17 de enero de 1836, Primera Guerra Carlista: Se libra la primera batalla de Arlabán. Las tropas liberales defensoras de la rama
borbónica usurpadora estaban comandadas por el general Luis Fernández de
Córdova, que curiosamente se había destacado siempre por su marcada tendencia
absolutista durante el reinado de Fernando VII, y que finalmente acabaría
sublevándose contra su gobierno durante el llamado “trienio liberal”, lo que le
obligó, tras fracasar, a huir a Francia.
Bien sabido es que el absolutismo fue
el padre del liberalismo, nunca del Tradicionalismo, como mienten los
manipuladores de la historia.
Córdova, con el apoyo de múltiples unidades militares
extranjeras, salió de Vitoria-Gasteiz para intentar arrebatar el Alto de
Arlabán a las tropas leales al Rey legítimo de las Españas, Don Carlos V de
Borbón. En el flanco derecho, la legión británica de Lacy Evans se dirigió al
castillo de Guevara; en el centro, la legión francesa de Bernell se dirigió al
Alto de Arlabán, mientras en el flanco izquierdo, el general Espartero, de tan
oprobiosa memoria, tenía como misión la toma de Legutiano.
Don Nazario Eguía, General en Jefe del Ejército del Norte,
se encontraba al frente de las leales tropas carlistas, auxiliado por el
entonces brigadier Don Bruno Villarreal Ruiz de Alegría.
El duro enfrentamiento duró dos días, el 16 y el 17. Al
término de la lucha la situación no había cambiado ya que, aunque los liberales
llegaron a tomar temporalmente Legutiano y el Alto de Arlabán, el día 18 fueron
forzados a retirarse. Las bajas ascendieron a 300 en las filas leales y a 600
en las liberales.
En mayo de aquel año, el general Córdova volvería a intentar
hacerse con el Alto de Arlabán. En aquella ocasión, la lucha duró cuatro días.
Los liberales quemaron la fábrica de armas que los carlistas tenían en Araia.
Las tropas avanzaban y retrocedían, cayendo Salinas de Léniz en manos de unos y
otros incesantemente. El 26 de mayo, los liberales se retiraron a
Vitoria-Gasteiz quemando y arrasando los caseríos a su paso, especialmente en
Legutiano.
La definitiva victoria de las tropas de Carlos V, a pesar de
sufrir ambos bandos unas 600 bajas, permitió conservar los Altos de Arlabán,
cuyo nombre quedaría grabado en la historia de España gracias a la organización
de los Húsares de Arlabán en base al Escuadrón de Álava, llamados así en
recuerdo de aquella durísima batalla.
Esta unidad alavesa fue una de las más brillantemente
uniformadas entre las tropas leales al Rey legítimo. El número de hombres que
la componían siempre fue escaso, un escuadrón, unos 120 jinetes. Participaron
en grandes batallas como la de Peñacerrada, donde se enfrentaron a los Húsares
de la Princesa, tal vez otro de los uniformes más espectaculares y coloristas
del bando opositor.
(Entrada dedicada a SAR D. Sixto de Borbón y Parma, Abanderado de la Tradición y legítimo heredero de la dinastía de Reyes de las Españas que se negaron a claudicar ante la revolución.)
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