dimanche 29 septembre 2013

¡Ay de vosotros los ricos porque habéis recibido vuestro consuelo!

Os acostáis en lechos de marfil... coméis los carneros del rebaño... bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes.

Es una descripción de la situación en Samaria durante el reinado de Jeroboam II. Durante su reinado, Samaria llegó a la época de mayor esplendor económico y de más deteriorada situación ética y religiosa.

Las injusticias sociales eran lo más normal en aquella sociedad contra la que levanta la voz Amós. Ponen su esperanza en su prosperidad y continúan extorsionando a los más débiles y pobres.

Amós fue el profeta que de modo más claro, directo e incisivo denunció la situación de deterioro y de injusticia social. Los ricos lo eran a costa de los vejados pobres y asalariados que no recibían su jornal justo.

La explotación era lo normal en aquella sociedad. Con esta situación se atacaba la alianza del Sinaí y la voluntad de Dios expresada en aquellas cláusulas. Amós no levanta la voz en nombre propio y guiado por principios puramente económicos, lo hace, como es normal en los profetas, en nombre del Dios de la alianza del Sinaí. Esta alianza será siempre el punto de referencia para la denuncia profética en todos los campos y en todos los planos.

Lectura del Profeta Amós 6, 1a. 4-7

Esto dice el Señor todopoderoso:
Ay de los que se fían de Sión,
confían en el monte de Samaría.
Os acostáis en lechos de marfil,
tumbados sobre las camas,
coméis los carneros del rebaño
y las terneras del establo;
canturreáis al son del arpa,
inventáis, como David,
instrumentos musicales,
bebéis vinos generosos,
os ungís con los mejores perfumes,
y no os doléis de los desastres de José.
Por eso irán al destierro,
a la cabeza de los cautivos.
Se acabó la orgía de los disolutos.


Una de las “invectivas” más fuertes y acres del profeta Amós es ésta que se lee en este domingo y que nos recuerda las situaciones más escandalosas de la sociedad de consumo.

El profeta de la justicia social sabe advertir contra aquellos que se refugian en un “boom económico” como está viviendo en esos instantes el reino del Norte, Israel, cuya capital, Samaría, era muy lujosa.

Una sociedad de consumo es bien injusta desde todos los puntos de vista: los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres en la medida en que el lujo, el dinero, el poder, es sólo de unos pocos.

El profeta no callará.

Pero vemos que el profeta no pretende pedir apretarse el cinturón ante una crisis que se avecina; el problema es más de raíz: el pueblo elegido tiene que vivir según los criterios de Dios que pide la justicia y la igualdad para todos.

Su ideología no es la de un hombre desfasado, sino la de aquél que siente que Dios no puede soportar la irresponsabilidad humana. Llegará, como llegó, la crisis, la destrucción por medio de la gran potencia Asiria.

La injusticia trae destrucción; siempre ha sido así. La conciencia crítica de los profetas es una alerta siempre necesaria. Molestan nuestra comodidad, pero son imprescindibles para nuestra conciencia adormecida.



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