Aquella familia vivía desde hacía tiempo en el Reino, y sin embargo no eran súbditos del Hispaniarum Rex, ya que aunque hablaban perfectamente, no sólo el castellano, sino también la lengua local de aquel reino donde estaban establecidos, habían decidido no naturalizarse, por lo que oficialmente seguían siendo extranjeros, en concreto franceses.
Poseían en aquel reino un número considerable de tierras, y con la facilidad que su condición de franceses les daba, demostrando una gran visión comercial, habían hecho fortuna gracias a la exportación de los muy apreciados productos de aquellas tierras que sentían como suyas, vino, aceite…
Sin abandonar las actividades agrarias, los negocios de exportación pronto se convirtieron en exportación e importación, y las estrechas relaciones con otros extranjeros que habitaban en el Reino, a los que acogían cuando llegaban a instalarse allí, les habían convertido en la cabeza visible de una especie de “multinacional”.
Eran una familia profunda y verdaderamente católica, por lo que su encaje en la sociedad de aquella España, “luz de Trento y martillo de herejes”, no había supuesto nunca fricción alguna, más bien se había tratado de una integración natural, aumentada por los sucesivos lazos matrimoniales con las familias más relevantes y tradicionales del Reino.
La familia crecía y no todos sus miembros se dedicaban de forma exclusiva al comercio agrícola. Había doctores en leyes, sacerdotes, altos funcionarios… y todos contribuían a la prosperidad de la familia y la gloria del apellido común.
Su condición oficial de franceses no había supuesto nunca un obstáculo para la demostración patente de las lealtades y prioridades familiares tan ligadas a la tierra que habitaban desde más allá de dónde la memoria alcanzaba.
La llegada del nuevo siglo, el XVIII, supuso para la familia un fuerte impulso a su fortuna e influencia. El destino de la familia se veía empujado hacia un brillante futuro por un viento procedente de Versalles, dónde Louis XIV, “Le Roi Solei”, enterado de la muerte de Carlos II de España, el último de los Habsburgo españoles, tras presentar a la Corte a su nieto de diecisiete años como el Rey de España, se dirigió al joven Felipe V de España diciéndole: «Soyez bon Espagnol, c'est présentement votre premier devoir ; mais souvenez-vous que vous êtes né Français pour entretenir l'union entre nos deux nations ; c'est le moyen de les rendre heureuses et de conserver la paix de l'Europe».
Su doble lealtad como franceses “de iure” y españoles “de facto”, unificada en la figura de Philippe de Bourbon, duque de Anjou, una vez finalizada aquella guerra de sucesión en la que el reino en el que habitaban se había decantado por el pretendiente austriaco, el Archiduque Carlos que acabaría siendo el Kaiser Karl VI, contribuyó a afianzar aún más su posición tras la victoria de los partidarios del nieto de Louis XIV.
La lealtad de la familia al Rey de España sería ya permanente, y cuando Felipe V firme los tratados de paz y alianza con el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y Francia se una a la cuádruple alianza contra España, los vínculos familiares con su antigua patria comenzarán a romperse pública y abiertamente, de un modo que acabará resultando definitivo.
Algunos años más tarde, en la hora terrible de la invasión napoleónica de España, la familia es absolutamente española, además de tradicionalista y contrarrevolucionaria, y ya durante el reinado del último Rey legítimo de las Españas que ocupe su trono en la Corte de Madrid, Fernando VII, el cabeza de familia, detentando a la vez títulos nobiliarios imperiales e hispanos, será parte integrante de la aristocracia del Reino.
El destino de la familia permanecerá ya para siempre ligado al de España, su patria, sufriendo y combatiendo como españoles y católicos durante nuestro terrible siglo XIX y llegando como hijos fieles de la Patria y de la Santa Madre Iglesia hasta nuestros días.
Los tiempos cambian pero la Tradición permanece. Un día de abril del año 2011, uno de los descendientes de aquellos franceses que llegaron al Reino hace cientos de años, escribe en su bitácora de Internet esta historia, que cuenta a sus hijos cada vez que se presenta la ocasión y que siempre está dispuesto a relatar al primer curioso con algo de tiempo disponible que le pregunta: ¿ese apellido tan extraño que tiene usted, de dónde proviene?
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