lundi 16 janvier 2012

Encadenados a la galera

Quiero pensar que el periodo histórico que nos ha tocado vivir no es radicalmente distinto de ningún otro anterior.

Las dificultades que un hombre justo encuentra hoy en día para sobrevivir rodeado de iniquidad sin dejarse corromper, también las sufrieron todos los justos que en el mundo han sido, desde el principio de los tiempos.

Esta pequeña reflexión introductoria me concede la esperanzadora idea de que si hoy, tras milenios de civilización humana, seguimos existiendo hombres y mujeres, pocos o muchos, dispuestos a enfrentarnos al enemigo, e incluso a nosotros mismos, para avanzar en el camino de la perfección, si todas las poderosísimas fuerzas del mal no han conseguido exterminar del alma humana la luz divina del bien, es posible que tampoco ahora puedan con nosotros.

Dicho esto, la ofensiva demoníaca que empieza en estos albores del año 2012 empieza a tomar forma patente en España.

La horrenda y maléfica nave del capitalismo parece haber encallado, y sus pérfidos gobernantes se disponen a conseguir que continúe su horrible travesía de sufrimiento y esclavitud.

Para ello emplean las armas de costumbre, aumentar el ritmo de boga de los galeotes, reducir las raciones de alimento de los condenados, desterrar cualquier atisbo de benevolencia o esperanza en las miserables vidas de los esclavos, y por supuesto encadenarlos a la nave, para dejar claro que, si la nave naufraga, su destino será ahogarse con ella.

En román paladino, los sueldos bajan, las condiciones de trabajo empeoran, los horarios se hacen aún más infernales, el despido más fácil, y además se suprimen festividades y descansos semanales.

Lo terrible no es sólo todo eso. Lo que no puedo soportar es la testaruda negativa de los católicos a reconocer la evidencia; que todas las medidas que se recogen en los planes del nuevo gobierno, son radicalmente anti-cristianas.

Creo que la primera obligación de los católicos en este año que empieza es leer con atención y de forma pormenorizada, al menos las encíclicas Rerum Novarum de León XIII (1891) y Quadragésimo Anno de Pío XI (1931).

Tal vez entonces empiecen, todos nuestros hermanos en la Fe, a ver con claridad que no podemos aceptar que el sueldo de los obreros y sus condiciones de trabajo se decidan al margen del Estado, en función del beneficio que su trabajo reporte al empleador, sin que las cargas y necesidades de sus familias tengan nada que ver en ello.


Tal vez entonces estén dispuestos a defender el derecho inviolable al descanso dominical, cuyo fin no es permitir al obrero reparar sus fuerzas para servir con más eficacia a su patrón, sino disponer de una jornada de cada siete para dar a Dios la Gloria y Alabanza debidas, para dedicar al crecimiento personal y espiritual, y para compartir y disfrutar en paz con la familia.


Tal vez entonces empecemos a ver a todos los hijos de la Santa Madre Iglesia, oponerse a que el gobierno se permita decidir sobre las festividades religiosas, modificando arbitrariamente su fecha de celebración, o incluso aboliéndolas, sin que se escuche alzarse la voz acusatoria de nuestros obispos ante tamaña herejía.


En ocasiones anteriores de gobierno de eso que dan en llamar “la derecha”, hemos vivido tímidas concesiones al “electorado católico” para acallar conciencias “flexibles” y acomodaticias. En este momento no hay atisbo alguno. Las factorías de la muerte abortistas continúan en pleno rendimiento al amparo de una legislación criminal, el adoctrinamiento liberal de niños y jóvenes sigue imparable, los ataques a las familias, en forma de divorcios rápidos, uniones contra natura y otras aberraciones se multiplican sin freno, y el descrédito de cualquiera que alce la bandera de la Tradición Católica es norma de obligado cumplimiento.

En fin, al menos usted, estimado lector, no deseche la idea de leer o releer las encíclicas básicas de la Doctrina Social de la Iglesia, y cuando alguno de sus familiares, amigos o conocidos, respetables y responsables votantes del Partido Popular, le traten de explicar las bondades y excelencias de los planes con los que nuestro flamante nuevo gobierno devolverá a España la prosperidad, cuya pérdida sólo es imputable a los errores y mentiras de gobiernos socialistas, no dude en iluminar su ceguera con los sabios argumentos doctrinales que nos legaron, entre otros, nuestros prudentísimos Sumos Pontífices León XIII y Pío XI.