Uno de los pilares de esta bitácora ha sido siempre la defensa de la Tradición (con mayúsculas) como única medicina posible ante la enfermedad mortal que aqueja a la humanidad desde esa hecatombe llamada Revolución Francesa, o para ser más precisos desde el cisma luterano.
La enfermedad es conocida como
modernismo, liberalismo, o por cualquiera de sus otros nombres según las
múltiples mutaciones del virus (capitalismo, comunismo, etc.) pero como dijo el
R.P. Castellani, es sencillamente la más sutil y compleja de las herejías y la
religión del Anticristo.
Y la Tradición puede resumirse en
la fidelidad a Nuestro Señor Jesucristo, con todo lo que implica de fidelidad a
la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana y a sus enseñanzas
seculares.
La Religión Católica y la
civilización greco-romana fueron la base de la organización de los Reinos
Cristianos, y en el trascurso de los siglos fueron conformando la sociedad
cristiana con sus leyes e instituciones, fundamentalmente en ese periodo de la
historia que los modernistas llaman con desprecio edad media, como si no fuera
más que un intermedio en un figurado proceso de transición desde la antigüedad
clásica hasta lo que llaman renacimiento y edad moderna.
Pero la edad media es ciertamente
la Edad de Oro para la humanidad, y en España, donde del siglo octavo al décimo
quinto la civilización cristiana se desarrolla inmersa en la epopeya de la Reconquista
frente al Islam, son precisamente los siglos décimo sexto y décimo séptimo los
que constituyen nuestros Siglos de Oro, esto sí innegable incluso para los
historiadores liberales, como consecuencia directa del establecimiento definitivo
de las bases de nuestra Patria en la fidelidad a la única y verdadera Iglesia
de Cristo, en la unidad territorial peninsular y en la evangelización del Nuevo
Mundo.
Es sabido que para el Leviatán
conocido como estado moderno, las tradiciones no son más que manifestaciones
folclóricas con posibilidad de explotación económica turística. Pero en el
fondo del alma de los verdaderos hombres, los que viven y sienten en contacto
con la tierra, las tradiciones son mucho más que todo eso y están muy por
encima de las modernas instituciones, que les son tan ajenas como inútiles y en
la mayoría de los casos seriamente nocivas.
Cuento todo esto a modo de
introducción, para traer a este rincón de internet la reseña de otra de
nuestras hermosísimas tradiciones hispanas, que en estos días se está viviendo
en la ciudad de Astorga y los pueblos de las comarcas cercanas.
Esta tradición se remonta a los
tiempos de Santo Toribio, obispo de Astorga, más conocido como Santo Toribio de
Liébana por haberse trasladado allí sus retos en el siglo octavo ante el avance
sarraceno.
Santo Toribio, que vivió en el
siglo quinto, es famoso por su combate contra la herejía priscilianista y por
haber traído de Tierra Santa un fragmento de la Cruz de Cristo, el Lignum
Crucis, que se venera junto a sus restos en el Monasterio de Liébana.
El evento que nos ocupa tiene su
origen en una gran sequía de siete años ocurrida en vida de Santo Toribio. Los
campesinos acudieron a pedir consejo y auxilio al santo, ya obispo de Astorga, que
les encomendó buscar la imagen de la Virgen de Castrotierra y, una vez hallada,
conducirla en procesión a la catedral de Astorga donde debían ofrecerle un
novenario, cumplido lo cual llegaría la ansiada lluvia a los campos, como así
sucedió efectivamente.
Desde entonces peregrina la
imagen conocida como Virgen del Castro desde su santuario hasta Astorga y
regreso, al menos cada siete años, o en ocasión de gran sequía.
La imagen actual de Nuestra
Señora del Castro es una talla románica sedente de madera policromada al temple.
En la mano derecha sostiene la Manzana del Paraíso y el Niño está sentado sobre
su pierna izquierda. La luna de sus pies y la corona aureolada con rayos
solares y estrellas que porta alegorizan la Asunción.
Para organizar estas
peregrinaciones y para solicitar el oportuno permiso al obispo de Astorga,
trasladando la petición de cualquiera de los pueblos, existe la Pía Asociación
de Procuradores de La Virgen de Castrotierra, conocida como Hermandad de los
Procuradores de la Tierra, formada por representantes de los doce pueblos de la
jurisdicción de Astorga, ocho de los
cuales tienen la consideración de “cuartos”, San Justo de la Vega, San Román,
Sopeña, Brimeda, Valdeviejas, Murias de Rechivaldo, Castrillo de los Polvazares
y Santa Catalina de Somoza, y como tales “cuartos”, reunidos en concejo,
nombran cada uno su procurador vitalicio por mayoría de votos, mientras que los
otros cuatro pueblos, con consideración de “alfoces”, Nistal, Celada, Piedralba
y Bustos, nombran un pedáneo cada uno, que asiste como observador a las
asambleas de procuradores.
Una vez votada la salida de la
Virgen por la asamblea de procuradores, se convoca a los pueblos para que
acudan “por lo menos con la mitad de sus vecinos”, con su cruz y su pendón.
Así pues, señalado el día de
salida por los procuradores, los pueblos interesados se van acercando al Castro
con las respectivas insignias: pendón y cruz parroquial, siendo los pueblos
cercanos geográficamente a la Ermita quienes acudan en procesión portando
pendón, cruz y la imagen de la Virgen patrona de los respectivos pueblos, en un
acto de despedida a la Virgen de Castrotierra. Cuando regrese al Castro, estas
mismas imágenes volverán a recibirla en idénticas condiciones. Los pueblos que
acuden en procesión son: Villalís de la Valduerna, Posada, Villamontán,
Miñambres, Redelga, Rivas, Valle, Castrotierra, Fresno de la Valduerna,
Robledino y Robledo (cito todos los nombres de los pueblos porque me parece que
los nombres de los pueblos de España son hermosísimos).
Celebrada la Santa Misa, la
comitiva parte hacia Astorga.
La procesión tiene tres bloques, el primero formado por los pendones en rigurosos orden, comenzando por el de Santa Marina del Rey y finalizando por el Castrotierra, que avanzan ondeando sus paños a lo largo del polvoriento camino. Los pendones tienen entre 10 y 12 metros de vara, lo que hace harto difícil el arte de pujarlos. Cada pendón es atendido por 15 o 20 personas, lo que explica a las claras la dificultad para llevarlo tantos kilómetros, siempre derecho, ya que no hay cosa más vergonzosa para el pueblo que ver caer a tierra su pendón.
La procesión tiene tres bloques, el primero formado por los pendones en rigurosos orden, comenzando por el de Santa Marina del Rey y finalizando por el Castrotierra, que avanzan ondeando sus paños a lo largo del polvoriento camino. Los pendones tienen entre 10 y 12 metros de vara, lo que hace harto difícil el arte de pujarlos. Cada pendón es atendido por 15 o 20 personas, lo que explica a las claras la dificultad para llevarlo tantos kilómetros, siempre derecho, ya que no hay cosa más vergonzosa para el pueblo que ver caer a tierra su pendón.
Un segundo bloque se forma con
las cruces parroquiales y el tercero lo constituye la Virgen y sus
acompañantes.
La entrada en Astorga es
espectacular, entre el clamor del público que se agolpa en calles y balcones y,
a las puertas de la catedral, el Cabildo Catedralicio recibe a la Virgen y la
introduce en la catedral para su permanencia de nueve días.
Durante el novenario se suceden
diferentes actos religiosos en honor a la Virgen del Castro, cuyos mantos son
custodiados por las monjas del convento de Santa Clara.
Pero en este año del Señor de
2014 la procesión de la Virgen del Castro decidida por los Procuradores de la
Tierra no tiene su causa en una sequía o en el periodo de siete años estipulado
desde hace tantos siglos.
La Pía Asociación de Procuradores
de La Virgen de Castrotierra, la Hermandad de Procuradores de la Tierra, ha
decidido solicitar al obispo de Astorga, dada la devoción a su Virgen del
Castro de los habitantes de sus pueblos y la gran importancia que para todos
ellos tiene esta imagen de la Madre de Dios, que sea coronada canónicamente el
próximo sábado 20 de septiembre.
Para ello han encargado a un
orfebre la realización de una corona imperial con aureola realizada en plata de
ley dorada y en su color, de estilo barroco ecléctico, compuesta también por
piedras de cristal checo en verde y rojo, colores tradicionales de las coronas
de la diócesis, talla cabujón y brillante.
La aureola está inspirada en la
antigua corona que desapareció hace 38 años y, en este caso, se ha realizado de
tal manera que pueda ser desmontada y reparada en caso necesario. La pieza
cuenta con una inscripción: “Los procuradores de la tierra y sus juntas
vecinales donan esta corona a Nuestra Señora del Castro. Astorga 2014”.
Los procuradores de la tierra asumen
el coste de la corona. Castrillo de los Polvazares, Murias de Rechivaldo,
Valdeviejas, Brimeda, Sopeña-Carneros, San Justo de la Vega, San Román de la
Vega, Celada, Nistal y Piedralba son los diez pueblos que han unido sus fuerzas
y sus recursos para que la Virgen pueda lucir esta nueva corona.
La Tradición está viva. Como tantas veces repetimos, el tradicionalismo no consiste en adorar las cenizas, como pretenden los que quieren encerrarnos en los museos o convertirnos en atracciones turísticas, consiste en trasmitir la llama ardiente y luminosa que recibimos de nuestros antepasados.
Tras siglos de lucha contra el modernismo deshumanizador, después de sufrir los robos de las desamortizaciones y de ser asolados por la avaricia sin límites de los modernos y sangrantes impuestos centralistas, el gobierno sigue legislando sin piedad ni descanso contra los últimos reductos de libertad y verdadera democracia, como nuestros concejos, pedanías y juntas vecinales. En definitiva contra nuestros Fueros, con los que los verdaderos reyes protegían a sus súbditos de los posibles abusos de nobles y señores.
La Tradición está viva. Como tantas veces repetimos, el tradicionalismo no consiste en adorar las cenizas, como pretenden los que quieren encerrarnos en los museos o convertirnos en atracciones turísticas, consiste en trasmitir la llama ardiente y luminosa que recibimos de nuestros antepasados.
Tras siglos de lucha contra el modernismo deshumanizador, después de sufrir los robos de las desamortizaciones y de ser asolados por la avaricia sin límites de los modernos y sangrantes impuestos centralistas, el gobierno sigue legislando sin piedad ni descanso contra los últimos reductos de libertad y verdadera democracia, como nuestros concejos, pedanías y juntas vecinales. En definitiva contra nuestros Fueros, con los que los verdaderos reyes protegían a sus súbditos de los posibles abusos de nobles y señores.
Ayer, hoy y siempre, los boinas
rojas por Dios, la Patria, los Fueros y el Rey legítimo.
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