mardi 25 juin 2013

Sangre y arena, alma de España (II)

INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA TAUROMAQUIA

Por Juan Ortega Marín

La Fiesta es una tradición de siglos de juegos con el toro y poner la vida en juego. Todos los hombres como individuos y como género necesitamos reafirmarnos constantemente y medirnos hasta donde somos capaces de llegar.

¿Qué necesidad existe de llevar la vida hasta el límite? La respuesta es reafirmarse. Ser más capaz que nadie. Esta necesidad la llevamos dentro y los toros son una de sus manifestaciones.

¿De dónde vienen los toros tal como los conocemos hoy día? En España las fiestas de toros existían en Al-Andalus y en la España Cristiana. En ambas partes se jugaba con toros. También está la idea del cazador que caza al toro para comer su carne y aprovechar su piel.

Otra aspecto sobre el origen del enfrentamiento al Toro, es la idea de Poder. El Hombre es muy poca cosa. Esta idea hoy se ha perdido. Hoy el Hombre se cree muy importante. Tenemos medicinas, nadie se muere, hemos desterrado a la Muerte. Sin embargo hace años estábamos a disposición de las inclemencias del tiempo, a disposición de los animales, todo nos daba susto. Pese a que todo esto ha cambiado, necesitamos seguir demostrándonos que podemos hacer cosas que los demás no hacen. Y esto consigue reafirmarnos como género.

La práctica de la lucha con el Toro quedó circunscrita a la Península Ibérica. ¿Por qué? La respuesta es porque cada sociedad elige su modo de vida. En España se produjo una de esas elecciones en el Siglo XVIII con la llegada del rey Felipe V. Este primer Borbón en España, no gustaba de las fiestas de los toros y procuró apartar a la nobleza de ellos, que hasta entonces tenían como una de sus dedicaciones alancear toros. Esto abrió las puertas, según los eruditos, a que el vulgo (el pueblo llano) llegase a la Fiesta volviéndose algo popular.

Hay muchas tauromaquias que han llegado hasta hoy día, como por ejemplo los recortadores que con gallardía y valor se juegan la vida, por unos modestos honorarios, ante toros grandes y en puntas que a otros darían pavor.

Por otro lado, en Cádiz, Granada, todo el Levante, Cataluña, Castilla y en el Norte de España, se realizan muchos juegos con el toro en las calles. Este es el origen de la Fiesta, enfrentarse y poder a los toros. Ponerse delante para quitarse lo más rápido posible y de la forma más limpia.

En el Siglo XVIII empiezan los primeros toreros que hacen alardes de valentía como por ejemplo Martincho que Goya recreó en sus grabados. Las primitivas tauromaquias van evolucionando hasta hoy. Los toros de aquellas épocas eran salvajes. Hoy también lo son pero con la selección tienen determinadas características.

El enfrentamiento con el Toro es a muerte. El Toro representa el poder de la tierra que es un medio hostil para el hombre. La dureza de la tierra. El Toro representa aquello que más miedo puede dar. El hombre se enfrenta con su miedo. Con esto el hombre persigue el poder. Las descargas químicas del organismo producidas por ese miedo terminan dando placer. Posteriormente la Fiesta se regula. Hay quien idea la capa que no es más que un burladero móvil, una defensa. La muleta viene a sustituir al sombrero grande para matar al toro. Lleva un palo (estaquillador) para hacer el trapo más grande y engañar mejor al toro. Luego surge picar a los toros. Las plaza se construyen redondas para evitar que los toros se aquerencien en las esquinas de las antiguas plazas, lo que provocaba que tuvieran que matarse desde la barrera. Todo se fue reglamentando hasta hoy.

La técnica ha cambiado hoy y ya no consiste en huir del toro, el toro lo amoldamos a nuestro poder.

Con Belmonte cambió la concepción de “o te quitas tú o te quita el toro”. Esto fue una evolución.

Hoy día nos reunimos en una plaza de toros para ver a alguien que en nombre de todos nosotros es capaz de hacer más que todos nosotros y al que admiramos. La distancia que existe entre nosotros y el torero es pensar que no somos capaces de realizar lo que el matador hace en la arena.

En el momento en el que tomemos conciencia de que somos capaces de hacer lo mismo dejaremos de ir a la plaza. El torero es el valedor de todos nosotros. Por eso lo admiramos. Por eso la Fiesta tiene la transcendencia de algo que ha nacido de nuestro propio ser y de nuestra propia cultura. Por eso la Fiesta ni se puede ni se debe eliminar jamás. Porque la Fiesta sale de nuestro sentimientos más inenarrables. Aquel que se quede en la sangre, se queda en lo salvaje. El que transcienda y sea capaz de ver más allá, le estará cogiendo el sentido a la Fiesta. Por eso nosotros estamos obligados a recoger esta antorcha de la mano de quien la ha llevado antes.

La Fiesta hoy día compite con otros muchos espectáculos, pero no ha perdido su esencia.

El hombre sigue queriendo probarse de lo que es capaz. La Fiesta sigue teniendo diez minutos mágicos cuando toro y torero se encierran en ese círculo mágico y nos demuestran de lo que es capaz el Hombre, de su fuerza, de su capacidad para llegar al límite. Eso mismo es lo que admiraban nuestros antepasados.

Tenemos una fiesta española que podrá gustar o no, pero no se puede entender la Fiesta sin España ni España sin toros. Si la Fiesta desaparece será una mancha una vergüenza que deberemos portar todos.

La capacidad del torero, su generosidad y su hombría genera la admiración, porque se juega la vida. Nos hace a todos más fuertes. Esa es la razón de ser de la Fiesta.



lundi 24 juin 2013

Sangre y arena, alma de España

El viernes terminó el curso para los estudiantes, entre otros para los tres que tengo en casa que cursan educación primaria, secundaria y bachillerato. Desde la salida de las clases empezamos con el ritual más o menos habitual de despedidas, proyectos, planes, etc.

Aunque no tenemos costumbre de hacer regalos de fin de curso, el mayor suele pedir casi siempre lo mismo cuando los resultados del curso son satisfactorios, ir a los toros.

Casualmente ayer domingo había buen cartel en la plaza de León, Fandi, Ponce y Padilla, así que me faltó tiempo para sacar entradas y disponerme a pasar una tarde espectacular padre-hijo.

La tarde efectivamente fue espectacular, no haré la crónica taurina, que se la dejo a los expertos, pero como apasionados del arte de la tauromaquia lo que podemos decir, mi hijo y yo, es que no existe un espectáculo que se pueda comparar a éste.

Como es imposible imaginar que el que haya visto corridas como la de ayer no se enamore para siempre del toreo, y más siendo español, suponemos que los “antitaurinos” nunca han presenciado una tarde de toros en la plaza.

No se puede pedir más, arte, belleza, riesgo, valor, entrega, lucha, hombría de bien, virilidad, sangre, arena…

Las mejores cosas de la vida, las de verdad, la Verdad con mayúsculas, son las cosas que no pueden razonarse, que no entran en los límites de la lógica, las que se conocen con el alma.



vendredi 21 juin 2013

La única primavera es la fidelidad a Cristo y a su Iglesia


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL DE ALEMANIA

COLONIA, 5-9 DE JUNIO DE 2013

A los queridos hermanos
el cardenal Joachim Meisner
arzobispo de Colonia;
monseñor Robert Zollitsch
presidente de la Conferencia episcopal alemana


Bajo el lema «Señor, ¿a quién iremos?» (Jn 6, 68) se reúnen en estos días los católicos de Alemania, así como los fieles provenientes de países vecinos con ocasión del Congreso eucarístico nacional en Colonia. El acontecimiento se integra dentro de una larga tradición de veneración de la Eucaristía presente en esta ciudad, una de las primeras en celebrar, a partir del siglo XIII, la fiesta de Corpus Christi con la procesión del Santísimo Sacramento, y sede de un Congreso eucarístico mundial en 1909. De modo que envío gustosamente desde Roma al cardenal Paul Josef Cordes como mi enviado especial para manifestar mi viva comunión espiritual con los católicos alemanes, y para expresar la comunión universal de la Iglesia. Que el Padre celestial done a todos los participantes abundantes frutos de gracia de la adoración al Cristo eucarístico.

«Señor, ¿a quién iremos?». Con tal pregunta, ante la incomprensión de muchos oyentes de Cristo, que querrían aprovecharse de forma egoísta de Él, san Pedro se hace portavoz de los seguidores fieles. Los discípulos no se detienen en la complacencia mundana de aquellos que se han saciado (cf. Jn 6, 26) y que sin embargo, se afanan por el alimento que no dura (cf. Jn 6, 27). Pedro, ciertamente, también conoce el hambre; durante mucho tiempo no había encontrado el alimento que pudiera saciarle. Después entró en relación con el hombre de Nazaret. Le siguió. Ahora él conoce a su Maestro no sólo porque oyó hablar de Él. En las relaciones cotidianas con Él fue creciendo una confianza sin reservas. Ésta es la fe en Jesús; y no sin razón Pedro espera del Señor la deseada vida en abundancia (cf. Jn 10, 10).

«Señor, ¿a quién iremos?». También nosotros, miembros de la Iglesia de hoy, nos hacemos esta pregunta. Aunque ésta es quizás más titubeante en nuestra boca que en labios de Pedro, nuestra respuesta, como la del Apóstol, sólo puede ser la persona de Jesús. Ciertamente Él vivió hace dos mil años. Sin embargo nosotros le podemos encontrar en nuestro tiempo cuando escuchamos su Palabra y estamos cerca de Él, de un modo único, en la Eucaristía. El Concilio Vaticano II la llama «acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia» (Sacrosantum Concilium, 7). ¡Que en nosotros la santa misa no caiga en una routine superficial! ¡Que alcancemos cada vez más su profundidad! Es precisamente ella la que nos introduce en la inmensa obra de salvación de Cristo, la que afina nuestra vida espiritual para alcanzar su amor: su «profecía en acto» con la cual, en el Cenáculo dio inicio al don de Sí mismo en la cruz; su victoria irrevocable sobre el pecado y sobre la muerte, que anunciamos con orgullo y de un modo alegre. «Es necesario aprender a vivir la santa misa», dijo un día el beato Juan Pablo II en un seminario romano, a los jóvenes que le preguntaron por el recogimiento profundo con el que celebraba (Visita al Colegio pontificio germánico húngaro, 18 de octubre de 1981). «¡Aprender a vivir la santa misa!». A esto nos ayuda, nos introduce, estar en adoración delante del Señor eucarístico en el sagrario y recibir el sacramento de la reconciliación.

«Señor, ¿a quién iremos?». Esta pregunta la plantean, en definitiva, algunos contemporáneos, que —lúcidamente o con una idea todavía oscura— van en busca del Padre de Jesucristo. A ellos el Redentor les quiere salir al encuentro a través de nosotros, quienes, gracias al bautismo, llegamos a ser sus hermanos y hermanas, y que, en la Eucaristía, recibimos la fuerza para llevar junto a Él su misión de salvación. Debemos anunciarles con nuestra vida y con nuestras palabras aquello que hemos reconocido junto a Pedro y los demás apóstoles: «Señor, tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 68). Nuestro testimonio les inflamará así como nosotros hemos sido inflamados por Cristo. Todos nosotros, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, tenemos la tarea de llevar a Dios al mundo y el mundo a Dios.

Encontrar a Cristo, confiarse a Cristo, anunciar a Cristo —son los pilares de nuestra fe, que se centran, siempre de nuevo, en el punto focal de la Eucaristía. La celebración del Congreso eucarístico, durante este Año de la fe, anuncia con renovada alegría y certeza: el Señor de la Iglesia vive en ella. Con mi cordial saludo imparto de corazón a todos vosotros la bendición apostólica.


Vaticano, 30 de mayo de 2013, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Franciscus PP


jeudi 20 juin 2013

Más claro, agua

Del poder de la ley humana (Suma teológica - Parte I-IIae - Cuestión 96)

Las leyes dadas por el hombre, o son justas, o son injustas. En el primer caso tienen poder de obligar en conciencia en virtud de la ley eterna, de la que se derivan, según aquello de Prov 8,15: Por mí reinan los reyes y los legisladores determinan lo que es justo. Ahora bien, las leyes deben ser justas por razón del fin, es decir, porque se ordenan al bien común; por razón del autor, esto es, porque no exceden los poderes de quien las instituye, y por razón de la forma, o sea, porque distribuyen las cargas entre los súbditos con igualdad proporcional y en función del bien común. Pues el individuo humano es parte de la sociedad, y, por lo tanto, pertenece a ella en lo que es y en lo que tiene, de la misma manera que la parte, en cuanto tal, pertenece al todo. De hecho vemos que también la naturaleza arriesga la parte para salvar el todo. Por eso estas leyes que reparten las cargas proporcionalmente son justas, obligan en conciencia y son verdaderamente legales.

A su vez, las leyes pueden ser injustas de dos maneras. En primer lugar, porque se oponen al bien humano, al quebrantar cualquiera de las tres condiciones señaladas: bien sea la del fin, como cuando el gobernante impone a los súbditos leyes onerosas, que no miran a la utilidad común, sino más bien al propio interés y prestigio; ya sea la del autor, como cuando el gobernante promulga una ley que sobrepasa los poderes que tiene encomendados; ya sea la de la forma, como cuando las cargas se imponen a los ciudadanos de manera desigual, aunque sea mirando al bien común. Tales disposiciones tienen más de violencia que de ley. Porque, como dice San Agustín en I De lib. arb.: La ley, si no es justa, no parece que sea ley. Por lo cual, tales leyes no obligan en el foro de la conciencia, a no ser que se trate de evitar el escándalo o el desorden, pues para esto el ciudadano está obligado a ceder de su derecho, según aquello de Mt 5,40.41: Al que te requiera para una milla, acompáñale dos; y si alguien te quita la túnica, dale también el manto.

En segundo lugar, las leyes pueden ser injustas porque se oponen al bien divino, como las leyes de los tiranos que inducen a la idolatría o a cualquier otra cosa contraria a la ley divina. Y tales leyes nunca es lícito cumplirlas, porque, como se dice en Act 5,29: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

mercredi 19 juin 2013

Con Franco vivíamos mejor ¡sin duda!

2013: José de la Cavada se disculpa, pero insiste en debatir los permisos por fallecimiento. (La polémica es la última del directivo de la CEOE, que ya tiene varias en su haber. Trabajo sancionó al director de Relaciones Laborales de la CEOE por vejar a sus subordinados El directivo de la patronal propuso un contrato para jóvenes sin derechos sociales.)

1938: Fuero del Trabajo (Extracto):

Renovando la tradición católica de justicia social y alto sentido humano que informó la legislación de nuestro glorioso pasado, el Estado asume la tarea de garantizar a los españoles la Patria, el Pan y la Justicia.

Para conseguirlo atendiendo, por otra parte, a robustecer la unidad, libertad y grandeza de España acude al plano de lo social con la voluntad de poner la riqueza al servicio del pueblo español, subordinando la economía a la dignidad de la persona humana, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y las exigencias de su vida intelectual, moral, espiritual y religiosa.

Y partiendo de una concepción de España como unidad de destino, manifiesta, mediante las presentes declaraciones, su designio de que también la producción española, en la hermandad de todos sus elementos, constituya una unidad de servicio a la fortaleza de la Patria y al bien común de todos los españoles.

El Estado español formula estas declaraciones, que inspiraran su política social y económica, por imperativos de justicia y en el deseo y exigencia de cuantos habiendo laborado por la Patria forman, por el honor, el valor y el trabajo, la más adelantada aristocracia de esta era nacional. Ante los españoles, irrevocablemente unidos en el sacrificio y en la esperanza, declaramos:


…El trabajo es la participación del hombre en la producción mediante el ejercicio voluntariamente prestado de sus facultades intelectuales y manuales, según la personal vocación, en orden al decoro y holgura de su vida y al mejor desarrollo de la economía nacional… Por ser esencialmente personal y humano, el trabajo no puede reducirse a un concepto material de mercancía, ni ser objeto de transacción incompatible con la dignidad personal de quien lo preste… El derecho de trabajar es consecuencia del deber impuesto al hombre por Dios, para el cumplimiento de sus fines individuales y la prosperidad y grandeza de la Patria… El Estado valora y exalta el trabajo, fecunda expresión del espíritu creador del hombre y, en tal sentido, lo protegerá con la fuerza de la ley, otorgándole las máximas consideraciones y haciéndole compatible con el cumplimiento de los demás fines individuales, familiares y sociales… El trabajo, como deber social, será exigido inexcusablemente, en cualquiera de sus formas, a todos los españoles no impedidos estimándolo tributo obligado al patrimonio nacional… El trabajo constituye uno de los más nobles atributos de jerarquía y de honor, y es título suficiente para exigir la asistencia y tutela del Estado… Servicio es el trabajo que se presta con heroísmo, desinterés o abnegación, con ánimo de contribuir al bien superior que España representa… Todos los españoles tienen derecho al trabajo. La satisfacción de este derecho es misión primordial del Estado...

…El Estado se compromete a ejercer una acción constante y eficaz en defensa del trabajador, su vida y su trabajo. Limitará convenientemente la duración de la jornada para que no sea excesiva, y otorgará al trabajo toda suerte de garantías de orden defensivo y humanitario. En especial prohibirá el trabajo nocturno de las mujeres y niños, regulará el trabajo a domicilio y liberará a la mujer casada del taller y de la fábrica

El Estado mantendrá el descanso dominical como condición sagrada en la prestación del trabajoSin pérdida de la retribución y teniendo en cuenta las necesidades técnicas de las empresas, las leyes obligarán a que sean respetadas las fiestas religiosas y civiles declaradas por el Estado

…Todo trabajador tendrá derecho a unas vacaciones anuales retribuidas para proporcionarle un merecido reposo, organizándose al efecto las instituciones que aseguren el mejor cumplimiento de esta disposición... La retribución del trabajo será, como mínimo, suficiente para proporcionar al trabajador y su familia una vida moral y digna... Se establecerá el subsidio familiar por medio de organismos adecuados… Gradual e inflexiblemente se elevará el nivel de vida de los trabajadores, en la medida que lo permita el superior interés de la Nación…

… El Estado fijará las bases mínimas para la ordenación del trabajo, con sujeción a las cuales se establecerán las relaciones entre los trabajadores y las empresas. El contenido primordial de dichas relaciones será tanto la prestación del trabajo y su remuneración, como la ordenación de los elementos de la empresa, basada en la justicia, la recíproca lealtad y la subordinación de los valores económicos a los de orden humano y social

El Estado velará por la seguridad y continuidad en el trabajo...

… El artesanado herencia viva de un glorioso pasado gremial será fomentado y eficazmente protegido por ser proyección completa de la persona humana en su trabajo y suponer una forma de producción igualmente apartada de la concentración capitalista y del gregarismo marxista

… La Empresa, como unidad productora, ordenará los elementos que la integran en una jerarquía que subordine los de orden instrumental a los de categoría humana y todos ellos al bien común… La dirección de la empresa será responsable de la contribución de ésta al bien común de la economía nacional… El beneficio de la empresa, atendido un justo interés del capital, se aplicará con preferencia a la formación de las reservas necesarias para su estabilidad, al perfeccionamiento de la producción y al mejoramiento de las condiciones de trabajo y vida de los trabajadores

…El crédito se ordenará en forma que, además de atender a su cometido de desarrollar la riqueza nacional, contribuya a crear y sostener el pequeño patrimonio agrícola, pesquero, industrial y comercial... La honorabilidad y la confianza, basada en la competencia y en el trabajo, constituirán garantías efectivas para la concesión de créditos... El Estado perseguirá implacablemente todas las formas de usura...

…Se incrementarán los seguros sociales de vejez, invalidez, maternidad, accidentes del trabajo, enfermedades profesionales, tuberculosis y paro forzoso, tendiéndose a la implantación de un seguro total. De modo primordial se atenderá a dotar a los trabajadores ancianos de un retiro suficiente...

…La disminución dolosa del rendimiento en el trabajo habrá de ser objeto de sanción adecuada… En general, el Estado no será empresario sino cuando falte la iniciativa privada o lo exijan los intereses superiores de la Nación... El Estado, por sí o a través de los Sindicatos, impedirá toda competencia desleal en el campo de la producción, así como aquellas actividades que dificulten el normal desarrollo de la economía nacional, estimulando, en cambio, cuantas iniciativas tiendan a su perfeccionamiento…

…El Estado asume la tarea de multiplicar y hacer asequibles a todos los españoles las formas de propiedad ligadas vitalmente a la persona humana: el hogar familiar, la heredad de tierra y los instrumentos o bienes de trabajo para uso cotidianoReconoce a la familia como célula primaria natural y fundamento de la sociedad, y al mismo tiempo como institución moral dotada de derecho inalienable y superior a toda ley positiva. Para mayor garantía de su conservación y continuidad, se reconocerá el patrimonio familiar inembargable

lundi 17 juin 2013

La Tradición, un largo camino por andar

Queda una labor inmensa por realizar.

Una labor que exige el esfuerzo de todos y cada uno. Una labor que, sin duda, supera nuestras fuerzas, las fuerzas de todos. Una labor imprescindible, que sólo con la ayuda de Dios podremos acometer.

Pero hay algo fundamental a nuestro favor. Los cimientos ya están listos y son firmes.

He pasado el fin de semana envuelto en las conmemoraciones en homenaje al Estandarte de Clavijo, que como ya he contado, han adquirido en esta ocasión una relevancia muy especial.

Y también he pasado el fin de semana llevando la contraria a historiadores liberales, que siguen cacareando sus absurdas consignas. La primera y más estúpida, que “mejor nos hubiese ido con José Bonaparte que con Fernando VII.”

Amigo mío, les respondo, finalmente las ideas revolucionarias y liberales, tan modernas y benéficas, tras ser derrotadas por el pueblo español en los campos de batalla, fueron impuestas por las mal llamadas cortes de Cádiz (que en Cádiz se refugiaron cobardemente de la lucha, pero cortes, lo que se dice cortes, ni por asomo lo fueron).

Y a pesar de llegada de “El Deseado” y del Manifiesto de los Persas, a pesar de la entrada en España entre aclamaciones y fervor popular de los Cien Mil Hijos de San Luis, a pesar del valor y sacrificio de las tropas Carlistas, en cuyas filas combatieron muchos que habían combatido contras las tropas de Napoleón, al final pasamos el siglo XIX de un gobierno liberal a otro.

Así que si “nos ha ido mal”, será por causa de haber abrazado, los gobiernos que no el pueblo español, el liberalismo y la revolución. Será por culpa de las desamortizaciones y no de la Santa Madre Iglesia, será a causa de monarquías parlamentarias y constituciones, no de la Monarquía Hispánica Tradicional y nuestras leyes y fueros. Vamos digo yo.

Y claro, se callan. Porque no saben qué decir.

Y luego que si los nobles siempre han buscado su propio beneficio, que si la Iglesia es oscurantista, bla, bla, bla.

Que digo yo, amigo liberal, que lo de buscar el propio beneficio, material o espiritual, es connatural al ser humano. Pero si un sistema es capaz de hacer que el beneficio de unos se funde en el beneficio de los demás, siempre será mejor que los sistemas liberales en los que cuando uno gana, es que otros pierden. Porque el capitalismo es eso, ni más ni menos, cuanto menos ganes tú, más gano yo.

En fin, que el Estandarte de Clavijo salió del Ayuntamiento de Astorga en procesión, con los Marqueses de Astorga a la cabeza, escoltado por los Zuizones de los gremios, hoy Cámara de Comercio, por los Maragatos, las Doncellas que no serán entregadas como tributo a los moros, y por el Regimiento de Astorga, que desde hace un siglo es el 62 de Artillería.

Y se dijo misa cantada en la Catedral, oficiada por su Obispo, con la arqueta del viejo Estandarte de Clavijo, y tocando la Marcha Real con dulzaina tras la Consagración, en Honor al Santísimo.

Y al Estandarte de Clavijo, que llevaban las tropas de Cristo con el Apóstol Santiago a la cabeza en la memorable victoria sobre el Islam salvaje e invasor, el Regimiento de Astorga lo despidió a los acordes de la Marcha Real, como Dios manda, a despecho de modernos reglamentos pergeñados por gobiernos traidores a la Patria.

Y hubo vino de Rioja y del Bierzo, y buenas viandas, y cocido maragato, y música y bailes. Y muchas salvas de mosquete y mucha pólvora, faltaría más.

Y ahora queda seguir luchando por nuestras tradiciones, cuyo sitio no está en los museos ni en el folclore, si no en nuestro modo de vida y gobierno.

Empecemos por nosotros mismos, que para una tarea como esta es preciso estar en Gracia de Dios, confesados y comulgados, y firmes en nuestra fe, Católica, Apostólica y Romana, que el fundamento de nuestra Patria.

Y ahora perdamos el miedo a defender nuestras ideas, que no tienen rival posible porque son la Verdad con mayúsculas.

 
 




jeudi 13 juin 2013

Astorga retorna a la Tradición

Muchas veces hablamos los tradicionalistas de la historia de la Patria. Hoy, recordando más que nunca que la Tradición consiste en transmitir el fuego más que en adorar las cenizas, tengo el orgullo de hablar de actualidad.

Ya he hablado en otras ocasiones del Estandarte de Clavijo, presente en la batalla en la que el mismísimo Apóstol Santiago guió a las huestes cristianas de las Españas a la victoria sobre los musulmanes.

Este estandarte de los Osorio, que ha participado no sólo en los grandes hitos de la Reconquista, desde la defensa del Reino de Asturias hasta las Navas de Tolosa, sino que también fue portado en la guerra contra la invasión de la Francia revolucionaria, es el símbolo en torno al cual está germinando en la ciudad de Astorga un proceso lento pero decidido de retorno a la Tradición.

La Tradición de las Españas, firmemente sujeta a las raíces cristianas que nos transformaron en el pueblo que fuimos, somos y seremos, nos fue arrebatada por la sangrienta y criminal oleada revolucionaria que, derrotada por el pueblo en lo que conocemos como la Guerra de la Independencia, fue finalmente impuesta por los traidores que infestan las páginas de nuestra historia del siglo XIX.

Dos hechos muy significativos tendrán lugar en los próximos días en Astorga, con el beneplácito y apoyo unánime de todos los astorganos, sin distinción alguna política o social.

El primero es la presencia, por primera vez después de varios siglos, de los Marqueses de Astorga en la celebración conocida como la Zuiza, en la que se rinde homenaje al Estandarte de Clavijo, que lo es del marquesado de Astorga, por serlo de los descendientes de Gutierre Osorio.
El Marquesado de Astorga fue concedido por Enrique IV de Castilla a Don Álvaro Pérez Osorio de Rojas Manrique el 16 de julio de 1465, primer marqués de Astorga, lo que convierte al de Astorga en uno de los cuatro marquesados más antiguos de España, con distinción de Grande de España.

Los actuales marqueses parecen estar dispuestos a responder a la llamada de los astorganos, y de hecho han restaurado recientemente su Torreón de Turienzo de los Caballeros, un monumento realmente emblemático de la historia leonesa, el único monumento civil leonés del siglo XIV que se conserva en la maragatería, abriéndolo al público.

Este torreón fue propiedad del Monasterio de San Pedro de Montes, y antes de los Templarios y probablemente en épocas mucho más remotas formó parte de un antiguo castro astur o romano. Se sabe que en la época de convertirse en Señorío de los Osorio, fue fortaleza, de la que sólo queda la torre del Homenaje, y restos de muralla.

Su función antes de pertenecer a la familia de los Osorio, fue proteger las cercanas minas de oro, y posteriormente, en época de los templarios, vigilar el camino de los peregrinos que marchaban a Santiago de Compostela.

La presencia de los Marqueses de Astorga este próximo fin de semana para presidir los actos de homenaje al Estandarte de Clavijo, en los que participan las ciudades de Astorga y Clavijo, se completa con el otro acontecimiento que, Dios mediante, llenará de orgullo a los astorganos en un futuro próximo.

Para explicarlo debemos de nuevo retrotraernos hasta los días trágicos de la invasión napoleónica.

En aquellos tristes momentos, el general Jeanin, gobernador de Astorga por la parte invasora, ordenó al Corregidor de la ciudad destruir el escudo de los Osorio, precisamente, que se encontrada en la torre izquierda del Palacio Consistorial, la Casona para los astorganos.

El motivo no era otro que la negativa del Marqués de Astorga a reconocer al hermano del pequeño usurpador corso como rey, abandonando Madrid para presidir en Sevilla la Junta Suprema Central que dirigiría la guerra.

Por estos hechos, el gobierno revolucionario condenó en rebeldía al Marqués de Astorga y se incautó de todos sus bienes y propiedades. Al igual que muchos astorganos leales, sufrió la “Damnatio Memoriae” por la que se ordenó que su nombre y heráldica fueran borrados de todos los edificios donde figurasen por orden del rey intruso.

Este acto fue sentido como una humillación por los astorganos, que se resistieron durante días a acatar la orden. El general gobernador amenazó y puso en la Plaza Mayor un cañón para volar el escudo y parte de la fachada a cañonazos. Fue cuando el Corregidor ordenó retirarlo, como se recoge en la copia de la carta manuscrita que se conserva en el Archivo Municipal.

Los actuales marqueses están dispuestos a costear la fabricación e instalación en la torre astorgana de un nuevo escudo, copia del antiguo, para orgullo de la ciudad y reparación de aquel agravio.

La Tradición se abre paso entre las cenizas de la desolación que produce la modernidad revolucionaria. En estos días de tribulación y sufrimiento que asolan las Españas, la esperanza, como siempre, está en el retorno, en el rechazo a lo extraño, en la lealtad a nuestras raíces.

¿Quién sabe hasta dónde podremos llegar en esta nueva andadura?

vendredi 7 juin 2013

¿España, dónde estás?


Es la pregunta que me hago desde hace tiempo y que, formulada de un modo parecido, me hizo mi hijo mayor ayer mismo.

Estábamos hablando de lo divino y de lo humano, como solemos hacer después de cenar, y acabamos hablando sobre cómo algunos grupos intentan manipular las palabras y actos del nuevo Papa, y de cómo se tratan de ocultar hechos que desautorizan estas tergiversaciones interesadas, en concreto la Adoración Eucarística universal del pasado domingo, con la que queda meridianamente clara la posición, por otro lado tradicional y eterna, de la Santa Madre Iglesia a este respecto.

Oportuna y directa a centro de la cuestión, mi esposa me espetó, ¿entonces el nuevo Papa te gusta? Ante lo cual no pude por menos que cerrar la cuestión tajantemente. Soy español y por tanto más papista que el Papa, contesté.

Y fue aquí donde mi hijo, refiriéndose no sólo a este asunto, sino también a muchas otras características tradicionales y esenciales del ser español, vino a decirme que en su experiencia, de acuerdo a lo que yo consideraba que significa ser español, el no conocía a otro español más que a mí mismo.

Por supuesto contesté que estaba convencido de que sigue habiendo muchísimos españoles como Dios manda. Adormecidos, acobardados, acomodados a la situación actual… pero susceptibles de despertar.

El problema está sin duda en la educación, en la transmisión de nuestros valores, de nuestra historia, de nuestra tradición. Corremos un grave peligro de dejar a las siguientes generaciones de españoles sin raíces. Y el tiempo apremia.

Esta generación ha renunciado a su misión de transmitir lo recibido, en un acto terrible de traición a la Patria, dejando en manos de los oscuros intereses asociados al poder, la sagrada tarea de educar a sus hijos. No es preciso dar detalles, todos los conocemos, tergiversaciones de la historia, interpretaciones materialistas de todos los asuntos, y en definitiva un relativismo destructor que imposibilita el conocimiento de la verdad, ya que niega su existencia.

Quiero creer que no es tarde, que miles de años de historia no se pueden ocultar de la noche a la mañana, y sobre todo, que con la ayuda de Dios no hay nada imposible.

El pueblo que describía Menéndez Pelayo no ha podido desaparecer, me niego a aceptarlo, ¡me niego!

«Ni por la naturaleza del suelo que habitamos, ni por la raza, ni por el carácter, parecíamos destinados a formar una gran nación. Sin unidad de clima y producciones, sin unidad de costumbres, sin unidad de culto, sin unidad de ritos, sin unidad de familia, sin conciencia de nuestra hermandad ni sentimiento de nación, sucumbimos ante Roma tribu a tribu, ciudad a ciudad, hombre a hombre, lidiando cada cual heroicamente por su cuenta, pero mostrándose impasible ante la ruina de la ciudad limítrofe o más bien regocijándose de ella.

España debe su primer elemento de unidad en la lengua, en el arte, en el derecho, al latinismo, al romanismo.

Pero faltaba otra unidad más profunda: la unidad de la creencia. Sólo por ella adquiere un pueblo vida propia y conciencia de su fuerza unánime, sólo en ella se legitiman y arraigan sus instituciones, sólo por ella corre la savia de la vida hasta las últimas ramas del tronco social.

 
Sin un mismo Dios, sin un mismo altar, sin unos mismos sacrificios; sin juzgarse todos hijos del mismo Padre y regenerados por un sacramento común; sin ver visible sobre sus cabezas la protección de lo alto; sin sentirla cada día en su hijos, en su casa, en el circuito de su heredad, en la plaza del municipio nativo; sin creer que este mismo favor del cielo, que vierte el tesoro de la lluvia sobre sus campos, bendice también el lazo jurídico que él establece con sus hermanos y consagra con el óleo de la justicia la potestad que él delega para el bien de la comunidad; y rodea con el cíngulo de la fortaleza al guerrero que lidia contra el enemigo de la fe o el invasor extraño, ¿qué pueblo habrá grande y fuerte? ¿Qué pueblo osará arrojarse con fe y aliento de juventud al torrente de los siglos?

Esta unidad se la dio a España el cristianismo. La Iglesia nos educó a sus pechos con sus mártires y confesores, con sus Padres, con el régimen admirable de sus concilios. Por ella fuimos nación, y gran nación, en vez de muchedumbre de gentes colecticias, nacidas para presa de la tenaz porfía de cualquier vecino codicioso. No elaboraron nuestra unidad el hierro de la conquista ni la sabiduría de los legisladores; la hicieron los dos apóstoles y los siete varones apostólicos; la regaron con su sangre el diácono Lorenzo, los atletas del circo de Tarragona, las vírgenes Eulalia y Engracia, las innumerables legiones de mártires cesaraugustanos.

Si en la Edad Media nunca dejamos de considerarnos unos, fue por el sentimiento cristiano, la sola cosa que nos juntaba, a pesar de aberraciones parciales, a pesar de nuestras luchas más que civiles, a pesar de los renegados y de los muladíes. El sentimiento de patria es moderno; no hay patria en aquellos siglos, no la hay en rigor hasta el Renacimiento; pero hay una fe, un bautismo, una grey, un pastor, una Iglesia, una liturgia, una cruzada eterna y una legión de santos que combaten por nosotros. »

----

«Dios nos concedió la victoria, y premió el esfuerzo perseverante dándonos el destino más alto entre todos los destinos de la historia humana: el de completar el planeta, el de borrar los antiguos linderos del mundo.

Un ramal de nuestra raza forzó el cabo de las Tormentas, interrumpiendo el sueño secular de Adamastor, y reveló los misterios del sagrado Ganges, trayendo por despojos los aromas de Ceylán y las perlas que adornaban la cuna del Sol y el tálamo de la Aurora. Y el otro ramal fue a prender en tierra intacta aún de caricias humanas, donde los ríos eran como mares y los montes veneros de plata, y en cuyo hemisferio brillaban estrellas nunca imaginadas por Tolomeo ni por Hiparco.

¡Dichosa edad aquella de prestigios y maravillas, edad de juventud y de robusta vida! España era, o se creía el pueblo de Dios, y cada español, cual otro Josué, sentía en sí fe y aliento bastante para derrocar los muros al son de las trompetas, o para atajar al sol en su carrera. Nada parecía ni resultaba imposible. La fe de aquellos hombres que parecían guarnecidos de triple lámina de bronce, era la fe que mueve de su lugar las montañas. Por eso, en los arcanos de Dios, les estaba guardado el hacer sonar la palabra de Cristo en las más bárbaras gentilidades; el hundir en el golfo de Corinto las soberbias naves del tirano de Grecia, y salvar, por ministerio del joven de Austria, la Europa occidental del segundo y postrer amago del islamismo; el romper las huestes luteranas en las marismas bátavas con la espada en la boca y el agua a la cinta y el entregar a la Iglesia romana cien pueblos por cada uno que le arrebataba la herejía.

España evangelizadora de la mitad del orbe, España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio... ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad. No tenemos otra».