El que no quiera verlo pagará las consecuencias de su error antes o después, pero la cuestión es que estamos en guerra, nos guste o no.
Esta guerra empezó en el año 632, a la muerte de Mahoma, y dura hasta nuestros días. En una primera ofensiva, los mahometanos conquistaron e islamizaron, a sangre y fuego, todo el Medio Oriente, Persia, el norte de África, y partes de la India, creando un terrible imperio que se extendía desde el Océano Atlántico en el oeste hasta Asia Central en el este.
En el año 711 conquistaron la península ibérica, y su expansión al norte de Europa fue detenida por los francos en la batalla de Poitiers en el año 732. En el extremo este de Europa Constantinopla sirvió de barrera al avance islámico durante varios siglos.
En el curso de los siguientes siglos el mundo cristiano reaccionó. Los españoles iniciamos la Reconquista, un proceso que duró 800 años y culminó en 1492 con la conquista de Granada, el último reino musulmán que quedaba en la península.
Durante dos siglos, desde la Primera Cruzada del año 1095 hasta la caída del enclave cristiano en Acre en 1291, los europeos cristianos trataron de recuperar Jerusalén y la Tierra Santa, y detener el avance de los turcos musulmanes que amenazaban a Constantinopla. Inicialmente tuvieron éxito y lograron crear estados cristianos en el Medio Oriente, pero finalmente fueron derrotados, y los sobrevivientes masacrados o esclavizados.
En el año 1453 los otomanos conquistaron Constantinopla, dando fin al milenario imperio bizantino, y continuaron su expansión hacia el oeste de Europa, pero fueron detenidos al fracasar su sitio de Viena en el año 1529. En 1683 volvieron a sitiar Viena, nuevamente sin éxito, y tuvieron que replegarse.
Durante los siguientes siglos la Cristiandad tomó cierta iniciativa. Los europeos convirtieron a los territorios árabes y a otras partes del mundo de población islámica, (desde el norte de África hasta la frontera con China, incluyendo lo que hoy es Afganistán, Pakistán, India, Bangladesh, Sri Lanka, Indonesia, Singapur y Malasia), en colonias. El imperio otomano se debilitó y, a consecuencia de su derrota en la Primera Guerra Mundial, fue desmembrado. Gran parte de los territorios del difunto imperio quedaron bajo el control de Francia y Gran Bretaña, hasta que, décadas más parte, se crearon en ellos estados independientes que nunca habían existido en la historia, tales como Jordania, Irak y el Líbano.
Pero desde hace algunas décadas la situación ha empeorado considerablemente. La iniciativa hoy está en manos de los musulmanes, como lo demuestra la actual invasión islámica de Europa, (esta vez, no con ejércitos, sino basada en la inmigración descontrolada y en el índice de fertilidad de las mujeres musulmanas, mucho más alta que el de las cristianas), y la ambición, por ejemplo, de la República Islámica de Irán de convertirse en potencia mundial.
A esta ofensiva invasora e islamizante se unen los ataques terroristas que en estas últimas semanas han tomado un cariz nuevo y desconocido, con los ataques a soldados occidentales en nuestro propio territorio, de un modo salvaje y despiadado.
Nuestros gobiernos débiles y entregados a oscuros intereses no van a reaccionar, eso está claro. Pero no todos estamos dispuestos a morir degollados sin defendernos, no señor.
Que cada cual saque sus deducciones y actúe en consecuencia. Yo recomiendo afianzarnos en nuestra identidad, que no es otra que nuestra fe en Nuestro Señor Jesucristo, estar alerta y no conceder al enemigo ni un palmo de terreno.
Y si alguno se enfrenta directamente a la amenaza que nos acecha detrás de cada musulmán que se pasea impunemente por el solar patrio, que pida ayuda en nombre de Dios Nuestro Señor y que todo buen cristiano que le escuche acuda a la llamada.