dimanche 31 octobre 2010

El Santo de Anjou (III)

Motivados por sus jefes, Cathelineau, Stofflet, La Rochejaquelein, Bonchamps y d’Elbée, los insurgentes retoman Cholet y Les Mauges, y se disponen a atacar Bressuire. En la prisión de Bressuire permanece el Marqués de Lescure, primo de La Rochejaquelein, prisionero desde finales de 1792. El ejército libera a los prisioneros y recupera así dos nuevos jefes: Lescure y Marigny. La siguiente etapa: Thouars. Con unos efectivos cifrados en 10.000 hombres, l’Armée Catholique et Royale se lanza al asalto de Thouars, donde les esperan los republicanos. El ejército blanco, arrastrado por el ímpetu del joven conde de La Rochejaquelein, triunfa y se apodera de numerosas armas, doce cañones ¡y 7000 fusiles! Liberan a la casi totalidad de los prisioneros y recuperan numerosos tránsfugas de la ciudad de Baugé. Liberan al general Quétineau, ardiente republicano defensor de Thouars y le proponen unirse a los realistas. El general rechaza la generosa oferta y permanece fiel a la república. La Historia quiso que, poco después, Quétineau muriese asesinado por el Terror, que los suyos establecieran.

Los jefes de La Vendée no olvidan su ideal de pureza. Bonchamps, Lescure y Cathelineau dan las órdenes oportunas: ni excesos, ni abusos, ni pillaje, ni malos tratos. La mayoría respetan las consignas. Salvo Marigny y Stofflet, los jefes de La Vendée tratan a los prisioneros “bleus” con la más exquisita humanidad.

El 16 de mayo de 1793, la Grande Armée Catholique et Royale llega a Fontenay, pequeña villa situada en una inmensa llanura. El dilema es grave: la táctica de guerrilla y emboscadas, la única posible para un ejército de campesinos, es imposible ahora. La batalla se desarrolla en campo abierto, frente a frente… y la debacle es absoluta. Los realistas son derrotados y abandonan cañones y munición en el campo de batalla. A finales de mayo, Cathelineau, cuya fe en la victoria sigue intacta, reorganiza sus huestes y recompone la moral. La ciudad de Fontenay tiembla ante el avance de las tropas de Bonchamps, que entonan sus cánticos ¡hasta que sólo pueden escucharse los “Vexila Regis”! Cathelineau exulta de gozo ante la victoria total, el ardor de sus guerreros y la confianza que tienen en él le conmueve en lo más profundo… sabe que ahora es el jefe incontestable de la revuelta en La Vendée.

Continuará…

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