LLAMAR A LAS COSAS POR SU NOMBRE Un verdadero reto
para los católicos
Mons. Juan Antonio Reig Pla Obispo de Alcalá de
Henares
1. El Presidente del Gobierno de España y del
Partido Popular ha confirmado la retirada de la reforma de la ley del aborto
que pretendía “limitar” cuantitativamente el “holocausto silencioso” que se
está produciendo. Mantener el derecho al aborto quiebra y deslegitima el
supuesto estado de derecho convirtiéndolo, en nombre de la democracia, en una
dictadura que aplasta a los más débiles. Ninguna ley del aborto es buena. La
muerte de un solo inocente es un horror, pero “parecía” que “algo” estaba
cambiando en las conciencias de algunos políticos relevantes respecto del
crimen abominable del aborto (Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 51).
Dicho esto conviene denunciar, con todo respeto a
su persona, que el Presidente del Gobierno ha actuado con deslealtad respecto a
su electorado al no cumplir su palabra en esta materia, explicitada en su
programa electoral; también ha actuado con insensatez pues ha afirmado que lo
sensato es mantener el “derecho al aborto”, es decir, el derecho a matar a un
inocente no-nacido, el crimen más execrable. Además ha faltado a la verdad,
pues su partido tiene mayoría absoluta en el Parlamento y, sin embargo, afirma
que no hay consenso, algo que no ha aplicado a otras leyes o reformas
infinitamente menos importantes.
Ha llegado el momento de decir, con voz sosegada
pero clara, que el Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por
el feminismo radical y la ideología de género, e “infectado” como el resto de
los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos
todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la
promoción de la llamada “gobernanza global” al servicio del imperialismo
transnacional neocapitalista, que ha presionado fuerte para que España no sea
ejemplo para Iberoamérica y para Europa de lo que ellos consideran un
“retroceso” inadmisible en materia abortista.
2. Respecto al Jefe de la Oposición en el
Parlamento, también con todo respeto a su persona, hay que afirmar que se ha
mostrado falto de rigor intelectual y con un déficit de sensibilidad ante la
dignidad de la vida humana. Es asombroso comprobar cómo telefonea a un programa
de televisión para denunciar la violencia contra los animales, y, sin embargo,
olvida la violencia criminal contra dos millones de niños abortados:
decapitados, troceados, envenenados, quemados… Desde la lógica del horror el
Secretario General del PSOE ensalzó en la Estación de Atocha de Madrid el mal
llamado “tren de la libertad” en el que algunas mujeres reclamaban “el derecho
a decidir matar inocentes”; este tren, como los trenes de Auschwitz que
conducían a un campo de muerte, debería llamarse, no el “tren de la libertad”
sino, el “tren de la muerte”, del “holocausto” más infame: la muerte directa y
deliberada de niños inocentes no-nacidos.
3. Como es verificable, el Partido Popular con esta
decisión, se suma al resto de los partidos políticos que, además de promover el
aborto, lo consideran un derecho de la mujer: una diabólica síntesis de
individualismo liberal y marxismo. Dicho de otra manera, a fecha de hoy ‒ y sin
juzgar a las personas ‒, los partidos políticos mayoritarios se han constituido
en verdaderas “estructuras de pecado” (Cf. San Juan Pablo II, Encíclicas
Sollicitudo rei socialis, 36-40 y Evangelium vitae, 24).
4. En el orden cultural, y bajo la presión del
feminismo radical, se ha trasladado el punto de mira del aborto; se ha deslizado
desde el tratamiento como un crimen (No matarás) a la consideración de la mujer
como víctima. Es verdad que la mujer es también víctima, abandonada en muchas
ocasiones ‒ cuando no presionada para que aborte ‒, por el padre de su hijo,
por su entorno personal y laboral y por la sociedad; también es cierto que
sufre con frecuencia el síndrome post-aborto, etc.; pero, si bien algunas
circunstancias puede disminuir la imputabilidad de tan gravísimo acto, no
justifican jamás moralmente la decisión de matar al hijo por nacer. Esto hay
que denunciarlo al tiempo que hay que acompañar con misericordia y
«adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde
el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias» (Papa
Francisco, Evangelii gaudium, 214).
Pero, como digo, lo específico del aborto es que se
trata de un crimen abominable: «el que mata y los que cooperan voluntariamente
con él cometen un pecado que clama venganza al cielo (Cf. Gn 4, 10)» (Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 2268). No se puede justificar, apelando a la
libertad, lo que de sí es una acción criminal que mata a un inocente, corrompe
a la mujer, a quienes practican el aborto, a quienes inducen al mismo y a
quienes, pudiendo con medios legítimos, no hacen nada para evitarlo. La Iglesia
Católica, Madre y Maestra, en orden a proteger al inocente no-nacido e iluminar
las conciencias oscurecidas «sanciona con pena canónica de excomunión este
delito contra la vida humana. “Quien procura el aborto, si éste se produce,
incurre en excomunión latae sententiae” (CIC can. 1398), es decir, “de modo que
incurre ipso facto en ella quien comete el delito” (CIC can. 1314), en las
condiciones previstas por el Derecho (Cf. CIC can. 1323-1324). Con esto la Iglesia
no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar
la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a
quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad» (Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 2272). Es necesario evidenciar que nos encontramos ante una
verdadera crisis de civilización.
5. Por otra parte, diré más: se debe aclarar que no
es justificable moralmente la postura de los católicos que han colaborado con
el Partido Popular en la promoción de la reforma de la ley del aborto a la que
ahora se renuncia. La Encíclica Evangelium vitae del Papa San Juan Pablo II no
prevé la posibilidad de colaboración formal con el mal (ni mayor ni menor); no
hay que confundir colaborar formalmente con el mal (ni siquiera el menor) con
permitir ‒ si se dan las condiciones morales precisas ‒ el mal menor. Dicha
Encíclica (n. 73) lo que afirma es: «un problema concreto de conciencia podría
darse en los casos en que un voto parlamentario resultase determinante para favorecer
una ley más restrictiva, es decir, dirigida a restringir el número de abortos
autorizados, como alternativa a otra ley más permisiva ya en vigor o en fase de
votación. […] En el caso expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar
completamente una ley abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición
personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su
apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así
los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública. En
efecto, obrando de este modo no se presta una colaboración ilícita a una ley
injusta; antes bien se realiza un intento legítimo y obligado de limitar sus
aspectos inicuos».
6. Con afecto hacia las personas y con dolor,
también debo decir que, en ocasiones, algunas instancias de la Iglesia Católica
que camina en España no han propiciado, más bien han obstaculizado, la
posibilidad de que aparezcan nuevos partidos o plataformas que defiendan sin
fisuras el derecho a la vida, el matrimonio indisoluble entre un solo hombre y
una sola mujer, la libertad religiosa y de educación, la justicia social y la
atención a los empobrecidos y a los que más sufren: en definitiva la Doctrina Social
de la Iglesia. Gracias a Dios el Papa Francisco ha sido muy claro respecto del
aborto en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (nn. 213 y 214).
7. Como en tantas otras ocasiones de nuestra
historia, es momento de apelar a la conciencia de los católicos españoles. Ante
nosotros, tal vez, se abre la posibilidad de “un nuevo inicio” y en todo caso
un amplio abanico de acciones simultáneas, entre las que quiero destacar:
a) Hay que mantener firme el propósito de la
evangelización, de la gestación de nuevos cristianos y de la atención en
nuestros “hospitales de campaña” (Cáritas, Centros de Orientación Familiar,
etc.) de tantas personas heridas (física, psíquica y espiritualmente) que
esperan nuestro amor, nuestra misericordia y nuestra ayuda, siempre desde la
verdad.
b) Insistir en la educación sexual y en la
responsabilidad de las relaciones sexuales, es decir, educar para el amor.
c) Insistir en la abolición total de toda ley que
permita el aborto provocado directo y promover la aprobación de leyes que
protejan al no-nacido, la maternidad y las familias.
d) Suscitar una respuesta civil organizada y capaz
de movilizar las conciencias.
e) Hacer una llamada a promover iniciativas
políticas que hagan suya, integralmente, la Doctrina Social de la Iglesia.
f) Estudiar por enésima vez la posibilidad de
regenerar los partidos políticos mayoritarios, aunque hasta ahora estos
intentos han sido siempre improductivos.
8. El camino va a ser largo y difícil, ya sucedió
con la abolición de la esclavitud. La maduración de las conciencias no es
empresa fácil, pero nuestro horizonte, por la gracia de Dios, es el de la
victoria del bien. Este es tiempo de conversión. Así pues, todos (mujeres y
varones, profesionales de la sanidad y de los medios de comunicación,
gobernantes, legisladores, jueces, fuerzas y cuerpos de seguridad, pastores y
fieles, etc.) estamos obligados en conciencia a trabajar y defender con todos
los medios legítimos “toda la vida” de “toda vida humana”, desde la concepción
y hasta la muerte natural, empezando por los no-nacidos y sus madres; si no lo
hacemos, la historia nos lo recriminará, las generaciones venideras nos lo
reprocharán y, lo que es definitivo, Dios, el día del Juicio, nos lo reclamará:
era pequeño, estaba desnudo e indefenso y no me acogisteis (Cf. Mt 25, 41-46).
En Alcalá de Henares, a 24 de septiembre del Año
del Señor de 2014 Ntra. Sra. de la Merced
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