Hace dos semanas un diario mallorquín publicaba la siguiente noticia:
Las Celadoras del Culto Eucarístico se fusionan con una congregación de la Península
El día 11 se integrarán en las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada
La Congregación de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico desaparecerá como tal el próximo 11 de abril, día en que se integrará en la de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, una congregación mucho más amplia (unas 500 religiosas), de origen granadino y extendida por todo el mundo, pero que no tiene presencia en Balears.
La congregación fue fundada en 1902 por el sacerdote Miguel Maura (hermano del político conservador Antoni Maura), y se han dedicado a la elaboración de las formas para la comunión -algo que continuarán haciendo-, ornamentos, ropa de altar y ropa para misiones.
En estos momentos, las Celadoras del Culto Eucarístico tienen tres casas, en Madrid, Barcelona y Palma, que es la casa madre y en la que residen 9 de las 29 religiosas que integran la congregación.
La falta de vocaciones nuevas y la alta edad media de las religiosas (unos 70 años) son la razón de esta fusión. «Llegados a esta situación, la Santa sede pide que se busque la fusión con una congregación de fines similares», explica Sor Victoria, la superiora. Y así lo hicieron, encontraron a las Misioneras del Santísimo Sacramento «con las que compartimos el núcleo del carisma, por lo que cambiaremos el hábito negro por el gris y el nombre, pero la vida no nos cambiará tanto».
«Actualmente se producen una media de tres fusiones diarias en el mundo, pero en Mallorca hacía mucho tiempo que no se daba ninguna», apunta Sor Victoria,
Esta fusión se materializará en la casa fundacional el 11 de abril mediante una misa presidida por el obispo y en la que se procederá a la lectura del decreto de fusión.
No hace mucho publiqué en esta bitácora una nota sobre la Beata María de los Ángeles Ginard Marti, que sufrió heroico martirio en 1936 a manos de las sacrílegas hordas rojas. Sinceramente, desde lo más profundo de mi corazón, puedo decir que la lectura de la noticia de la desaparición de la Orden de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico, fundada por el presbítero, en proceso de beatificación, Miguel Maura Montaner, hermano del famoso político que fuera cinco veces Presidente del Consejo de Ministros de España, me ha producido un inmenso dolor.
Y sin duda mi dolor no puede comparase a la daga que atraviesa hoy el corazón de las 29 hermanas que, tras una larga e intensa vida consagrada al Sagrado Culto de la Eucaristía, se ven obligadas a cambiar sus tradicionales y queridísimos hábitos negros de autenticas monjas, e incluso su tradicional crucifijo, por unos nuevos hábitos y ornamentos, también dignos de respeto y admiración, pero que les son extraños, ajenos, distintos...
Una labor como la de las Celadoras del Culto Eucarístico, que por un lado elaboran las formas destinadas a la consagración, con un cuidado y esmero propios de quien sabe que se está ocupando de preparar una morada terrenal al Cuerpo de Cristo, permaneciendo en constante oración durante el proceso, y que además rinden permanente adoración reparadora al Santísimo Sacramento en sus capillas, aparte de otras importantísimas funciones, no puede ser “medida” en términos cuantitativos como si se tratase de la gestión de personal de una empresa comercial. Es mi humilde opinión.
Personalmente, saber que existen religiosas orando por la humanidad desde la soledad de sus conventos, dos, tres, las que sean, siempre me ha resultado consolador en la batalla diaria por permanecer incontaminado en medio de un mundo tan hostil como el actual. Y todo lo referente al Milagro de la Eucaristía, me resulta extremadamente necesario, sobre todo cuando me veo obligado a ver en lo que se ha convertido la celebración de las misas dominicales en la mayoría de las parroquias católicas, con gente como los “kikos” campando por sus fueros.
Ciertamente sufrimos una grave crisis de vocaciones, y es nuestro deber orar pidiendo al Señor que envíe mas obreros a la mies, y siempre resulta mas atractiva para un joven una congregación dedicada a labores sociales concretas, como la sanidad o la educación, que el ingreso en una autentica orden monacal, masculina o femenina, donde de algún modo siga resonando la antigua regla de San Benito “ora et labora”.
Pero ¡cuánta falta nos hacen los conventos Dios mío! ¡Qué necesaria le es a la humanidad la oración y el recogimiento!
Lejos de mi enfrentarme a las decisiones de la Santa Madre Iglesia o rebelarme contra la Voluntad Divina, pero el dolor por esta pérdida es muy grande, inmenso.
Nota final: el enlace a la página de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico ya no funciona. Pero no lo voy a quitar.
Su convento en Madrid seguirá estando abierto, gracias a Dios, en la calle Blanca de Navarra, 9. Creo que este sábado se procede oficialmente a oficiar la fusión de las órdenes.
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