dimanche 31 octobre 2010

El Santo de Anjou (III)

Motivados por sus jefes, Cathelineau, Stofflet, La Rochejaquelein, Bonchamps y d’Elbée, los insurgentes retoman Cholet y Les Mauges, y se disponen a atacar Bressuire. En la prisión de Bressuire permanece el Marqués de Lescure, primo de La Rochejaquelein, prisionero desde finales de 1792. El ejército libera a los prisioneros y recupera así dos nuevos jefes: Lescure y Marigny. La siguiente etapa: Thouars. Con unos efectivos cifrados en 10.000 hombres, l’Armée Catholique et Royale se lanza al asalto de Thouars, donde les esperan los republicanos. El ejército blanco, arrastrado por el ímpetu del joven conde de La Rochejaquelein, triunfa y se apodera de numerosas armas, doce cañones ¡y 7000 fusiles! Liberan a la casi totalidad de los prisioneros y recuperan numerosos tránsfugas de la ciudad de Baugé. Liberan al general Quétineau, ardiente republicano defensor de Thouars y le proponen unirse a los realistas. El general rechaza la generosa oferta y permanece fiel a la república. La Historia quiso que, poco después, Quétineau muriese asesinado por el Terror, que los suyos establecieran.

Los jefes de La Vendée no olvidan su ideal de pureza. Bonchamps, Lescure y Cathelineau dan las órdenes oportunas: ni excesos, ni abusos, ni pillaje, ni malos tratos. La mayoría respetan las consignas. Salvo Marigny y Stofflet, los jefes de La Vendée tratan a los prisioneros “bleus” con la más exquisita humanidad.

El 16 de mayo de 1793, la Grande Armée Catholique et Royale llega a Fontenay, pequeña villa situada en una inmensa llanura. El dilema es grave: la táctica de guerrilla y emboscadas, la única posible para un ejército de campesinos, es imposible ahora. La batalla se desarrolla en campo abierto, frente a frente… y la debacle es absoluta. Los realistas son derrotados y abandonan cañones y munición en el campo de batalla. A finales de mayo, Cathelineau, cuya fe en la victoria sigue intacta, reorganiza sus huestes y recompone la moral. La ciudad de Fontenay tiembla ante el avance de las tropas de Bonchamps, que entonan sus cánticos ¡hasta que sólo pueden escucharse los “Vexila Regis”! Cathelineau exulta de gozo ante la victoria total, el ardor de sus guerreros y la confianza que tienen en él le conmueve en lo más profundo… sabe que ahora es el jefe incontestable de la revuelta en La Vendée.

Continuará…

samedi 30 octobre 2010

El Santo de Anjou (II)

La revuelta se extendía por doquier, y la población se iba uniendo en la caza de los “azules”. Era necesario organizar el movimiento popular espontáneo. Hacían falta jefes.

La primera elección recayó lógicamente en los aristócratas, que habían recibido la educación necesaria para ello, habiendo ejercido muchos el oficio de las armas. Fue el caso del conde de La Rochejaquelein o Charles de Bonchamps.

Sin embargo hubo dos excepciones: Cathelineau, que fue elegido por aclamación antes que los aristócratas, y Stofflet.

Cathelineau tenía la altura moral necesaria para mandar, la inteligencia de un aristócrata, la fuerza de un albañil, el verbo recto y sabía llegar al corazón del pueblo.

Tomó el mando de un ejército y lo condujo sin dudar a través de la Vendée. Acumulando victoria tras victoria en aquel comienzo de año de 1793, marchó con Stofflet sobre Chemillé, Chalet y el 16 de marzo sobre Vihiers. En Vihiers, el Ejército Católico y Real puso en fuga un batallón republicano y consiguió así su primer cañón. Ese cañón, símbolo de su resistencia, será bautizado Marie-Jeanne en honor a las protectoras de Francia, la Santa Virgen maría y Santa Juana de Arco.

Las victorias seguían encadenándose minetras los “azules” sólo ofrecían escasa resistencia a este formidable ejército de campesinos, encabezados por aquel al que ya llamaban “el Santo de Anjou”. Poco antes de la Semana Santa cayó Chalonnes. El ejército angevino, de Anjou, se dispersó para celebrar la Pascua en familia. Cathalineau se reúne con su mujer e hijos, y celebra con ellos la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, en compañía del abad Cantineau, párroco de Pin-en-Mauge.

Los republicanos por su parte aprovechan la tregua para reorganizarse. Cuatro columnas provenientes del resto de Francia se disponen a atenazar Les Mauges. La batalla es encarnizada y sangrienta, ¡y los “azules” son demasiados! Los insurgentes se ven obligados a abandonar la posición y retirarse a Tiffauges.

La conscripción continúa y llega a Châtillon un mes después de St Florent. Y del mismo modo que allí, los habitantes de de Châtillon tampoco están dispuestos a combatir y morir por el régimen revolucionario. Al contrario, cuatro mil paisanos se levantan en rebelión contra la república y reclaman a Henri de la Rochejaquelein, que tiene 20 años, como jefe. Este nuevo ejército se une al angevino de Cathelineau para formar la primicia de lo que será la “Grande Armée Catholique et Royale”, que nacerá el 17 de abril.

Continuará…

jeudi 28 octobre 2010

Ni un paso atrás

Ayer por la noche, mi hijo mayor me hizo el siguiente comentario: “papá, supongo que ya habrás puesto algo en tu blog en contra del halloween”.

Le dije que aún no, pero que no se preocupase, que lo haría en cuanto tuviese un momento libre.

Así que allá voy. Estamos a jueves, mañana empieza el fin de semana y el lunes es primero de noviembre.

Que nadie baje la guardia. Ni uno solo de nuestros hijos disfrazado de mamarracho ensangrentado o similar. Ni una calabaza.

El lunes, Día de Todos los Santos, oiremos misa en honor de todos los Santos que están en el Cielo, conocidos o desconocidos, y por las almas del Purgatorio.

El martes, Día de Difuntos, oraciones por los fieles difuntos, misa si se puede y visita al cementerio.

Para el cuerpo, buñuelos, y para el espíritu, leer o ir a ver el Tenorio de Zorrilla, ya se sabe:

“Por dondequiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.

Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.”

mardi 26 octobre 2010

El Santo de Anjou (I)

Hace pocos días decidí escoger una imagen personal para mi identidad en esta bitácora, que fuera al mismo tiempo mi imagen en el famoso “facebook”.
Puesto que Alphonse, Marquis de Montauran, “le Gars”, es un personaje de ficción, protagonista de la novela de Balzac, “Les Chouans”, perteneciente a “La Comedia Humana”, cualquier imagen suya es imaginaria. Por ello rebusqué entre los verdaderos líderes de las leales fuerzas Católicas Reales que lucharon contra la revolución, y no me costó mucho decidirme por “el Santo de Anjou”, Jacques Cathelineau.
No quería tardar demasiado en dedicarle una serie de entradas de mi bitácora, explicando mi elección, no fuera que se me tildara de soberbio, al arrogarme como propia la imagen de tan santo varón.
Vaya por delante, con toda mi humildad, que mi única intención es que su ejemplo me sirva de guía para superar mis debilidades y cobardías en medio de la lucha diaria en defensa de la Tradición.

Jacques Cathelineau nació el 5 de enero de 1759 en Pin-en-Mauge, donde hoy en día puede verse el monumento de la fotografía.
Su familia eran, al parecer, vendedores ambulantes, ocupándose además su padre de las tareas de sacristán en la iglesia del pueblo.
De sus diez hermanos y hermanas sólo sobrevivieron cuatro, Jean (1756), Pierre (1767), Joseph (1772) y María (1761).
Jacques, cuyos padres no podían aspirar a enviar a sus vástagos a la escuela, fue educado por el párroco de la “Chapelle du Genêt”, en agradecimiento a los servicios paternos y en contrapartida por los trabajos parroquiales efectuados por el propio Jacques, monaguillo desde su más tierna infancia.
Por tanto, el pequeño Jacques creció a unos quince kilómetros de su hogar en Pin-en-Mauges, pasando sus días de infancia y juventud entre la parroquia y la escuela, y sus tempranos estudios de latín nos hacen suponer que sintió pronto la vocación sacerdotal.

Sin embargo, a los 18 años se casa con Louise Godin, con la que tuvo once hijos, de los que sobrevivieron cinco. No alcanzándole su salario de albañil para el sostenimiento de tan numerosa prole, decidió adquirir carro y caballos para dedicarse al comercio ambulante, convirtiéndose en poco tiempo en conocido de toda la sociedad local, y muy apreciado por su buen trato y probidad.

No por ello abandonó Jacques Cathelineau el servicio a la parroquia, de la que fue administrador desde 1786. En aquellos duros tiempos de hambre y escasez, las oraciones y novenas se multiplicaban entre las piadosas gentes de la región.

A primeros de marzo de 1793, la Convención aprobó una leva de 300.000 hombres en toda Francia. El 12 de marzo los republicanos efectuaron el sorteo en Florent le Vieil. Pero la población se opuso frontalmente a luchar en favor de un régimen que acababa de ejecutar a su majestad “le Roy très Chretien”. La revuelta de St Florent se transformó con rapidez en el linchamiento de los republicanos: la guerra había comenzado. Y Cathelineau, que no estaba afectado por la leva al ser padre familia, decide encabezar la insurrección en Pin-en-Mauge.

Continuará…

lundi 25 octobre 2010

Altar y Trono en Hispania (V) – Rex Dei Gratia (II)

El carácter divino de la función monárquica ejercida por Sancho el Mayor le obligará a intentar la unidad peninsular, y la conseguirá en la parte cristiana. Primeramente ocuparía Ribagorza (1018-1025), por los mismos tiempos que conseguía el vasallaje del conde de Castilla, su cuñado el infante García y a la muerte de éste (1027), Sancho el Mayor incorporaba Castilla al Reino de Pamplona; en 1030 lograría el vasallaje de Vermudo III de León, cuando también era su vasallo el Conde de Barcelona Berenguer Ramón I el Curvo y el conde Sancho Guillermo de Gascuña.

Sancho el Mayor, rey de Pamplona, fue denominado por un monje catalán coetáneo “rex Ibericus”, primera vez que aparece tal denominación en la Edad Media.

Por vez primera en la historia de la España cristiana se había conseguido que se reconociese una autoridad civil desde el océano Atlántico hasta el Mediterráneo, y que todavía las tierras de la actual Gascuña le rindiesen vasallaje. Pamplona se convirtió con Sancho el Mayor en la capital de la cristiandad española y de parte del Mediodía francés.

Esta unidad política cristiana bajo la hegemonía de Pamplona sólo duró hasta la muerte de Sancho el Mayor. Este monarca había legado tierras a sus hijos bajo la soberanía suprema de García de Nájera (1035-1054); pero Fernando I ocupó León (1038), tras la muerte de Vermudo III (1037), y se proclamó rey de León, mientras que Ramiro I – hermano natural de García de Nájera – actuaba en tierras de Aragón como “baiulus” (bayle), vista la minoridad del rey García de Nájera.

Así pues, la unidad del reino bajo la autoridad del “rex Dei gratia”, el rey por gracia y deseo divinos, se veía amenazada por la costumbre de dividir la herencia, del mismo modo que la monarquía electiva goda había sido el origen de su propio fracaso, al fomentar las ambiciones de los nobles, el asesinato de los reyes y la intervención de gentes extrañas, hasta el punto de que las facción de Áquila (710-714), descendiente de Wamba, solicitase la colaboración de los musulmanes para oponerse a Rodrigo (710-711), descendiente de Chindasvinto, venciendo los africanos en la batalla de Guadalete (julio de 711), y convirtiéndose poco después de meros auxiliares en conquistadores.

Y es que las leyes sucesorias no solamente tienen una importancia capital, si no también sus fundamentos históricos y su razón de ser. No respetarlas, cambiarlas al antojo de un monarca sin hijos varones por ejemplo, tiene las consecuencias funestas que los lectores de esta bitácora bien conocen.

samedi 23 octobre 2010

Altar y Trono en Hispania (IV) – Rex Dei Gratia (I)

En los inicios de las descomposición del califato de Córdoba, que se produjo entre 1002 y 1031, un monarca cristiano decidió recoger la dirección de los problemas peninsulares: Sancho el Mayor, rey de Pamplona (1004-1035).

Sancho el Mayor recogió la teoría cristiana existente en Francia, y la adaptó a Hispania. Los reyes francos comenzaron en el siglo VIII a denominarse “rex Dei gratia Francorum”, indicando que Dios los había elegido para gobernar sobre el pueblo de los francos. Esta teoría sobre el origen divino del poder se basa en dos textos bíblicos principalmente: “es por mí por lo que los reyes reinan y por lo que los legisladores ordenan lo que es justo; por mí por lo que los príncipes mandan y por lo que los poderosos hacen justicia” (Libro de los Proverbios, VIII, 15-16); y en las palabras de San Pablo dirigidas a los romanos: “toda alma sea sumisa a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen han sido instituidas por Él. Así, cualquiera que resiste a una autoridad, resiste al orden establecido por Dios” (Epístola a los Romanos, XIII, 1-2). Esta teoría, defendida por la Santa Sede, da un carácter nuevo a la realeza: el rey ya no lo será por elección, por herencia, por sucesión, lo será a partir de ahora “por la gracia de Dios”. Introducida en la península por Sancho el Mayor, continuará con altibajos hasta el siglo XX, aun cuando su contenido y aceptación esté en íntima proporción con la religiosidad del pueblo.

Naturalmente, la introducción de esta teoría no supuso su plena explanación, y hará falta que se llegue al siglo XIII para que Santo Tomás de Aquino la concrete en su Summa Theológica y en su De regimine principum.

Y debe tenerse en cuenta que el título de “rey por la gracia de Dios” en España ha sido concedido por la Santa Sede. Así, Sancho el Mayor lo utilizó desde el año 1020, aproximadamente. Sus sucesores los reyes de Pamplona lo siguieron usando, hasta que este reino se repartió entre Castilla y Aragón (1076), al morir Sancho de Peñalén. Después, al separarse Pamplona de Aragón (1134), los reyes utilizaron tal fórmula, pero la Santa Sede sólo los designó “dux Navarrorum”, hasta fines del siglo XII.

En León-Castilla los documentos originales más antiguos que presentan tal fórmula no rebasan el año 1042, siendo el primer rey que usó la fórmula aludida Fernando I, hijo de Sancho el Mayor. Y en Aragón la fórmula “rex Dei gratia” se introdujo tardíamente, posiblemente el año 1076. Finalmente, en Portugal es difícil precisar la fecha exacta, aunque hay que colocarla casi a finales del reinado de Alfonso I Enríquez (1114-1185), pues los documentos más antiguos que la copian parecen sospechosos.

Continuará…

jeudi 21 octobre 2010

Altar y Trono en Hispania (III) - Unidad y fueros

"SOBRE LAS LEYES DE ESPAÑA DESDE EL PRINCIPIO DE SU RESTAURACIÓN: ORIGEN, PROGRESO Y AUTORIDAD DE LOS FUEROS DE CASTILLA Y LEÓN.

1. En el año de 714, época fatal para los Católicos Españoles, quedó extinguida la Monarquía de los Godos en D. Rodrigo, último de sus Reyes, y substituida la tirana dominación de los Africanos en casi toda la tierra y Pueblos de España. Sus vecinos y naturales Christianos se vieron confundidos entre los Sarracenos, y sujetos al horrible imperio de los nuevos Señores, mas no á su falsa Secta, ni á sus leyes y bárbaras costumbres: permanecieron baxo la misma Religión y Legislación que habían observado heredadas de sus predecesores y cuyo uso no les fue prohibido. Quedaron preservadas del yugo mahometano las Montañas de Asturias y Cantabria, y los Montes Pirineos de Navarra y Aragón: y refugiados en ambas partes algunos fieles Godos, dieron principio á la restauración de estos Reynos.

2. Establecido el de Asturias por el valeroso Príncipe D. Pelayo hasta el año de 737, sus sucesores lo fueron extendiendo á tierras conquistadas de León y Castilla; y lo mismo executaron en las de Navarra y Aragón los sucesores de Garci Ximenez, cabeza del antiguo Reyno de Sobrarbe. En este se echaron los primeros fundamentos á los de Aragón y Navarra; y en el de Asturias tuvo principio el de León, del qual resultó después el de Castilla. A fuerza de años sé fueron formando; porque muchas veces los Soberanos, en lugar de juntar y dirigir todas sus fuerzas contra el común enemigo, las convertían y empleaban entre sí, par satisfacer sus particulares intereses.

3. Después de tres siglos, llegaron á hacerse respetables é independientes las quatro Coronas: la de León en el glorioso D. Alonso V, la de Castilla en el célebre Conde D. Sancho García, y las de Navarra y Aragón en D. Sancho el Grande, el qual las dividió y puso en sus hijos García y Ramiro. Hasta entonces la precisa aplicación al exercicio de las armas, tan necesarias en aquel tiempo para sostener y aumentar lo conquistado, no dio lugar al establecimiento de nuevas leyes, que hicieran cesar las antiguas establecidas por los Monarcas Godos, y contenidas en el Códice Líber Judicum. Permanecieron éstas con su virtud primitiva y con el nuevo vigor recibido de sus confirmaciones por los Reyes de León D. Alonso II, D. Bermudo II y D. Alonso V: y se hicieron generales y comunes á todos los Pueblos y tierras que sacudían el bárbaro yugo , é iban formando la España restaurada en las quatro Coronas.

4. Este imperio del Derecho Gótico es un punto fixo y de los más comprobados en la confusa historia de tan obscuros siglos, en que solo hay noticia de haberse establecido algunas Leyes y Fueros incapaces, de substituirse al Godo por la calidad y corto numero de sus disposiciones..."
 
 
Del prólogo al “Extracto de las leyes del Fuero Viejo de Castilla, con el primitivo fuero de León, Asturias y Galicia. Se añaden el antiguo fuero de Sepúlveda; y los concedidos por S. Fernando a Córdoba y Sevilla. Formado para facilitar su lectura, y la instrucción de sus disposiciones. Por el Lic. D. Juan de la Reguera Valdelomár. Con privilegio en Madrid, en la imprenta de la viuda e hijo de Marín. Año de 1798.”

mercredi 20 octobre 2010

Altar y Trono en Hispania (II) - Calatañazor

A nadie se le escapa que España sólo puede entenderse como el resultado de la unión de los reinos que la forman.

Esta unión no es únicamente una suma algebraica, como pueda ser el caso en la pérfida Albión. Es una unión que, por muy diversos motivos, tiene elementos que sobrepasan a los puramente racionales, haciendo que de la suma de las partes, se obtenga un resultado de naturaleza distinta y superior a los elementos que la componen.

Las fuerzas que en el siglo XI tienden a unir los reinos cristianos, en la fuerte añoranza de su pasado visigodo, se muestran con magnífica claridad en la legendaria batalla de Calatañazor, en la que los ejércitos cristianos de Castilla, León, y Navarra, ponen fin al terror sembrado durante tanto tiempo por las hordas moras de Almanzor.

Encontramos un interesante resumen en el conocido volumen decimonónico titulado: "El universo pintoresco, historia de España desde los tiempos más remotos hasta el año 1840 inclusive, seguida de una estadística moderna de la península e islas adyacentes, por una sociedad literaria con láminas finas, M. M. Busk".

...Durante este intervalo, los ataques de Almanzor contra los Españoles habían sido menos fuertes. Borell, conde de Barcelona, auxiliado por el monarca francés, había recobrado la mayor parte de sus dominios, que trasmitió, en 993, á su hijo Raimundo. En Navarra, D. García III, que había sucedido á su padre D. Sancho II, pasó su vida en malograda lucha contra Almanzor, y en el año 1000 cometió esta ardua tarea a su hijo D. Sancho III, apellidado el Grande, que estaba casado con doña Nuña Elvira, nieta de García Fernández, segundo conde soberano de Castilla.
Contra León dirigió principalmente Almanzor sus esfuerzos, y Bernardo II, aunque generalmente reconocido a la muerte de D. Ramiro, no pudo defender su reino contra el conquistador musulmán, aún durante la debilidad comparativa del estado moro. Luego que estuvo pacificado el Almagrave, se renovaron los ataques de Almanzor con su primer ímpetu. La muerte de Bermudo había dejado el trono vacilante a su hijo Alfonso V, menor de cinco años; pero el peligro era do quiera inminente y amenazaba a todos. Navarra, Castilla y Barcelona unieron sus tropas a las de León, formando así en 1001 un ejército tan formidable que los Moros, a pesar de la confianza que tenían en su jefe y sus últimos triunfos, cayeron en el mayor desaliento. Todos los esfuerzos de Almanzor no pudieron evitar una derrota completa y sangrienta de su ejército. Su ánimo altivo no pudo sobrellevar este revés, y no queriendo que se le curasen las heridas, murió pocos días después de la acción, a los cincuenta y cinco años de edad. Durante sus santas guerras, había recogido cuidadosamente el polvo de que se había cubierto en cada acción, a fin de que se le cubriese con él, lo cual fue debidamente ejecutado.

Como nos relata la Crónica Silense:

...pero, al fin, la divina piedad se compadeció de tanta ruina y permitió alzar cabeza a los cristianos, pues pasados doce años Almanzor fue muerto en la gran ciudad de Medinaceli, y el demonio que había habitado dentro de él en vida se lo llevó a los infiernos.

Sin duda la visita a Calatañazor debe ser incluida en la ruta de los españoles amantes y orgullosos de su verdadera historia.

Como es obligada también la visita al templo hispano más antiguo de los que se conservan, la basílica de San Juan Bautista en Baños de Cerrato, Palencia, mandada construir por el rey Recesvinto en el año 661.

PS: Para mi amable colaborador anónimo de los comentarios a la entrada sobre Palencia, el territorio marcado en el mapa de esta estrada en color marrón oscuro, entre el Condado de Castilla y el Reino de León, era territorio en disputa entre ambos.

samedi 16 octobre 2010

Altar y Trono en Hispania (I) – El rito hispánico

Hoy quiero empezar una serie de entradas de “La Comedia Humana” sobre el origen de los Reinos de las Españas. Un origen que tiene sus particularidades, diferentes a las de la monarquía francesa, y su relación y similitudes con ella.

Empezaré por un elemento diferenciador, perteneciente a una de mis pasiones, tan subestimada en nuestros días, como es la liturgia.

En el siglo XI se utilizaba en la península ibérica una liturgia distinta a la del resto de Europa. Esta liturgia se había formado en la época visigótica, y abundaba en lecturas del Antiguo Testamento, así como en una distribución diferente de las distintas partes de la Santa Misa. En lo substancial era igual a la liturgia romana; pero en lo accesorio divergía notablemente.

La liturgia del rito hispánico, mal llamado rito mozárabe, fue reconocida por la Santa Sede en 1066, examinando todos sus libros rituales en Roma. Pero el papa Alejandro II insistió en la necesidad de cambiar el rito hispánico por el romano. Fue el rey aragonés Sancho Ramírez (1063-1094) quien instauró por vez primera el rito romano en los monasterios de San Juan de la Peña y San Victorián, al mismo tiempo que mudaba la norma benedictina por la observancia de Cluny (1071); y en las dos catedrales de sus reinos, Jaca y Roda, también introdujo el nuevo rito (1075), para lo que tuvo que arrojar violentamente a los obispos que las regían, y obligar a los cabildos a aceptar la norma canónica de san Agustín (1076).

Las diferencias externas más sobresalientes del rito hispánico en la Misa, aparte de las lecturas del Antiguo Testamento, estaba en que la Sagrada Forma se dividía en nueve partes, se comulgaba bajo las dos especies, el “Pater Noster” se decía antes de la consagración, mientras que el “Credo” estaba incluido dentro del “canon”. En la Misa había dos partes muy claras: una para los catecúmenos y otra para bautizados. Los fieles actuaban en todo el sacrificio.

La introducción de los cluniacenses en los monasterios y de la regla canónica de san Agustín en los cabildos afianzó el cambio de rito, que se estableció para los estados occidentales en el concilio de Burgos (1080).

Hablaremos en esta pequeña serie sobre este siglo, el XI de nuestra era, trascendental para España, ya que en él surgen las formas de vida, los núcleos políticos y las instituciones que pervivieron hasta el inicio de estos horribles tiempos de tribulación.

Ilustro esta entrada de introducción con unas imágenes del templo hispano más antiguo de los que se conservan. En el siguiente capítulo, diré de qué basílica se trata, si nadie quiere decirlo antes en un comentario.

mercredi 13 octobre 2010

Palencia

Aún recuerdo bastantes pasajes de “El Conde Lucanor” que quedaron grabados a fuego en mi memoria cuando era niño. Este libro, escrito alrededor del año 1330 de nuestra era por el Infante Don Juan Manuel, que ignoro si aún están obligados a leer los escolares españoles, aunque lo dudo, está considerado con justicia como la cumbre de nuestra narrativa del siglo XIV.

En uno de los capítulos, un personaje de los ejemplos de Petronio viene a decir, que en esta vida a lo más que se puede aspirar, en cuestiones de amistad, es a tener un medio-amigo, ya que el único amigo del hombre es Jesucristo, que dio su vida por nosotros.

Sin llegar a este extremo, yo que conozco a mucha gente, sólo creo poder considerar amigos míos a dos o tres personas.

Estos últimos cuatro días los he pasado con uno de ellos.

Aprovechando que disponíamos libremente de nuestro tiempo gracias a la celebración del día de la Hispanidad, festividad de la Virgen del Pilar, decidimos visitar uno de los rincones más hermosos y desconocidos del corazón de las Españas, Palencia.

Sólo compartiré con mis fieles lectores unas pinceladas de nuestras visitas, de modo que se estimule la curiosidad de los más animosos.

Palencia está repleta de arte románico, y por escuchar misa en su catedral, “la bella desconocida”, o en los dominicos de San Pablo, ya merece la pena el viaje.

Una de las visitas más gratificantes de estos días, ha sido la abadía cisterciense de San Isidro, en Dueñas, dónde tuvimos la oportunidad de asistir al oficio de Completas, en el que los monjes trapenses, tras reunirse en la sala capitular para que el abad les explique la Regla de San Benito u otros aspectos de la espiritualidad monástica, piden a Dios que les proteja en el descanso nocturno, terminando su jornada con el magnífico y emocionante canto a la Virgen de la conocida “Salve Cisterciense”.

La Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia, Ordo Cisterciensis Strictioris Observantiae, se conoce como Orden de la Trapa, o trapense, ya que tuvo su origen en la abadía francesa de La Trappe, situada en Soligny-la-Trappe, Orne.

La orden benedictina de los monjes blancos del Císter, por oposición a los de Cluny que vestían de negro, surge como una escisión de ésta última, con la fundación de la abadía de Citeaux por Robert de Molesme en 1098, siendo Étienne Harding su abad desde 1108, aunque su gran desarrollo y expansión se la debe, como ya he contado en alguna ocasión en esta misma bitácora, a Bernard de Clairvaux, San Bernardo.

Habiendo surgido la orden como rechazo a las desviaciones de la Regla de San Benito de Nursia, de nuevo en la segunda mitad del siglo XII, la orden se escinde en respuesta a nuevas desviaciones de la regla benedictina original, apareciendo los trapenses.

También en este caso, sólo con visitar esta abadía trapense de San Isidro, se justifica la visita a Palencia.

Tras fortalecerse con el alimento del alma, no está de más tomarse un chocolate en la fábrica de “La Trapa”, que está justo enfrente.


Por no extenderme con el arte sacro y contar algo diferente, que seguro será del interés y el gusto de los aficionados a la historia, en la provincia de Palencia se puede también visitar el que puede ser considerado, sin temor a equivocarnos, como el yacimiento arqueológico más importante del mundo romano hispánico, la villa romana de La Olmeda, sólo superada en importancia en el mundo entero por la villa romana del Casale, en Sicilia.

Se trata de una gran mansión del Bajo Imperio (s. IV d.C.), cuyo edificio principal de planta cuadrada flanqueada por dos torres, se dispone en torno a un patio central y peristilo al que se abren las distintas dependencias, la mayoría de ellas con pavimentos de mosaicos. El salón principal u “oecus” de 175 m2 conserva en muy buen estado uno de los principales mosaicos del mundo romano, en el que se pueden contemplar dos escenas; la principal que narra el conocido episodio de Ulises en Skyros, orlado por una bella cenefa con una serie de retratos, probablemente de los dueños de la mansión, y bajo el tema principal, una cacería de gran realismo.

Un yacimiento arqueológico de estas características, sería considerado en otros lugares como la “joya de la corona” y constituiría un foco de interés turístico de primer orden, mientras que en nuestra nación, una inmensa mayoría ignora incluso su existencia, como era mi caso hasta anteayer.


Una visita que resulta interesantísima para conocer la vida y costumbres durante los estertores del Imperio Romano, cuyo nivel de desarrollo, vida y bienestar, tras su caída, no será recuperado por la humanidad hasta los albores del siglo XVIII. Tal es la dimensión de la tragedia, (recomiendo encarecidamente la lectura del famoso artículo de Peter Temin “La economía del Alto Imperio Romano” en la revista Procesos de Mercado, volumen VI, nº 2, otoño 2009, del que se pueden extraer sustanciosas enseñanzas sobre eso que ahora llaman “el estado del bienestar”, algunos que creen haber descubierto la pólvora y a los que, sin remedio, les estallará en las manos).

Muy apropiado además, ahora que nuestro amigo “Firmus y Rusticus” nos está regalando una estupenda serie histórica.


Podría hablar de muchas más cosas, pero cada cual debe viajar de acuerdo a su criterio.

Sobre el cordero, el pan y el vino, trilogía que constituye nuestro fundamento gastronómico y espiritual, no necesito hacer comentario alguno.

jeudi 7 octobre 2010

Leer si, pero no cualquier cosa

Resulta espeluznante la observación del modo en que el “estado servil”, que describiese Hilaire Belloc, es capaz de engañar a sus satisfechos ciudadanos, pervirtiendo cualquier concepto verdadero.

Ahora que utilizo a diario el transporte público de una gran ciudad, observo como un alto porcentaje de los viajeros, de extracciones sociales que podríamos calificar entre medias y bajas, emplea el tiempo de desplazamiento hasta sus puestos de trabajo consagrándose a la lectura.

En principio el hecho podría calificarse de positivo, hasta que observando con más detenimiento, se descubre el tipo de libros que leen los desposeídos de la sociedad.

El principio a pervertir por la “clase dirigente” es el correcto: para mejorar la sociedad se deben mejorar los individuos que la componen, y la lectura es un hábito que puede ayudar en gran medida a conseguirlo.

Pero el verdadero objetivo es el contrario: cuanto más inculto y peor informado esté el ciudadano, más fácil será controlarlo y manipularlo.

El modo en que en este caso se logra la perversión del principio es, sencillamente, la imposición del lema “lea usted muchos libros” en vez de “lea usted buenos libros”.

Asociadas a esta maquiavélica maniobra, las editoriales se ocupan de llenar las estanterías de los comercios, decir librerías me parece excesivo, con miles de volúmenes de nula calidad literaria, ni en la forma, ni por supuesto en el fondo. Y si, de paso, van inoculando su “pensamiento único”, mejor aún.

Ya he hablado en otras ocasiones de mi estupor por las cantidades de dinero que las masas están dispuestas a malgastar adquiriendo libros de una calidad peor que mala, literaria y de edición, cuando serían necesarias varias vidas para leer la inmensidad de volúmenes escritos por los clásicos de nuestra civilización, en el sentido más amplio de la categoría, cuya lectura, aparte de ser luz para el espíritu y paz para el alma, nos depara a sus fieles lectores, placeres intelectuales y espirituales inimaginables para el lector de eso que dan en llamar “best-sellers”.

Estoy a punto de terminar “Le père Goriot”, el modo más envolvente y desbordante de entrar en “La Comedia Humana” de Honoré de Balzac. La cantidad, la calidad, la diversidad y el tipo de personajes que comenzamos a conocer en esta obra maestra del género novelesco, forman una densidad extraordinaria de vidas y destinos que, posteriormente, cada lector puede decidir seguir en el orden que le plazca, a través de la otra veintena de obras, sin poner en peligro la autonomía de cada novela.

En Balzac, los personajes van reapareciendo de novela en novela, exactamente como sucede en la vida real: Los seres humanos se desplazan por efecto de la movilidad social, y recorren los espacios del mundo en función del desencadenamiento de sus ambiciones, el ardor de sus deseos, su satisfacción o sus fracasos.

Con el objetivo de conocer al “hombre social”, bajo forma de novela, “La Comedia Humana” nos presenta una gigantesca red de relaciones, que es lo que constituye sin duda la característica fundamental de todas las sociedades, reales o ficticias.

Por otro lado, este último mes, mi mujer y yo hemos empleado algunas veladas, después de acostar a la prole, viendo los cuatro episodios de la versión para televisión de “Los Miserables” en la que Josée Dayan dirige a Gérard Depardieu, Christian Clavier y John Malkovich, que compré en DVD hace poco.

Resulta dificilísimo reducir a menos de ocho horas las más de mil ochocientas páginas de la obra maestra de Víctor Hugo, pero sin duda esta versión ofrece los elementos fundamentales de un modo admirable.

De momento me quedo con la que, a mi modesto entender, constituye la idea fundamental, la justicia humana, si quiere acercarse a ser digna de llamarse justicia, si quiera por asomo, debe unir al rigor, la misericordiosa y la compasión.

Por supuesto en “Les Misérables” hay muchísimo más, y cada personaje es un mundo completo. Posiblemente su lectura íntegra sea mi próximo objetivo, ¿tal vez de la colección Pléiade de Éditions Gallimard? (Hay que ir dando ideas para los regalos navideños).

lundi 4 octobre 2010

Apologia Pro Vita Sua: Elogio del cardenal Newman

Joseph Ratzinger:

No me siento competente para hablar sobre la figura o el trabajo de Newman, pero tal vez sí tenga sentido decir algo sobre mi propio camino hacia Newman, en el que ciertamente se refleja algo de la presencia de este gran teólogo inglés en las luchas intelectuales y espirituales de nuestro tiempo.

En enero de 1946, cuando empecé a estudiar Teología en el seminario de Freising, que por fin había vuelto a abrir sus puertas después de la confusión de la guerra, un estudiante mayor que yo fue nombrado prefecto de nuestro grupo, que había empezado a trabajar en una disertación sobre la teología de la conciencia de Newman, antes incluso del comienzo de la guerra. En todos los años de su servicio militar, no había perdido contacto con este tema, al que ahora volvía con renovado entusiasmo y energía.

Pronto quedamos cautivados por una amistad personal, totalmente centrados en los grandes problemas de la filosofía y la teología. Desde luego, Newman estaba siempre presente. Alfred Läpple, así se llamaba el prefecto que acabo de mencionar, publicó su disertación en 1952 con este título: Der Einzelne in der Kirche (El individuo en la Iglesia).

Para nosotros, en aquel tiempo, la enseñanza de Newman sobre la conciencia llegó a ser una base importante del personalismo teológico, cuyo diseño se nos ofrecía equilibradamente. Nuestra imagen del ser humano, al igual que nuestra imagen de la Iglesia, quedaba penetrada por este punto de partida.

Habíamos experimentado la pretensión de un partido totalitario que se entendía a sí mismo como la plenitud de la historia y que negaba la conciencia del individuo. Uno de sus líderes había dicho: “Yo no tengo conciencia. Mi conciencia es Adolf Hitler”. La apabullante devastación de la humanidad que vino después estaba ante nuestros ojos.

Por eso, nos resultó liberador y esencial saber que el “nosotros” de la Iglesia no descansa en una liquidación de la conciencia, sino que, justo al contrario, sólo puede desarrollarse desde la conciencia.

Precisamente porque Newman interpretó la existencia del ser humano a partir de la conciencia, esto es de las relaciones entre Dios y el alma, quedaba claro que este personalismo no es individualismo, y que estar obligado por la conciencia no significa ser libre para hacer elecciones al azar, sino que es justo al revés.

De Newman aprendimos a comprender el primado del Papa. Libertad de conciencia, nos decía Newman, no equivale a tener derecho “a prescindir de la conciencia, a ignorar al Legislador y Juez, a ser independiente de obligaciones invisibles”.

Por tanto, la conciencia en su verdadero sentido es la piedra angular de la autoridad papal; su poder procede de una revelación que completa la conciencia natural, la cual está imperfectamente iluminada, y “la defensa de la ley moral y de la conciencia es su razón de ser”.

No necesito mencionar explícitamente que esta enseñanza sobre la conciencia ha llegado a ser cada vez más importante para mí en el desarrollo continuo de la Iglesia y del mundo. Veo cada vez con más claridad cómo está en el frontispicio de la biografía del cardenal, que debe ser entendida únicamente en conexión con el drama de su siglo, para que de esta forma pueda hablarnos a nosotros.

Newman llegó a la conversión en su calidad de hombre de conciencia; fue su conciencia la que le llevó a salir de las viejas ataduras y seguridades, conduciéndole al mundo del catolicismo, que era algo tan difícil y extraño para él. Pero este camino de la conciencia es todo menos una senda de subjetividad autosuficiente: es un camino de obediencia a la verdad objetiva.

El segundo paso en el largo viaje de Newman hacia la conversión fue la superación de la posición evangélica subjetiva a favor de una comprensión del cristianismo basada en la objetividad del dogma. En esta conexión encuentro yo una formulación, tomada de uno de sus primeros sermones, que puede ser especialmente significativa hoy:

El verdadero cristianismo aparece (…) en la obediencia y no a través de un estado de conciencia. Por tanto, toda la obligación y todo el trabajo de un cristiano está compuesto de estas dos partes: Fe y obediencia; mirar a Jesús (Hb 2, 9) (…) y actuar según su voluntad (…)

Pienso que estamos en peligro en estos días al no insistir en todo esto como debiéramos; considerando cualquier apreciación verdadera y cuidadosa del Objeto de la fe como estéril ortodoxia, técnica sutileza (…) y (…) convirtiendo en test de nuestro ser religiosos si tenemos o no lo que se suele llamar un estado espiritual del corazón.

En este contexto, me parecen importantes algunas afirmaciones tomadas de The Arians of the Fourth Century (Los arrianos del siglo IV), que pueden sonar, de primeras, más bien sorprendentes:

(…) detectar y aprobar el principio en el que (…) la paz se fundamenta en la Escritura; someterse al dictado de la verdad en cuanto tal como principal autoridad en materias de conducta política y privada; comprender (…) que el entusiasmo es prioritario en la sucesión de las gracias cristianas con respecto a la benevolencia.

Para mí resulta siempre fascinante ver y considerar hasta qué punto en este camino, y sólo en él, a través del compromiso con la verdad, con Dios, recibe la conciencia su rango, su dignidad y fortaleza.

En este contexto me gustaría añadir solamente una afirmación tomada de la Apología, que muestra el realismo en esta idea de la persona y de la Iglesia: “Los movimientos vivos no surgen de los comités”.

Querría volver muy brevemente al hilo autobiográfico. Cuando proseguí mis estudios en Múnich el año 1947, me encontré con un buen lector y entusiasta seguidor de Newman en el teólogo de Fundamental, Gottlieb Söhngen, que fue mi verdadero maestro de teología. Él nos inició en Granmmar of Assent y, al hacerlo, a una forma o manera especial de certeza en el conocimiento religioso.

Más profunda todavía fue para mí la contribución que publicó Heinrich Fries con motivo del jubileo de Calcedonia. Allí encontré acceso a la enseñanza de Newman sobre el desarrollo de la doctrina, que yo contemplo, junto a su doctrina sobre la conciencia, como su contribución más decisiva a la renovación de la teología.

Con esto, puso en nuestras manos la llave para construir un pensamiento histórico en el seno de la teología, o todavía mucho más: nos enseñó a pensar históricamente en teología, y así, a reconocer la identidad de la fe en todos los desarrollos.

En este momento, tengo que dejar de profundizar en estas ideas. Me parece que el punto de partida de Newman, también en la teología moderna, no ha sido todavía plenamente valorado. En él se encuentran escondidas posibilidades llenas de futuro que esperan un posterior desarrollo.

Me gustaría ahora referirme de nuevo a los presupuestos biográficos de este concepto.

Es sabido cómo la reflexión en profundidad de Newman sobre las ideas del desarrollo influyó en su camino al catolicismo. Pero no se trata simplemente de una cuestión sobre unas ideas que se descubren. En el concepto de desarrollo juega su papel la propia vida de Newman. Creo que esto se me hizo patente en esas palabras suyas bien conocidas: “Vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado con frecuencia”.

Durante toda su vida, Newman fue una persona en permanente estado de conversión, una persona en permanente trance de transformación, y por eso siempre permaneció y llegó a ser cada vez más él mismo.

En este punto, viene a mi mente la figura de San Agustín, con el que Newman estaba tan unido. Cuando Agustín se convirtió en el jardín Cassiciacum, comprendió su conversión de acuerdo con el sistema del respetable maestro Plotino y de los filósofos neoplatónicos. Él pensó que su pasada vida pecadora quedaría ahora definitivamente zanjada; desde ahora, en el convertido se daría algo totalmente nuevo y diferente y su posterior viaje sería una firme escalada hacia cumbres cada vez más puras de cercanía a Dios.

Era algo parecido a lo que describió Gregorio de Nysa en su Ascensión de Moisés:

Igual que los cuerpos, después de haber recibido un primer empujón hacia abajo, caen sin esfuerzo a las profundidades a una velocidad cada vez mayor, así, por el contrario, el alma que se ha desprendido de las pasiones terrenales se eleva en un movimiento rápido hacia arriba (…) superándose a sí misma de manera constante en un vuelo firme hacia las alturas.

La experiencia real de Agustín fue diferente. Él tuvo que aprender que ser cristiano es siempre un viaje difícil lleno de alturas y profundidades.

La imagen del ascensus queda cambiada por la del iter, cuyo pesado cansancio se ve iluminado y fortalecido por momentos de luz que podemos recibir ahora y entonces. La conversión es el iter, es decir, el camino de toda una vida. Y la fe es siempre “desarrollo”, y precisamente de esta manera es la madurez del alma en la verdad, en Dios, que es más íntimo a nosotros de lo que somos nosotros mismos.

En la idea de “desarrollo”, Newman ha escrito su propia experiencia de una conversión nunca acabada, y ha interpretado para nosotros no sólo el camino de la doctrina cristiana, sino el de la vida cristiana.

La característica de todo gran Doctor de la Iglesia, me parece, es que enseña no sólo mediante su pensamiento y su palabra, sino también con su vida, porque dentro de él, pensamiento y vida se funden y se definen mutuamente. Si esto es así, entonces Newman pertenece a los grandes maestros de la Iglesia, porque toca nuestros corazones y al mismo tiempo ilumina nuestro pensamiento.

Roma, 28 de abril de 1990

(Prólogo de BENEDICTO XVI a la APOLOGÍA PRO VITA SUA, editorial Ciudadela.)


PS: Pero el enemigo no se da por vencido:

vendredi 1 octobre 2010

Beato John Henry Newman

VIAJE APOSTÓLICO AL REINO UNIDO
(16-19 DE SEPTIEMBRE DE 2010)

VIGILIA DE ORACIÓN POR LA BEATIFICACIÓN DEL CARDENAL JOHN HENRY NEWMAN

SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Hyde Park - Londres
Sábado 18 de septiembre de 2010

Hermanos y hermanas en Cristo:

Ésta es una noche de alegría, de gozo espiritual inmenso para todos nosotros. Nos hemos reunido aquí en esta vigilia de oración para preparar la Misa de mañana, durante la que un gran hijo de esta nación, el cardenal John Henry Newman, será declarado beato. Cuántas personas han anhelado este momento, en Inglaterra y en todo el mundo. También es una gran alegría para mí, personalmente, compartir con vosotros esta experiencia. Como sabéis, durante mucho tiempo, Newman ha ejercido una importante influencia en mi vida y pensamiento, como también en otras muchas personas más allá de estas islas. El drama de la vida de Newman nos invita a examinar nuestras vidas, para verlas en el amplio horizonte del plan de Dios y crecer en comunión con la Iglesia de todo tiempo y lugar: la Iglesia de los apóstoles, la Iglesia de los mártires, la Iglesia de los santos, la Iglesia que Newman amaba y a cuya misión dedicó toda su vida.

Agradezco al Arzobispo Peter Smith sus amables palabras de bienvenida en vuestro nombre, y me complace vivamente ver a tantos jóvenes presentes en esta vigilia. Esta tarde, en el contexto de nuestra oración común, me gustaría reflexionar con vosotros sobre algunos aspectos de la vida de Newman, que considero muy relevantes para nuestra vida como creyentes y para la vida de la Iglesia de hoy.

Permitidme empezar recordando que Newman, por su propia cuenta, trazó el curso de toda su vida a la luz de una poderosa experiencia de conversión que tuvo siendo joven. Fue una experiencia inmediata de la verdad de la Palabra de Dios, de la realidad objetiva de la revelación cristiana tal y como se recibió en la Iglesia. Esta experiencia, a la vez religiosa e intelectual, inspiraría su vocación a ser ministro del Evangelio, su discernimiento de la fuente de la enseñanza autorizada en la Iglesia de Dios y su celo por la renovación de la vida eclesial en fidelidad a la tradición apostólica. Al final de su vida, Newman describe el trabajo de su vida como una lucha contra la creciente tendencia a percibir la religión como un asunto puramente privado y subjetivo, una cuestión de opinión personal. He aquí la primera lección que podemos aprender de su vida: en nuestros días, cuando un relativismo intelectual y moral amenaza con minar la base misma de nuestra sociedad, Newman nos recuerda que, como hombres y mujeres a imagen y semejanza de Dios, fuimos creados para conocer la verdad, y encontrar en esta verdad nuestra libertad última y el cumplimiento de nuestras aspiraciones humanas más profundas. En una palabra, estamos destinados a conocer a Cristo, que es "el camino, y la verdad, y la vida" (Jn 14,6).

La vida de Newman nos enseña también que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas. No podemos guardar para nosotros mismos la verdad que nos hace libres; hay que dar testimonio de ella, que pide ser escuchada, y al final su poder de convicción proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan. No lejos de aquí, en Tyburn, un gran número de hermanos y hermanas nuestros murieron por la fe. Su testimonio de fidelidad hasta el final fue más poderoso que las palabras inspiradas que muchos de ellos pronunciaron antes de entregar todo al Señor. En nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado, pero a menudo implica ser excluido, ridiculizado o parodiado. Y, sin embargo, la Iglesia no puede sustraerse a la misión de anunciar a Cristo y su Evangelio como verdad salvadora, fuente de nuestra felicidad definitiva como individuos y fundamento de una sociedad justa y humana.

Por último, Newman nos enseña que si hemos aceptado la verdad de Cristo y nos hemos comprometido con él, no puede haber separación entre lo que creemos y lo que vivimos. Cada uno de nuestros pensamientos, palabras y obras deben buscar la gloria de Dios y la extensión de su Reino. Newman comprendió esto, y fue el gran valedor de la misión profética de los laicos cristianos. Vio claramente que lo que hacemos no es tanto aceptar la verdad en un acto puramente intelectual, sino abrazarla en una dinámica espiritual que penetra hasta la esencia de nuestro ser. Verdad que se transmite no sólo por la enseñanza formal, por importante que ésta sea, sino también por el testimonio de una vida íntegra, fiel y santa; y los que viven en y por la verdad instintivamente reconocen lo que es falso y, precisamente como falso, perjudicial para la belleza y la bondad que acompañan el esplendor de la verdad, veritatis splendor.

La primera lectura de esta noche es la magnífica oración en la que San Pablo pide que comprendamos "lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano" (Ef 3,14-21). El apóstol desea que Cristo habite en nuestros corazones por la fe (cf. Ef 3,17) y que podamos comprender con todos los santos “lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo" de ese amor. Por la fe, llegamos a ver la palabra de Dios como lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero (cf. Sal 119,105). Newman, igual que innumerables santos que le precedieron en el camino del discipulado cristiano, enseñó que la "bondadosa luz” de la fe nos lleva a comprender la verdad sobre nosotros mismos, nuestra dignidad como hijos de Dios y el destino sublime que nos espera en el cielo. Al permitir que brille la luz de la fe en nuestros corazones, y permaneciendo en esa luz a través de nuestra unión cotidiana con el Señor en la oración y la participación en la vida que brota de los sacramentos de la Iglesia, llegamos a ser luz para los que nos rodean; ejercemos nuestra "misión profética"; con frecuencia, sin saberlo si quiera, atraemos a la gente un poco más cerca del Señor y su verdad. Sin la vida de oración, sin la transformación interior que se lleva a cabo a través de la gracia de los sacramentos, no podemos, en palabras de Newman, "irradiar a Cristo"; nos convertimos en otros “platillos que aturden” (1 Co 13,1) en un mundo lleno de creciente ruido y confusión, lleno de falsos caminos que sólo conducen a angustias y espejismos.

En una de las meditaciones más queridas del Cardenal se dice: "Dios me ha creado para una misión concreta. Me ha confiado una tarea que no ha encomendado a otro" (Meditaciones sobre la doctrina cristiana). Aquí vemos el agudo realismo cristiano de Newman, el punto en que fe y vida inevitablemente se cruzan. La fe busca dar frutos en la transformación de nuestro mundo a través del poder del Espíritu Santo, que actúa en la vida y obra de los creyentes. Nadie que contemple con realismo nuestro mundo de hoy podría pensar que los cristianos pueden permitirse el lujo de continuar como si no pasara nada, haciendo caso omiso de la profunda crisis de fe que impregna nuestra sociedad, o confiando sencillamente en que el patrimonio de valores transmitido durante siglos de cristianismo seguirá inspirando y configurando el futuro de nuestra sociedad. Sabemos que en tiempos de crisis y turbación Dios ha suscitado grandes santos y profetas para la renovación de la Iglesia y la sociedad cristiana; confiamos en su providencia y pedimos que nos guíe constantemente. Pero cada uno de nosotros, de acuerdo con su estado de vida, está llamado a trabajar por el progreso del Reino de Dios, infundiendo en la vida temporal los valores del Evangelio. Cada uno de nosotros tiene una misión, cada uno de nosotros está llamado a cambiar el mundo, a trabajar por una cultura de la vida, una cultura forjada por el amor y el respeto a la dignidad de cada persona humana. Como el Señor nos dice en el Evangelio que acabamos de escuchar, nuestra luz debe alumbrar a todos, para que, viendo nuestras buenas obras, den gloria a nuestro Padre, que está en el cielo (cf. Mt 5,16).

Deseo ahora dirigir una palabra especial a los numerosos jóvenes presentes. Queridos jóvenes amigos: sólo Jesús conoce la "misión concreta" que piensa para vosotros. Dejad que su voz resuene en lo más profundo de vuestro corazón: incluso ahora mismo, su corazón está hablando a vuestro corazón. Cristo necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar. Necesita hombres y mujeres que dediquen su vida a la noble labor de educar, atendiendo a los jóvenes y formándolos en el camino del Evangelio. Necesita a quienes consagrarán su vida a la búsqueda de la caridad perfecta, siguiéndole en castidad, pobreza y obediencia y sirviéndole en sus hermanos y hermanas más pequeños. Necesita el gran amor de la vida religiosa contemplativa, que sostiene el testimonio y la actividad de la Iglesia con su oración constante. Y necesita sacerdotes, buenos y santos sacerdotes, hombres dispuestos a dar su vida por sus ovejas. Preguntadle al Señor lo que desea de vosotros. Pedidle la generosidad de decir sí. No tengáis miedo a entregaros completamente a Jesús. Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su llamada. Permitidme terminar estas pocas palabras invitándoos vivamente a acompañarme el próximo año en Madrid en la Jornada Mundial de la Juventud. Siempre es una magnífica ocasión para crecer en el amor a Cristo y animaros a una gozosa vida de fe junto a miles de jóvenes. Espero ver a muchos de vosotros allí.

Y ahora, queridos amigos, sigamos con nuestra vigilia de oración para preparar nuestro encuentro con Cristo, presente entre nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar. Juntos, en el silencio de nuestra adoración en común, abramos nuestras mentes y corazones a su presencia, a su amor y al poder convincente de su verdad. Démosle gracias especialmente por el testimonio perenne de la verdad, ofrecido por el Cardenal John Henry Newman. Confiando en sus oraciones, pidamos al Señor que ilumine nuestro camino y el camino de toda la sociedad británica, con la luz amable de su verdad, su amor y su paz. Amén.