Vaya por delante que a mi me gusta llamar a las cosas por su nombre y que creo que la sexualidad humana debe formar parte de la educación integral de los jóvenes y por tanto estar incluida en los planes de estudios correspondientes. Aunque las explicaciones teóricas que yo obtuve de fuentes no académicas en mi juventud, resultaron ser finalmente bastante precisas.
Eso significa que hay que tomárselo en serio, y no basta con inventarse una “asignatura”, rellenarla de contenidos de cualquier manera y declararla obligatoria.
La tendencia actual es que se trate dentro de “ciencias naturales”, en sus diferentes denominaciones, del mismo modo que se tratan el sistema digestivo, las amebas, la reproducción de las aves o el ciclo del agua. Es decir, el hombre es un animal más, mamífero por más señas, y su proceso reproductivo tiene tales o cuales características.
A mi modo de ver las cosas, eso se llama “deshumanizar”.

Todo ello sin una sola referencia al amor, la fidelidad, el compromiso, la responsabilidad, la familia, la paternidad, la educación de los hijos...
No se trata de dar información sobre sexo a los jóvenes, para eso basta con distribuir folletos, se trata de educar. Y el hombre no es un animal más.
Tampoco parece lógico que una adecuada educación sexual se incluya en “educación para la ciudadanía”, asignatura que, de acuerdo a su nombre, debería consistir fundamentalmente en estudiar el código de la circulación, no defraudar en la declaración de impuestos, pagar el IVA, no tirar papeles al suelo, no gritar por la calle o en los restaurantes, recoger los excrementos del perro, ayudar a los ancianos a cruzar la calle o subir las bolsas de la compra, y cosas por el estilo.
El sexo en el ser humano, debidamente tratado en todas sus dimensiones humanas, insisto, podría formar parte de las ciencias “sociales”, con la historia y la geografía, tratándose tal vez en coordinación con la “formación moral” o la religión, ¿no les parece?

No, claro que no, confiar en un utópico plan de estudios serio no es la solución. La única posibilidad es sentarte tranquilamente con tu hijo después de cenar y explicarle con claridad en qué consiste la sexualidad humana, como hice yo ayer después de repasar su lección de “ciencias”.
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