…¿Pesaron las experiencias anteriores en la mente de los oficiales isabelinos y carlistas? Indudablemente, los 12.000 soldados carlistas no eran comparables a los 30.000 franceses de 1808, pero eran una fuerza más disciplinada y veterana que los 2.800 guardias sublevados en 1822: hubieran podido plantear batalla y tomar la capital, pese a la resistencia de las fuerzas liberales, contabilizadas en unos 6.000 hombres aproximadamente.
El propio capitán general de Madrid, Antonio Quiroga, al terminar su conversación con el coronel Fernando Fernández de Córdoba sobre los medios disponibles para la defensa, reconoció, pese a su pesar, que ese día (12 de septiembre de 1837) entrarían los carlistas en la Villa y Corte. Con escasa artillería, las puertas de la ciudad y su muro exterior no representaban una barrera infranqueable.
¿Por qué el Rey don Carlos ordenó la retirada? Tal como señala Alfonso Bullón de Mendoza, no fueron motivos militares, sino políticos, los que habían dado origen a la Expedición Real, por lo que esos mismos motivos fueron decisivos para su fracaso. Al cabo de unas horas de espera, los pocos dirigentes carlistas que se encontraban al tanto del proyecto de transacción debieron comprender que, por el motivo que fuese, María Cristina no se iba a presentar en sus filas. No obstante, los carlistas hubieran podido atacar Madrid pero los riesgos habían aumentado, pues un ejército liberal al mando del general Baldomero Espartero se encontraba tan sólo a una jornada de la capital y en ese corto espacio de tiempo debían acabar con todos los focos interiores de resistencia y tener las tropas dispuestas para un nuevo combate.
Algunos oficiales carlistas —con la moral alta por la proximidad de la victoria y el final del conflicto— opinaron que, tomada la capital, las tropas de Espartero se disolverían y acatarían la victoria legitimista. Por otra parte, no importaba tanto no envolver la ciudad con tropas, pues el mismo Napoleón —en diciembre de 1808— había logrado la capitulación de la Villa sin que ésta estuviera totalmente cercada, contentándose con desplegar las tres divisiones del cuerpo del mariscal Víctor frente a los sectores septentrionales y orientales de la ciudad, en la orilla izquierda del Manzanares.
Pero, como señala Bullón de Mendoza, la disolución de las fuerzas liberales era sólo una remota posibilidad para otros oficiales, entre los cuales se contaba el propio jefe de Estado Mayor de don Carlos, general Vicente González Moreno.
Por otra parte, ¿cómo respondería el pueblo madrileño ante la entrada de Su Monarca Legítimo en medio de la sangre y la violencia? En 1808 y 1814, Fernando VII había entrado pacíficamente en medio de grandes manifestaciones de apoyo popular.
Sólo José I y Napoleón habían entrado en la capital en medio de la indiferencia y el resentimiento, y al propio Emperador le había costado tres días conseguir la rendición de la Villa.
Por otra parte, ¿cómo respondería el pueblo madrileño ante la entrada de Su Monarca Legítimo en medio de la sangre y la violencia? En 1808 y 1814, Fernando VII había entrado pacíficamente en medio de grandes manifestaciones de apoyo popular.
Sólo José I y Napoleón habían entrado en la capital en medio de la indiferencia y el resentimiento, y al propio Emperador le había costado tres días conseguir la rendición de la Villa.
Además, el asalto a Madrid elevaría el número de muertos en los dos bandos; tal vez se podría llegar a capturar a la “gobernadora” y sus dos hijas, pero ¿y si lograban escapar a la fuerza o voluntariamente con el Gobierno y mantenían la resistencia en otra ciudad? En este último caso, la guerra no finalizaría y las tropas de Espartero —frescas y deseosas de revancha— atacarían a las carlistas, cansadas por la toma de la capital, sin apenas tiempo para resistir, lejos de sus bases de refuerzos y en medio de tierra de nadie.
González Moreno optó por la carta menos arriesgada: decidió que, si deseaba entrar y consolidarse en Madrid, lo primero que debía hacer era batir a Espartero en un campo de batalla adecuado, por lo que ordenó la retirada de la capital con el beneplácito del Rey don Carlos. Así, una vez derrotada la columna liberal, la entrada en la Villa no debería revestir ningún problema. Ordenó a las fuerzas carlistas que se encontraban en Aranda de Duero, al mando de Zaratiegui, que se unieran a la Expedición Real, mientras buscaba un punto donde reforzar sus fuerzas con más voluntarios. Por eso sus tropas se dirigieron a Mondéjar donde, en tres días, la división castellana aumentó en más de 2.000 hombres.
Sin embargo, su propuesta de presentar batalla frente a las fuerzas de Espartero en Alcalá de Henares no fue respaldada por los consejeros de don Carlos...
• “Las Guerras Carlistas” por Antonio Manuel Moral Roncal (Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi en 1999), Silex Ediciones S.L., (2009).
• “El ejército carlista ante Madrid (1837): la Expedición Real y sus precedentes” por Antonio Manuel Moral Roncal, “Madrid, revista de arte, geografía e historia”, nº7 (2005).
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