El carácter divino de la función monárquica ejercida por Sancho el Mayor le obligará a intentar la unidad peninsular, y la conseguirá en la parte cristiana. Primeramente ocuparía Ribagorza (1018-1025), por los mismos tiempos que conseguía el vasallaje del conde de Castilla, su cuñado el infante García y a la muerte de éste (1027), Sancho el Mayor incorporaba Castilla al Reino de Pamplona; en 1030 lograría el vasallaje de Vermudo III de León, cuando también era su vasallo el Conde de Barcelona Berenguer Ramón I el Curvo y el conde Sancho Guillermo de Gascuña.
Sancho el Mayor, rey de Pamplona, fue denominado por un monje catalán coetáneo “rex Ibericus”, primera vez que aparece tal denominación en la Edad Media.
Por vez primera en la historia de la España cristiana se había conseguido que se reconociese una autoridad civil desde el océano Atlántico hasta el Mediterráneo, y que todavía las tierras de la actual Gascuña le rindiesen vasallaje. Pamplona se convirtió con Sancho el Mayor en la capital de la cristiandad española y de parte del Mediodía francés.
Esta unidad política cristiana bajo la hegemonía de Pamplona sólo duró hasta la muerte de Sancho el Mayor. Este monarca había legado tierras a sus hijos bajo la soberanía suprema de García de Nájera (1035-1054); pero Fernando I ocupó León (1038), tras la muerte de Vermudo III (1037), y se proclamó rey de León, mientras que Ramiro I – hermano natural de García de Nájera – actuaba en tierras de Aragón como “baiulus” (bayle), vista la minoridad del rey García de Nájera.
Así pues, la unidad del reino bajo la autoridad del “rex Dei gratia”, el rey por gracia y deseo divinos, se veía amenazada por la costumbre de dividir la herencia, del mismo modo que la monarquía electiva goda había sido el origen de su propio fracaso, al fomentar las ambiciones de los nobles, el asesinato de los reyes y la intervención de gentes extrañas, hasta el punto de que las facción de Áquila (710-714), descendiente de Wamba, solicitase la colaboración de los musulmanes para oponerse a Rodrigo (710-711), descendiente de Chindasvinto, venciendo los africanos en la batalla de Guadalete (julio de 711), y convirtiéndose poco después de meros auxiliares en conquistadores.
Y es que las leyes sucesorias no solamente tienen una importancia capital, si no también sus fundamentos históricos y su razón de ser. No respetarlas, cambiarlas al antojo de un monarca sin hijos varones por ejemplo, tiene las consecuencias funestas que los lectores de esta bitácora bien conocen.
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