mardi 29 mai 2012

El Acta de Loredán, doctrina carlista (y IV)

Sobre la cuestión social se dice que es “grave problema que hoy agita al mundo y mantiene en inquietud los ánimos y en desorden los pueblos. Antigua y siempre pavorosa, el mundo pagano la resolvió con la esclavitud de la fuerza, y el cristianismo con la esclavitud del amor. La fuerza impuso el trabajo como el amor la caridad, y la Revolución, volviendo a la tiranía por la libertad sin fronteras, proscribiendo la caridad y la fe, ha engendrado el pauperismo que es la esclavitud del alma y del cuerpo. El trabajo se ha convertido en tiranía y el hombre en máquina.- Queremos protestar y redimirlo llevando a la legislación las enseñanzas de la más admirable encíclica de León XIII; aspiramos a que el patrono y el obrero se unan íntimamente por relaciones morales y jurídicas anteriores y superiores a la dura ley de la oferta y la demanda, única regla con que la fija la materialista economía liberal, y pretendemos por tanto emancipar por el cristianismo, al obrero de toda tiranía.- Para ello ha de fomentarse la vida corporativa restaurando los gremios con las reformas necesarias; se necesita acrecentar las sociedades cooperativas de producción y consumo, y conseguir que el Poder restablezca el Patronato cristiano reglamentando el trabajo.- Así cumplirá el Estado el primero de sus deberes, amparando el derecho de todos y principalmente el de los pobres y el de los débiles, a fin de que la vida, la salud, la conciencia y la familia del obrero no estén sujetas a la explotación sin entrañas de un capital egoísta, por cuyo medio, un monarca cristiano se enorgullecerá, mereciendo el título de rey de los obreros”.

En relación con el desarrollo y progreso material, estrechamente vinculado a la anterior cuestión, se manifiesta que “Los tributos abrumadores y el caciquismo tiránico hacen imposible la vida en los pueblos y determinan una doble corriente de emigración entre nuestros sufridos y vejados agricultores, quienes en demanda de pan y trabajo afluyen a las ciudades o abandonan la Patria como víctimas de una política cruel, atropellados por todo, para buscar en América o en África el sustento de sus desamparadas familias.- Preciso es atajar por completo y cortar de raíz esta emigración de la desgracia, reformando algunas leyes onerosas y rebajando las insoportables contribuciones que arruinan la agricultura, la industria y la ganadería. Necesario es también completar la restauración general con la de la tierra misma, repoblando sus montes, roturando sus yermos y haciendo que las aguas de los ríos no corran infecundas o exterminadoras. Renovados los Pósitos, han de fomentarse las Ligas y Cámaras agrarias, los Bancos y las Cajas agrícolas, y así, vencedores de su actual abatimiento, al amparo de municipios libres de caciques, regresarán a sus hogares los desterrados por el fisco, y con la mayor oferta de trabajo en las ciudades y la rebaja de las subsistencias que produzca el aumento de la producción agrícola, subirán doblemente los jornales y aumentará en proporción el bienestar de las clases labradoras. Podrá extenderse a toda España la beneficiosa institución del Vínculo Navarro, con el que, dentro de la competencia se logra abaratar el precio de las más necesarias mercancías y librar de inicua explotación a los pobres, y reglamentando el trabajo defendido por la Corporación y amparado por el Patronato, tornarán el agricultor y el obrero a ser redimidos por la Monarquía de la doble servidumbre moral y material en que la Revolución los tiene con el falso nombre de Libertad”.

“HISTORIA DEL CARLISMO”
Gabriel Alférez. Editorial Actas, colección ‘Luis Hernando de Larramendi’. Madrid 1995.



dimanche 27 mai 2012

El Acta de Loredán, doctrina carlista (III)

Los procuradores de nuestras Cortes habrán de serlo con mandato imperativo, es decir, con poderes limitados y revocables a voluntad de sus electores y siempre sujetos a dar cuenta a éstos de sus actos. Serán, además, en absoluto incompatibles con cualquier cargo o retribución oficial o de las grandes empresas industriales; y aun después de terminada su diputación no podrán en algunos años aceptar empleos ni títulos honoríficos, ni condecoraciones ni mercedes de ninguna clase, ya que el olvido de este principio esencial es causa de la corrupción de los parlamentos modernos y lo fue en gran parte de la decadencia de las Cortes antiguas… Convocadas para asuntos previamente determinados resultarán elegidos procuradores idóneos y mediante estas precauciones se asegurará a las Cortes la independencia y el acierto con que siendo auxilio y limitación del poder central, cumplan sus funciones de fiscalizarlo, de votar los impuestos nuevos y de intervenir en la acción legislativa de forma que la fortuna del Estado se halle asegurada contra las dilapidaciones y la libertad contra la opresión, puesto que sin el consentimiento de las Cortes no podrán alterarse los tributos ni las leyes generales, quedando así la arbitrariedad esclava de la justicia”.

Respecto de la Justicia se dice que será totalmente independiente, estimándose indispensable que la Nación halle en los Tribunales toda clase de garantías contra las prevaricaciones.

En cuanto a la Hacienda, que cortados de raíz los abusos mediante la descentralización económica, de modo que cada entidad social administre sus intereses, se fijará la cuota anual que las regiones proporcionarán anualmente al Estado para atender los gastos generales, procurándose unificar y reducir la deuda pública sin que sea posible de momento mayor precisión por razones de concisión y prudencia. “Con todos estos procedimientos y grandes economías se reforzarán los recursos, se disminuirán los gastos, se moralizará la administración, y protegidas las industrias nacionales, amparadas la agricultura y la ganadería, disminuidos los impuestos y beneficiados los pobres, se salvará la Hacienda, será un tesoro el crédito y se hermanarán todos los intereses de la Patria bajo la paternal tutela de la Monarquía que, identificándose con el pueblo vivirá modestamente cuando éste sea pobre , sin agobiarlo con la pesadumbre excesiva de una lista civil incompatible con la penuria del erario”.


Palacio de Loredán
Por lo que se refiere a la enseñanza, se fomentará y protegerá, “pero sin absorber las facultades privativas de otras entidades ya que aquélla constituye una función social y no política, en que la Iglesia, la familia y otros elementos han de tener necesaria intervención, para que sea ante todo católica y cumpla bien sus distintos fines. Hay que reorganizar las escuelas primarias y los estudios secundarios, superiores y profesionales, hoy dislocados por leyes contradictorias, haciendo a la vez que recobren su antigua vida las Universidades, para que, saliendo de su estado actual de servidumbre y reanudando la tradición científica de España, se emancipe la inteligencia de nuestros alumnos de doctrinas exóticas y de filosofías extranjerizadas, tan contrarias a la fe de nuestro pueblo como al genio de nuestra raza”.

Se considera al Ejército y la Marina como el brazo armado de la Patria y custodio del derecho, que será también emblema de honor y garantía de prestigio nacional. Se conformará el Código de Justicia Militar con el espíritu de las antiguas Ordenanzas” y se organizará de forma moderna y eficaz.- Es el defensor de la Patria y sostenedor de su integridad e independencia.- Se procurará que, en lo posible, las industrias de la construcción y armamento militares tengan la menor dependencia del extranjero.

“HISTORIA DEL CARLISMO”
Gabriel Alférez. Editorial Actas, colección ‘Luis Hernando de Larramendi’. Madrid 1995.

Continuará…



vendredi 25 mai 2012

El Acta de Loredán, doctrina carlista (II)


Por efecto de sus fueros y libertades, la región conserva y perfecciona su antigua legislación en lo que tenga de especial, modificándola directamente y con concurso del rey cuando el tiempo lo exija o las circunstancias lo aconsejen, pero siempre sin ajenas imposiciones”.

Enfrente del centralismo burocrático y despótico que del paganismo tomó la Revolución para esclavizar a los pueblos, se levantan como aurora de libertad nuestros antiguos fueros, organizando el regionalismo tradicional que contenido por la unidad religiosa y monárquica y por el interés de la patria común, no podrá tender jamás a separatismos criminales.- Independientes del poder central deben vivir los municipios, administrando los jefes de familia los intereses concejiles, sin que el alcalde sea un mero agente del gobernador, para convertirlo como ahora en siervo del ministro, sin poder calcular los gastos o ingresos de su presupuesto, ni determinar sus propias necesidades, ni siquiera aprovechar los montes comunales cuya administración el Estado les usurpa. Y así como de las uniones y hermandades de los municipios se forman las provincias de igual modo, del conjunto histórico de varias de éstas se constituyen las regiones, que siendo entidades superiores confirmadas por la tradición y las leyes vienen a fundirse al calor de una misma fe, de una misma monarquía, de un común interés y de fraternales amores, en la sublimidad de la patria española

Pero si se proclama el respeto de los fueros y libertades regionales, se ha de afirmar con toda entereza y eficacia la unidad política nacional que, inspirada y sostenida por la uniformidad de creencias y por la identidad monárquica, se asegura y consolida por la unidad de las leyes de carácter general y en las funciones también generales del Estado, comprendiendo entre las primeras los Códigos Penal, de Procedimientos, de Comercio y aun la Ley Hipotecaria convenientemente reformada; entre las segundas, la Administración de Justicia, la dirección del Ejército y la Marina, la Hacienda propiamente nacional, las relaciones diplomáticas y comerciales con las demás potencias y las comunicaciones generales; y como alta función moderadora la de dirimir los conflictos entre las regiones cuando ellas no logren hacerlo así por mutuo acuerdo”.

Desde que la Reconquista se inicia, nace entre nosotros la idea de la representación nacional, pasando desde los admirables Concilios toledanos a las Asambleas modestas de Oviedo, de León y de Jaca, para llegar por último a las Cortes de Alfonso IX, de D. Jaime y San Fernando, ya completadas con la presencia interesante del Estado llano, que siempre la voz del pueblo, cuando leal, es el mejor consejero de los reyes”.

Las Cortes fueron y han de ser una verdadera y poderosa institución sostenida por las grandes fuerzas que arrancan del interés moral, del intelectual y del material, permanentes en toda sociedad; del histórico tan digno de consideración en la nobleza que no se improvisa y tiene vida secular como la nuestra, y finalmente de aquél que es escudo y brazo armado de la Patria. Elegidos libremente sus procuradores por cada clase, lo que supone el voto acumulado en los que pertenezcan a varias, se asegura la representación equitativa de todas las fuerzas para no caer bajo la tiranía del número inconsciente. Así estarán digna y acertadamente representados en los del clero los intereses religiosos y morales; en las Universidades, Academias y Centros docentes, los intelectuales; en los de la Agricultura, Industria, Comercio y Gremios de obreros los materiales; y en los del Ejército y Armada los que personifican la defensa del honor y derecho nacionales; sin olvidar tampoco el elemento que recuerda los honrosos servicios prestados a la Patria por la nobleza, como gremio del glorioso pueblo antiguo al lado de los gremios del laborioso pueblo moderno, que tendrá abiertos anchos y fáciles caminos para llegar por los de la virtud, el heroísmo, la inteligencia y el trabajo, a todos los honores, a todos los puestos y a todas las aristocracias

“HISTORIA DEL CARLISMO”
Gabriel Alférez. Editorial Actas, colección ‘Luis Hernando de Larramendi’. Madrid 1995.

Continuará…



jeudi 24 mai 2012

El Acta de Loredán, doctrina carlista (I)

En enero de 1897 D. Carlos había reunido en su palacio de Loredán en Venecia, a los más notables elementos del carlismo presididos por su representante en España, el marqués de Cerralbo, celebrándose varias conferencias con el objeto de actualizar poniéndolo al día el programa del carlismo. Su resultado fue un documento conocido por Acta de Loredán que, aunque va firmado por Cerralbo, debe ser considerado como un documento real, tanto por la directa intervención del mismo en su elaboración, como por el hecho de que la mayor parte de las veces los documentos regios son redactados por otras personas aunque vayan firmados por el Rey.

En el mismo se recoge lo principal de la doctrina carlista, y es de notar la importancia concedida a la cuestión social, adelantándose incluso a la encíclica Rerum Novarum de León XIII que fue incorporada al Acta desde el mismo momento de su publicación.

En el Acta de Loredán se indica la esencia del carlismo condensada en su lema Dios, Patria (en cuya expresión deben comprenderse los Fueros) y Rey. Se trata además de la descentralización como un complemento de los Fueros, que alcanza a provincias y municipios así como a las regiones, de la Justicia, la Hacienda, la Enseñanza, el Ejército y la Marina.

He aquí algunos de sus párrafos:

Las tradiciones veneradas que constituyen la Patria porque son la expresión de la vida nacional organizada por los siglos, se resumen en estas tres grandiosas afirmaciones: La Unidad Católica, que es la tradición en el orden religioso y social; la Monarquía, tradición fundamental en el orden político, y la libertad fuerista y regional, que es la tradición democrática de nuestro pueblo.-Ésta es la constitución interna de España” (contraria a las constituciones derivadas de la Revolución).

La Monarquía, personificando la unidad nacional, se legitima por el derecho histórico, se consagra por la pureza de los principios y se sostiene por el amor y la ley. La Monarquía ha de ser tradicional para que con su permanencia se emancipe de todas las ambiciones que unas veces con el grito de las turbas, otras con los sables pretorianos y siempre con la tutela de gobiernos irresponsables por el supremo derecho de gracia con que los asisten sus forjadas mayorías, hacen que el rey constitucional se reduzca a un emblema costoso, a una ficción del poder sin actividades eficaces y siempre sometido a oligarquías inspiradas en el interés mezquino de las parcialidades políticas.- Si el rey es el primer magistrado de la nación, ha de ser también el primer guardador de su ley y el primer soldado de la Patria.- El rey que lo es de veras reina y gobierna; pero sin que su voluntad traspase las leyes, porque el despotismo ni es cristiano ni español, y los hombres nacen para ser libres en la justicia y jamás siervos de ninguna persona.- El rey ha de estar en contacto con el pueblo para desvelarse por su bien, y ha de ejercer su autoridad rigiendo el Estado con las facultades esenciales a la suprema soberanía política.-Pero como la ciencia y la experiencia realzan la autoridad y la auxilian, obedeciendo a esta necesidad apremiante y a una tradición no interrumpida, se afirma la existencia de un Consejo Real, dividido en tantas secciones como ministerios, que asesoren al monarca y compartan con jurisdicción retenida el ejercicio del poder, siendo sus hombres designados entre las clases preeminentes y los hombres más distinguidos de la nación, y asegurando debidamente sus condiciones de justa independencia para que no los remueva el capricho y, con menoscabo de la majestad, se conviertan en aduladores cortesanos los que deben ser incorruptibles consejeros”.

“HISTORIA DEL CARLISMO”
Gabriel Alférez. Editorial Actas, colección ‘Luis Hernando de Larramendi’. Madrid 1995.

Continuará…

mercredi 23 mai 2012

Un poco más de memoria histórica


Hemeroteca de ABC

Sin ánimo de ofender, ni por lo más remoto, ni de poner ninguna traba a la tan necesaria como deseada reunificación del todo el pueblo carlista, creo necesario no dejar que ciertas cosas caigan en el olvido, para evitar malos entendidos.

Y es que el Carlismo es Tradicionalismo, es hoy y siempre Dios, Patria, Fueros, Rey.


DECLARACIÓN DE S.M.C. DON JAVIER DE BORBÓN
 
Ante ciertos rumores relacionados con pretendidas declaraciones políticas que se me atribuyen, quiero, en este día, dar a conocer una declaración mía para disipar toda confusión o malentendido en cuanto a mi posición y forma de pensar, en lo que al Carlismo se refiere, en su permanente línea ideológica derivada de los grandes principios que la informan y constituyen su razón de ser. Debo, por tanto, afirmar, ante todo, que si siempre me he esforzado por mantener la unidad en el seno de mi familia, no puedo consentir que se utilice mi nombre, pese a lo que se intentó hacerme decir para justificar un gravísimo error doctrinal dentro del Carlismo, haciéndolo aparecer ante la opinión pública como partido socialista o aliado del marxismo o del separatismo, que son incompatibles con su propia naturaleza y contra los cuales el Carlismo ha luchado siempre con la mayor energía; de la misma manera que también ha luchado contra el capitalismo liberal materialista, que todavía trata de imponerse en nuestra patria como ya trató de hacerlo en el pasado.

Así, toda concomitancia de aquellos que se llaman a sí mismos carlistas con el separatismo o el socialismo, constituye una provocación evidente y una clara voluntad de engaño. No puede haber por tanto carlistas ni carlismo fuera de la plena aceptación de los principios fundamentales que son, quiero recordarlo:
  • La confesionalidad católica; es decir, la afirmación de nuestra condición católica como primera razón de nuestra causa: Dios.
  • El mantenimiento del principio indiscutible de la unidad nacional y del conjunto de tradiciones específicas de la naturaleza de la España de siempre y que dan su pleno sentido al concepto de Patria.
  • La defensa de los fueros, fórmula que no está en modo alguno en contradicción con el principio anterior, sino que lo complementa. Además de constituir unos derechos históricos indiscutibles, representan la libre y original evolución de cada región de España, y de los cuerpos intermedios, evitando así los graves inconvenientes del centralismo absorbente y paralizador.
  • La afirmación de la necesidad de la Monarquía para España que se basa en nuestra convicción de que es herencia permanente de autoridad, responsabilidad, independencia y continuidad.
Todo esto, lo sé, puede parecer una exposición de verdades elementales, pero creo que es oportuno recordarlas para terminar con ciertos falsos razonamientos que pretenden hacer que se puede ser carlista sin ser católico ni monárquico, patente traición a las convicciones de todos aquellos que, obedeciendo las órdenes que tuve el honor de firmar en nombre de mi augusto tío el Rey Don Alfonso Carlos, lucharon con valor y murieron gloriosamente por la religión y por la Patria.

Pido a Dios que el Carlismo, sin desviación alguna, siga fiel a sí mismo para el mejor servicio a España y la Cristiandad.

París, 4 de marzo de 1977
 

mardi 22 mai 2012

Capitalismo y socialismo contra la humanidad

The Distributist Review

Felicidad

Lo reconozco, soy feliz. Sé que no es lógico, que no es razonable, que nada parece apoyar este estado de ánimo, pero ¿qué quieren? Yo soy así.

Esta mañana me he levantado pensando en lo feliz que soy ¡Siendo lunes! ¡Qué barbaridad!

Quizás ha sido el fin de semana, y eso que con las lluvias casi no hemos podido salir de casa.

El viernes el mayor salió muy ilusionado de unos exámenes, la mediana se ha ido esta mañana cinco días al campo con su clase y el pequeño… bueno es el pequeño ¿qué más se puede decir?

El sábado por la mañana fueron los tres muy temprano a jugar al tenis como cada sábado, y por la tarde fuimos a misa, ya que este domingo los horarios de la parroquia estaban trastocados por las primeras comuniones. La misa correspondiente a la festividad de la Ascensión la ofició un sacerdote bastante joven, que pronunció una inspirada homilía, desarrollando brillantemente la trascendencia y profundidad del pasaje evangélico, y respetando los cánones litúrgicos durante toda la celebración, que concluyó con varias jaculatorias a la Santísima Virgen.

Como se puso a llover no pudimos concluir la tarde con un paseo al aire libre, así que acabamos viendo en casa como el Chelsea le ganaba en la tanda de penaltis la Copa de Europa al Bayern.

El domingo amaneció fresco pero despejado, así que, cómo teníamos la misa oída, decidimos dar un largo paseo entre pinares antes de comer. Los tres hermanos acabaron saltando como cabritillos por el campo, para solaz y regocijo de sus progenitores.

La tarde fue de nuevo un aguacero tras otro, así que pasó apaciblemente entre estudios, juegos, deberes, preparativos y demás.

Mención aparte se merece el apartado gastronómico. Si algo se hace bien en casa es comer.

Por no dar muchos detalles, remontándonos sólo hasta el pasado jueves por la noche, por la mesa de casa han pasado unos caracoles, un cocido montañés, una fritura de pescado a base de acedías, pijotas y navajas, unos pollos picantones guisados y una paella, sin mencionar postres, desayunos, meriendas y aperitivos varios.

Si mi mujer no fuese tan buena madre y esposa, tan meticulosa y perfeccionista ama de casa, tan cariñosa y dulce, y solamente fuera la magnífica cocinera que es, ya merecería la pena cualquier cosa por vivir junto a ella (los sándwich de pollo que preparó ayer para cenar eran una obra de arte). Pero es que ella es todo eso y mucho más.

La situación en España y en el mundo es dramática, y casi me da reparo ser tan feliz. Pero como somos pobres de espíritu… y de lo otro casi también, en general los altibajos de la economía nos afectan poco.

Y aunque nuestra única fuente de ingresos para garantizar el sustento familiar sean nuestros salarios mensuales, que no nos permiten un nivel de ahorro que merezca ser tenido en cuenta, más allá de eso que se llama una reserva para emergencias, procuramos tender más a la compasión con la pléyade de los desheredados de este mundo que a la envidia hacia la minoría de los ricos.

A pesar de haber decidido no hacerlo, reconozco que estoy algo ilusionado con un proyecto profesional que seguramente terminen por no asignarme, y lo que sí está ya bastante avanzado es la organización para este verano, que cada vez está más cerca, de un viaje familiar que llevaba esperando muchos años y que por muchos y diversos motivos habíamos ido retrasando.

Como digo, no tengo motivos más que para dar gracias a Dios.

Ser discípulo de Nuestro Señor Jesucristo, ser católico, es fundamentalmente eso, mantener el pesimismo a raya, fundamentados en la esperanza, que es lo que nos distingue de los que dan la espalda a Dios.

mercredi 16 mai 2012

San Isidro

Ayer celebró Madrid el día de su Santo Patrón, San Isidro Labrador, que vivió a caballo de los siglos XI y XII. También en muchos pueblos de las Españas se celebraron los actos religiosos en honor al protector de los labradores, con la tradicional bendición de los campos de cultivo.

Sin duda San Isidro podría ser un magnífico patrono del movimiento “Retorna y puebla”.

Un santo como San Isidro, que fue canonizado a la vez que Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, debe ser considerado la quintaesencia del santo español.

Sobre su vida y milagros hay mucho escrito para el que esté interesado, de modo que, como no es lo que más me interesa compartir hoy, únicamente apuntaré lo más destacado.

La más conocida de las crónicas sobre San Isidro es la que nos presenta a un hombre piadoso que soportaba las burlas de sus vecinos por acudir cada día a la iglesia antes de salir a labrar el campo. Al llegar por este motivo en ocasiones tarde al trabajo, fue denunciado al patrón, Juan de Vargas, por holgazán. Quiso entonces el dueño de las fincas comprobar por sí mismo la veracidad de las acusaciones, y un buen día se escondió tras unos matorrales situados a medio camino entre la iglesia y el campo. Al salir del templo recriminó su actitud a San Isidro. Mas cuando llegaron al campo, el patrón vio con asombro que los bueyes estaban arando ellos solos la parte que le correspondía al buen Isidro, y entendió aquél hecho como un prodigio del cielo.

También es conocida "la olla de San Isidro". Se cuenta que cada año el Santo organizaba una gran comida popular donde eran invitados los más pobres y marginados de Madrid. Sin embargo, en una ocasión el número de de presentes superó lo previsto y la comida que había preparado no llegaba ni a la mitad de los convocados. San Isidro metió el puchero en la olla y la comida se multiplicó milagrosamente, y hubo para todos y más.

Otro relato nos cuenta que en un año de sequía y temiendo por la rentabilidad de la hacienda de su patrón, San Isidro con un golpe de su azada hizo salir un chorro de agua del campo. Salió tanta agua de allí que pudo abastecer toda la ciudad de Madrid.

Con facilidad puede apreciarse en estas narraciones la homología con textos de la Biblia: el milagro de los panes y los peces de Nuestro Señor Jesucristo y la roca que Moisés, en el éxodo de Egipto hacia la Tierra Prometida, golpeó con su bastón haciendo manar agua para saciar la sed del pueblo de Israel.

Pero en este año de 2012, mi aportación se refiere a las celebraciones en conmemoración del octavo centenario de la gloriosa batalla de las Navas de Tolosa, que supuso el punto de inflexión de la Reconquista a favor de las armas cristianas contra los sarracenos invasores del sagrado solar patrio.

En el monumento erigido en memoria de la batalla en La Carolina, Santo Reino de Jaén, puede verse una humilde figura guiando a los reyes hispánicos de la Cristiandad. La versión tradicional más difundida, identifica a este pastor con San Isidro.

Tal como Santiago, Patrón de las Españas, guiase a las huestes cristianas a lomos de su caballo blanco en la batalla de Clavijo, San Isidro se habría aparecido a los defensores de la Hispania Cristiana, para mostrarles el paso entre las montañas que les diera acceso a Las Navas de Tolosa, permitiéndoles combatir en campo abierto.

Visitó Madrid el rey castellano Alfonso VIII, tras haber derrotado con la ayuda de Dios al inmenso y terrible ejército del Califa almohade Muhammad An-Nasir, conocido en la Cristiandad como Miramamolín, habiendo combatido las tropas castellanas junto a las del rey de Aragón, Pedro II, las de los reyes de Navarra y Portugal, Sancho VII y Alfonso II, los caballeros del Reino de León, cuyo monarca era Alfonso IX, las tropas de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, San Lázaro, Temple y San Juan, de Malta, y los cruzados ultramontanos, llamados así por haber llegado desde más allá de los Pirineos, en su mayoría franceses que acudían al llamado de Santa Cruzada del Papa Inocencio III.

El rey don Alfonso VIII declaró, en vista de las facciones conservadas del Santo, ser el mismo milagroso pastor que se le habla aparecido y conducido su ejército por las asperezas de Sierra Morena la víspera de la batalla de las Navas de Tolosa. Se atribuye a esta visita del monarca del Reino de Castilla, reino al que pertenece y pertenecerá por siempre Madrid por muchas sandeces que se inventen los enemigos de España, como eso de la “comunidad autónoma” o ese deleznable trapo rojo con estrellas, el origen del arca de madera, cubierta de cuero, en que se encerró el cuerpo incorrupto de San Isidro, que muestra en sus costados las pinturas con que mandó adornarla el Rey Alfonso, representando los milagros del Santo.

Tal vez algún historiador quiera glosar con datos e investigaciones esta participación de San Isidro en la batalla de las Navas de Tolosa.


mardi 8 mai 2012

La Nueva Evangelización

Es éste un interesantísimo y fundamental asunto en el que, al menos así me lo parece, debemos andar “con pies de plomo”. La causa desencadenante de esta reflexión que comparto hoy con todos sucedió este domingo antes de "misa de una". El sacerdote que la oficia cada domingo a esa hora, se me acercó y me regaló una revista, mientras me decía que estaba seguro de que sería de mi agrado. “Es de la Nueva Evangelización” me dijo para argumentar su seguridad.
 
La revista en cuestión se llama “Buena Nueva”.
 
Aquella noche me acosté bastante tarde leyendo la revista en profundidad. En cuanto a los contenidos, aunque algunos me agradasen más que otros, y ciertos detalles me pareciesen fuera de lugar o incluso erróneos, en general me pareció una publicación correcta y bien orientada.
 
Ciertamente, en un análisis más profundo, algunos artículos muestran líneas de pensamiento que podríamos enmarcar en el “personalismo”, pero hasta cierto punto, en una publicación de colaboraciones firmadas, resulta correcto que se reflejen diferentes puntos de vista u orientaciones.
 
No me resisto a manifestar que el artículo sobre Moisés de Don Antonio Pavía es sin duda lo mejor de la revista, con diferencia.
 
La idea de la “Nueva Evangelización” es un concepto que precisa de una catequesis muy clara, como así lo ha procurado hacer el Santo Padre desde un principio.
 
En primer lugar, el adjetivo “Nueva” puede llevarnos a engaño. Evangelizar no es nada nuevo para la Santa Madre Iglesia. Es su razón de ser permanente e ininterrumpida desde la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y su Ascensión a los Cielos. “Id y predicad”. (Mal vamos si cuando un obispo, como Don Juan Antonio Reig Pla, expone la doctrina del pecado, durante la celebración de Viernes Santo que retransmitió la televisión, y recuerda que los pecados de prostitución, aborto, adulterio, robo y abuso empresarial sobre el asalariado son ofensas contra Nuestro Señor, que acarrean el sufrimiento en este mundo y el infierno en el otro, y dice lo mismo del que escandaliza con ideologías sexualistas y provoca la corrupción de jóvenes a manos de sodomitas, y esta admonición, que debiera ser trivial para cualquier católico, provoca las más airadas reacciones por parte de unos y otros).

Tiene pues el adjetivo “Nueva” dos posibles interpretaciones, modificar y adaptar los medios, o bien, como creo que es el caso, la necesidad de evangelizar de nuevo a los que han abandonado el catolicismo o a los propios católicos.
 
Emplear los nuevos medios para la tarea de anunciar el Evangelio es algo que, de hecho, yo mismo estoy haciendo en la medida de mis posibilidades, como muchos otros, a través de Internet. Nada que objetar mientras el medio no modifique el mensaje. Aquello de McLuhan, “el medio es el mensaje”, no es de aplicación, o no debiera serlo.
 
Sentadas estas bases, hay dos directivas básicas que Benedicto XVI ha remarcado en varias ocasiones. Que la evangelización se hace en el seno de la Santa Madre Iglesia, y por tanto en absoluta comunión con los obispos, presbíteros y diáconos, y que debemos evitar caer en “la tentación de la impaciencia, la tentación de buscar inmediatamente el gran éxito, de buscar los grandes números”.
 
Estas indicaciones me reafirman en mi “escasa afinidad”, por decirlo con tacto, con el Camino Neocatecumenal, los “kikos” para entendernos. Ni que decir tiene que la presencia explícita o soterrada en la revista Buena Nueva de esta secta, perdón “itinerario de formación” (he dicho que hablaría con tacto), despertó en mí cierta alarma.
 
Hasta aquí, poco más que decir:
  • Para evangelizar no hay que cambiar nada, no es necesario, ni conveniente, modificar aquello que es esencial en la Iglesia Católica, y ahora estoy pensando en la liturgia, por ejemplo.
  • Para evangelizar es preciso estar en plena comunión con la Iglesia, con nuestro obispo, con nuestro párroco… Y es que, como nos ha dicho también el Papa “el distintivo del Anticristo es su hablar en nombre propio, el signo del Hijo es su comunión con el Padre, y por eso el anuncio de Cristo, el anuncio del Reino de Dios, supone escuchar su voz en la voz de la Iglesia. "No hablar en el propio nombre" quiere decir, hablar en la misión de la Iglesia”.
Dejando a un lado las reticencias a un determinado modo de evangelizar, me gustaría terminar con dos breves reflexiones sobre este asunto de la “Nueva Evangelización”.
 
En primer lugar, en su convocatoria del “Año de la Fe” (2012-2013), Benedicto XVI, en su Carta Apostólica en forma de Motu Proprio “Porta Fidei”, aclara que:
 
"He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza». Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio (*) pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia»."
 
La segunda, última y fundamental reflexión, es algo que puede parecer obvio, no se puede trasmitir lo que no se posee. Evangelizar exige antes que nada y fundamentalmente estudio, reflexión, y más que ninguna otra cosa, oración.
 
La Nueva Evangelización empieza por uno mismo, éste podría ser un buen eslogan.
 
"…En la llamada a la conversión está implícito - como una condición fundamentalmente propia - el anuncio del Dios viviente. El teocentrismo es fundamental en el mensaje de Jesús y también debe ser el corazón de la nueva evangelización. La palabra clave del anuncio de Jesús es: Reino de Dios. Sin embargo, Reino de Dios no es una cosa, una estructura social o política, una utopía. El Reino de Dios es Dios. Reino de Dios quiere decir: Dios existe. Dios vive. Dios está presente y actúa en el mundo, en nuestra vida - en mi vida. Dios no es una lejana "causa última", Dios no es el "gran arquitecto" del deísmo que ha construido la máquina del mundo y ahora estaría fuera - por el contrario Dios es la realidad más presente y decisiva en cada acto de mi vida, en cada momento de la historia. En la conferencia de despedida de su cátedra de la Universidad de Münster, el teólogo J. B. Metz ha pronunciado cosas que no se esperaban. Metz en el pasado nos había enseñado el antropocentrismo - el verdadero acontecimiento del cristianismo habría sido el giro antropológico, la secularización, el descubrimiento del estado secular del mundo. Después nos ha enseñado la teología política - el carácter político de la fe; más tarde la "memoria peligrosa"; finalmente la teología narrativa. Después de haber recorrido este camino largo y difícil, nos dice hoy: El verdadero problema de nuestro tiempo es la "Crisis de Dios", la ausencia de Dios, camuflada por una religiosidad vacía. La teología debe volver a ser realmente teo-logía, un hablar de Dios y con Dios. Metz tiene razón: El "unum necessarium" para el hombre es Dios. Todo cambia, si hay Dios o no hay Dios. Desgraciadamente - también nosotros los cristianos vivimos a veces como si Dios no existiese ("si Deus non daretur"). Vivimos según el cliché: No hay Dios y si lo hay, no interesa. Por este motivo, la evangelización, antes que nada, tiene que hablar de Dios, anunciar el único Dios verdadero: el Creador - el Santificador - el Juez (cf. El Catequismo de la Iglesia Católica).

 
También aquí debe tenerse presente el aspecto práctico. Dios no puede hacerse conocido sólo con las palabras. No se conoce una persona si se sabe de esta persona sólo a través de otra. Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios: enseñar a rezar. La oración es fe en acto. Y sólo en la experiencia de la vida con Dios aparece también la evidencia de su existencia. Por esto son importantes las escuelas de oración, de comunidad de oración. Hay complementariedad entre la oración personal ("en el propio dormitorio", sólo delante de los ojos de Dios), oración común "paralitúrgica" ("religiosidad popular") y oración litúrgica. Sí, la liturgia es, antes que nada, oración; su especificidad consiste en el hecho que su sujeto primario no somos nosotros (como en la oración privada y en la religiosidad popular), sino Dios mismo - la liturgia es actio divina, Dios actúa y nosotros respondemos a la acción divina.

 
Hablar de Dios y hablar con Dios siempre deben marchar conjuntamente. El anuncio de Dios es guía para la comunión con Dios en la comunión fraterna, fundada y vivificada por Cristo. Por esto la liturgia (los sacramentos) no es un tema junto a la predicación del Dios viviente, sino la puesta en práctica de nuestra relación con Dios. En este contexto quisiera hacer una observación general sobre la cuestión litúrgica. Muchas veces nuestro modo de celebrar la liturgia es demasiado racionalista. La liturgia se vuelve enseñanza, cuyo criterio es: hacerse entender - la consecuencia es con frecuencia hacer banal el misterio, la preponderancia de nuestras palabras, la repetición de la fraseología que parece más accesible y más agradable a la gente. Pero esto es un error no solamente teológico, sino también psicológico y pastoral. La moda del esoterismo, la difusión de técnicas asiáticas de distensión y de auto-vaciamiento demuestran que en nuestras liturgias falta algo. Justamente en nuestro mundo actual tenemos necesidad del silencio, del misterio por encima del individuo, de la belleza. La liturgia no es la invención del sacerdote que celebra o de un grupo de especialistas; la liturgia ("el rito") ha crecido en un proceso orgánico durante los siglos, porta consigo el fruto de la experiencia de la fe de todas las generaciones. Aunque si los participantes no entienden quizá cada una de las palabras, perciben el significado profundo, la presencia del misterio, que trasciende todas las palabras. No es el celebrante el centro de la acción litúrgica; el celebrante no está delante del pueblo en su nombre - no habla de sí y para sí, sino "in persona Cristi". No cuentan la capacidad personal del celebrante, sino sólo su fe, en la que se hace transparente Cristo. "Es necesario que Él crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30)."  
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(*) Discurso del santo padre Benedicto XVI a los Cardenales, Arzobispos, Obispos y Prelados Superiores de la Curia Romana, el jueves 22 de diciembre de 2005:
 
“… La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar. Afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio. Serían el resultado de componendas, en las cuales, para lograr la unanimidad, se tuvo que retroceder aún, reconfirmando muchas cosas antiguas ya inútiles. Pero en estas componendas no se reflejaría el verdadero espíritu del Concilio, sino en los impulsos hacia lo nuevo que subyacen en los textos: sólo esos impulsos representarían el verdadero espíritu del Concilio, y partiendo de ellos y de acuerdo con ellos sería necesario seguir adelante. Precisamente porque los textos sólo reflejarían de modo imperfecto el verdadero espíritu del Concilio y su novedad, sería necesario tener la valentía de ir más allá de los textos, dejando espacio a la novedad en la que se expresaría la intención más profunda, aunque aún indeterminada, del Concilio. En una palabra: sería preciso seguir no los textos del Concilio, sino su espíritu…”

 
“… A la hermenéutica de la discontinuidad se opone la hermenéutica de la reforma, como la presentaron primero el Papa Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio el 11 de octubre de 1962 y luego el Papa Pablo VI en el discurso de clausura el 7 de diciembre de 1965. Aquí quisiera citar solamente las palabras, muy conocidas, del Papa Juan XXIII, en las que esta hermenéutica se expresa de una forma inequívoca cuando dice que el Concilio "quiere transmitir la doctrina en su pureza e integridad, sin atenuaciones ni deformaciones", y prosigue: “Nuestra tarea no es únicamente guardar este tesoro precioso, como si nos preocupáramos tan sólo de la antigüedad, sino también dedicarnos con voluntad diligente, sin temor, a estudiar lo que exige nuestra época (...). Es necesario que esta doctrina, verdadera e inmutable, a la que se debe prestar fielmente obediencia, se profundice y exponga según las exigencias de nuestro tiempo. En efecto, una cosa es el depósito de la fe, es decir, las verdades que contiene nuestra venerable doctrina, y otra distinta el modo como se enuncian estas verdades, conservando sin embargo el mismo sentido y significado".
 

vendredi 4 mai 2012

Pierre-Adrien Toulorge, martyr de la Vérité, 1757-1793


(Ayer en inglés, hoy en francés... hay que estudiar idiomas amigos míos, no queda otra. Como mínimo español, inglés y francés, y a ser posible alemán. Las traducciones son cada vez peores, se lo aseguro, y por la experiencia de leer cada texto en su versión original merece la pena el esfuerzo. Esta noticia ha pasado bastante inadvertida en España, la reciente beatificación de un martir de la revolución francesa. Reflexionar al respecto pudiera resultar bastante ilustrativo para muchos que siguen siendo incapaces de ver la verdad más allá de la "historiografía oficial", como muestran claramente muchos comentarios a esta entrada del Señor Embajador en el Infierno.)

Para los que no entiendan "ni jota de francés"

Un jeune religieux dans la tourmente révolutionnaire

Pierre-Adrien Toulorge est né sous Louis XV, en 1757, dans une modeste famille chrétienne – laboureurs de père en fils – à Muneville-le-Bingard (actuel canton de Saint-Sauveur-Lendelin). Ayant probablement senti l’appel au sacerdoce tout jeune, il est collégien puis séminariste à Coutances, et reçoit l’ordination sacerdotale en 1782. Lorsque le jeune prêtre est nommé vicaire à Doville – une minuscule paroisse près Neufmesnil – il ne sait pas que Dieu a commencé à tisser les fils de sa brève et magnifique histoire. La cure de Doville dépend de l’abbaye des chanoines prémontrés de Blanchelande, toute proche. Son curé, le P. François Le Canut, est donc un religieux, vêtu de blanc. Insensiblement, le cœur de Pierre-Adrien est gagné par le désir de rejoindre la communauté de Blanchelande, où la vie canoniale – faite de liturgie chorale, de fraternité et d’apostolat – lui paraît si enviable. Il franchit le pas en 1787 pour recevoir l’habit blanc. Le nouveau frère Pierre-Adrien est d’abord envoyé faire son noviciat à l’abbaye de Beauport, avec d’autres jeunes confrères, puis revient dans son abbaye, où il prononce ses vœux, à l’été 1788. Ni le nouveau chanoine – ni personne alors – ne peut penser que dans tout juste un an, le monde va basculer !
La Révolution de 1789, en même temps qu’elle sonne le glas de la monarchie, provoque la fermeture de tous les monastères du royaume : la Constituante décrète la nationalisation des biens de l’Eglise. En 1790, une « constitution civile du clergé » prévoit que l’État assurera le traitement des évêques et curés, élus par la population, devenant fonctionnaires, obligés à prêter un serment de fidélité à la nation. Quant aux religieux, réputés inutiles, ils sont expulsés de leurs maisons, vendues comme bien national, et reçoivent en échange une pension de l’État. Le jeune frère Pierre-Adrien, chassé de Blanchelande, trouve refuge chez des amis à Neufmesnil, désemparé, inquiet.
Or à l’été 1792, tandis que le pape a condamné cette « Eglise constitutionnelle » organisée sans l’aval de Rome, le roi est jeté en prison, la République est proclamée, et elle presse maintenant les prêtres de prêter le serment : nombre d’entre eux sont inquiétés – voire massacrés, comme les prêtres emprisonnés aux Carmes à Paris, début septembre. C’est dans ce contexte de terreur que des milliers de prêtres français prennent le chemin de l’exil. Pierre-Adrien s’embarque alors précipitamment pour Jersey, fuyant le Régime impie. Une fois arrivé dans l’Ile – où plusieurs centaines de prêtres coutançais se sont réfugiés – il comprend son erreur : n’étant pas curé, il n’avait pas à prêter le serment et aucune raison de s’exiler. Soucieux des chrétiens laissés à l’abandon en Normandie, il décide de revenir discrètement.
Débarqué à Portbail vers le 20 octobre, il prend le maquis. Nous perdons sa trace pendant neuf mois : sans doute a-t-il passé de maison en maison, portant dans son petit sace sa soutane blanche, ses ornements liturgiques et son calice, et célébrant clandestinement les sacrements.
Entre temps, le Comité de Salut Public de Paris a décidé de mettre fin à l’existence des prêtres réfractaires, clandestins « antipatriotes », on fait des listes et on réclame des dénonciations. Le 2 septembre 1793, épuisé par cette vie itinérante, Pierre-Adrien est découvert caché dans un grenier chez la Dame Marotte Fosse qui l’a recueilli. Arrêté, il est conduit à la prison de Carentan.
De nouvelles lois condamnant les émigrés ayant paru, Pierre-Adrien est terrorisé, et lors des interrogatoires serrés, à Carentan, commence par nier avoir émigré à Jersey. Mais dans son cachot, bouleversé d’avoir menti pour sauver sa tête, il est sais par la Grâce : il comprend que seule la Vérité le rendra libre. Alors il revient sur ses déclarations, et avoue son émigration. Transféré à Coutances, il comparaît plusieurs fois devant la cour criminelle, qui siège dans le ci-devant évêché. Les juges hésitent – parce qu’on n’a pas de preuves matérielles de l’émigration, hors les aveux du prêtre lui-même – mais le jugement tombe le 12 octobre, sévère, pour l’exemple : la peine de mort, le jugement sera exécuté dans les 24 heures. Pierre-Adrien dit seulement : Deo gratias ! Quand il rentre à la prison, ses compagnons d’infortunes croient, à voir son visage illuminé, qu’il a été acquitté. Mais lui : Bonne nouvelle, mes amis, mon procès a été jugé en ma faveur. La nuit, veille de son martyre, il écrit à un ami : Comment peut-il se faire, tout pécheur que je suis, que j’aie le bonheur d’être couronné du martyre. Demain, tu auras un protecteur dans le Ciel.
Sur la place de la Croûte, on a dressé une guillotine, et devant une foule émue, qui assiste pour la première fois à une exécution capitale, le jeune prêtre monte à l’échafaud, sans faiblir. Il dit les mots du répons de l’office : In manus tuas… Entre tes mains, Seigneur, je remets mon esprit. Il est 4h et demie, le bourreau montre la tête sanglante de Pierre-Adrien. Une liturgie commence au ciel.

Un procès de béatification

Parmi les 52 martyrs normands de la Révolution, morts pour avoir confessé leur foi, et dont le procès de béatification a commencé dès les années 1920, la figure de Pierre-Adrien est certainement la plus touchante, et la mieux documentée. La béatification de ce prêtre coutançais n’est pas un jugement porté sur son époque ou sur la Révolution. L’Eglise regarde d’abord le cœur de ses enfants. Et Pierre-Adrien, ce jeune chrétien qui a voulu suivre le Seigneur dans le sacerdoce, puis dans la consécration religieuse, n’avait pas choisi d’être un martyr. Il n’avait pas un tempérament héroïque, il a été affronté à des circonstances historiques trop violentes pour lui, il a fui, il s’est caché, il a menti et sa faiblesse a bien paru lors de son procès. Mais Dieu, qu’il cherchait bravement, de tout son cœur, l’a repris. Quittant toute peur, il a alors préféré Celui qui dit : « Je suis le chemin, la Vérité et la vie », et il a connu le prix fort de cette Vérité !
C’est précisément pour cette raison que la Congrégation pour la Cause des Saints a retenu sa vie et sa mort courageuse, pour la proposer à la vénération des fidèles, et nous encourager tous à servir la vérité, sans crainte et sans hypocrisie. La vie de Pierre-Adrien peut nous faire penser aussi aux chrétiens et aux prêtres que leur foi ou leur sacerdoce mettent en danger aujourd’hui, un peu partout dans le monde. Nous pourrons prier le nouveau Bienheureux pour eux et avec eux.

jeudi 3 mai 2012

Democracies: What They Don’t Do Well


Dr. Jeffrey Mirus


(No hace mucho hablaba yo de estas cosas. Un interesante artículo de un importante católico estadounidense. Ya lo sé, está en inglés, pero... ¿queda alguien que todavía no hable inglés?)


In recent years, many interpreters of Catholic social teaching have argued that democratic forms of government are most in keeping with the dignity of the human person. The assumption is that democracies enable people to play a greater role in managing their political, social and economic affairs, as it is appropriate that they should. If this assumption is typically true, it provides a powerful argument. But your mileage will vary with place and time.
There are, after all, many ways to be actively engaged in the social order besides voting, and it is not clear that the right to vote always fosters either intelligent participation or personal influence. In modern states, the atomized individual voter often stands alone against the incredible power of contemporary government. Having no direct involvement with governing, millions of individual voters know nothing about polity in general or their own government in particular. Too often, whoever can manipulate an essentially ignorant public opinion can gain power. Between elections, the watchword may simply be “business as usual”. And not infrequently, ruling elites are exchanged every few years in a never-ending cycle of hope and disappointment, so that very little is ever accomplished.
Picking the best form of government is very difficult. Clearly it depends on cultural experience and attitudes, the distribution of virtue, and the needs of the day. Aristotle, who provided a basic foundation for Western political thought, recognized that each type of government can operate well or badly, depending on the quality of the rulers and the circumstances in which they rule. Monarchy can become tyranny; aristocracy can become oligarchy; and polity can become—you guessed it—democracy. Essentially, Aristotle argued that government was handled properly when the governing party, whoever it was, looked out for the interests of the community as a whole, rather than for its own interests.
In countries, constitutions and political systems with many rulers—termed “polity”—Aristotle recognized political power to be exercised for the common good by a moderately wealthy group of citizens, a large group between the very rich and the very poor. But just as the monarch who pursues his own interests becomes a tyrant, and just as aristocrats (the “best” men) who pursue their own interests become oligarchs, so too do lesser citizens who pursue their own interests become, well, democrats. Democracy, for Aristotle, is rule by “the needy”, with all the problems that entails. Fear of this result was enough for earlier Americans to make voting rights depend on the possession of property.
The first principle of Catholic social teaching concerning government is that those who govern must govern for the common good. Political forms are secondary. In the Christian era, before the rise of democratic forms of government, Catholic social theorists often argued that the best form of government was monarchy, because it most mirrored the Divine governance of the universe. There can, obviously, be all kinds of reasons for preferring one constitutional type over another. For example, when monarchy and aristocracy work well, it is partly because kings and nobles are raised with a deep sense of public responsibility and extensive training in governance. When this formation succeeds (which requires virtue in the kings and nobles), it can work very well; unfortunately, when responsibility is abandoned and training ignored, a small group of people can do tremendous damage very quickly.
But in exactly the same way, polity carries within it the seeds of its own destruction. We generally do not use these constitutional terms as Aristotle did. We seldom mean by “democracy” the perversion of “polity”. But we can still see what Aristotle meant when he taught that if large numbers of people rule (or in our case, vote) based on their own “neediness” (or self-interest), then polity breaks down. We might call the result mob rule through voting. No matter what the governmental form, strong virtue is essential in those who govern. And whatever else this tells us, it tells us very clearly that democracies are ill-suited to deal with problems which require material sacrifice.
In the news this past week, we learned of the collapse of the Dutch government owing to discontent with the austerity measures which Germany has been urging throughout the European Union. (Germany has the strongest EU economy largely because it voluntarily undertook a slimming down (austerity) process some years ago, and Germany does not want to foot the bill for the failure of other countries to get their own houses in order.) At the same time, we learned that President Nicolas Sarkozy of France is in deep political trouble—perhaps about to lose his position—for essentially the same reason, a weak economy which begs for an austerity which Sarkozy is attempting to implement but for which the French have little stomach.
The same reality is faced by nearly every Western nation. As economies falter, government cannot afford to keep spending at the same rate, yet citizens in these countries have become accustomed to the government taking care of them through everything from laws governing vacation time and maximum hours (as in France), to minimum income programs, to long-term support of people who may not be working at all, to innumerable social programs for various special purposes, and also including subsidies for a wide variety of interest groups (such as extensive farm subsidies in the United States).
Meanwhile, government itself has mushroomed exponentially over the past few generations as a felt need to protect people from themselves has led to ever-increasing regulation in most areas of life, giving rise to extensive bureaucracies. The percentage of people working for some level of government in the West—provided for by taxes and government spending—is staggering. All of them can vote on whether government should be down-sized. This is not the fault of government employees. But it is the situation in which we find ourselves today.
Every political leader knows that something has to be done to get what is essentially a runaway train under control. Failing that, every country will end up like Greece. But every politician also knows that applying the brakes—pushing through any form of austerity—is a perfect recipe for political suicide. Most likely this can be accomplished only by politicians who are willing to serve a single term and then get out of office. These are few and far between and, in any case, principled candidates who preach austerity may not be electable in the first place.
Democracies, in Aristotle’s use of the term, are characterized by many people governing with their own self-interest principally in mind. Especially as habits of virtue and self-control decline in a culture, these tendencies may afflict both the upper class and the modestly propertied middle class as well as the poor, who may never have developed even basic habits of industriousness, frugality and savings in the first place. But however we describe the problem, I think we can see what Aristotle meant. And we can see even more easily that democracies simply cannot do some things well.
A few leaders, in the right constitutional framework, can impose austerity on the vast majority. But democracy is not built for this. It is not something that most people will impose on themselves. Unfortunately, there is no obvious solution in sight.