mercredi 22 septembre 2010

Pero vosotros… ¿qué queréis?

Efectivamente, criticar es tarea fácil. Decir en la barra del bar, en una reunión familiar o incluso en internet, que este sistema no funciona, que el mundo está hecho un desastre, que así no podemos seguir… eso lo puede hacer cualquiera, o casi cualquiera.

Lo complicado es encontrar una solución, una propuesta, una salida. Y como siempre, sólo la historia, el conocimiento, el estudio y, sobre todo, la religión y la tradición, pueden ayudarnos en esta tarea.

¿Cómo debe organizarse la sociedad? La respuesta es tan evidente como lógica, de tal modo que casi parece una perogrullada: Como Dios manda.

No, Venerables Hermanos —preciso es recordarlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores—, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la ciudad nueva por edificar en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: omnia instaurare in Christo". San Pío X (Notre charge apostolique)

¿Entonces defiende usted la teocracia? En cierto modo, pero de acuerdo a nuestra sabia tradición, nada que ver con las repúblicas islámicas, ayatollahs, mullahs o salvajes descerebrados por el estilo.

De hecho, como ya he comentado en otras ocasiones, la famosa separación Iglesia-Estado es una conquista del cristianismo, que se opone desde sus inicios al culto divino al emperador. La religión y la política deben permanecer separadas, claro está, pero, y aquí reside la característica fundamental del tradicionalismo, como es lógico y natural, es la política la que debe someterse a la religión, y no a la inversa como es dogma en el liberalismo masónico imperante en lo que otrora fue el mundo civilizado.

Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos…Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la Religión Cristiana fue igualada con las demás religiones falsas, y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: Hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la Religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.” Pio XI (Quas primas)

Sentadas estas bases, el sistema político de organización de la sociedad que, por historia y tradición, más se adecua a la necesaria garantía del Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo, es sin duda la monarquía tradicional, que nada tiene que ver con el absolutismo, estilo de régimen político cuyos legítimos “herederos” modernos, a la vista de sus usos y costumbres, son las modernas repúblicas liberales “democráticas”, entre las que, por desgracia, cabe incluir a nuestra nación, por más que el jefe del estado utilice impresa en sus escritos oficiales, que no sobre la cabeza (él sabrá el porqué), una corona.

Presidentes de gobierno como el que padecemos actualmente, elegidos “democráticamente” por los monolíticos aparatos de los partidos políticos, ejercen el poder, literalmente, como tiranos. Y como bien nos enseña el padre Juan de Mariana en su “De rege et regis institutione”, el tiranicidio es un derecho natural.

Continuará…

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