El elemento religioso es clave. La "Primavera Árabe" ha otorgado el poder a los islamistas sunitas en todos los países en los que "ha triunfado".
Su principal apoyo mediático, Al Jazeera, es propiedad de un líder político-religioso sunita (el emir de Qatar), y ha ocultado otros conflictos similares como las revueltas chiitas de Bahréin.
El-Assad tiene como principal apoyo exterior a Irán, que admite a los alauitas entre los chiitas con muchas reservas*. El apoyo iraní permite a El-Assad resistir las crecientes presiones internacionales, que demandan una "democratización" que terminaría —por evidentes razones demográficas— en un régimen islamista sunita.
En todo el conflicto, las manifestaciones pacíficas han sido relativamente escasas y las violentas, la mayoría, se han producido en barrios pobres de mayoría sunita, donde los Hermanos Musulmanes tienen más influencia.
No ha habido protestas ni enfrentamientos en áreas dominadas por minorías religiosas: en las dos grandes ciudades del país, Alepo y Damasco, donde hay una población de mayoría sunita moderada, la incidencia de la violencia fue inicialmente menor, aunque ha ido creciendo enormemente debido a la separación de su población en barrios confesionales.
Los conflictos en las ciudades han aparecido como extensión de las revueltas en las zonas rurales, y en muchos casos son campesinos los rebeldes que luchan en ellas. Actualmente los rebeldes dominan en zonas agrícolas sunitas, y el Gobierno resiste en las ciudades (multiétnicas) y en la costa (alauita).
En este conflicto, el factor religioso predomina sobre el económico como prueba el hecho de que las manifestaciones violentas comenzaron a producirse los viernes después del sermón en las mezquitas.
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