vendredi 4 mars 2011

Libros de verdad

Por alguna razón que se escapa a mi entendimiento, como por otra parte es lógico tratándose de una disciplina espiritual como la poesía, algunos poemas han quedado grabados en mi mente de un modo especial desde la primera vez que los leí.

Aquella antigua y olvidada costumbre de los viejos maestros de escuela de hacer memorizar poemas a sus pupilos, contribuía a crear un tipo de hombres que hoy están, estamos, realmente en peligro de extinción.

El de Antonio Machado titulado “Retrato” es uno de los “poemas de mi vida”, junto a otros muchos de autores tan distantes y de tan diversas tendencias como los monólogos de Segismundo en “La vida es sueño” de Calderón, la “Canción del pirata” de Espronceda, o “¡Qué lástima!” de León Felipe, poema este último que siempre asocio con el más famoso retrato pintado por el Greco, “El caballero de la mano en el pecho”, ya que era la ilustración que lo acompañaba en mi manual escolar.

Machado, por cierto, también le dedicó unos versos a este cuadro de Domenikos Theotokopoulos:

Este desconocido es un cristiano
de serio porte y negra vestidura,
donde brilla no más la empuñadura,
de su admirable estoque toledano.

Pero el que me ocupa hoy es “Retrato”, perteneciente a “Campos de Castilla”:


Versos como “Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido”, que cita al Venerable Miguel Mañara, víctima de una campaña liberal de difamación durante su proceso de beatificación que acabó dándole errónea fama de seductor, del mismo modo que San Antonio María Claret era difamado por nuestros correligionarios, las leales tropas tradicionalistas del legítimo Rey Don Carlos, al que, según nos cuenta entre otros Don Ramón María del Valle-Inclán, se le atribuían relaciones pecaminosas con Sor Patrocino, ambos miembros del clero de la corte de María Isabel Luisa de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, tatarabuela del actual jefe del estado de España, mal llamada Isabel II por sus liberales partidarios.

Curiosamente Valle-Inclán es el padre literario del otro personaje del verso, ese Don Juan "feo, católico y sentimental" que conocemos como el Marqués de Bradomín, y también casualmente mis hijos acuden ahora cada día a un colegio de claretianas.

Pero hoy traigo aquí este poema de Antonio Machado para detenerme en otro de sus versos, el que dice:

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;

Y lo traigo, finalmente, por que me apetecía compartir algo con mis improbables lectores que tiene mucho que ver con Pierre de Ronsard, “prince des poètes et poète des princes”.

¿Por qué? Sencillamente porque Ronsard fue el fundador de “la Pléiade”, conocida en sus inicios como “la brigada”, ese grupo de siete poetas franceses del siglo XVI, Ronsard, Du Bellay, Jean-Antoine de Baïf, Étienne Jodelle y Jean de La Péruse, remplazado a su muerte por Rémy Belleau, que se impuso por misión elevar la lengua gala a las más altas cumbres de la belleza literaria.


El nombre del grupo, “la Pléiade”, hace referencia, aparte de al grupo de poetas de Alejandría del siglo III, a la constelación de estrellas y por supuesto a las siete hijas del titán Atlas y la ninfa Pléyone (y no sigo con la mitología griega, otra de mis pasiones ocultas, que ya me he desviado bastante del tema que quiero tratar, al que no he llegado aún).

Finalmente lo que me apetecía compartir hoy son las sensaciones asociadas a la lectura que proporcionan algunos tipos de edición y encuadernación, que jamás podrán ser reemplazadas por artilugios electrónicos modernos.

En concreto, y por pura envidia, me gustaría presentar una colección francesa, “la Bibliothèque de la Pléiade”. Y menciono la envidia, supongo que sana, ya que no tengo noticia de que nada semejante exista para dar a la literatura española, la de verdad, el soporte material que por su calidad merece.

La “Bibliothèque de la Pléiade” es la colección por excelencia de literatura francesa. Publicada por Gallimard, es una referencia en cuestión de prestigio, calidad de redacción, y reconocimiento literario de sus autores. Ser publicado en ella es el certificado de inmortalidad para un escritor en lengua francesa.


Se compone actualmente de unos 560 volúmenes que agrupan a unos 200 autores, incluyendo no sólo a franceses, sino también a autores universales, entre ellos Cervantes con El Quijote y las Novelas Ejemplares, una antología bilingüe de poesía española, una recopilación de picaresca y varios volúmenes de teatro español del XVI y XVII, así como las obras completas de García Lorca.

Fue creada en 1931 por un joven editor independiente, Jacques Schiffrin, con la finalidad de ofrecer al público las obras completas de los autores clásicos en formato de bolsillo.

Actualmente es una colección de carácter enciclopédico, referencia universalmente imprescindible, caracterizada por la riqueza de contenidos y el rigor en la forma, considerada la joya de la corona de “éditions Gallimard” y el “Rolls-Royce” de las ediciones.

Su “carta de fabricación” es rigurosa y extremadamente precisa. Sus dimensiones son siempre 11 x 17,5 cm, impresos en “papel Biblia” sometido a un proceso para hacerlo más opaco, en tono “gamuza”, de 36 g, con garantía de pervivencia de varios siglos.

Cada volumen es “cosido-pegado”, encuadernado en auténtica piel, muy ligera, y dorada con oro de 23 quilates, e incluye varios cordones marca-páginas.

La encuadernación viene a suponer un 50% del precio final de cada libro.

La búsqueda de la elegancia estética incluye, entre otros muchos detalles el tipo de letra, también exclusivo, el "Garamond du roi" de cuerpo 9, una referencia tipográfica clásica adoptada en 1931. La finura del papel exige un calibrado perfecto de la paginación, ya que el más mínimo desajuste entre el anverso y el reverso de una página, o entre páginas contiguas, al afectar a la transparencia, dañaría el placer del lector. Por ello también, como hemos dicho, se somete el papel a un proceso químico de “opacificación”.

Muchísimos otros detalles, además de los textos originales, prólogos y anotaciones, son tenidos en cuenta para la realización de estas obras maestras de la edición, como los espacios entre líneas, las páginas de títulos, los calibrajes de impresión…

Exteriormente son libros sobrios, sin inscripción alguna salvo el nombre del autor y la obra dorados sobre el lomo y decorados con líneas horizontales, variando los colores del cuero según la clasificación. (La imagen de cada volumen que aparece en la web corresponde únicamente a la caja de cartón en la que viene el libro al comprarlo. En el interior tiene también una funda de plástico transparente que se quita sin más).

Finalmente leer cualquiera de sus volúmenes, añade al placer de la lectura un sinfín de sensaciones agradables que lo convierten en una experiencia imposible de describir.

¿Son muy caros? Es fácil hacer la prueba. El último que compré, “Les Misérables” de Victor Hugo, como recordarán los lectores de esta bitácora cuando hice mi lista de regalos de Navidad, me costó exactamente 55 euros.

Acabo de hacer la prueba de entrar en la web de “la casa del libro” y pulsar sobre el primero que figura en la página de entrada bajo el epígrafe “las novedades destacadas y más vendidos”. El libro en cuestión se titula “Prométeme que serás libre” y el autor, cuya existencia desconocía hasta este instante, se llama Jorge Molist. Tiene 768 páginas, está encuadernado en "tapa dura” y cuesta 22,50 euros.

Por citar otros ejemplos, bodrios como “El código Da Vinci” del inclasificable Dan Brown, en “tapa blanda”, cuesta 19,95, y en la misma encuadernación, “La reina en el palacio de las corrientes de aire” del desaparecido Stieg Larsson son 22,50.

Que cada cual emplee su dinero como lo considere oportuno, yo no tengo nada más que comentar por hoy.

Ya sé que por aproximadamente el valor de seis volúmenes de “La Pléiade” se puede adquirir un artefacto electrónico con los archivos correspondientes a cientos de obras. Parafraseando a Clark Gable en “Lo que el viento se llevó”, frankly, my dear, I don't give a damn.

Con permiso de ustedes, tomo entre mis manos mi “bouquin” y me sumerjo en el placer de la lectura:

En 1815, M. Charles-François-Bienvenu Myriel était évêque de Digne. C'était un vieillard d'environ soixante-quinze ans; il occupait le siége de Digne depuis 1806.

Quoique ce détail ne touche en aucune manière au fond même de ce que nous avons à raconter, il n'est peut-être pas inutile, ne fût-ce que pour être exact en tout, d'indiquer ici les bruits et les propos qui avaient couru sur son compte au moment où il était arrivé dans le diocèse. Vrai ou faux, ce qu'on dit des hommes tient souvent autant de place dans leur vie et surtout dans leur destinée que ce qu'ils font. M. Myriel était…

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