... Nadie puede decir con certeza
cuál habría sido el desarrollo occidental y, por lo tanto, de las instituciones
autónomas si tres factores nuevos no se hubiesen intercalado en la historia de
Occidente. Después de la evolución orgánica desde la caída del Imperio Romano
hasta el siglo XV (mil años), esta red de instituciones autónomas y libres
murió de repente. Más bien tres factores asesinaron los organismos
representativos de la antigua cristiandad y así produjeron la crisis perpetua
dentro de la cual el Occidente ha venido a dar durante cuatro siglos.
Estos tres factores fueron:
1) El nacimiento del Estado
absoluto. Primeramente de hecho en Francia con el absolutismo borbónico y con
la teoría de Juan Bodino.
2) El nacimiento del capitalismo
liberal respaldado por el Calvinismo protestante.
3) La Revolución Industrial.
Si queremos localizar el papel
potencial de los Cuerpos Intermedios en la sociedad actual tendremos que darnos
cuenta del daño enorme hecho a la cristiandad por estas tres causas.
En primer lugar el nacimiento del
Estado absoluto. El crecimiento del poder real en Francia, primeramente, y
luego en todo el continente hizo desaparecer a todas las instituciones sobre las
cuales ya he hablado. Quedaron unas momias de gremios, universidades, fueros y
de los demás organismos de los que ya he hablado. Momias desangradas y
despojadas de vida propia. El Estado centralizaba no solamente todo el poder,
sino que toda la autoridad dentro de ella. Así, destrozando toda la autonomía de
la sociedad, reduciéndola a un terreno enorme administrado desde la capital.
Reduciéndola a un desierto enorme sin vitalidad propia.
Lo que empezó el
absolutismo borbónico, la Revolución Francesa y liberal lo continuaron. Las
regiones, primeramente en Francia, luego en España y en todo el mundo latino perdieron
sus antiguos fueros y se redujeron a meras entidades administradas. Los gremios
o desaparecieron o se marchitaron hasta llegar a ser reliquias pintorescas de
una edad ya muerta.
El Estado liberal simplemente se
apoderó de las Universidades en un robo gigantesco. Los bienes municipales
pasaron al Estado para terminar en las manos de una clase nueva de burgueses.
Lo que pasó era un levantamiento en masa de los ricos nuevos contra los pobres.
Así defraudada y desilusionada, la nueva masa amorfa llegó a ser la víctima de
la propaganda marxista.
En segundo lugar, el capitalismo
liberal nació en Inglaterra y en Holanda, hasta cierto punto en Francia, Italia
y más tarde en España y la América hispánica. El capitalismo liberal es la
consecuencia directa del calvinismo protestante. Calvino había predicado que la
gran masa de los hombres está predestinada al infierno. Dios señala a los pocos
salvados, un puñado de santos, a través de unos signos o símbolos. Los
calvinistas interpretaban a su maestro en un sentido capitalista, a saber: los santos
son los hombres que han obtenido un éxito material en la vida. Por eso, el
capitalismo, ya nacido en Europa antes, recibió la escuela que necesitaba para
desarrollarse. Sellaba con una aprobación carismática, mesiánica, la nueva
burguesía, aliada con el Estado absoluto nuevo, concentraba en todo lo posible
la riqueza del continente en sus manos. Este dinamismo liberal y calvinista se
compaginaba perfectamente con lo que el Estado absoluto estaba haciendo. Todo
trabajaba en unión para que la antigua estructuración de la sociedad
desapareciera.
Si Inglaterra hoy en día es un
país de parques preciosos, y lo es, se debe al hecho de que estos parques
habían sido las tierras de campesinos libres en el pasado, ahora convertidos en
jardines y en campos de caza para una nueva clase que simplemente robó el país
de sus antiguos dueños.
En España, por poner otro
ejemplo, la cuarta parte de la tierra pasó en un año, en el siglo XIX, de la
Iglesia y de los Municipios a las manos del liberalismo nuevo. Me refiero a la famosa
desamortización de Mendizábal, masón.
En tercer lugar, estalló una
revolución industrial. Si esa revolución se hubiera desarrollado a través de la
estructuración católica de la cristiandad antigua, viviríamos en un mundo
radicalmente diferente hoy. La máquina es un instrumento, ¿verdad?, nada más.
Pudiera haber evolucionado en aras de un perfeccionamiento del empresario
pequeño así como del grande. La Revolución Industrial pudiera haber encajado
dentro de una sociedad no capitalista-liberal; pero nunca debernos olvidar que el
liberalismo ya se había apoderado del Continente europeo antes del comienzo de
la revolución industrial a fines del siglo XVIII.
Por eso la clase liberal-capitalista-calvinista
y masónica en gran parte, pudo apoderarse de la técnica nueva en aras de sus propias
metas. Decir que una sociedad llena de proletarios es el precio que tuvimos que
pagar para el progreso técnico es simplemente una mentira.
Ahora bien, la Iglesia Católica
lanzó su doctrina social sobre el papel imprescindible de los Cuerpos
Intermedios en el siglo pasado, empezando con León XIII. En la Edad Media el
contenido de esta doctrina era menos doctrina que vida, como ya hemos dicho,
pero la formulación nueva de la misma realidad tuvo que tener en cuenta la
existencia del Estado moderno. Lo que la filosofía política y social de la
Iglesia exige, en una palabra, es que el Estado devuelva a la sociedad lo que
el mismo Estado robó de ella a través de cuatro siglos de latrocinio, ni más ni
menos.
Por eso, la doctrina papal
encuentra su cetro dorado en el principio de la subsidiariedad. Este principio,
la espina dorsal de la doctrina social de la Iglesia, tal y como aquella
doctrina se ha desarrollado a través de las Encíclicas, aparece en Cuadragésimo
Anno como el más importante principio de la filosofía social.
Se puede formular la idea central
de subsidiariedad en estas palabras: Todo lo que pertenece a una sociedad o
grupo inferior debe ser ejecutado por el grupo en cuestión, a menos que éste no
pueda hacerlo. En tal caso, la sociedad inferior precisa de la ayuda de la
sociedad inmediatamente superior a ella. Lo que se aplica a la familia en
cuanto a sus relaciones con las sociedades superiores, a ella se aplica también
dentro de la misma familia. El padre no debe asumir las responsabilidades de la
madre, a no ser que ella no esté en condiciones para desempeñarlas. Los padres
no deben asumir las responsabilidades de sus hijos, siempre que ellos tengan la
madurez necesaria para llevarlas a cabo.
Este principio contiene dos
componentes: por un lado la libertad, por el otro lado la solidaridad.
A la libertad pertenece la
primera parte del principio. El grupo superior debe abstenerse de hacer lo que
el inferior puede hacer libremente. Una intervención aquí haría que la voluntad
y la responsabilidad, condiciones para el ejercicio de la libertad, se
marchitasen. Tal intervención reduciría al hombre al nivel de un esclavo. A la
solidaridad, la segunda parte del principio, pertenece lo positivo, el grupo
superior debe intervenir cuando el inferior no puede hacer lo que por
naturaleza le atañe.
Para poner un ejemplo: una
sociedad que permitiese que el hombre muriese en la calle por no tener trabajo,
pecaría gravemente contra la justicia, pero esta solidaridad de hombres y grupos
no se restringe a una incapacidad, incluye también lo que pertenece por
naturaleza a un grupo. Por ejemplo: no es propio de la familia defender la
ciudad, donde tiene su casa y sus bienes, este trabajo pertenece a un organismo
superior; el Ayuntamiento; pero, ojo aquí, el principio no tiene nada que ver
con una eficacia puramente técnica. A menudo un organismo superior puede hacer
el trabajo o cumplir con el deber de un organismo inferior mejor que él. Esto
no tiene importancia alguna, según la doctrina de subsidiariedad; si lo tuviera
caeríamos en una tecnocracia fría. Con tal de que el organismo inferior pueda desempeñar
su papel aun con menos eficacia técnica, el organismo superior no debe de
intervenir en absoluto. Como el gran pensador católico inglés, Chesterton
escribió: "Hay muchos hombres que podrían organizar mi casa mejor que yo,
pero eso no quita ni mi libertad ni responsabilidad para con mi propia
casa."
En una palabra, el principio de
la subsidiariedad no tiene nada que ver con la eficacia técnica sino con la
libertad y con la solidaridad ...
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