dimanche 28 février 2010

Dios nos habla, escuchémosle

Hoy las lecturas de la Santa Misa han sido especialmente reveladoras. Sin duda Dios Nuestro Señor interviene siempre en nuestros miserables debates con voz alta y clara. Sólo hace falta querer escucharle.

Tras leer la reflexión que ayer publicaba Astigarraga en Núcleo de la Lealtad sobre la responsabilidad personal de Juan Carlos de Borbón en la sanción, promulgación y orden de inmediata publicación de la ley del aborto, oír en el Salmo “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?” me ha resultado reconfortante.

Debo reconocer que también me reconforta un poco el hecho de que Joaquín Manuel Montero, teniente de alcalde de Paradas (Sevilla), haya solicitado la baja como militante del PSOE, después de que se aprobara en el Senado la citada ley del aborto impulsada por el Gobierno. “Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”.

Pero sin duda la carta de San Pablo a los Filipenses ha sido reveladora. “Hay muchos que andan como enemigos de la Cruz de Cristo: su paradero la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del Cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.”

El Evangelio, sublime como siempre. La Transfiguración.

Pedro, Juan y Santiago representando a toda la humanidad y, como dijo San Ambrosio, Padre de la Iglesia, Moisés representa la Ley y Elías la Profecía, junto al Verbo, Nuestro Señor Jesucristo.

San Agustín, otro Padre de la Iglesia, nos recuerda que, si bien Pedro pide tres tiendas, sólo puede haber una, ya que tras la resurrección, la Ley o la Profecía ya no sirven, desaparecen, solo queda el Verbo.

En palabras de otro de los Padres de la Iglesia, San Jerónimo, “Pedro te equivocas… no busques tres tiendas, sólo hay una, la del evangelio que recapitula la ley y los profetas”.

Que tampoco nosotros intentemos dividir lo que solamente puede ser uno.

samedi 27 février 2010

Persecución religiosa 1936

He añadido en esta bitácora un enlace permanente a la biografía de la Beata María de los Ángeles Ginard Martí, Virgen y Mártir, que fue religiosa de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico.

La Web de las hermanas es humilde pero llena de valor, como todo cuanto hacen.

Recomiendo recorrerla con detenimiento, en especial lo referente a la elaboración de Sagradas Formas y la Acción Reparadora, bajo el epígrafe general de Actividad Pastoral.
Una visita a su convento, que sigue estando en la misma calle de Madrid donde se encontraba cuando fue sacrílegamente atacado en 1936 por las hordas rojas, es siempre muy edificante.

Blanca de Navarra, 9
28010-MADRID

Los días previos a la Guerra Civil española de 1936 la Beata María de los Ángeles era consciente de la persecución religiosa que se avecinaba y se encontraba serena, tranquila, dispuesta a testimoniar su fe con ofrecimiento de su vida. A sus hermanas religiosas las alentaba a permanecer firmes en la fe y les decía: «Todo lo que nos pueden hacer a nosotras es matarnos».
El día 20 de julio de 1936 las religiosas tuvieron que salir del convento vestidas de seglares. La Beata María de los Ángeles fue acogida por los señores Medina-Ariza, que vivían en la calle Monte Esquinza, frente al convento. Desde este refugio vio con dolor cómo los rojos saqueaban el convento y destruían las imágenes y los demás objetos de la capilla.
En esta situación permaneció hasta la tarde del día 25 de agosto de 1936 en que unos milicianos de la FAI, por denuncia del portero de la casa, fueron a detenerla. Al ejecutar la detención se llevaban a una hermana de la dueña de la casa, y nuestra beata con serenidad y llena de caridad dijo a sus perseguidores: "Esta señora no es monja, dejadla, la única monja soy yo". Así salvó la vida a esta señora.
Detenida la llevaron a la checa de Bellas Artes y al anochecer del día siguiente le dieron el «paseillo» a la Dehesa de la Villa, donde la fusilaron y dejaron abandonada.
En la mañana del día 27 de agosto, el cadáver se enterró en el cementerio de la Almudena.

Terminada la Guerra fue identificado el sepulcro, y en el año 1941 fueron trasladados los restos al panteón de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico en el mismo cementerio, donde permanecieron hasta el 19 de diciembre de 1985 en que fueron trasladados al convento donde ella vivió, sito en la calle Blanca de Navarra de Madrid.

El 3 de febrero de 2005 se trasladaron los restos a la iglesia capilla de este convento.

vendredi 26 février 2010

Cartas del diablo a su sobrino

Cartas del diablo a su sobrino es el título de una novela del autor irlandés C. S. Lewis, compuesto por treinta y un cartas supuestamente escritas por el anciano diablo Escrutopo a su sobrino Orugario.

Tratemos de olvidar por un rato el tortuoso asunto de la responsabilidad del jefe del estado español en la tramitación de la execrable ley que transforma el asesinato de inocentes en un derecho, leyendo este capítulo tan ilustrativo sobre las estrategias de Satanás.

(Es evidente, pero cuando se el diablo dice El Enemigo, se refiere a Nuestro Señor Jesucristo)

Mí querido Orugario:
Hasta con Babalapo tienes que haber aprendido en la escuela la técnica rutinaria de la tentación sexual, y ya que para nosotros los espíritus, todo este asunto es considerablemente tedioso (aunque necesario como parte de nuestro entrenamiento), lo pasaré de largo. Pero en las cuestiones más amplias implicadas en este asunto creo que tienes mucho que aprender.
Lo que el Enemigo exige de los humanos adopta la forma de un dilema: o completa abstinencia o monogamia sin paliativos. Desde la primera gran victoria de Nuestro Padre, les hemos hecho muy difícil la primera. Y llevamos unos cuantos siglos cerrando la segunda como vía de escape. Esto lo hemos conseguido por medio de los poetas y los novelistas, convenciendo a los humanos de que una curiosa, y generalmente efímera, experiencia que ellos llaman "estar enamorados" es la única base respetable para el matrimonio; de que el matrimonio puede, y debe, hacer permanente este entusiasmo; y de que un matrimonio que no lo consigue deja de ser vinculante. Esta idea es una parodia de una idea procedente del Enemigo.
Toda la filosofía del Infierno descansa en la admisión del axioma de que una cosa no es otra cosa y, en especial, de que un ser no es otro ser. Mi bien es mi bien, y tu bien es el tuyo. Lo que gana uno, otro lo pierde. Hasta un objeto inanimado es lo que es excluyendo a todos los demás objetos del espacio que ocupa; si se expande, lo hace apartando a otros objetos, o absorbiéndolos. Un ser hace lo mismo. Con los animales, la absorción adopta la forma de comer; para nosotros, representa la succión de la voluntad y la libertad de un ser más débil por uno más fuerte. "Ser" significa "ser compitiendo".
La filosofía del Enemigo no es más ni menos que un continuo intento de eludir esta verdad evidente. Su meta es una contradicción. Las cosas han de ser muchas, pero también, de algún modo, sólo una. A esta imposibilidad Él le llama Amor, y esta misma monótona panacea puede detectarse bajo todo lo que Él hace e incluso todo lo que Él es o pretende ser. De este modo, Él no está satisfecho, ni siquiera Él mismo, con ser una mera unidad aritmética; pretende ser tres al mismo tiempo que uno, con el fin de que esta tontería del Amor pueda encontrar un punto de apoyo en Su propia naturaleza. Al otro extremo de la escala, Él introduce en la materia ese indecente invento que es el organismo, en el que las partes se ven pervertidas de su natural destino —la competencia— y se ven obligadas a cooperar.
Su auténtica motivación para elegir el sexo como método de reproducción de los humanos está clarísima, en vista del uso que ha hecho de él. El sexo podría haber sido, desde nuestro punto de vista, completamente inocente. Podría haber sido meramente una forma más en la que un ser más fuerte se alimentaba de otro más débil —como sucede, de hecho, entre las arañas, que culminan sus nupcias con la novia comiéndose al novio—. Pero en los humanos, el Enemigo ha asociado gratuitamente el afecto con el deseo sexual. También ha hecho que su descendencia sea dependiente de los padres, y ha impulsado a los padres a mantenerla, dando lugar así a la familia, que es como el organismo, sólo que peor, porque sus miembros están más separados, pero también unidos de una forma más consciente y responsable. Todo ello resulta ser, de hecho, un artilugio más para meter el Amor.
Ahora viene lo bueno del asunto. El Enemigo describió a la pareja casada como "una sola carne". No dijo "una pareja felizmente casada", ni "una pareja que se casó porque estaba enamorada", pero se puede conseguir que los humanos no tengan eso en cuenta. También se les puede hacer olvidar que el hombre al que llaman Pablo no lo limitó a las parejas casadas. Para él, la mera copulación da lugar a "una sola carne". De esta forma, se puede conseguir que los humanos acepten como elogios retóricos del "enamoramiento" lo que eran, de hecho, simples descripciones del verdadero significado de las relaciones sexuales. Lo cierto es que siempre que un hombre yace con una mujer, les guste o no, se establece entre ellos una relación trascendente que debe ser eternamente disfrutada o eternamente soportada. A partir de la afirmación verdadera de que esta relación trascendente estaba prevista para producir —y, si se aborda obedientemente, lo hará con demasiada frecuencia— el afecto y la familia, se puede hacer que los humanos infieran la falsa creencia de que la mezcla de afecto, temor y deseo que llaman "estar enamorados" es lo único que hace feliz o santo el matrimonio. El error es fácil de provocar, porque "enamorarse" es algo que con mucha frecuencia, en Europa occidental, precede matrimonios contraídos en obediencia a los propósitos del Enemigo, esto es, con la intención de la fidelidad, la fertilidad y la buena voluntad; al igual que la emoción religiosa muy a menudo, pero no siempre, acompaña a la conversión. En otras palabras, los humanos deben ser inducidos a considerar como la base del matrimonio una versión muy coloreada y distorsionada de algo que el Enemigo realmente promete como su resultado. Esto tiene dos ventajas. En primer lugar, a los humanos que no tienen el don de la continencia se les puede disuadir de buscar en el matrimonio una solución, porque no se sienten "enamorados" y, gracias a nosotros, la idea de casarse por cualquier otro motivo les parece vil y cínica. Sí, eso piensan. Consideran el propósito de ser fieles a una sociedad de ayuda mutua, para la conservación de la castidad y para la transmisión de' la vida, como algo inferior que una tempestad de emoción. (No olvides hacer que tu hombre piense que la ceremonia nupcial es muy ofensiva.) En segundo lugar, cualquier infatuación sexual, mientras se proponga el matrimonio como fin, será considerada "amor", y el "amor" será usado para excusar al hombre de toda culpa, y para protegerle de todas las consecuencias de casarse con una pagana, una idiota o una libertina. Pero ya seguiré en mi próxima carta.
Tu cariñoso tío,
ESCRUTOPO

Agradecimiento por la Gracia de Dios

(La obra principal de Tomás de Kempis, La Imitación de Cristo, ha sido el libro católico más editado del mundo después de la Biblia)

1. ¿Por qué buscas descanso
si has nacido para el trabajo?
Disponte más bien para el sufrimiento
que para las satisfacciones
y a cargar con la cruz más que con la alegría.
¿Quién no acogería con gusto
la satisfacción y felicidad espiritual
si siempre pudiera tenerlas?
Porque las satisfacciones espirituales
exceden a todas las ventajas del mundo
y a los estímulos de la sensualidad.
Toda satisfacción deshonesta
esta vacía de contenido o es vergonzosa.
Las satisfacciones espirituales
de verdad son alegres y honestas
engendradas por las virtudes
e infundidas por Dios en los corazones limpios.
Pero estas consolaciones divinas
nadie puede gozarlas continuamente como quiere
porque el tiempo de la tentación nunca termina.

2. Mucho contraría la visita de Dios
la equivocada libertad de ánimo
y la exagerada confianza en uno mismo.
Dios nos hace bien otorgándonos la gracia de la consolación
pero la persona actúa mal
cuando no retribuye con agradecimiento profundo
los dones que recibe de Dios.
Y por eso fluyen poco en nosotros los dones de la gracia,
porque somos ingratos con el Autor
y no los atribuimos a la fuente original.
Siempre se favorece al que sabe agradecer
y se le sustrae al supervalorado lo que se acostumbra dar al humilde.

3. No deseo satisfacciones
que me quiten los deseos de conversión
ni quiero contemplación
que me conduzca a la soberbia.
No es santo todo lo sublime, ni bueno todo lo agradable,
ni puro todo lo deseado, ni todo lo querido es agradable a Dios.
Con gusto acepto las inspiraciones que me hagan
más humilde y respetuoso de Dios
y me preparen mejor para abandonar lo malo en mí.
El enseñado con el don de la gracia
y el erudito por el dolor de haberla perdido
ni se atreverá a atribuirse el menor bien
salvo el reconocimiento de su pobreza y desnudez.
Dale a Dios lo que es de Dios
y asígnate a ti lo que es tuyo
o sea que debes agradecer a Dios su gracia,
y atribuirte a ti sólo la culpa
y la justa tristeza que debes sentir por esa culpa.

4. Ubícate siempre al último y te darán el mejor lugar
porque no se obtiene lo máximo sin lo menor.
Los más grandes santos ante Dios
se sienten ínfimos ante sí mismos
y mientras más lo engrandecen
más pequeños se reconocen.
Llenos de la verdad y del resplandor del cielo
no codician alabanzas insustanciales.
En Dios cimentados y asegurados
de ningún modo se dejan elevar,
asignan a Dios todo lo bueno que tienen
y no buscan felicitarse unos a otros
sino procurar la alabanza que sólo a Dios pertenece
y desean homenajearlo a Él por encima de todos
con ellos mismos y con todos los santos
y siempre, es éste su único objetivo.

5. Sé agradecido por lo menor
y serás merecedor de recibir mucho más.
Considera en mucho lo poco que recibes
y lo más despreciable por un regalo muy especial.
Si te fijas en la calidad del Donante
nada de lo que te dé considerarás pequeño o sin valor.
No existe nada pequeño
cuando Dios mismo lo otorga.
Incluso si se recibe penas y castigos
debe agradecerse
porque siempre es para nuestra salvación
todo lo que permite que nos venga.
El que desea conservar la gracia de Dios
debe saber agradecer cada favor
y sufrir con paciencia cuando falta,
rece para que la gracia vuelva
y sea cuidadoso y humilde para no perderla.

Placeres

Aunque ciertamente este mundo es «un valle de lagrimas» como bien sabemos los que todavía acostumbramos a orar empleando las maravillosas oraciones que nos enseñaron los que nos han precedido en la fe, Dios Nuestro Señor puso también en la tierra múltiples elementos placenteros que, empleados de un modo adecuado, son paz para el espíritu, luz para el alma y descanso para el cuerpo.
Sin duda la literatura es uno de los mayores, así como la música y otras artes como la pintura o la escultura, e incluso el cine. En todos los casos, la primera dificultad consiste en encontrar el libro adecuado, o el concierto, museo, película...

Como dice Robert Musil en “El hombre sin atributos”, otro libro que merece ser leído, la cultura es la sal que hace disfrutar de los placeres, pero a la alta sociedad no le gustan los platos demasiado salados.

En estos días he tenido la magnifica experiencia de conjugar dos de mis placeres favoritos, la literatura y la gastronomía.

Todo empezó además gracias al cine. Cada vez me resulta más y más difícil encontrar una película para disfrutar con mi mujer y mis hijos, sin el temor a escuchar permanentemente palabras malsonantes, escenas pornográficas, exaltación del pecado nefando u otras practicas gravemente inmorales... ¡incluso en las películas infantiles! De hecho hace poco, gracias al diario La Razón, hemos podido disfrutar por fin todos juntos en casa, de esa deliciosa película que se llamo La Gran Familia, que a mis hijos, que la desconocían, les ha encantado, hasta el punto de que mi pequeña, que siempre había dicho que quería ser jueza para meter en la cárcel “a todos los malos”, ahora quiere ser arquitecta como el hijo mayor de Alberto Closas en la película.

En fin, la película de la que quería hablar se llama Julie & Julia. Es de Meryl Streep y trata sencillamente del arte de la cocina y el modo tan diferente en que puede influir a personas absolutamente distintas, teniendo a la vez similitudes remarcables. La recomiendo a todos los amantes del buen cine, de la buena gastronomía, o de ambas como es mi caso.

A raíz de la película decidí regalar a mi mujer, que es una cocinera extraordinaria, o quizás a mi mismo, no sé, la ultima edición de la Larousse Gastronómica, una obra magnifica, algo cara eso si, brillantemente redactada, documentada, ilustrada e impresa. Yo la compré en francés pero creo que hay edición en castellano.

Poco tiempo después, un amigo francés con el que acostumbro a pasar veladas apasionantes de tertulia mientras compartimos algunas botellas de buen vino y disfrutamos de algunas viandas, hablando del tema, me mostró un auténtico tesoro que tenía en su siempre bien surtida biblioteca personal, una edición del mítico Gran Diccionario de la Cocina de Alejandro Dumas, reeditado en el año 2000 con una coleccion de mas de 500 grabados de época. Impresionante.

De hecho Dumas tiene su propia entrada en la Larousse Gastronómica, mientras que, por ejemplo, Marcel Proust sólo es mencionado en el artículo sobre las magdalenas, por razones obvias para el que haya leído el primer volumen de “A la búsqueda del tiempo perdido”.

Por el momento estoy intentando conseguirlo mientras leo el texto original que encontré en Internet. Es una autentica delicia. Por desgracia puedo confirmar que no hay ediciones en castellano.

Lo que de nuevo me lleva a la recurrente reflexión sobre el contrasentido que constituyen la increíble cantidad de libros que se publican cada año en España, y en el resto del mundo, la inmensa mayoría de los cuales son una absoluta basura, que únicamente sirven para alejar a los posibles lectores de la sabiduría, estilo y brillantez de los clásicos.

Es lo mismo que comprar un mueble de Ikea pudiendo encontrar por el mismo precio, o a veces más baratos, muebles antiguos que pueden restaurarse fácilmente y que llenan nuestras humildes moradas de nobleza, fiabilidad, historia...

Para un viernes de cuaresma, día de abstinencia, ya basta de hablar de cocina y otros placeres. Hoy toca releer un poco el Kempis.

Gracias

Hoy es viernes de Cuaresma, un día para recordar que Dios envió al mundo a su Hijo para que muriese por nuestros pecados una muerte de Cruz.
Es un día para la conversión y la penitencia, pero yo, seguramente debido a que estoy recién confesado, lo que siento en este día son ganas de dar gracias a Dios, una costumbre cada vez menos extendida.
Cuando esta mañana me dirigía al trabajo en mi coche, escuchando la sinfonía n. º 40 en sol menor de Mozart y con el libro que ayer, sin otro motivo que el amor que me profesa, me regaló mi esposa, el mayor regalo que me ha hecho Dios Nuestro Señor, colocado sobre el salpicadero, mi alma ardía en deseos de dar gracias.
Gracias Señor por mis padres, que me educaron en seno de la Santa Madre Iglesia y me enseñaron con su ejemplo que con la ayuda de Dios, el amor de los esposos puede superar cualquier dificultad, gracias a los hermanos Maristas en cuyas aulas pase tantos años formándome, encontrando entre sus muros los pocos amigos que de verdad merecen ese nombre.
Gracias sobre todo y ante todo por mi esposa, sin cuya presencia a mi lado yo ya no sería yo, que sabe templar mi carácter y cada día hace posible el milagro de mi familia.
Gracias también por mis hijos, que representan la inmortalidad de mi familia, cuyo antiquísimo legado se encargarán de mantener.
Y gracias sobre todo por darme tantas oportunidades de proclamar el Evangelio cada día, en medio de esta sociedad que ha decido vivir a espaldas de Dios. Gracias por hacerme vivir en esta Europa que es hoy más que nunca tierra de misión.

jeudi 25 février 2010

O tempora, o mores

En una fecha tan terrible para nuestra Patria, como es ésta en la que descuartizar en vida a un niño en el vientre de su madre ha sido elevado legalmente al rango de derecho, me invaden el dolor y la desesperación.
Volver a insistir en que nos encontramos ante un crimen horrendo, parece inútil. Y las aparentemente bien intencionadas iniciativas para movilizar a la sociedad ante esta aberración, contribuyen a confundir aun más al pueblo de Dios.
Someter el asesinato de inocentes a referéndum, impugnar el voto de un senador socialista, dueño de centros criminales abortistas de pago y además miembro de ETA, son iniciativas tan absurdas como las declaraciones que leí ayer del embajador español ante la Santa Sede, un tal Francisco Vázquez, que espero borrar de mi memoria lo antes posible, sumergiéndome en la lectura del libro sobre los Apóstoles y los primeros discípulos de Cristo, recopilación de las catequesis del Santo Padre al respecto, que es otro de los libros que tengo actualmente en la mesilla y recomiendo encarecidamente.
Prefiero distraer un poco la atención hacia la noticia de que un tal Nacho Uriarte, presidente de Nuevas Generaciones del Partido Popular, diputado y miembro de la comisión de Seguridad Vial del Congreso, fue sorprendido el pasado viernes en un control de tráfico, cuando el coche que conducía se vio implicado en una colisión con otro turismo en el centro de Madrid, con una tasa de alcoholemia superior a la permitida.
Me importa un rábano si el mozalbete, de 29 años de edad, dimite de su cargo o continua viviendo a expensas del erario público. Uno más al fin y al cabo.
La reflexión que me interesa es más la de la virtud cívica ejemplar exigible a un cargo público.
O tempora, o mores, que diría Marcus Tullius Cicero, que él si que fue un senador ejemplar y virtuoso, aparte de jurista, político, filósofo y escritor, independientemente del grupo político romano de los tiempos gloriosos de la república al que uno sea más afín.
¿Cómo se puede esperar nada bueno de una sociedad cuyos próceres son únicamente ejemplo de corrupción, vicio, degeneración moral absoluta...? ¿Y el modelo de juventud que proponen las organizaciones políticas está representado por niñatos como éste o como los que acuden, no todos los días, a las universidades privadas carísimas, con los ojos ensangrentados por la cocaína de la noche anterior? Del modelo que proponen otras formaciones políticas mejor ni hablar.
Ya sé que este incidente no es nada comparado con el nivel de podredumbre moral de la llamada clase política, pero el hecho de tratarse de la cabeza visible del movimiento político juvenil de una de las principales formaciones políticas de España lo hace especialmente preocupante.
Como no puede ser de otra manera, sólo nos cabe rogar a Nuestro Señor Jesucristo que nos conceda valentía para denunciar la degeneración en toda ocasión y defender la verdad sin miedo ni vergüenza.
Cada vez que lo hagamos y sintamos a nuestro alrededor esa mirada mezcla de extrañeza y conmiseración, sentiremos que seguimos en el buen camino, el único que queremos seguir.

Cuaresma 2010

Sea mi primera intervención ceder la palabra a nuestro Sumo Pontífice:

MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 2010

« La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo » (cf. Rm 3,21-22)

Queridos hermanos y hermanas:

Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: «La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo» (cf. Rm 3,21-22).

Justicia: “dare cuique suum”

Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra “justicia”, que en el lenguaje común implica “dar a cada uno lo suyo” - “dare cuique suum”, según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste “lo suyo” que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia “distributiva” no proporciona al ser humano todo “lo suyo” que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si “la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios” (De Civitate Dei, XIX, 21).

¿De dónde viene la injusticia?

El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre... Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas” (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene “de fuera”, para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar ―advierte Jesús― es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: “Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre” (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?

Justicia y Sedaqad

En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que “levanta del polvo al desvalido” (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad,. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en “escuchar el clamor” de su pueblo y “ha bajado para librarle de la mano de los egipcios” (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un “éxodo” más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?

Cristo, justicia de Dios

El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: “Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).

¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la “propiciación” tenga lugar en la “sangre” de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la “maldición” que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la “bendición” que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de “lo suyo”? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.

Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.

Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.

Vaticano, 30 de octubre de 2009

BENEDICTUS PP. XVI

Presentación

Escribir mi primera intervención este cuaderno electrónico precisamente en tiempo de Cuaresma me parece una buena señal. Es un tiempo para la reflexión, que finalmente es de lo que se trata y lo que más falta nos hace en estos tiempos de tribulación en los que vivimos.
El título que he escogido, La Comedia Humana, hace referencia por supuesto al magnífico conjunto de obras literarias en las que Honoré de Balzac describe la sociedad francesa. El título que eligió Balzac hace referencia a La Divina Comedia de Dante.
Eso es lo que nos toca, reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos, con la vista puesta siempre en las alturas para no caer en la desesperación, como corresponde a esos pesimistas esperanzados que somos los católicos. Por eso he añadido como subtítulo la cita del Apocalipsis en la que San Juan nos ofrece la esperanza de la salvación a cambio del arrepentimiento y la conversión.
El primer libro de La Comedia Humana, Los Chuanes, trata de la resistencia de los franceses, leales a la monarquía y a la Santa Madre Iglesia, contra la revolución. De ahí he rescatado la figura de Alphonse de Montauran para ocultar mi identidad, que, bien a mi pesar, me es imposible revelar.
La similitud entre “los chuanes”, les chouans en francés, y nuestros gloriosos “carlistas” es más que evidente. Nunca viene mal darse cuenta de que uno no esta solo en la lucha.
El escudo de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, los famosos templarios, me la ha sugerido el libro que tengo ahora en mi mesilla. Por el momento está publicado únicamente en francés, ya que es de reciente aparición, pero espero que no tarde en estar disponible en la lengua de Cervantes ya que es muy ilustrativo. Se titula “Le roman des rois. Les Grands Capétiens” y es de Max Gallo.
Al fin y al cabo los Borbones son también Capetos, y la flor de lis representa desde siempre, en España como en Francia, la lealtad a la Monarquía Católica Tradicional.
Solo me queda, para cerrar esta pequeña presentación de mi cuaderno, pedir al Espíritu Santo sus dones, sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
“Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor–y lo inspirará el temor del Señor–. El no juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir: juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres de país; herirá al violento con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas.” Isaías 11: 1 - 5