lundi 30 septembre 2013

¿Qué es el Carlismo? (I)

Carlismo y Tradición Política Hispánica

por Miguel Ayuso

…El grito “¡Viva Don Carlos V!”. Lo dio un empleado de correos, Manuel González, en Talavera de la Reina, el dos de octubre de mil ochocientos treinta y tres, a los pocos días de la muerte del Rey Fernando VII.

Pero detrás estaba más de media España, o quizá estaba casi toda España. Por eso se iniciaba una larga historia que no ha concluido.

Porque el carlismo no fue sólo un fenómeno dinástico. En puridad hallábase incoado desde el Manifiesto de los persas realista. Quizá en los años primeros fuera difícil deslindar la protesta legitimista contra lo que se consideraba la usurpación del conjunto de ideales que estaban detrás y con los que estaba inextricablemente unida.

Aunque ya muy pronto, escasamente unos meses, la matanza de los frailes pusiera en evidencia los objetivos de la revolución, y por contraste también los de la tradición, separando netamente los dos campos. El propio Menéndez Pelayo, anticarlista como conservador que fue, lo escribió en párrafos memorables de su Historia de los heterodoxos:

Y desde entonces la guerra civil creció en intensidad, y fue guerra como de tribus salvajes lanzadas al campo en las primitivas edades de la historia, guerra de exterminio y asolamiento, de degüello y represalias feroces, que duró siete años, que ha levantado después la cabeza otras dos veces, y quizá no la postrera, y no ciertamente por interés dinástico, ni por interés fuerista, ni siquiera por amor muy declarado y fervoroso a este o al otro sistema político, sino por algo más hondo que todo eso; por la instintiva reacción del sentimiento católico, brutalmente escarnecido, y por la generosa repugnancia a mezclarse con la turba en que se infamaron los degolladores de los frailes y los jueces de los degolladores, los robadores y los incendiarios de las iglesias y los vendedores y compradores de sus bienes”.

La posteridad fue perfilando siempre más la disyunción, pese al juego interno del régimen liberal con un partido moderado, conservador de la revolución que hacía el progresista. Balmes, no sin matices, o Vicente Pou, más netamente, lo anotaron al describir los hechos que pasaban. Y Donoso Cortés pareciera que si hubiera contado con algunos años más de andadura terrena hubiera completado el camino.

Por eso, cuando se hizo evidente lo anterior y la revolución fue gloriosa a todas las luces, arribaron al campo de la tradición quienes deseaban de verdad el respeto del principio católico.

La figura legendaria de otro Carlos, nieto del primero, parecía atraer los mejor de las energías nacionales. Aparisi y Guijarro lo puso incluso en el título de uno de sus libros. Y aunque no faltaron las discusiones sobre su integridad, en el interior ahora de los “íntegros”, y ahí están las vicisitudes de Ramón Nocedal para recordarlo, no puede desconocerse la continuidad venerable de esa tradición en el seno de –como se decía y se dice– la Causa.

Cierto es que su pujanza vital descaecía por momentos, con un régimen liberal asentado, ya que no consolidado, pues eso era –en las palabras del García Morente converso– un imposible histórico, y de resultas con la desesperanza política campante tras el tercer fracaso bélico. Pero no lo es menos que al tiempo se afinaba la doctrina, siempre más depurada.

Como ha escrito Rafael Gambra, “si el tradicionalismo de la primera mitad del XIX se hallaba demasiado envuelto por la historia concreta, todavía viva en una realización imperfecta, el tradicionalismo actual de este siglo se encuentra desarraigado de los hechos, de las concreciones reales y viables, envuelto en las brumas de un recuerdo lejano e idealizado”...

dimanche 29 septembre 2013

¡Ay de vosotros los ricos porque habéis recibido vuestro consuelo!

Os acostáis en lechos de marfil... coméis los carneros del rebaño... bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes.

Es una descripción de la situación en Samaria durante el reinado de Jeroboam II. Durante su reinado, Samaria llegó a la época de mayor esplendor económico y de más deteriorada situación ética y religiosa.

Las injusticias sociales eran lo más normal en aquella sociedad contra la que levanta la voz Amós. Ponen su esperanza en su prosperidad y continúan extorsionando a los más débiles y pobres.

Amós fue el profeta que de modo más claro, directo e incisivo denunció la situación de deterioro y de injusticia social. Los ricos lo eran a costa de los vejados pobres y asalariados que no recibían su jornal justo.

La explotación era lo normal en aquella sociedad. Con esta situación se atacaba la alianza del Sinaí y la voluntad de Dios expresada en aquellas cláusulas. Amós no levanta la voz en nombre propio y guiado por principios puramente económicos, lo hace, como es normal en los profetas, en nombre del Dios de la alianza del Sinaí. Esta alianza será siempre el punto de referencia para la denuncia profética en todos los campos y en todos los planos.

Lectura del Profeta Amós 6, 1a. 4-7

Esto dice el Señor todopoderoso:
Ay de los que se fían de Sión,
confían en el monte de Samaría.
Os acostáis en lechos de marfil,
tumbados sobre las camas,
coméis los carneros del rebaño
y las terneras del establo;
canturreáis al son del arpa,
inventáis, como David,
instrumentos musicales,
bebéis vinos generosos,
os ungís con los mejores perfumes,
y no os doléis de los desastres de José.
Por eso irán al destierro,
a la cabeza de los cautivos.
Se acabó la orgía de los disolutos.


Una de las “invectivas” más fuertes y acres del profeta Amós es ésta que se lee en este domingo y que nos recuerda las situaciones más escandalosas de la sociedad de consumo.

El profeta de la justicia social sabe advertir contra aquellos que se refugian en un “boom económico” como está viviendo en esos instantes el reino del Norte, Israel, cuya capital, Samaría, era muy lujosa.

Una sociedad de consumo es bien injusta desde todos los puntos de vista: los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres en la medida en que el lujo, el dinero, el poder, es sólo de unos pocos.

El profeta no callará.

Pero vemos que el profeta no pretende pedir apretarse el cinturón ante una crisis que se avecina; el problema es más de raíz: el pueblo elegido tiene que vivir según los criterios de Dios que pide la justicia y la igualdad para todos.

Su ideología no es la de un hombre desfasado, sino la de aquél que siente que Dios no puede soportar la irresponsabilidad humana. Llegará, como llegó, la crisis, la destrucción por medio de la gran potencia Asiria.

La injusticia trae destrucción; siempre ha sido así. La conciencia crítica de los profetas es una alerta siempre necesaria. Molestan nuestra comodidad, pero son imprescindibles para nuestra conciencia adormecida.



mardi 24 septembre 2013

Non praevalebunt

El Vaticano II supuso una relectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea. Produjo un movimiento de renovación que viene sencillamente del mismo Evangelio. Los frutos son enormes. Basta recordar la liturgia. El trabajo de reforma litúrgica hizo un servicio al pueblo, releyendo el Evangelio a partir de una situación histórica completa. Sí, hay líneas de continuidad y de discontinuidad, pero una cosa es clara: la dinámica de lectura del Evangelio actualizada para hoy, propia del Concilio, es absolutamente irreversible. Luego están algunas cuestiones concretas, como la liturgia según el Vetus Ordo. Pienso que la decisión del papa Benedicto estuvo dictada por la prudencia, procurando ayudar a algunas personas que tienen esa sensibilidad particular. Lo que considero preocupante es el peligro de ideologización, de instrumentalización del Vetus Ordo”.

Lo siento, y me duele, pero no puedo estar de acuerdo con el Santo Padre. De hecho no podría estar más en desacuerdo.

Ya desde el principio de su pontificado me ha invadido una extraña de sensación de incomodidad e inquietud, un sentimiento de orfandad espiritual, que quise identificar simplemente con la nostalgia de estos años con un teólogo al frente de la nave de Pedro, y por eso traté de adaptarme a los cambios. Pero no puedo.

La condescendencia e incluso el explícito desprecio de los católicos, entre los que me incluyo, decididos a luchar contra viento y marea, contra el mundo, enemigo del alma junto al demonio y la carne, para defender, custodiar y trasmitir la tradición, el culto a Dios en espíritu y en verdad a través de la belleza de la liturgia, que es el centro de la vida cristiana, es una herida abierta en el corazón.

Que nuestro papa Francisco identifique el autoritarismo como propio de las “derechas”, me parece de una ignorancia y, cuando menos, de una falta de delicadeza preocupantes. Por lo visto las sanguinarias dictaduras marxistas del siglo XX, y el XXI, eran y son un ejemplo de democracia, diálogo y conciliación.

“… jamás he sido de derechas. Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas”.

Y con todo, sus opiniones políticas, con sorprenderme, me dejan bastante frio. Soy ya demasiado mayor para escandalizarme por eso.

No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar”.

Lo siento Santo Padre pero no, no podemos callar. Mientras un solo niño inocente sea descuartizado en el vientre de su propia madre, a la que los gobernantes y la sociedad animan y empujan a cometer semejante crimen salvaje y despiadado, no podemos permitirnos callar.

Y el único contexto válido es lo que San Pablo le escribe a Timoteo en su segunda epístola: “Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, por su aparición y por su reino: Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, enseña, exhorta con toda longanimidad y doctrina; pues vendrá un tiempo en que no sufrirán la sana doctrina, antes, deseosos de novedades, se rodearán de maestros conforme a sus pasiones, y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas. Pero tú vela en todo, soporta los trabajos, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.”

Por supuesto que comparto, como no podía ser de otro modo, la gran mayoría de las reflexiones y comentarios del papa en la desafortunada entrevista, puede que con matices, pero sin distancias insalvables.

Pero el párrafo con que he abierto esta entrada, que tanto me está costando escribir, es una daga en el corazón de este católico.

Si el propio papa admite que en el Concilio Vaticano II hay “líneas de discontinuidad”, es que ya es hora de revisar y corregir los errores.

Porque en la transmisión del Evangelio, que es la misión fundamental de la Santa Madre Iglesia, no puede haber discontinuidades.

Al parecer los propósitos del Santo Padre Juan XXIII en su discurso de apertura del concilio no se alcanzaron:

 “… el Concilio Ecuménico XXI —que se beneficiará de la eficaz e importante suma de experiencias jurídicas, litúrgicas, apostólicas y administrativas— quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres; patrimonio que, si no ha sido recibido de buen grado por todos, constituye una riqueza abierta a todos los hombres de buena voluntad. Deber nuestro no es sólo estudiar ese precioso tesoro, como si únicamente nos preocupara su antigüedad, sino dedicarnos también, con diligencia y sin temor, a la labor que exige nuestro tiempo, prosiguiendo el camino que desde hace veinte siglos recorre la Iglesia. La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos, que os es muy bien conocida y con la que estáis tan familiarizados. Para eso no era necesario un Concilio. Sin embargo, de la adhesión renovada, serena y tranquila, a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión, tal como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y del Vaticano I, el espíritu cristiano y católico del mundo entero espera que se de un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponiéndola a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno. Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del "depositum fidei", y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta —con paciencia, si necesario fuese— ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral. Al iniciarse el Concilio Ecuménico Vaticano II, es evidente como nunca que la verdad del Señor permanece para siempre. Vemos, en efecto, al pasar de un tiempo a otro, cómo las opiniones de los hombres se suceden excluyéndose mutuamente y cómo los errores, luego de nacer, se desvanecen como la niebla ante el sol.

Mi esperanza y la de todos los católicos sigue intacta porque no se basa en las palabras de ningún hombre, se arraiga en la promesa de Nuestro Señor Jesucristo: “Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.

Solemnemente os hemos ordenado que no enseñaseis sobre este nombre, y habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina y queréis traer sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros habéis dado muerte suspendiéndole de un madero. Pues a ése le ha levantado Dios a su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel penitencia y la remisión de los pecados. Nosotros somos testigos de esto, y lo es también el Espíritu Santo que Dios otorgó a los que le obedecen”.

vendredi 13 septembre 2013

Entendiendo el conflicto en Siria (y VII)

Sin apoyos exteriores, la oposición siria no puede acabar con El-Assad: a diferencia del libio, el Ejército sirio está relativamente bien adiestrado y férreamente controlado por el régimen.

Su principal debilidad es su heterogénea composición religiosa, con mandos alauitas (principalmente) y tropa sunita (mayoritariamente).

Sin embargo, El-Assad tiene a su favor a una parte importante aunque minoritaria de la población del país y cuenta con el mantenimiento del bloqueo en Naciones Unidas, que imposibilita una intervención directa de Occidente.

Los apoyos exteriores podrían materializarse en armar a los rebeldes sunitas por parte de los países afines (Egipto y Arabia Saudita, principalmente), con la "neutralidad" más o menos activa de Jordania y Turquía, y la ayuda encubierta de Israel.

Si estos apoyos llegasen a hacer peligrar a El-Assad, sería plausible una intervención iraní más activa.

La opción occidental de armar a grupos laicos no parece muy prometedora, aunque sin duda se intentará, así como las presiones para conseguir una oposición unida con una fachada lo más democrática posible.

A corto plazo, es previsible un alargamiento de la situación sin que ninguno obtenga una ventaja decisiva.

Sin embargo, conforme avance el programa nuclear iraní, se incrementará artificialmente la presión occidental para intervenir contra El-Assad (véase la absurda polémica sobre uso de armas químicas), pero mientras se mantenga el bloqueo en Naciones Unidas parece difícil que pueda realizarse una intervención importante.


A medio plazo, El-Assad tiene más probabilidades de éxito que otros dictadores caídos: su mejor opción es ganar tiempo para que el programa nuclear iraní llegue a término, que sería la situación más favorable para él, o se cancele. En ambas situaciones, la presión exterior sobre Siria, que es la principal razón de su inestabilidad, se reduciría, permitiéndole mantener el poder.


Y con esto creo que no merece la pena seguir insistiendo en el planteamiento del conflicto.

Mucho me temo que el siguiente conflicto a tratar será más cercano. Concretamente el trágico final de la descomposición de España.

jeudi 12 septembre 2013

Chusma

JUAN MANUEL DE PRADA
La intervención en Siria es un subterfugio para desestabilizar aún más la zona y justificar una ofensiva contra Irán 

Empecemos por aclarar que en Siria no hay ninguna guerra civil. Los llamados «rebeldes sirios» no reclaman reformas ni acaudillan ninguna «revolución popular». Los llamados «rebeldes sirios» no son sino mercenarios y terroristas reclutados en los parajes más variopintos del atlas, financiados desde Qatar o Arabia Saudita y con frecuencia adiestrados por los propios Estados Unidos, que les llevan prestando apoyo logístico al igual que Israel desde que comenzara el conflicto.

Enfrente de ellos se halla un régimen de corte dictatorial que, al igual que ocurría con Sadam Husein en Irak o con Gadafi en Libia, se distingue por ejercer la tolerancia con las comunidades cristianas y por defender los barrios en los que se asientan de los sanguinarios ataques de los «rebeldes», que no pierden ocasión de cometer las atrocidades más espeluznantes contra los cristianos. Si esta chusma no hubiese recibido incesantes refuerzos, financiación y suministros de armas desde el exterior, la guerra en Siria habría sido atajada hace tiempo

Como los Estados Unidos no pueden proclamar sin ambages que apoyan el terrorismo en Siria justifican ahora su ataque alegando que el régimen de Assad ha utilizado armas químicas. ¿Quién puede tragarse semejante superchería? El ataque con armas químicas ocurrió en Guta, el suburbio oriental de Damasco, donde Assad mantiene reñida disputa contra los terroristas financiados desde el exterior. Resulta muy difícilmente concebible que se empleen armas químicas allá donde se mantienen concentradas tropas; y resulta directamente rocambolesco que, además, se empleen mientras los inspectores de armas de la ONU se hallan en el país. Las armas químicas, evidentemente, han sido empleadas por la chusma a la que apoya Estados Unidos. Y el intento de justificar tan burdamente la intervención se incorpora así al repertorio de engañifas fabricadas por los Estados Unidos en su afán imperialista, iniciado con la voladura del Maine.

La intervención en Siria fue diseñada hace mucho tiempo, a modo de prólogo al ataque a Irán, que es la pieza que en última instancia se pretende abatir. Las razones que se alegaban para justificarla eran, sin embargo, tan inconsistentes y la calaña de la chusma que combate a Assad tan repugnante que tal intervención se había tenido que aplazar. 

Pero el peligro de colapso inminente del dólar ha exigido urdir ahora esta engañifa tan burda.

Por aceptar euros a cambio de petróleo fue derrocado Sadam Husein; por pretender crear una divisa africana fundada en el patrón oro, el dinar, fue liquidado Gadafi; por pretender desligar las ventas de su petróleo del dólar, Irán se ha convertido en la bicha de los americanos.

El problema de fondo es que el dólar, la moneda de reserva mundial desde Bretton-Woods, está cada vez más desprestigiada; con una deuda pública mayor que todos los países de la Unión Europea juntos, cada dólar que imprime Estados Unidos es, a estas alturas, papel mojado. El colapso del dólar sólo se podrá dilatar mientras se mantenga como divisa de las transacciones internacionales de petróleo; en cuanto un grupo de países empezase a comerciar en otra divisa, Estados Unidos iría a la bancarrota.

La intervención en Siria es tan sólo un subterfugio para desestabilizar aún más la zona y justificar una ofensiva contra Irán.

«Otra vez millares de víctimas serán sacrificadas sobre el altar de una imaginaria democracia», acaba de denunciar paladinamente el Patriarcado de Moscú.

Estamos en manos de una chusma dispuesta a todo con tal de mantener su supremacía.

Entendiendo el conflicto en Siria (VI)

Siria y Arabia Saudí mantienen varios enfrentamientos: en territorio sirio, donde Arabia Saudí desearía ver un gobierno sunita; en el Líbano, donde el actual gobierno (pro-sirio) expulsó del poder al anterior (pro-saudí); y en Palestina, donde Hamás amenaza la estabilidad de una Autoridad Palestina sostenida por Arabia Saudita. A esto se une la importancia del apoyo sirio para el éxito del programa nuclear iraní, una amenaza para el predominio sunita en el seno del islam.

Egipto solía ser otro adversario de El-Assad: el giro proislamista del país y la amenaza que supone un Irán nuclear alinearon las posiciones egipcias y saudíes en el conflicto.

Por su parte, Qatar es sunita y teme a un cercano Irán dotado de la impunidad derivada de la posesión del arma nuclear. La principal arma de Qatar es Al-Jazeera, una poderosísima herramienta de conformación de la opinión pública musulmana y occidental (como he señalado, la mayoría de la información recibida en Occidente sobre la Primavera Árabe viene de Al-Jazeera).


Por su parte, Turquía mantiene una posición ambivalente: el islamismo sunita de Erdogán y la amenaza iraní inclinan a Turquía a apoyar a la oposición siria, pero el riesgo de una descomposición interna que beneficiase a la minoría kurda hace que Turquía intente un cambio político lo más controlado posible.

Occidente en general y, sobre todo, Israel tienen que elegir entre dos males: un Estado islamista radical sunita en Siria, o un Irán nuclear. De estos dos males, Israel y Occidente han optado por una Siria sunita o (improbablemente) "democrática". En ambos escenarios es necesario el derrocamiento de El-Assad.

En el marco del conflicto palestino, la caída de El-Assad traería una enorme disminución de la capacidad operativa de Hizbolá, que favorecería a Israel. En cuanto a Hamás (sunita) ha realizado un «cambio de alianzas», renegando de su antiguo protector sirio para intentar ganarse el apoyo saudí, en detrimento de la Autoridad Nacional Palestina: Hamás apoya ahora a la oposición siria.

Pese a su interés, ni Estados Unidos ni Europa disponen de fuerzas ni voluntad para ejecutar una operación terrestre en Siria. Sí apoyarían una fuerza de paz «regional» (ya propuesta por la Liga Árabe) que podría recibir apoyo aéreo, logístico o de inteligencia por parte de Occidente.

Rusia entiende el conflicto como una diferencia entre países musulmanes, que compromete a Irán, un socio estratégico para Rusia. Además, una carrera de armamentos en la zona detraería recursos con los que apoyar la expansión del islamismo radical sunita (del que Rusia es un objetivo preferente), al tiempo que Rusia sería uno de los beneficiarios de los posibles contratos de venta de armamento generados por ella.

Por su parte, China necesita continuar con un crecimiento económico sostenido en el que basa su legitimidad su sistema político: precisa petróleo barato y que la economía mundial se recupere para que pueda absorber sus exportaciones.

Un bombardeo israelí o norteamericano de las instalaciones nucleares iraníes (que sería probable, si cae El-Assad y fuera posible sacar el petróleo iraquí y kuwaití por los oleoductos sirios hacia el Mediterráneo) es contrario a los intereses chinos: encarecería el petróleo y agravaría la crisis mundial. Incluso si el petróleo del Golfo pudiera salir al mercado por los oleoductos sirios, las rutas de suministro que unen China con el Golfo pasan necesariamente por el Estrecho de Ormuz, la posible zona de conflicto con Irán.

Ni China ni Rusia se sienten especialmente amenazadas por el chiismo (que ven como un contrapeso al radicalismo sunita) y, además, no desean que Estados Unidos adquiera más influencia en una zona crítica del mundo (como ocurriría si son capaces de destruir el programa nuclear iraní).

Por otra parte, ni China ni Rusia aprueban la aplicación occidental de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Libia: a su amparo, británicos, franceses y norteamericanos ejecutaron una operación orientada a derrocar a Gadafi, excediendo ampliamente los límites fijados (la resolución estaba prevista para proteger a la población civil, y, en ningún caso, contemplaba la caída del régimen libio). Vista la experiencia, es poco probable que ni China ni Rusia vayan a firmar ninguna resolución que pudiera permitir otra interpretación "ampliada".

mercredi 11 septembre 2013

Entendiendo el conflicto en Siria (V)

Unos 17 millones de barriles de petróleo atraviesan diariamente el Estrecho de Ormuz. De ellos, 2,1 millones de bpd son iraníes. Del resto, el mayor exportador es Arabia Saudí, con unos 8 millones de bpd (más otros 2 millones que se embarcan en el Mar Rojo), seguida por los Emiratos Árabes Unidos con 2,7 millones, Kuwait con 2,4 millones, Irak con 2,39 millones (de los que 300.000 bpd salen por el oleoducto que une Kirkuk en Irak y Ceyhan en Turquía, con una capacidad de 1,4 millones de bpd, que corre por un difícil terreno montañoso) y Qatar con unos 700.000 bpd.

Desde el inicio de las tensiones con Irán, los productores de petróleo del Golfo intentan evitar el paso obligado por el Estrecho de Ormuz:

Arabia Saudí dispone desde 2007 de la capacidad para desviar más de la mitad de su producción, a través del oleoducto Petroline entre Abqaiq y Yanbu, hacia el Mar Rojo (con una capacidad de 5 millones de bpd, de los que emplea actualmente 2) y el gasoducto (utilizable para crudo) Abqaiq-Yanbu (con una capacidad de 290.000 bpd). Por su parte, los Emiratos Árabes Unidos están finalizando un oleoducto que une Abu Dhabi con Fujairah (al sur del Estrecho de Ormuz), con una capacidad de 1,5 millones de bpd. Otras rutas alternativas podrían ser el oleoducto IPSA (Iraqui Pipeline across Saudi Arabia) que une Irak con Yanbu (1,65 millones de bpd, en uso por Arabia Saudí). Estas rutas alternativas permitirían sacar del Golfo aproximadamente 9,5 millones de bpd, aunque se cerrase del Estrecho de Ormuz.

El principal problema está en el petróleo iraquí y kuwaití que no pudiera salir por el oleoducto IPSA o por el Kirkuk-Ceyhan.

Los yacimientos de ambos países están interconectados por un oleoducto que une los campos iraquíes de Rumailah con Kuwait y, a su vez, con el Iraqi Strategic Pipeline (1,4 millones de bpd).

Es aquí donde Siria tiene un papel importante: existe un oleoducto que une Haditha (Irak) con el puerto de Banias (Siria), con una capacidad de 1,5 millones de bpd, que se cerró por desavenencias entre Irak y Siria en los años setenta.

Existe también otro oleoducto que une Kirkuk con Banias, cerrado desde 1982. Este oleoducto, con una capacidad de 1,4 millones de bpd, sufrió daños durante la invasión norteamericana de Irak en 2003, pero está en proceso de reparación.

Otros oleoductos posibles son el Haditha-Haifa (100.000 bpd) y la desactivada Tapline (Trans-Arabian Pipeline, 500.000 bpd) que une Qaisumah (Arabia Saudí) con Sidón en el Líbano, a través de los Altos del Golán.

La exportación de petróleo a través de Siria permitiría que casi la totalidad del crudo de Irak y Kuwait no se viese afectada por el cierre del Estrecho de Ormuz: sobre una producción de 4,8 millones bpd, 3 podrían salir por Siria y 1,4 por Ceyhan.

En el desierto sirio, la reparación y/o ampliación de estos oleoductos es relativamente sencilla y rápida (entre 1987 y 90, la empresa Spiecapag necesitó solo 648 días para construir "desde cero" el IPSA).


Con una Siria opuesta a Irán y los oleoductos sirios abiertos, la amenaza iraní de cortar el tráfico marítimo por el Estrecho de Ormuz perdería mucha de su eficacia, haciendo más viable un ataque israelí o norteamericano que retrasase o destruyese el programa nuclear iraní.

dimanche 8 septembre 2013

Entendiendo el conflicto en Siria (IV)

El programa nuclear iraní supone un cambio en las relaciones de poder entre sunitas (tradicionalmente dominantes) y chiitas.

Pese a que Pakistán (sunita) disponga de armamento nuclear, su rivalidad con la India y su carácter no árabe neutraliza en parte el papel del arsenal nuclear paquistaní en ese conflicto religioso.

Un Irán nuclear estaría al abrigo de una intervención militar extranjera, gozando de una gran independencia en política exterior: podría apoyar impunemente a las comunidades chiitas existentes en muchos países musulmanes (Arabia Saudí, Yemen, Bahréin, Qatar, Siria, Líbano, Afganistán…) y podría dar un mayor apoyo a Hizbolá en sus acciones contra Israel, lo que aumentaría el prestigio iraní (y chiita) en el conjunto del mundo musulmán.

La disuasión nuclear permitiría a Irán emprender una política antinorteamericana más agresiva, desde el apoyo a grupos terroristas antioccidentales hasta la difusión de tecnología nuclear a posibles enemigos de Estados Unidos. Esta situación desencadenaría probablemente procesos de nuclearización en Egipto, Arabia Saudí y (posiblemente) Turquía, y supondría un golpe enorme a la no proliferación.

Siria no es chiita: incluso con los alauitas, son una escasa minoría. Solo el laicismo del régimen permite que el resto de las minorías (y la parte moderada de la mayoría sunita) apoye al régimen, que sería insostenible sin ese apoyo.

La alianza entre el Irán de los ayatolás y la Siria de El-Assad tiene razones puramente pragmáticas:

Siria necesita el apoyo económico de Irán, y el apoyo político ruso y chino en su enfrentamiento con el islam sunita; e Irán necesita a Siria para mantener su apoyo a Hizbolá en el Líbano, para aislar a los sunitas de Irak (para que pueda imponerse la mayoría chiita iraquí) y para controlar una de las vías de salida del petróleo del Golfo alternativas al Estrecho de Ormuz.

Un gobierno sunita en Siria mitigaría el declive de la influencia de la minoría sunita en Irak, reduciendo el creciente carácter chiita del gobierno de Al-Maliki y la influencia de Irán sobre él (en rápido aumento tras la salida de las tropas estadounidenses), otro factor que incrementa la presión de Occidente para derrocar a El-Assad. Hoy, con una Siria proiraní, la minoría sunita iraquí queda aislada del resto del islam sunita y difícilmente puede ejercer influencia política alguna, ni plantear ningún tipo de resistencia ante la mayoría chiita.

Pese a sus diferencias con Teherán, el gobierno de Al-Maliki difícilmente puede resistir la presión iraní estando rodeado por la Siria de El-Assad e Irán.


En este escenario, un tercio del petróleo del Golfo queda en manos chiitas (4,2 millones de barriles por día (bpd) de Irán y 2,4 de Irak). En cambio, si Siria permitiese que los árabes sunitas apoyasen a sus correligionarios iraquíes, la influencia sunita en Irak aumentaría (reduciendo la de Irán), y el gobierno chiita de Al-Maliki podría mantener una cierta independencia con respecto a Teherán (para Irak la exportación de crudo es imprescindible para su economía).

vendredi 6 septembre 2013

Entendiendo el conflicto en Siria (III)

El elemento religioso es clave. La "Primavera Árabe" ha otorgado el poder a los islamistas sunitas en todos los países en los que "ha triunfado".

Su principal apoyo mediático, Al Jazeera, es propiedad de un líder político-religioso sunita (el emir de Qatar), y ha ocultado otros conflictos similares como las revueltas chiitas de Bahréin.

El-Assad tiene como principal apoyo exterior a Irán, que admite a los alauitas entre los chiitas con muchas reservas*. El apoyo iraní permite a El-Assad resistir las crecientes presiones internacionales, que demandan una "democratización" que terminaría —por evidentes razones demográficas— en un régimen islamista sunita.

En todo el conflicto, las manifestaciones pacíficas han sido relativamente escasas y las violentas, la mayoría, se han producido en barrios pobres de mayoría sunita, donde los Hermanos Musulmanes tienen más influencia.

No ha habido protestas ni enfrentamientos en áreas dominadas por minorías religiosas: en las dos grandes ciudades del país, Alepo y Damasco, donde hay una población de mayoría sunita moderada, la incidencia de la violencia fue inicialmente menor, aunque ha ido creciendo enormemente debido a la separación de su población en barrios confesionales.

Los conflictos en las ciudades han aparecido como extensión de las revueltas en las zonas rurales, y en muchos casos son campesinos los rebeldes que luchan en ellas. Actualmente los rebeldes dominan en zonas agrícolas sunitas, y el Gobierno resiste en las ciudades (multiétnicas) y en la costa (alauita).

En este conflicto, el factor religioso predomina sobre el económico como prueba el hecho de que las manifestaciones violentas comenzaron a producirse los viernes después del sermón en las mezquitas.


*Solo en 1973, el imán chiita libanés Al-Sadr emitió una fatwa declarando que los alauitas eran chiitas heterodoxos, en agradecimiento a la defensa de El-Assad de los chiitas libaneses frente a los palestinos sunitas.

Entendiendo el conflicto en Siria (II)

Siria es un país de fronteras artificiales, creadas por la descomposición del imperio turco y su reparto en "mandatos" administrativos por la Sociedad de Naciones (1920), correspondiendo a Siria la administración francesa hasta su independencia en 1946. Como consecuencia, Siria es una amalgama de grupos étnicos (90,7% de población árabe, 9% de armenios…), lingüísticos (árabe, kurdo, armenio, arameo, circasiano…), y religiosos (74% de sunitas, 11% de alauitas, 5% de chiitas, drusos… y 10% de cristianos) desigualmente repartidos.

A la independencia siguió una etapa de inestabilidad que terminó con la toma del poder por Hafez El-Assad (alauita) en 1971. Desde 1963, el partido Baaz (laico, socialista) domina el país, apoyándose en los sectores laicos de la sociedad. En política exterior, Hafez El-Assad mantuvo relaciones privilegiadas con la URSS y continuó el enfrentamiento con Israel. Internamente, consolidó el dominio del partido Baaz, potenció el papel de los ejércitos y de los servicios de seguridad (que puso en manos de familiares y afines) y protegió a las minorías religiosas frente a la mayoría sunita (excepto a los kurdos* que fueron duramente reprimidos).

El-Assad intentó atraer a la mayoría sunita construyendo numerosas mezquitas, política que alternó con episodios de represión: en 1982 aplastó en Hama una rebelión sunita iniciada por los Hermanos Musulmanes.

En economía, aplicó el modelo socialista autárquico habitual entonces en la zona, que produjo un reparto relativamente equilibrado de la riqueza, y también una pobreza generalizada.

Tras su acceso al poder en el año 2000, Bashar El-Assad mantuvo esa política e intentó crear un «capitalismo de Estado», semejante al chino pero sustentado en tradiciones árabes, que ha enriquecido a las clases altas y medias sunitas.

También intentó un cierto aperturismo político, de corta vida, ante el riesgo que supone para su régimen el peso demográfico de la mayoría sunita.

El-Assad se ha apoyado en el ejército (dominado por los alauitas desde los tiempos de la ocupación francesa) y ha acentuado el control alauita sobre él.

La población sunita constituye la mayoría del proletariado urbano y rural, mientras que las minorías religiosas se encuadran principalmente en las clases medias y altas, gracias a la política francesa que potenciaba estas minorías.

El actual dominio alauita del poder se puede considerar una «aberración histórica» frente al tradicional predominio sunita. La oposición al régimen sirio es muy heterogénea: demócratas laicos, kurdos que aspiran a la independencia de su territorio e islamistas de diversas tendencias. Los islamistas, básicamente sunitas, son los más numerosos. Esta heterogeneidad condiciona su futuro: únicamente los islamistas y los kurdos cuentan con financiación, armamento y apoyo político externos, pese a los recientes esfuerzos occidentales por armar a grupos opositores laicos. Los objetivos nacionalistas kurdos los relegan a un papel secundario, centrado en obtener ventajas nacionalistas a cambio de su participación en la rebelión...

*El carácter kurdo, separatista y no árabe, era incompatible con el carácter nacionalista y panárabe del partido Baaz.

jeudi 5 septembre 2013

Entendiendo el conflicto en Siria (I)

En primer lugar quiero expresar mi apoyo total a las campañas como la de Cruz de San Andrés en defensa de nuestros hermanos en la Fe perseguidos y martirizados por causa de Nuestro Señor Jesucristo, en Siria, en Egipto, y en tantos lugares asolados por el Islam a orillas del mar Mediterráneo, el Mare Nostrum, centro de la Tierra, de donde han surgido la única civilización que merece tal nombre y la única religión verdadera.

Pero nuestra oposición al uso de la fuerza militar en defensa de intereses ilegítimos debe diferenciarse con claridad de otras “oposiciones selectivas a la guerra” de todos conocidas, que sólo se “preocupan” de los conflictos cuando el gobierno no es lo suficientemente “progre”.

Por eso he decidido dedicar unas entradas al conocimiento de la realidad del problema en Siria, con todas sus vertientes, entre las que claramente el petróleo ocupa un lugar destacado, junto a la guerra civil musulmana entre chiitas y sunitas, en la que la barbarie del Islam se muestra aún más salvaje que contra el cristianismo, los intereses del Estado de Israel, el programa nuclear iraní, o la difícil retirada americana de Irak.

Conozcamos el asunto en profundidad para dejar sin argumentos a quienes nos tilden de idealistas trasnochados o fanáticos religiosos, de modo que nuestra defensa de la Verdad con mayúsculas sea lo más firme y sólida posible.

Como no pretendo hacer una crónica de guerra con las últimas noticias del frente, no me preocupa el que los acontecimientos se vayan sucediendo mientras voy redactando estas entradas, ya que el problema de fondo será el mismo, sin que puedan producirse cambios profundos a corto plazo.

Aparentemente, el conflicto sirio es un episodio más de ese cataclismo que los horteras modernos, esos que creen que no se puede manipular facebook o twiter, llaman “la Primavera Árabe”.

Sin embargo, aun con elementos comunes, como el carácter "dinástico" del régimen sirio, similar al de Mubarak en Egipto o al de Gadafi en Libia, el apoyo de los países árabes sunitas a los opositores, el predominio de facciones islamistas sunitas entre los rebeldes; las imágenes de la represión violenta del Gobierno —cortesía de Al Jazeera y Al Arabiyya, que no conviene olvidar nunca quién nos “facilita la información”—, y las exigencias de una intervención exterior para “proteger a la población”, el caso sirio tiene rasgos particulares que lo diferencian de Túnez, Libia o Egipto.

El conflicto sirio está íntimamente ligado con el desarrollo del programa nuclear iraní y con los intentos de Israel, de eso que llamamos Occidente y de los países árabes sunitas de impedir que Irán obtenga armamento nuclear. Esta relación se basa en que la principal baza iraní para impedir una acción armada de Occidente es el cierre al tráfico marítimo del Estrecho de Ormuz, que podría ser mitigado desviando el petróleo del Golfo Pérsico hacia el Mediterráneo a través de los oleoductos sirios. Si Siria apoya a Irán, el impacto del cierre del Estrecho de Ormuz es difícilmente evitable; mientras que si Siria permite el uso de sus oleoductos, el impacto sería mucho menor. Igualmente una Siria sunita permitiría a los árabes apoyar a sus correligionarios iraquíes, limitando la influencia iraní sobre el Gobierno iraquí…