El
Cardenal Antonio Mª Cascajares y Azara fue, además de un hombre de lglesia, un
hombre de Estado. Preocupado por la res pública. Una especie de Cardenal
Cisneros tardío, consecuencia del terrible siglo XIX español, aunque plenamente
una figura de su tiempo, el de la mal llamada “regencia” de María Cristina.
Y
en este sentido, nada humano de lo que ocurría en las Españas de “aquel tiempo”
le era ajeno. D. Antonio Mª Cascajares era un hombre especialmente preocupado
por las cuestiones económicas. Recordemos que fue en el año 1891 cuando el Papa
León Xlll publicó su famosa Encíclica social Rerum Novarum, que pasa a
constituirse desde entonces en núcleo de la Doctrina Social de la Iglesia. Y la
inquietud de Cascajares por las cuestiones sociales le convirtió en el hombre
de la Rerum Novarum en España. De hecho el Papa le nombró cardenal en 1895,
convirtiéndose de facto Cascajares en su hombre durante aquellos años de la “regencia”.
La crisis económica de España, la cuestión social, los problemas de la “restauración”
(¿restauración de qué?), las intrigas dinásticas, las guerras carlistas, las
campañas de ultramar y el entorno finisecular del “desastre” le enfrentan de
forma bronca con todas las contradicciones que el siglo XIX había ido creando
en la sociedad española. La tardía revolución industrial, la desvertebración
social, las desigualdades, la agitación obrera asociada a la crítica religiosa,
el descontento social y la creciente influencia de la masonería.
«Calanda»,
que así solía firmar y dirigirse a sus amigos, en notas y cartas informales,
utilizando el nombre del pueblo que le vio nacer, había recibido la mejor
educación posible, mitad monje, mitad soldado, desde que a los ocho años
entrara en el colegio Masarnao de Madrid, a fin de prepararse para el ingreso
en el Real Colegio de Artillería de Segovia, la institución universitaria
moderna más antigua y prestigiosa del mundo, Io que haría en 1846.
Promovido
a teniente es destinado al 5º Regimiento Montado, pero un año después, el
predominio de su vocación religiosa le llevó a pedir y obtener la licencia
absoluta del Ejército, que obtuvo en 1857. Tras retirarse para practicar
durante un mes ejercicios espirituales en el Seminario Sacerdotal de Zaragoza,
ingresa en este establecimiento para cursar los correspondientes estudios
eclesiásticos, siendo ordenado sacerdote el 23 de febrero de 1861 por García
Gil, arzobispo de Zaragoza. En este año obtiene un Beneficio Real en el Pilar
de Zaragoza, e inicia los estudios de licenciatura en Teología, que obtiene en
1867. Dos años después es elegido miembro del Cabildo Catedralicio de Zaragoza,
de donde pasa, como Deán, a la presidencia del Cabildo de la Catedral de Burgos
y Teniente Vicario General Castrense de aquella archidiócesis, licenciándose
también en Derecho Civil y Canónico.
En
1877 pasa a ser Arcediano, Juez Ordinario, del Cabildo de la Catedral Primada
de Toledo. En diciembre de 1883 es presentado para el Obispado de Calahorra,
donde quedaría también muy vinculado, y en 1891 para el Obispado de Valladolid.
Sus
dos principales preocupaciones eran las de los medios de comunicación (Io que
llama «la mala prensa») y las cuestiones relacionadas con la educación («y los
profesores»), por la gran influencia sobre las gentes y las futuras
generaciones, de cara a la propia evolución de la sociedad y del país. Su gran
interés por la educación le IIevó en esta capital a luchar por el
establecimiento de una universidad, lo que intentó al elevar a Universidad
Pontificia el Seminario de Valladolid. En esta capital, y en el mismo campo
educativo, estableció el Colegio de Huérfanos Militares de Santiago.
Las
buenas relaciones que en todo momento mantuvo con el Ejército se manifestaron
en el acto de imposición de su birreta cardenalicia, en 1896, al ser obsequiado
con un extraordinario anillo pastoral regalo del Arma de Artillería. Hoy figura
entre las joyas del Museo de la Virgen del Pilar de la Catedral de Zaragoza.
Trasladado
al arzobispado de Zaragoza la muerte le sorprendió en Calahorra mientras
esperaba las bulas…
2 commentaires:
Mala prensa y profesores. Tenía toda la razón. Probablemente en aquella época se podría haber evitado que la sociedad se haya echado a perder, cortando las malas influencias que vienen por estas dos vías. Quizá hace cincuenta años también. Hoy me temo que ya es tarde, que no sería suficiente.
¡Esperando la segunda parte!
Es cierto que, a poco que uno se pare a pensar, las vías de entrada del mal en el mundo, en nuestros días, son esas dos, los medios de comunicación, televisión, radio y prensa escrita, y los malos profesores.
Y empleo u omito los adjetivos a sabiendas, ya que aún quedan algunos buenos profesores, pero lamentablemente, por más que se ha intentado, no hay "buena prensa".
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