Las vías para llegar a Dios
“Las célebres cinco vías por donde Tomás asciende en su Summa Theologica hacia Dios han alcanzado en la filosofía cristiana una importancia clásica. La ascensión se verifica, primero, partiendo de lo realmente movido, hasta llegar a un primer motor; luego, de lo realmente causado, hasta una primera causa eficiente; después, del ser contingente, hasta uno absolutamente necesario; en cuarto lugar, de los grados efectivos del ser en las cosas, hasta un ser absolutamente perfecto; finalmente, de la efectiva ordenación de la Naturaleza, hasta una primera inteligencia ordenadora.
Siempre parte Tomás de lo real y efectivo.
El argumento leibniziano, que de la mera posibilidad ideal de las cosas deduce la posibilidad de Dios y de ésta la realidad de Dios, hubieralo desechado Tomás sencillamente como un salto de lo ideal a lo real. ¿Cómo podríamos probar la posibilidad interna de Dios, si en la tierra no llegamos a conocer directamente su esencia? Sin vacilar, afirmamos: la existencia de Dios es para nuestro entendimiento incomparablemente más asequible que su posibilidad interna…”
El anhelo de felicidad como prueba de la existencia de Dios
“El amor es más antiguo que el odio. El amor existía cuando aún no existía nada fuera de él, y por él fue creado todo lo que después existió. Desde entonces, todo lo que es y en cuanto que es, es un eco del amor eterno y vuelve con añoranza la mirada hacia su fuente.
Todo el sistema de Plotino no es, en realidad, más que la expresión de un solo pensamiento, que ya se encontraba en el platonismo antiguo, dándole Plotino un matiz fuertemente monista. El cristianismo, con su concepto de la creación, lo ha comprendido de una manera más clara e incomparablemente más profunda.
El Maestro de la divina poesía, Dante Alighieri, lo ha plasmado en aquella confesión emocionante: “Io credo in uno Iddio, solo ed eterno, che tutto il ciel muove, non moto, con amore e con desio”.
De aquí la nostalgia del alma hacia Dios. Como espíritu creado por el espíritu, según el espíritu y para el espíritu, es por naturaleza “enamorada de Dios”, por el cual suspira siempre: “la somma benianza la innamora di s`e, si che poi sempre la desira”. De aquí su anhelo de felicidad, que sólo puede ser acallado por encima de las estrellas, y que, cargado con maldición eterna, ni le es permitido amar ni puede morir. Este es el más poderoso, el más profundo rasgo del alma, porque es tan grande como su ser espiritual y su indigencia infinita. El motivo y la causa de todo su clamor hacia lo eterno y lo que no tiene límites.
Lo que Aurelio Agustín, entre luchas, lágrimas y dolores, expresó con estas palabras: “¡Inquieto, oh Señor, está mi corazón, hasta que descanse en Ti!”.
Con esto hemos tocado el pensamiento más profundo y más esencial sobre que se apoya la prueba de Dios por el anhelo de felicidad. El alma humana tiende desde lo más íntimo de su ser, y por tanto irresistiblemente, hacia Dios, su dicha; por consiguiente, tiene que existir Dios.
Todo lo demás que en la estructuración de la prueba se añade a este pensamiento fundamental no son más que ingeniosos y profundos intentos de expresar en toda su fuerza este pensamiento profundísimo. ¿Nos equivocamos si todavía decimos que en este mismo pensamiento fundamental radica la debilidad y, al mismo tiempo, la fuerza del argumento? “Sin Dios no es feliz el hombre; por tanto, existe Dios”. Esta tendencia a querer demostrar de un modo convincente la existencia real de un ser supremo, basándose para ello en una necesidad humana puramente egoísta y miserable, pone de manifiesto la debilidad de la prueba.
Por otra parte, su fuerza de atracción radica indiscutiblemente también en esta profundísima necesidad humana -el hombre, al fin y al cabo, es lo más cercano a sí mismo- y, no en último término, en un elemento metódico, que embelesa a los hombres modernos, puesto que, muy de acuerdo con las exigencias contemporáneas y en una época catastróficamente difícil, como partiendo de la mayor vivencia íntima del hombre y, al mismo tiempo, con una tendencia fuertemente metafísica, intenta garantizar la bienhechora existencia de una suprema Sabiduría y de una suprema y compasiva Bondad paterna…”
LA ESENCIA DEL TOMISMO
DR. P. G. M. Manser O.P.
Profesor de Filosofía de la Universidad de Friburgo (Suiza) 1932.
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