vendredi 7 mai 2010

Las Tres Avemarías

En este mundo en el que vivimos, esclavos de horarios, preocupaciones vanas y obligaciones tan artificiosas como inútiles, rezar se ha convertido para muchos en una misión imposible.
Y sin embargo la oración es una necesidad de primer orden para el cristiano, y digo una necesidad, no una obligación.

Por eso hoy quiero compartir humildemente una costumbre que tengo desde mis años de escuela con los hermanos Maristas, las Tres Avemarías.

Se trata de una devoción que debemos a Santa Gertrudis y Santa Matilde, dos benedictinas alemanas del siglo XIII, tía y sobrina. Para ir directamente a lo fundamental, transcribo únicamente lo revelado a Santa Matilde, por ser lo más aclaratorio:

Como Santa Matilde suplicase a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte, oyó que la benignísima Señora le decía: "Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías. La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias."

León XIII concedió doscientos días de indulgencias a todos los que rezasen las tres Avemarías y añadiesen esta jaculatoria: "Madre mía, libradme en este día (o en esta noche) de pecado mortal" y Pío X concedió trescientos días de indulgencias a los que rezaren las tres Avemarías con esta otra jaculatoria: "¡Oh María!, por vuestra Inmaculada Concepción, purificad mi cuerpo y santificad mi alma."

Por tanto esta oración, que puede ofrecerse a modo de novena, queda como sigue:

“María Madre Mía: líbrame de caer en pecado mortal”

Por el poder que te concedió el Padre Eterno:
1.-) ¡AVEMARIA!
Por la sabiduría que te concedió El Hijo:
2.-) ¡AVEMARIA!
Por el amor que te concedió El Espíritu Santo:
3.-) ¡AVEMARIA!

Finalizamos con un ¡GLORIA PATRI… (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amen.)

¡Oh María, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi cuerpo y santifica mi alma!

El Avemaría
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

No lleva más de un par de minutos, puede rezarse en el coche, el autobús, el metro... y es eficacísima tanto para implorar favores como para obtener beneficios espirituales, y sobre todo en la confianza de la promesa de ser asistido por la Santa Virgen en la hora de la muerte.

1 commentaire:

Barandán a dit…

Es una costumbre que no descuido ni una noche, antes de acostarme.

Pero, como bien dice: es una práctica piadosa "eficacísima tanto para implorar favores como para obtener beneficios espirituales".

Gracias por recordárnoslo.

Lo tengo en mis oraciones.