
Los jefes de La Vendée no olvidan su ideal de pureza. Bonchamps, Lescure y Cathelineau dan las órdenes oportunas: ni excesos, ni abusos, ni pillaje, ni malos tratos. La mayoría respetan las consignas. Salvo Marigny y Stofflet, los jefes de La Vendée tratan a los prisioneros “bleus” con la más exquisita humanidad.
El 16 de mayo de 1793, la Grande Armée Catholique et Royale llega a Fontenay, pequeña villa situada en una inmensa llanura. El dilema es grave: la táctica de guerrilla y emboscadas, la única posible para un ejército de campesinos, es imposible ahora. La batalla se desarrolla en campo abierto, frente a frente… y la debacle es absoluta. Los realistas son derrotados y abandonan cañones y munición en el campo de batalla. A finales de mayo, Cathelineau, cuya fe en la victoria sigue intacta, reorganiza sus huestes y recompone la moral. La ciudad de Fontenay tiembla ante el avance de las tropas de Bonchamps, que entonan sus cánticos ¡hasta que sólo pueden escucharse los “Vexila Regis”! Cathelineau exulta de gozo ante la victoria total, el ardor de sus guerreros y la confianza que tienen en él le conmueve en lo más profundo… sabe que ahora es el jefe incontestable de la revuelta en La Vendée.
Continuará…
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