Siria es un país de fronteras artificiales, creadas por la descomposición del imperio turco y su reparto en "mandatos" administrativos por la Sociedad de Naciones (1920), correspondiendo a Siria la administración francesa hasta su independencia en 1946. Como consecuencia, Siria es una amalgama de grupos étnicos (90,7% de población árabe, 9% de armenios…), lingüísticos (árabe, kurdo, armenio, arameo, circasiano…), y religiosos (74% de sunitas, 11% de alauitas, 5% de chiitas, drusos… y 10% de cristianos) desigualmente repartidos.
A la independencia siguió una etapa de inestabilidad que terminó con la toma del poder por Hafez El-Assad (alauita) en 1971. Desde 1963, el partido Baaz (laico, socialista) domina el país, apoyándose en los sectores laicos de la sociedad. En política exterior, Hafez El-Assad mantuvo relaciones privilegiadas con la URSS y continuó el enfrentamiento con Israel. Internamente, consolidó el dominio del partido Baaz, potenció el papel de los ejércitos y de los servicios de seguridad (que puso en manos de familiares y afines) y protegió a las minorías religiosas frente a la mayoría sunita (excepto a los kurdos* que fueron duramente reprimidos).
El-Assad intentó atraer a la mayoría sunita construyendo numerosas mezquitas, política que alternó con episodios de represión: en 1982 aplastó en Hama una rebelión sunita iniciada por los Hermanos Musulmanes.
En economía, aplicó el modelo socialista autárquico habitual entonces en la zona, que produjo un reparto relativamente equilibrado de la riqueza, y también una pobreza generalizada.
Tras su acceso al poder en el año 2000, Bashar El-Assad mantuvo esa política e intentó crear un «capitalismo de Estado», semejante al chino pero sustentado en tradiciones árabes, que ha enriquecido a las clases altas y medias sunitas.
También intentó un cierto aperturismo político, de corta vida, ante el riesgo que supone para su régimen el peso demográfico de la mayoría sunita.
El-Assad se ha apoyado en el ejército (dominado por los alauitas desde los tiempos de la ocupación francesa) y ha acentuado el control alauita sobre él.
La población sunita constituye la mayoría del proletariado urbano y rural, mientras que las minorías religiosas se encuadran principalmente en las clases medias y altas, gracias a la política francesa que potenciaba estas minorías.
El actual dominio alauita del poder se puede considerar una «aberración histórica» frente al tradicional predominio sunita. La oposición al régimen sirio es muy heterogénea: demócratas laicos, kurdos que aspiran a la independencia de su territorio e islamistas de diversas tendencias. Los islamistas, básicamente sunitas, son los más numerosos. Esta heterogeneidad condiciona su futuro: únicamente los islamistas y los kurdos cuentan con financiación, armamento y apoyo político externos, pese a los recientes esfuerzos occidentales por armar a grupos opositores laicos. Los objetivos nacionalistas kurdos los relegan a un papel secundario, centrado en obtener ventajas nacionalistas a cambio de su participación en la rebelión...
*El carácter kurdo, separatista y no árabe, era incompatible con el carácter nacionalista y panárabe del partido Baaz.
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