lundi 10 mai 2010

¡No, Luis XVII no murió en el Temple!

Este grito viene repitiéndose desde 1795 hasta nuestros días. Otros asuntos de los que he tratado en esta bitácora, son sencillamente tratados con indiferencia o desprecio, y simplemente caen en el olvido, siendo excluidos de todos los libros de historia políticamente correctos. Pero éste no. La historia oficial se empeña desde hace más de dos siglos en negarlo, en tratar de refutar la afirmación con toda suerte de pruebas supuestamente científicas e inapelables. Por algo será.

Recientemente, el 8 de junio de 2004, el supuesto corazón de Louis XVII fue oficialmente transferido al Memorial de Francia de Saint-Denis y depositado en la cripta donde reposan los reyes franceses.

El periplo de esta famosa víscera real es complicadísimo. La parte que más nos puede interesar es que, tras haber sido rechazada por Luis XVIII y Carlos X, interesantísimo detalle, el supuesto corazón de Luis XVII fue entregado a Don Carlos María de Borbón y Austria-Este, nuestro querido Carlos VII, ya que al haber muerto Enrique V sin descendencia, la legitimidad de la monarquía francesa recae en los descendientes de nuestro Felipe V, Duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de nuestro Felipe IV.
Al ser contraria al derecho francés, la renuncia de Felipe V de España a la corona de Francia fue considerada nula y, puesto que en Francia no ha sido jamás abolida la Ley Sálica, pilar fundamental de la monarquía legítima, evidentemente el Rey de Francia no podía ser Alfonso XII, faltaría más.
El corazón pasó posteriormente a Don Jaime de Borbón y Borbón-Parma, Jaime III de España y Jaime I de Francia y Navarra, y finalmente a su hermana, Doña Beatriz de Borbón y Borbón-Parma, por matrimonio Princesa Massimo. Fueron sus descendientes los que la harían llegar de nuevo a Francia desde Roma.

Al supuesto corazón de Luis XVII se le han practicado pruebas de ADN, que arrojaron el resultado de afirmar que se trataba de un miembro de la familia de la Reina Marie-Antoinette de Francia, lo cual fue falsamente interpretado como la prueba que ponía fin al misterio, cuando en realidad viene a reforzarlo, ya que la tesis mas comúnmente aceptada por los estudiosos, es que el niño muerto en la Prisión del Temple, era el hermano de Luis XVII.

(Doy por hecho que todo el mundo sabe que Luis XVII de Francia, Duque de Normandía y Delfín de Francia a la muerte de su hermano mayor, fue encarcelado en 1792 con sus padres, su hermana María Teresa y su tía la princesa Isabel en la prisión del Temple en París, siendo proclamado rey al ser guillotinado su padre, Luis XVI, el 21 de enero de 1793)

Cuando uno comienza a sumergirse en este asunto, el piélago de misterios y preguntas sin respuesta que aparecen a cada paso es impresionante. Algunas ya han sido esbozadas en esta bitácora, otras empiezan a brotar ahora:

  • ¿Trataron este asunto Martin de Gallardon y Luis XVIII en su entrevista? Tal vez fue la razón por la que el rey renunció a ser consagrado en Reims.

  • ¿Tiene que ver con la revelación hecha por el mismo Martin al enviado de Carlos X, Auguste de la Rochejaquelein, tras los sucesos de julio de 1830 que desembocarían en el exilio del rey? “Carlos X no reinará más. Sólo le queda abandonar Francia. El Duque de Angulema y él morirán en el extranjero sin volver a ver Francia. Enrique quinto no será rey jamás”.

  • ¿Reconoció finalmente Martin de Gallardon a Karl-Wilhem Naundorff como el verdadero Luis XVII?

  • ¿Quién sacó a Luis XVII de la prisión, sus leales partidarios o el propio vizconde de Barras, entonces al frente del Directorio y único regicida al que no afectó la ley llamada de “indignidad y destierro” con Luis XVIII?

  • De ser así, ¿qué relación tiene este hecho con el posible robo de la “Sainte Ampoule” por Rhül y Robespierre?
Muchas preguntas y, a veces, demasiadas respuestas contradictorias. Trataré en futuro de traer aquí más datos que puedan arrojar algo de luz. Pero el primer consejo a todos, de nuevo innecesario, es desconfiar de las “historias oficiales” comúnmente aceptadas.
Insisto, si el primer afán de todas las revoluciones ha sido siempre, y en todas partes, matar al rey y quemar las iglesias, queda claro quién es el enemigo y de qué lado esta cada cual.

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