mercredi 6 mars 2013

El Cardenal Cascajares (II) Los Cascajares en el siglo XIX español (segunda parte)

...Para “Calanda” todos esos sucesos, de su entorno familiar y de la realidad española del XIX, formaban parte de su experiencia vital. Y estaban en el trasfondo del espíritu que, además del específicamente religioso, le animaba. Incluso hay que preguntarse hasta qué punto en su abandono del Ejército tuviera también causa su negativa a participar en una guerra civil que siempre consideró terrible para la Patria, viendo en su carrera apostólica una posibilidad de mediación.

El cardenal achacaría precisamente el escaso desarrollo económico español y la pobreza de amplias capas sociales a la pérdida de energías que supuso y aún suponía aquel conflicto fratricida, siempre latente, en que vivía la sociedad española. Nuestros países vecinos aprovechaban para realizar sus reformas económicas y acelerar su progresiva industrialización. Mientras, en España el conflicto irresuelto, en el que tienen que emplearse a fondo las mejores mentes, desangra periódicamente al país despilfarrando energías y malogrando a sus grandes hombres. De la misma forma que “entiende” Ia ferocidad de Cabrera, a cuya madre y otros familiares habían ajusticiado las fuerzas liberales en Tortosa, comprende la “cuestión social” en un país estancado por lo que engañosamente se presenta como un conflicto interno de la familia real, condenando a la postre al atraso económico a aquel “pobre pueblo gobernado por una mujer y un niño”, como dirían los más críticos de los regeneracionistas.

Así observa cómo en España las polémicas sobre la l Internacional, con Anselmo Lorenzo a la cabeza, se viven muy intensamente. Ve cómo los representantes españoles se hacen partidarios de la línea de Bakunin. Y el movimiento sindical español adquiere toda la pujanza que muestra el Congreso de Córdoba de 1872, lo que provoca la dura respuesta del liberal Sagasta. Como exponente de Ia gran crispación nacional, en 1872 estalla un nuevo levantamiento carlista.


Todas estas situaciones sufren una aparente inflexión con la "proclamación" de Alfonso, llamado el XII, en 1874. De hecho en 1876 se pone fin nominal a última guerra carlista, aprobándose la nueva constitución de 1876. Cabrera, casado con una opulenta dama inglesa de la que tendría cuatro hijos, seguía establecido en su residencia de Inglaterra, donde moriría en 1877, y Alfonso le reconoce su graduación y el título de Conde de Morella, concedidos por el Rey Don Carlos. Un final al que no fueron ajenos los hermanos Cascajares.


El ocupador del trono en Madrid, Alfonso, nombra a Antonio María Obispo Prior de las Órdenes Militares en diciembre de 1881 en la sede de Ciudad Real y le apadrina en el acto de su consagración, que tuvo lugar en la Capilla Real en junio de 1882. Sin embargo, la nueva crisis económica que se abre en aquellos años ochenta, en este caso coetánea a la europea, va a mostrar la mayor precariedad de las bases económicas e institucionales sobre las que se asienta la España de la “restauración”. La muerte de Alfonso y la epidemia de cólera de 1885 marcan ciertamente una fuerte crisis que inicia una época de nueva conflictividad social. Y Cascajares es nombrado consejero de la “regente” María Cristina.

De nuevo la tensión modernizadora no plena ni correctamente encauzada, los conflictos de ultramar, el lógico y bien motivado descontento carlista, la agitación obrera, la cuestión agraria..., todos los asuntos pendientes del siglo reclaman ser atendidos en sus tres últimos lustros, agolpándose en las indolentes y corruptas mesas de los “ministros de la regencia”. Y el cardenal no es persona que acepte fácilmente la inercia de los acontecimientos cuando los juzga tan negativos en su evolución.

E intenta, apasionadamente, intervenir en ellos...

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