mercredi 30 janvier 2013

El Hobbit

Por un día, voy a interrumpir momentaneamente mi repaso a la magnífica encíclica "Pascendi Dominici gregis" de San Pío X en la que se condena con toda claridad el Modernismo teológico y que culminaría con el juramento "Sacrorum Antistitum" por el que cada miembro del clero católico "abraza y recibe firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos", que fue obligatorio hasta 1967, y que, por supuesto, sigue siendo respetado por la Fraternidad San Pío X.

El motivo de mi interrupción temporal de este apasionante asunto es recomendar un articulito aparecido hoy sobre economía, relacionado con el lanzamiento de la película "El Hobbit", que pudiera servir de reflexión a mis inteligentísimos lectores y que reproduzco a continuación:


Smaug es un dragón que aparece en la novela El hobbit. En ella se cuenta que era el último de los grandes dragones que quedaban en la Tierra Media y que expulsó a los enanos de la Montaña Solitaria tomando su tesoro.

Podríamos considerar a Smaug como un gran fenómeno fiscal o como un desastre natural, que deprime la actividad económica al quemar bosques y campos, matar guerreros, devorar a jóvenes doncellas y crear residuos y destrucción generales. Aún así, la gente, ya sean elfos, enanos o humanos, tiene una gran capacidad para reconstruir. ¿Cómo afecta esto a la tierra media? ¿Qué lecciones podemos sacar?

El efecto económico de Smaug, creo que es obvio ya que se trata de una enorme perturbación económica. Se puede extraer que la cantidad de oro acuñado que Smaug retiró de la circulación, representa un volumen significativo de divisa. Esto, inevitablemente, podría conducir a la deflación y a la disminución de la actividad económica. En definitiva, a una gran depresión.

Pero antes de nada, y para quienes no hayan leído la novela o visto la película, veamos como empieza:

Bilbo Bolsón es como cualquier hobbit: no mide más de metro y medio, vive pacíficamente en la Comarca, y su máxima aspiración es disfrutar de los placeres sencillos de la vida (comer bien, pasear y charlar con los amigos).

Y es que todos ellos son tan vagos como bonachones, por naturaleza, y porque quieren. Pero una soleada mañana, Bilbo recibe la inesperada visita de Gandalf, el mago de larga barba gris y alto sombrero, que cambiará su vida para siempre. Con Gandalf y una pandilla de trece enanos, y con la ayuda de un mapa misterioso, nuestro héroe partirá hacia la Montaña Solitaria a fin de rescatar el valioso tesoro custodiado por Smaug el Dorado, un terrible y enorme dragón. Para eso tendrán que superar muchísimos peligros y toda clase de aventuras que Bilbo jamás hubiera podido ni imaginar y que lo convertirán en el hobbit más famoso del mundo.”

Y aquí es donde comienza la historia de nuestro pequeño protagonista, la depresión económica le obliga a “emprender” una gran aventura para finalmente recuperar el tesoro. Como novela de niños, me encanta esta moraleja y es que frente a la llegada de un gran problema, el protagonista deja la comodidad de su casa para ayudar a solucionar el problema. Un duro trabajo en equipo con beneficios comunes.

No obstante, no quiero centrarme en esta parte de la historia si no en lo que ocurre tras la muerte del dragón (siento si te he reventado el final de la novela, pero seguro que no te sorprende este final). Tras su desaparición, la riqueza que éste había acumulado fue compartida por los enanos y otros que habían participado en la lucha. Mucho oro fue enviado al Maestro de la Ciudad del Lago en donde el resultado fue un aumento inmediato de la oferta monetaria y un rápido crecimiento de la actividad económica en general. Ante este escenario en el que repentinamente “llueve oro”, tanto los gobiernos como los ciudadanos están tentados de gastar, en el caso de los hobbits seguramente en enormes banquetes. Y esto suele traducirse en una desastrosa hiperinflación, es el conocido como “Mal Danés“, nombre que se le asigna a las consecuencias dañinas provocadas por un aumento significativo en los ingresos de un país (hay muchos ejemplos, el más reciente lo que ocurrió recientemente en Somalia con el “oro” llegado de los piratas) y es que muchas veces, la diferencia entre la prosperidad y la depresión radica en más en ligeros matices, que en enormes dragones.



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