La revolución sigue su curso inexorable. Nada detiene el ansia criminal de los herederos de las guillotinas. Ya les va quedando menos por hacer.
El siguiente paso es dar a la Iglesia Católica el golpe definitivo. Lo llamarán ley de libertad religiosa con el mismo cinismo con el que llamaron ley de salud sexual a su ley abortista.
El siguiente paso es dar a la Iglesia Católica el golpe definitivo. Lo llamarán ley de libertad religiosa con el mismo cinismo con el que llamaron ley de salud sexual a su ley abortista.
De momento los soldados de España ya no pueden pedir a Dios protección en el combate. Se acabaron las misas castrenses. Pronto los caídos no tendrán derecho a una Cruz.
La idea de la separación de la Iglesia y del Estado, sépanlo todos, se debe al cristianismo. Antes del cristianismo había una identidad entre la constitución política y la religión. En todas las culturas, el Estado poseía un carácter sagrado y, por tanto era también el supremo guardián de lo sagrado. Y ese fue, en realidad, el punto de confrontación entre el cristianismo y el Imperio romano.
El Estado había tolerado las religiones privadas pero siempre con la condición de que se reconociera el culto al Estado, la cohesión del cielo de los dioses bajo los auspicios de Roma, y de que la religión del Estado se colocara por encima de todas las religiones privadas, como punto superior de convergencia.
Pero el cristianismo no aceptó esas condiciones; suprimió el carácter sagrado del Estado y, con ello, cuestionó la construcción fundamental de todo el Imperio romano, es decir, del antiguo mundo. Así que esa separación es un legado cristiano, al mismo tiempo que un factor determinante para la verdadera libertad.
El Estado, por tanto, ya no es un poder sagrado, sino sólo un orden limitado por una fe que no adora al Estado, sino a un Dios que está por encima de él y que, además, es su juez.
Todo esto no soy yo quien lo dice, puede leerse en el libro "La sal de la tierra" de Joseph Ratzinger ("Salz der erde", 1996).
Separar la Iglesia del Estado, para someter al Estado al superior, por divino, magisterio de la Iglesia. Esa es la cuestión. Así se garantiza la libertad y se acaba con los tiranos.
Lo que estos revolucionarios modernistas intentan, no es sino devolver al Estado el poder absoluto e ilimitado. Reduciendo la religión a la esfera subjetiva, al ámbito privado, encerrando el catolicismo en las iglesias y los hogares, pretenden devolver al Estado su antiguo carácter sagrado. Sólo el Estado podrá decidir sobre el bien y el mal. La Iglesia no tendrá nunca más autoridad moral sobre los gobernantes.
El que quiera adorar a Zapatero, a Obama o a cualquier otro ídolo de barro o becerro dorado, que siga defendiendo que la Santa Madre Iglesia no debe “inmiscuirse” en “política”.
Separación de la Iglesia y el Estado, claro que si, siempre ha sido así que yo sepa. Sometimiento de la Iglesia al Estado, por supuesto que no, al contrario, el Estado debe someterse al superior magisterio de la Santa Madre Iglesia.
PS: Son sus amigos musulmanes, los de la “alianza de civilizaciones”, ¡válgame el Cielo, qué expresión mas estúpida!, los que no separan política y religión, no nosotros los cristianos.
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