vendredi 26 février 2010

Gracias

Hoy es viernes de Cuaresma, un día para recordar que Dios envió al mundo a su Hijo para que muriese por nuestros pecados una muerte de Cruz.
Es un día para la conversión y la penitencia, pero yo, seguramente debido a que estoy recién confesado, lo que siento en este día son ganas de dar gracias a Dios, una costumbre cada vez menos extendida.
Cuando esta mañana me dirigía al trabajo en mi coche, escuchando la sinfonía n. º 40 en sol menor de Mozart y con el libro que ayer, sin otro motivo que el amor que me profesa, me regaló mi esposa, el mayor regalo que me ha hecho Dios Nuestro Señor, colocado sobre el salpicadero, mi alma ardía en deseos de dar gracias.
Gracias Señor por mis padres, que me educaron en seno de la Santa Madre Iglesia y me enseñaron con su ejemplo que con la ayuda de Dios, el amor de los esposos puede superar cualquier dificultad, gracias a los hermanos Maristas en cuyas aulas pase tantos años formándome, encontrando entre sus muros los pocos amigos que de verdad merecen ese nombre.
Gracias sobre todo y ante todo por mi esposa, sin cuya presencia a mi lado yo ya no sería yo, que sabe templar mi carácter y cada día hace posible el milagro de mi familia.
Gracias también por mis hijos, que representan la inmortalidad de mi familia, cuyo antiquísimo legado se encargarán de mantener.
Y gracias sobre todo por darme tantas oportunidades de proclamar el Evangelio cada día, en medio de esta sociedad que ha decido vivir a espaldas de Dios. Gracias por hacerme vivir en esta Europa que es hoy más que nunca tierra de misión.

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