Ayer, antes de entrar de lleno en los días más intensos de la Semana Santa, me concedí el inmenso placer de leer la descripción del Reino de Francia de Joan Blaeu, el famoso cartógrafo holandés del siglo XVII, incluido en la edición de su magnífico Atlas Maior, reeditado hace unos años por la editorial alemana Taschen.
Esta reedición del "Theatrum Orbis Terrarum, sive Atlas Novus in quo Tabulæ et Descriptiones Omnium Regionum", que Taschen ha publicado en seis volúmenes, basado en la edición en color de la Biblioteca Nacional de Viena, constituye un verdadero tesoro que se puede adquirir actualmente en diversas páginas de internet a un precio más que razonable.
En el volumen titulado "Gallia" se incluye el texto que menciono. Su descripción de la monarquía francesa y la sociedad absolutista, ya que el atlas es de 1665, es absolutamente deliciosa.
Supongo que la frase en que Joan Blaeu afirma que la monarquía francesa es a las monarquías católicas lo que el sol a las estrellas, cuyo brillo eclipsa la luz de todas las demás, sería muy del agrado de Luis XIV.
Su exaltación del poder real, concedido al Rey por Dios mismo y no sometido a influencia humana alguna, ilustrado con toda suerte de magníficas descripciones, sus bien merecidos títulos de Muy Católica Majestad o Hija Primogénita de la Iglesia y Defensora de la Santa Sede, etc, su defensa contra los que quisieran ver en el poder de las asambleas, parlamentos o ayuntamientos una posible concesión democrática o un control del poder real, dando múltiples ejemplos de su papel meramente consultivo y su poder otorgado, son dignos de leer con detenimiento.
La descripción de los Estados Generales y la sociedad estamental, Rey, Clero, Nobleza y Tercer Estado, que comienza con la rotunda afirmación de que los hombres no nacen para ser iguales y que cada cual debe cumplir su función en beneficio del conjunto, ya sea dirigiendo y mandando, protegiendo la sociedad con las armas o la oración, o por supuesto alimentándola, de nuevo me reafirma en la necesidad de huir en lo posible de interpretaciones o sesudos estudios modernistas, y acudir directamente a las fuentes.
Otros detalles del libro lo hacen especialmente interesante, como son, entre otros, la inclusión en los mapas del tradicional escudo capeto francés con las tres flores de lis doradas sobre fondo azul, siempre acompañado de las cadenas sobre rojo del Reino de Navarra, o las menciones a España, sobre todo la que dice que la preeminencia secular de los reyes de Francia sobre cualesquiera otros de la Cristiandad, solamente se ve contestada a partir de nuestro monarca Felipe II, hijo del emperador Carlos V.
Estoy deseando que me llegue el volumen "Hispania, Portugallia, America Et Africa".
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