Los cuerpos intermedios, Michel Creuzet. |
La vida rural, más cercana a la naturaleza,
más alejada de las seducciones artificiales, es un factor de estabilidad
económica. Dice Pío XII, hablando del "conflicto actual entre la ciudad y
el campo", "que se trata de formar hombres diametralmente opuestos".
"Las ciudades modernas, con su constante desarrollo
y sus aglomeraciones humanas, son el producto típico del dominio interesado del
gran capital sobre la vida económica; y no sólo sobre la vida económica, sino
también sobre el mismo hombre. Efectivamente, como lo ha advertido eficazmente
nuestro glorioso predecesor Pío XI en su encíclica Quadragesimo anno acontece
demasiado a menudo que ya no son las necesidades humanas y su importancia natural
y objetiva las que regulan la vida económica y el uso del capital, sino, por el
contrario, es el capital y sus afanes de ganancia los que determinan las
necesidades que hay que satisfacer y su amplitud".
Este estado de cosas —calificado por Pío XII de
antinatural—, corre desgraciadamente el riesgo de extenderse hasta las aldeas.
"No es al propio régimen (capitalista) a quien hay
que culpar, escribe Pío XII, sino al peligro que traería si su influencia viniese
a alterar el carácter específico de la vida rural, identificándola a la de los
centros urbanos e industriales, haciendo del "campo", como aquí se
entiende, una simple extensión o arrabal de la "ciudad". Tal práctica
y la teoría que la patrocina son falsas y nocivas."
"Es el marxismo, como ya se sabe, quien las profesa".
El riesgo no es imaginario.
La podredumbre intelectual y moral está conquistando el
campo en tal grado, que la civilización rural ha sido gravemente herida.
Le queda, sin embargo, a esta última el contraveneno que
ella misma contiene: una vida naturalmente más estable, un estado de espíritu
cimentado ordinariamente sobre el sentido común y el orden natural de las
cosas.
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