jeudi 7 mars 2013

El Cardenal Cascajares (III) Un imposible proyecto

... En 1892 la clase política del turno de partidos, surgida a la vida pública veinte años antes, empieza a mostrar signos de agotamiento. Y claramente desde 1895 “Calanda” empieza a creer necesario llamar a muchas de las gentes que se habían mantenido al margen del sistema de partidos, principalmente al Tradicionalismo Carlista, aunque también al “costismo” (Joaquín Costa), para inyectar savia nueva al Estado. El cardenal piensa ingenuamente en "la plena y cristiana reconciliación de las familias de María Cristina y de Don Carlos", para revertebrar desde valores religiosos firmes un partido nacional distinto reestructurando el propio sistema de partidos.



Con unos políticos que consideraba amortizados para el país, con unos partidos que juzgaba se habían formado de aluvión para hacer posible el llamado “proceso restaurador y constitucional” de los años setenta, pero que, carentes, a su juicio, de aquellos firmes vaIores, habían degenerado en la corrupción institucionalizada que su paisano aragonés Joaquín Costa definía como de “oligarquía y caciquismo” (¿nos resulta familiar la situación?)...



Una clase política insensible e incapaz de acometer las reformas que en lo sustancial necesitaba el país y de llegar a acuerdos con quienes se mantienen a extramuros del sistema, restando a éste la credibilidad y base social necesaria para transitar por las procelosas aguas del fin de siglo.

En junio de 1896 se imprimió el proyecto de ley de Joaquín Costa sobre preparación del Plan General de Pantanos y Canales de Riego. Costa sigue impulsando su regeneracionismo económico pregonando, con escaso éxito, la necesidad de impulsar por doquier obras hidráulicas. (¿Cuándo llegarían estas obras fundamentales de modernización de España? No hace falta contestar).

Su necesidad de “Escuela y Despensa”, sus escritos económicos, sus recomendaciones y su incipiente búsqueda del “cirujano de hierro” coinciden parcialmente con los criterios del cardenal, no obstante los desencuentros que en otros aspectos tiene con su paisano. Porque para “Calanda”, a la altura de 1898, el cirujano de hierro que España necesita es Camilo García de Polavieja, "El general cristiano".

Había apostado por él recomendándolo a María Cristina como Gobernador y Capitán General de Filipinas, en 1896. Y tras su trabajo en Manila es devuelto a España. No le afecta el desprestigio de la guerra hispano-norteamericana en ultramar. Y tras “el desastre” está en expectativa de destino. E intenta una alianza gubernamental entre tradicionalistas y silvelistas encabezada por Polavieja, que acabe con el vacío dejado por el asesinato de Cánovas en 1897. La iniciativa, aunar el espíritu conservador y católico del General con el radicalismo de José Canalejas, lógicamente, no prospera.

Entretanto Joaquín Costa seguía adelante. Había convocado en Zaragoza, bajo su presidencia, con el patrocinio de la Cámara Agrícola del Alto Aragón, a las Cámaras de Comercio y toda suerte de entidades agrícolas, mercantiles e industriales de España, salvo a las incipientes organizaciones obreras. Santiago Alba había sido nombrado delegado de las Cámaras de España para aquel evento. Cascajares, cada vez más enfermo, también procura adhesiones para este proyecto político.

Y, más aún, el cardenal propone a la “regente” ofrecer formar gobierno a Costa, aunque en colaboración con Gamazo. Costa rechazó la colaboración con Gamazo, que supuestamente obedecía al propósito del “loco vigilado por el cuerdo; Don Quijote y Sancho; el águila y el plantígrado...”.

Desde entonces hasta su muerte, con sus idas y venidas a Roma, sus consultas al Papa, va a perseguir la idea de romper la rígida oligarquía del turno partidario, tan criticado por Costa como por él mismo. Va a impulsar ese proyecto de abrir una brecha nueva capaz de alterar una dinámica que juzga acabara llevando el país a cotas aún mayores de desmoralización. Intentará impulsar la creación de un nuevo partido. Hablará de la necesidad para España de hombres nuevos. Para decirlo con sus mismas palabras, de "hombres de acrisolada honradez y de enérgico carácter; hombres injertos en Francisco de Asís y Bismarck"... (Un nuevo partido) “de la gente honrada, sinceramente católico y sinceramente monárquico". Lástima que los buscase sonde era imposible encontrarlos. (¿Dónde podríamos encontrarlos hoy?).

Por esa misma insistencia había empezado a ser visto con desconfianza desde los partidos tradicionales —como le ocurriría a su paisano Joaquín Costa— y los círculos del Gobierno. De todas sus gestiones y mediaciones informaba puntualmente a León XIII, viajando a Roma para despachar personalmente de los asuntos de España y de la evolución de la cuestión social, que tan especialmente le preocupaba.

AI regreso de uno de esos largos y pesados viajes moriría en Calahorra, el 27 de julio de 1901, aunque en su testamento dejaría claramente reiterada su voluntad de ser luego trasladado y enterrado en la Capilla del Milagro de la Iglesia del Pilar de Calanda.

Su imposible proyecto frustrado fue el de un regeneracionismo "castizo", por emplear su propia expresión llevado a cabo desde aquel trono tan ilegítimamente ocupado entonces como hoy.

Un regeneracionismo político-social que debía conseguir la absurda y antinatural tarea de atraer a la monarquía parlamentaria a los carlistas, quienes a su entender, al mantenerse al margen del sistema, restaban vitalidad al Estado y base social al régimen de la “restauración”, al tiempo que favorecían la inestabilidad socioeconómica y ampliaban el margen de maniobra de las potencias rivales, principalmente los Estados Unidos, frente a España.

Y también un fuerte regeneracionismo religioso, porque, en sus palabras, «Dios ha estado siempre con nosotros cuando nosotros hemos estado con Él»

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