por Luis XVIII y Carlos X, interesantísimo detalle, el supuesto corazón de Luis XVII fue entregado a Don Carlos María de Borbón y Austria-Este, nuestro querido Carlos VII, ya que al haber muerto Enrique V sin descendencia, la legitimidad de la monarquía francesa recae en los descendientes de nuestro Felipe V, Duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de nuestro Felipe IV.
Al ser contraria al derecho francés, la renuncia de Felipe V de España a la corona de Francia fue considerada nula y, puesto que en Francia no ha sido jamás abolida la Ley Sálica, pilar fundamental de la monarquía legítima, evidentemente el Rey de Francia no podía ser Alfonso XII, faltaría más.
El corazón pasó posteriormente a Don Jaime de Borbón y Borbón-Parma, Jaime III de España y Jaime I de Francia y Navarra, y finalmente a su hermana, Doña Beatriz de Borbón y Borbón-Parma, por matrimonio Princesa Massimo. Fueron sus descendientes los que la harían llegar de nuevo a Francia desde Roma.

Al supuesto corazón de Luis XVII se le han practicado pruebas de ADN, que arrojaron el resultado de afirmar que se trataba de un miembro de la familia de la Reina Marie-Antoinette de Francia, lo cual fue falsamente interpretado como la prueba que ponía fin al misterio, cuando en realidad viene a reforzarlo, ya que la tesis mas comúnmente aceptada por los estudiosos, es que el niño muerto en la Prisión del Temple, era el hermano de Luis XVII.

(Doy por hecho que todo el mundo sabe que Luis XVII de Francia, Duque de Normandía y Delfín de Francia a la muerte de su hermano mayor, fue encarcelado en 1792 con sus padres, su hermana María Teresa y su tía la princesa Isabel en la prisión del Temple en París, siendo proclamado rey al ser guillotinado su padre, Luis XVI, el 21 de enero de 1793)

Cuando uno comienza a sumergirse en este asunto, el piélago de misterios y preguntas sin respuesta que aparecen a cada paso es impresionante. Algunas ya han sido esbozadas en esta bitácora, otras empiezan a brotar ahora:

  • ¿Trataron este asunto Martin de Gallardon y Luis XVIII en su entrevista? Tal vez fue la razón por la que el rey renunció a ser consagrado en Reims.

  • ¿Tiene que ver con la revelación hecha por el mismo Martin al enviado de Carlos X, Auguste de la Rochejaquelein, tras los sucesos de julio de 1830 que desembocarían en el exilio del rey? “Carlos X no reinará más. Sólo le queda abandonar Francia. El Duque de Angulema y él morirán en el extranjero sin volver a ver Francia. Enrique quinto no será rey jamás”.

  • ¿Reconoció finalmente Martin de Gallardon a Karl-Wilhem Naundorff como el verdadero Luis XVII?

  • ¿Quién sacó a Luis XVII de la prisión, sus leales partidarios o el propio vizconde de Barras, entonces al frente del Directorio y único regicida al que no afectó la ley llamada de “indignidad y destierro” con Luis XVIII?

  • De ser así, ¿qué relación tiene este hecho con el posible robo de la “Sainte Ampoule” por Rhül y Robespierre?
Muchas preguntas y, a veces, demasiadas respuestas contradictorias. Trataré en futuro de traer aquí más datos que puedan arrojar algo de luz. Pero el primer consejo a todos, de nuevo innecesario, es desconfiar de las “historias oficiales” comúnmente aceptadas.
Insisto, si el primer afán de todas las revoluciones ha sido siempre, y en todas partes, matar al rey y quemar las iglesias, queda claro quién es el enemigo y de qué lado esta cada cual.

vendredi 7 mai 2010

Las Tres Avemarías

En este mundo en el que vivimos, esclavos de horarios, preocupaciones vanas y obligaciones tan artificiosas como inútiles, rezar se ha convertido para muchos en una misión imposible.
Y sin embargo la oración es una necesidad de primer orden para el cristiano, y digo una necesidad, no una obligación.

Por eso hoy quiero compartir humildemente una costumbre que tengo desde mis años de escuela con los hermanos Maristas, las Tres Avemarías.

Se trata de una devoción que debemos a Santa Gertrudis y Santa Matilde, dos benedictinas alemanas del siglo XIII, tía y sobrina. Para ir directamente a lo fundamental, transcribo únicamente lo revelado a Santa Matilde, por ser lo más aclaratorio:

Como Santa Matilde suplicase a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte, oyó que la benignísima Señora le decía: "Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías. La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias."

León XIII concedió doscientos días de indulgencias a todos los que rezasen las tres Avemarías y añadiesen esta jaculatoria: "Madre mía, libradme en este día (o en esta noche) de pecado mortal" y Pío X concedió trescientos días de indulgencias a los que rezaren las tres Avemarías con esta otra jaculatoria: "¡Oh María!, por vuestra Inmaculada Concepción, purificad mi cuerpo y santificad mi alma."

Por tanto esta oración, que puede ofrecerse a modo de novena, queda como sigue:

“María Madre Mía: líbrame de caer en pecado mortal”

Por el poder que te concedió el Padre Eterno:
1.-) ¡AVEMARIA!
Por la sabiduría que te concedió El Hijo:
2.-) ¡AVEMARIA!
Por el amor que te concedió El Espíritu Santo:
3.-) ¡AVEMARIA!

Finalizamos con un ¡GLORIA PATRI… (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amen.)

¡Oh María, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi cuerpo y santifica mi alma!

El Avemaría
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

No lleva más de un par de minutos, puede rezarse en el coche, el autobús, el metro... y es eficacísima tanto para implorar favores como para obtener beneficios espirituales, y sobre todo en la confianza de la promesa de ser asistido por la Santa Virgen en la hora de la muerte.